Compasión del Corazón de Jesús durante su vida
mortal.
“¡TENGO COMPASION!”[1].
Esta palabra brotó en otros tiempos de
un corazón que era a la vez el Amor y la Omnipotencia, del Corazón de Cristo Jesús.
Él veía a su alrededor muchedumbres hambrientas, una multitud de almas que
estaban allí como ovejas sin pastor[2]:
tuvo piedad de ellas, y en su favor hizo la multiplicación de los panes y
además dijo a los suyos: “Rogad al dueño de la mies que envíe operarios a su
mies”[3].
El Corazón de Jesús siempre el mismo. – Su
misericordiosa bondad.
En esta hora y siempre, el Corazón de Cristo es el mismo; en él se
encuentra la misma compasión. Vosotros a quienes persigue su gracia, vosotros a
quienes espera, no creáis que lo hace de un modo humano, por su propio interés,
o que sea indiferente a lo que os interesa: os ama, os ama infinitamente y,
mientras estéis en la tierra, multiplicará sus insinuaciones, os ofrecerá su
gracia con abundancia y a vosotros también os dirá: “SI CONOCIERAS EL DON DE
DIOS y quién es el que viene a ti”[4],
serías tú quien correrías a Él y le dirías: “Señor, ¿qué quieres que haga?[5].
¿De dónde viene este favor de que Vos vengáis a mí?”… Él os contestaría: “Yo te
amo; por ti he dejado mi cielo, me he hecho una humanidad en el seno de la
Virgen, a fin de poder hacerme tu hermano, tu compañero, tu amigo… He querido
tomar sobre mí todos tus sufrimientos, todo el peso de tu pecado, para expiarlo
y para abrirte mi cielo. Yo he descendido hacia ti, para levantarte hacia Mí.
Tú no hubieras podido
conocer las cosas eternas, si yo, que vivo desde el principio en el cielo, no
hubiese descendido hacia ti. He venido, pues, para hacerte conocer lo que es tu
Dios, lo que Él te pide, lo que te promete, la vida que te espera si quieres
creer en Mí, si quieres ser mirado por Dios como hijo suyo…
Yo hubiera podido
venir a la tierra en medio de delicias, de honores; pero he querido nacer
pobre, en la privación. He buscado siempre los pobres: los he hecho mis
confidentes, mis amigos; ellos son los que he llamado los primeros cerca de mí;
son ellos los que he escogido para apóstoles míos; he compartido sus trabajos;
he venido a enseñarlos, me he hecho su defensor en todos los encuentros…
He querido obedecer,
Yo el Amo del mundo, para enseñaros a hacerlo, sabiendo vuestras dificultades
para someteros… No soy un Jefe arbitrario: soy el Dios bueno, el Amor Misericordioso…
Tengo compasión de todo lo que en la tierra sufre y he venido a vosotros para
aliviaros; he venido para traeros la esperanza, la paz, la felicidad.
Los hombres no
conocen mi Corazón. Yo no rechazo a ninguno que venga a Mí; los pecadores encuentran
en Mí el perdón; los desalentados la fuerza, la confianza; los abandonados un
amigo; a aquellos mismos que me han abandonado, si vuelven, les abro mi Corazón
y mis brazos.
Jesús no es conocido; los que le blasfeman,
comúnmente le desconocen. – La felicidad, la verdadera riqueza, el sosiego se
encuentran en Él.
Muchos me blasfeman: me ignoran, no saben quién soy. Vosotros al menos
los que leéis esto, tratad de conocerme; preguntadme a Mí mismo quién soy. Yo
soy el Creador del mundo; soy Aquel a quien se ofende por el pecado; soy Aquel
que es la misma bondad, la sabiduría infinita, que todo lo puedo; Aquel de
quien mis propios jueces han dicho: “Yo no veo en él nada condenable”; El que
pasó haciendo el bien, curando los enfermos, consolando los afligidos; El que
os promete, si creéis en Él, la vida eterna, la resurrección después de la
muerte y una felicidad sin fin… ¿No sería temerario exponeros a perder tal
bien, sin haber tratado de aseguraros de la verdad cerca de los que la
enseñan?... ¿Es prudente, cuando se quiere uno informar de alguien, no
dirigirse más que a los que no le conocen o a sus enemigos, que nunca han
escuchado sus confidencias, que nunca han conocido las vibraciones íntimas de
su corazón?...
Sin daros cuenta, por
las solas aspiraciones de vuestra alma, es a mí a quien buscáis. Los que tenéis
una ideal de belleza, en vano lo buscáis en la tierra; podéis siempre subir:
existe un ser más bello que todo lo que podéis encontrar; sí, más bello, más
amable, mejor también… Los que gemís viendo la malicia de los hombres y buscáis
la bondad, subid, subid también más alto de lo que podáis encontrar mejor:
encontraréis a Aquel que ha puesto en el corazón del mejor de los hombres algo
del suyo.
Aún vosotros que
buscáis la felicidad, la riqueza, en Mí encontraréis incomparablemente más de
lo que encontráis y deseáis sobre la tierra: he venido a ofreceros todo aquello
para lo cual os sentís creados, y sólo Yo puedo llenar las necesidades de
vuestro corazón; sólo en Mí encontraréis el descanso y el sosiego.
Voy más lejos
todavía: vosotros mismos que pretendéis poner en la tierra todo en un pie de
igualdad y quisierais establecer todo en comunidad, ¿no os fijáis en que habéis
sido adelantados por Aquel a quien quisierais expulsar de la tierra y que os
ofrecería un medio poderoso para realizar vuestro deseo? Quisierais que todo
estuviese en modo común, y queréis expulsar a los que viven de ese modo,
sacrificándose en la oración para obteneros mi gracia y mi socorro, la gracia
de luz para que a vuestra vez me conozcáis y alcancéis la eterna felicidad,
después de esta vida que pasa y que también para vosotros pasará un día.
Leed mi Evangelio:
aprenderéis lo que es el Jesús del Calvario y cómo continúa su oblación sobre
el altar, escondido en su Hostia, implorando gracia y perdón para toda la
tierra.
Jesús no nos desea más que bien. – El pecado, causa
del sufrimiento. – La esperanza de los cristianos.
Si oís mi voz, no endurezcáis vuestro corazón; comprenderéis esta
palabra que Yo dirigí a Pablo, perseguidor de mi Iglesia: ¿Por qué me
persigues?” – ¿Qué te he hecho? – ¿Has recibido de Mí otra cosa más que
bien?... Es cierto que también has encontrado sufrimiento en la tierra: has
tenido tus días de tristeza, de trabajo, de postración, de fastidio; pero ¿has
pensado lo que es un pecado, un solo pecado en la vida?... ¿Has pensado en lo
que he sufrido Yo mismo por ti, y en que un día cada uno de estos sufrimientos,
aceptados en unión conmigo, se cambiará en gozo, en gloria en los
cielos?... ¿Qué no hacer para prepararte
un porvenir incierto en la tierra? ¿A qué no te expones?... y no sabes si la
muerte te alcanzará antes de que puedas disfrutar de tus trabajos…. Yo no
engaño. Acércate a los que verdaderamente me conocen y me aman; mira si no son,
en la tierra, los más tranquilos, los más santos, los más felices; ¿no te has
sentido tú mismo en ciertos momentos inclinados a envidiarlos?...
Acuérdate de tus días
de inocencia, y compara con los que has pasado en el pecado, en la vana
satisfacción de tu naturaleza…
Mira la muerte de los
que se duermen en el sueño de los justos, con la esperanza de encontrar en Mí
todos los seres queridos que le han precedido en la vida, con la esperanza de
vivir en Mí la eterna vida y de recibir la recompensa de sus obras; compara
esta muerte con la del pecador… y mira cuál prefieres.
Jesús hace predicar su doctrina y multiplica sus
insinuaciones a las almas, por compasión.
Tengo compasión de las almas que no quieren recibir la luz y se dejan
arrastrar por el torbellino; tengo compasión de las almas que corren hacia el
abismo, y quisiera detenerlas al borde del precipicio. Por eso hago predicar mi
doctrina; por eso me muestro tan bueno; por eso mi Corazón está siempre abierto
para conceder el perdón; por eso quisiera que vivieseis todos amándoos,
aliviándoos como hermanos: si hicierais lo que os digo, tendríais la paz en
vosotros y entre vosotros.
¿Por qué os
autorizáis en vuestros extravíos y en vuestros odios, con la conducta de los
que no tienen más que la apariencia de ser míos y no hacen lo que yo digo? Eso
no es prudente. No hagáis eso; sino venid a buscar la luz; creed lo que os
digo. Tengo compasión de vosotros, os amo, yo no os deseo más que bien, creedlo
de todo corazón.
P. M. SULAMITIS
(De la “Vida
Sobrenatural” de Salamanca, vol. 22. 1930, con licencia de la autoridad
eclesiástica).