¡Christus Vincit!...
CHRISTUS REGNAT.- CHRISTUS IMPERAT
_____
1.- Cristo es vencedor.
Es vencedor por su
naturaleza… vencedor por su carácter… vencedor porque está por encima de todo,
es superior a cuanto existe, por consecuencia de su unión hipostática. Cuando
aparece Cristo, Dios es quien se manifiesta a los hombres. Y ¿quién hay como
Dios? Lo que Dios posee en sí mismo, lo ha comunicado a Cristo. A Cristo, pues,
pertenece la sabiduría, la omnipotencia. Él es el Amor mismo… y su nombre es
Caridad.
Cristo es vencedor
por sí mismo, no necesita el socorro de los ángeles ni de los hombres, él que
es el Rey, el soberano Señor de los ángeles y de los hombres. Pero en su bondad
se digna servirse de ellos para hacerles contribuir a su victoria y asociarlos
enseguida a su gloria, haciéndoles partícipes de ésta, después de haberlos
empleado en aquella… El mayor honor que Cristo puede hacer a la humanidad, es
la dignación de servirse del hombre para alcanzar sus victorias y glorificarse.
2.- Él es el Fortísimo; nuestras vacilaciones son
falta de fe en su poder.
Con una palabra, con
un solo acto de su voluntad, él, que ha creado el universo, pudiera poner a sus
enemigos bajo sus pies, anonadarlos, lanzarlos al fondo de los infiernos; pero
no lo ha querido, y les deja ensayar por un momento sus débiles esfuerzos… Pero
por adelantado tiene la victoria. Nadie podrá resistirle impunemente y su
triunfo será glorioso; igualará a sui fuerza y a su poder… Como es el
Fortísimo, sabe y puede esperar, porque toda la eternidad le pertenece. Cuanto
más siente el hombre su impotencia, tanto más teme se le escape lo que tiene
entre las manos… El hombre prudente, es vigilante y fiel en utilizar, en el
momento presente, los medios que la sabiduría divina le presenta; no quisiera
dejar perder uno solo por culpa suya; porque comprende la armonía admirable de
la Providencia y cómo debe hacerse todo en orden… Pero no se inquieta, porque
descansa en Cristo por encima de sus propios cuidados…
Nuestras inquietudes
son falta de fe en el poder de Cristo Rey, en el poder de Cristo vencedor; son
un desorden, porque las más de las veces, mientras nos inquietamos, ya sea por
lo pasado, o por lo porvenir, nos agotamos en un vano temor que nos paraliza,
que nos hace perder fuerzas, temblar ante una quimera, frente a múltiples
aprehensiones sin fundamento, que producen la turbación en el espíritu… una
agitación en nuestro ser… sin determinación precisa, sin movimiento actual
práctico…
La consecuencia de
tal inquietud suele ser la tristeza, el desaliento. El enemigo de todo bien
conoce ese ardid; a menudo por ahí es por donde nos tienta, y agota las fuerzas
de los buenos… Entregados a sí mismos no son sino hombres, que fácilmente son
vencidos por los otros hombres y por los demonios… o por el mismo mal que está
en ellos. Pero con Cristo vencedor son más fuertes que todos los demonios del
infierno reunidos… más fuertes que “ejércitos colocados en orden de batalla”[1]…
Nadie podrá vencer al que es fuerte en Cristo, que permanece unido a Cristo,
porque Cristo mismo es quien vence y triunfa en él…
3.- Cristo ha vencido al mundo y será vencedor en
nosotros por su Espíritu.
Cristo ha hecho esta
grandiosa promesa a sus Apóstoles, que vendría a ellos y pondría en ellos su
Espíritu… y que este Espíritu les hará triunfar del mundo, del demonio y de la
carne: Tened confianza, dice, Yo he vencido al mundo[2].
También venceréis vosotros, si ponéis vuestra confianza no en vosotros
mismos, sino en Mí… Yo soy el Rey, Rey vencedor, Rey glorioso: Yo ya he
vencido… y venceré aún en mis siervos… por mis siervos… Manifestaré mi gloria
en los que me pertenecen… con tal de que pongan toda su confianza en Mí.
Yo he vencido al mundo… Aunque el mundo ha rehusado el reconocerme
y no ha querido recibirme… Yo he venido y he manifestado mi gloria[3]…
He sido vencedor del mundo, viniendo a sacar a los míos de en medio del mundo[4],
y dejándolos en el mundo sin que sean del mundo[5],
para servir de condenación al mundo y para que triunfen del mundo por la fe[6].
4.- Cada victoria de los suyos es un triunfo para
Él.
Cada victoria de los míos sobre el mundo es un triunfo para Mí… Todos
esos religiosos, esos apóstoles… por su vida, por sus hábitos, por su regla,
por los votos observados voluntariamente, por la abnegación practicada en todo
momento… por la sumisión constante a mi Iglesia y a los que me representan, en
quienes encuentran la autoridad… todos estos católicos que obran según mis
principios y mi doctrina, unidos a mi Iglesia, multiplican mis victorias… Porque
yo soy quien triunfo y me glorifico en mis santos[7].
Por su medio hago resplandecer mi poder, y cuanto más pequeños y humildes son y
tienen mayor conciencia de su insuficiencia personal, más se acrecienta al
mismo tiempo su fe… tanto más puedo manifestarme en ellos y vencer en ellos[8]…
Mi victoria es tanto más brillante, cuanto mayor es la impotencia de que me
sirvo. Así mis mayores victorias las obtengo por los pequeños, por los
párvulos… Haceos, pues, todos como niños
pequeños[9],
tened fe en Mí… tened confianza…
permaneced en mi amor[10]…
y no tendréis nada que temer; el demonio mismo huirá delante de vosotros y
le podréis vencer fácilmente. Pues yo soy quien vencerá en vosotros.
5.- Nada habrá que pueda resistirle.
Yo soy vencedor, vencedor del hombre; lo he conquistado… me pertenece.
En vano buscará sustraerse a mi poder, que contra Mí no puede nada… Algunas
veces le dejo creer en su victoria contra Mí; y es que aguardo para tomar una
divina represalia en que mi gloria brille con mayor magnificencia… Nadie podrá
resistirme, nada resistirá tampoco al que está unido a Mí.
6.- Cristo ha vencido al demonio y a la muerte. – El
que está con él también los vencerá por él.
Yo he vencido al demonio y a la muerte[11];
el que está conmigo los vencerá. Yo salí triunfante del sepulcro, él saldrá
también para gozar de la vida gloriosa que le he conquistado por mi victoria y
sometiéndome a la muerte para triunfar de la muerte por mi propio poder. ¿No es
infinitamente más glorioso resucitarse a sí mismo que devolver la vida a otros?
¿Quién puede
resucitarse sino el que tiene la vida en sí mismo? ¿No demuestra en eso mismo
el poder que tiene de dársela a los hombres y de quitársela cuando le
agrada?... Por mi resurrección misma he dado testimonio de cómo mi Pasión, mi
muerte y todos los sufrimientos y las humillaciones soportadas por Mí, han sido
voluntarias…
He vencido por mí
muerte… Mi muerte en sí misma ha sido la más grandiosa de las victorias: ha
sido para la humanidad y por toda la humanidad que he cargado sobre mí, y
llevaba unidad a mí, como la cabeza lleva a los miembros: ha sido la victoria
sobre el pecado[12],
el homenaje supremo de obediencia, de sumisión del hombre a la Divinidad… En mí,
Dios lo ha recibido todo y lo ha dado todo. En mi humanidad Dios mismo se ha
mostrado vencedor del pecado… Yo he vencido al pecado… he devuelto a la
Divinidad por la humanidad misma el más perfecto homenaje digno de ella, que
sobrepasa infinitamente la ofensa del pecado…
7.- Por la obediencia alcanzaremos victorias a
gloria del Rey.
Os he dado poder de
vencer a vuestra vez para gloria mía y por amor a Mí… Los que estás en Mí y
queréis mi Reino es necesario ante todo que me ayudéis a obtener numerosas
victorias en vosotros… Por la
obediencia es como me haréis triunfar[13].
El pecado siempre es una desobediencia, una resistencia, una separación de mi
voluntad… Si queréis vencer, obedeced, obedecedme a Mí, obedeced en espíritu de
fe… no a los hombres como tales, sino como a Dios, como a vuestro Cristo Rey…
La victoria, eso es lo que obtenéis según
tenéis de Mí, esa la que acrecienta mi vida y mi poder en el alma, la que hace
manifestarme más poderoso, mejor y más glorioso… Vuestro único negocio aquí
abajo, oh hombres, pensadlo bien, es procurar mi gloria, hacerme alcanzar en vosotros
numerosas victorias… Vuestra vida misma es para glorificarme: en la eternidad
sin fin encontraréis la gloria que os corresponda, entonces comprenderéis lo
que habéis ganado al elegirme por vuestro Rey, y, no viviendo sino para Mí,
combatiendo generosamente vuestras inclinaciones y todo lo opuesto a Mí en
vosotros y en torno vuestro. No temáis[14].
Cristo es vencedor… y vosotros todos seréis vencedores en MÍ…
P. M. SULAMITIS
[1] Cant. VI, 3, 9.
[2] Joan. XVI, 33.
[3] Joan. XVII, 22.
[4] Joan. XV, 19; XVII, 14, 16.
[5] Joan. XVII, II, 15; I Cor. V,
10.
[6] Joan. V, 4.
[7] Ps. 67, 36; II Tes. I, 10.
[8] Joan. V,
4, 5; Apoc. III, 21; XII, 11; XXI, 7.
[9] Mat. XVIII, 3.
[10] Joan. XV, 9.
[11] Rom. VI, 9; I Cor. XV, 54-57;
Apoc. XX, 6; XX, 13, 14, XXI, 4; II Tim. I, 10.
[12] Rom. VI, 6.
[13] Prov. XXI, 28.
[14] Mat. X, 28-31; Luc. XII, 7, 32;
XXIV, 36; Marc. VI, 50; Joan. VI, 20.