jueves, 3 de enero de 2019

"Mes del Rey de Amor: o meditaciones sobre el Amor Misericordioso del Corazón de Jesús para el mes de junio (recomendadas para todo el año)




AL LECTOR
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         El mejor elogio, la mejor y más autorizada presentación que podemos hacer de este libro, es transcribir aquí las hermosas palabras de algunos Rvdmos. Prelados españoles, los cuales han expresado con unánime y fervorosa elocuencia los grandes frutos espirituales que su publicación está llamada a producir, y lo mucho que su lectura puede contribuir a la gloria del Corazón de Jesús y a la santificación de las almas.

         En algunas de esas autorizadas y elocuentes palabras se ensalza y recomienda en general, LA OBRA (verdaderamente divina) DEL AMOR MISERICORDIOSO, de la cual el MES DEL REY DE AMOR forma parte; en otras, como en las del Rvdmo. Sr. Obispo de Pamplona, refiriéndose más en particular a este último, en apellidado, en frase gráfica, “librito de oro”.

         Estos ilustres testimonios valen y significan incomparablemente más que cuanto nosotros pudiéramos decir.

         He aquí un extracto de los mismos:

         Extracto de una carta del EMMO. Y REVERENDÍSIMO SR. D. ENRIQUE REIG, CARDENAL ARZOBISPO DE TOLEDO, PRIMADO DE ESPAÑA.

         Apruebo, alabo y bendigo de nuevo la obra del Amor Misericordioso, que seguramente ha de promover con intensidad grande la gloria de Dios.

          A trabajar pues, con perseverancia en ella, en la difusión al conocimiento del Amor Misericordioso de Dios para con los hombres, en la correspondencia de las criaturas a este amor y en la práctica del mismo para con el prójimo.

EL CARDENAL-ARZOBISPO DE TOLEDO.
         5 de Agosto de 1923.


Extracto de una carta DEL EMMO. Y REVERENDÍSIMO SEÑOR CARDENAL, DON JUAN BENLLOCH, ARZOBISPO DE BURGOS.

         Examinada de Nuestra Orden la OBRA DEL AMOR MISERICORDIOSO venimos en aprobarla, como en efecto la aprobamos, estimándola muy útil para fomentar en el pueblo cristiano el verdadero Amor a Dios y el amor del prójimo.

         Tanto el fin de la Obra como los medios prácticos que propone, están fundados en las enseñanzas del Evangelio y en las enseñanzas de la Santa Iglesia, madre y maestra de la verdad. Por lo cual Nos veremos con suma complacencia que los cristianos retornen a los brazos del Amor Misericordioso y gusten la dulzura inefable del Amor de Jesús, principalmente por la devoción al Santo Crucifijo, y en su amor busquen reservas de caridad para con el prójimo, a fin de que todos “Unum sint” sean una misma cosa, y florezcan y se afiancen en las familias y en las sociedades la paz, don de Dios, sobre aquellos que le aman…
EL CARDENAL BENLLOCH, ARZOBISPO DE BURGOS.
         5 de Agosto de 1923.

Extracto de una carta DEL EXCELENTISIMO SR. D. LEOPOLDO EIJO, OBISPO DE MADRID-ALCALA.
         La Obra del AMOR MISERICORDIOSO… Es una obra esencialmente evangélica, que ha de dar excelentes resultados para la gloria de Dios y salvación de las almas. Se respira en ella el más fervoroso espíritu cristiano con tan eficaz atractivo, que seguramente habrá de enfervorizar a muchas almas constituyendo un escogido ejército de paz y de caridad.
LEOPOLDO EIJO.
         26 de Julio de 1923.

         Conozco y poseo el librito de oro “El Mes del Rey de Amor”… y sería decir nada el escribir que su traducción al castellano, y su difusión entre los fieles producirá frutos espirituales bien abundantes.

         El Pesebre de Belén, la Cruz y el Sagrario, o de otro modo, Jesús naciendo, muriendo y reinando en la Eucaristía, es siempre el Rey de Amor, porque su Nacimiento, Muerte y Augusta Eucaristía son obras de su Divino Corazón, trono y asiento regio de su amor.

         “Quia dilexit me”… Porque me amó, repetía enamorado San Pablo… y esa es la verdad; porque nos amó, llevó a cabo y realizó Jesucristo las estupendas maravillas de su Misericordia, a favor de los mortales.

         En ese Océano sin fondo del Rey de Amor, hallan las almas grandes las perlas que han de esmaltar y decorar su corona eterna; en esa mina, mejor que de oro, cavan y ahondan los elegidos, para labrarse la diadema de su dichosa inmortalidad.

         Oh, Divino Rey de Amor, ¿quis amantem non redamet?; ¿quién no amará Al que tanto nos ama?
MATEO, OBISPO DE PAMPLONA.

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PRÓLOGO

         Hace diez y nueve siglos que la impiedad tiene la pretensión de prescindir de Dios: se niega a creer en Jesucristo: no quiere reconocerle por Rey.

         Continúa lanzando el antiguo grito de los judíos: “Nolumus hunc regnare super nos.” – “No queremos que reine sobre nosotros.”

         Las almas cristianos son las obligadas a oponer a estas palabras de oprobio el grito del amor y de la fe: “Oportet Illum regnare.” – “Es preciso que Él reine”.

         Ese debe ser el toque de llamada, bajo el cetro del divino Rey del Amor.

         Es el nuestro y cada día lo repetimos, cuando rezamos el “Pater Noster”, la sublime oración que el mismo Hombre-Dios nos ha enseñado: “Adveniat regnum tuum.”

         “Venga a nos Él tu reino”.

         ¡El reinado de Dios en nuestras almas! ¡Qué ideal para una criatura capaz de comprender y de amar! Pero no debemos contentarnos con acariciar ese ensueño, sino que debemos hacer cuanto de nosotros dependa para realizarlo.

          – ¡El reinado de Dios en las almas! – Sí, este es el deseo de todo corazón verdaderamente cristiano; mayor es aún el deseo del Corazón de Dios.

         Nuestro Señor no ha venido a la tierra sino para obtener este magnífico resultado. Todos debemos contribuir a ello, cada uno según la medida de nuestras fuerzas.

         A este fin se ha escrito el Mes del Rey de Amor, en la dulce persuasión de que responde a los deseos de Jesús. “Ignem veni mittere in terram: et quid volo nisi ut accendatur?” – “He venido a traer fuego a la tierra; ¿qué otra cosa quiero Yo sino que arda?” – Este es el deseo expresado por Aquél que ha hecho a favor nuestro el sacrificio de su vida. Y nosotros, en cambio, ¿no haremos nada por Él? ¿Su palabra será para nosotros letra muerta? ¡Oh, no ciertamente!

         Basta a veces una pequeña chispa para producir un gran incendio. El Mes del Rey de Amor quisiera ser una chispa que prendiera en las almas el voraz incendio del amor divino. Con ese propósito se ha inspirado extensamente en el Evangelio, considerando que las palabras de Nuestro Señor tienen una gracia especial para penetrar en las almas e impulsarlas a devolverle amor por amor. Aspira a ser leído en todas las épocas del año. Su doctrina es de todos los tiempos y todos los instantes: es la doctrina del Maestro. Es, sobre todo, el libro apropiado para meditar durante el mes escogido por el mismo Salvador, y que la Santa Iglesia ha consagrado a la devoción del Sagrado Corazón. La piedad cristiana lo ha comprendido así, y este mes forma parte de su programa; y desde hace algunos años se esmera en celebrarlo dignamente.

         Pero hay que convenir en que esta misma piedad necesita ser frecuentemente reanimada. El Mes del Rey de Amor desea vivamente prestar ese servicio a las almas fervorosas, que han experimentado ya los santos goces de la vida espiritual: a las almas amantes que desean ofrecer nuevo alimento a su piedad; a las almas de buena voluntad, pero más atrasadas y que deben ser dirigidas en sus primeros instantes. A todas hará escalar, o por lo menos entrever, las cimas sagradas del amor divino; a todas inspirará, y mantendrá en ellas, el deseo de seguir a Jesús en el camino real del Amor y serle fieles para siempre.

         La materia de los treinta días de meditación de este mes está distribuida en tres series, de distintos auxilios, formando tres novenas preparatorias a la fiesta del Sagrado Corazón. Un triduo (que en cierto sentido es la acción de gracias del Amor) pone el complemento a estas tres novenas.

         Para los diferentes viernes del mes de Junio han sido escritas algunas meditaciones especiales: éstas permitirán a las almas, que tienen particular predilección por ese día, unir más estrechamente sus piadosas intenciones a las intenciones de la Augusta Víctima de nuestros Altares. Esta unión les atraerá numerosos beneficios.

         En el Apéndice se encuentran, además de un ejercicio de la Hora Santa, el acto de Consagración al Amor Misericordioso de nuestro Salvador. – Efusiones todas de amor destinadas a mantener en ellas las vivas luces de la fe en el Amor Misericordioso de Jesús y abrasarlas en las llamas divinas de la Caridad, condiciones ambas, esenciales del reinado del Rey de Amor en las almas. – Que tengan siempre presente que el reinado del Rey de Amor no se realizará verdaderamente en ellas, sino cuando su amor a Dios sea tan profundo y tan intenso, que desbordándose de los límites de su alma, las lleve como por sí mismas a la práctica de la caridad.

         Que la Santísima Trinidad se digne bendecir esta obrita, que no tiene otro objeto que su gloria, y conceda a nuestras filiales súplicas que el Corazón más amable y más amante será también el más amado de todos los corazones.

         Os lo pedimos con ardor, ¡oh, Dios Todopoderoso! Por la intercesión de la Virgen Inmaculada, del Arcángel San Miguel, de San José, de Santa Margarita María, de los Ángeles y Santos que más han deseado ver, por fin, realizado en los corazones cristianos el reinado del Divino Corazón, Rey de Amor Misericordioso.

 ¡Corazón Sagrado de Jesús, venga a nos El tu reino!


miércoles, 28 de febrero de 2018

Mensaje del Amor Misericordioso: "Dones y frutos del Espíritu Santo"


"Envíanos tu Espíritu, Señor, y renueva la faz de la tierra"

Consagración al Espíritu Santo
Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi director, mi luz, mi guía, mi fuerza, y todo el amor de mi corazón.
Yo me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones.
¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús. Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén
(Rezar un Padrenuestro por las intenciones del Sumo Pontífice)
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"Lamentable es ver el poco caso que la generalidad de los cristianos hacen del Espíritu Santo y de sus dones. Saben por la fe que dentro de sus almas poseen un Huésped divino, fruto de las promesas del Hijo de Dios, el Espíritu Santo enviado por el Padre para hacerles conocer al Hijo y recordarles lo que Este les había dicho, el Espíritu Santo que es todo un Dios, un mismo Dios con el Padre y el Hijo..."
"Oh alma fiel que te llenas de admiración ante el privilegio de María cuando llevaba al Verbo en su seno: ¿te has formado alguna vez conciencia del privilegio tuyo cuando le has recibido en la Comunión... y del que disfruta toda alma en estado de gracia, en la cual habita el Espíritu del Padre y del Hijo?... Del alma que está en caridad, dijo Cristo mismo en su vida mortal: "Esta alma será nuestra morada; pues si alguno me ama, mi Padre le amará y vendremos y haremos nuestra morada en él" (Joan. XIV, 23)... Meditad estas palabras en el recogimiento: a vosotros se dirigen, a vosotros es a quienes vuestro mismo Dios dice: Si me amas, si haces mi voluntad, Yo estaré en tí, contigo moraré siempre Yo, tu Padre, Yo, el Verbo, y me comunicaré a tí, te daré la luz, te haré partícipe de mi vida, por mi Espíritu que estará en tí, obrará en tí y por tí, con tu cooperación, según mis designios".

lunes, 22 de enero de 2018

Mensaje del Amor Misericordioso: "A los católicos españoles" (tercera parte).


A LOS CATOLICOS ESPAÑOLES
(Tercera parte)

Yo os lo digo: vosotros que tenéis que padecer en este momento por mi Nombre y queréis permanecer fieles, regocijaos en el Señor. Yo sé sacar mi gloria de vuestros sufrimientos y de esta persecución.

Veo vibrar vuestras almas y en el Libro de la vida anoto vuestros deseos, vuestras oraciones, vuestras angustias y todos vuestros trabajos. Los que me son fieles adquieren en esta misma hora méritos y se preparan una recompensa eterna... que permanecerá; en cambio pasarán el cielo y la tierra, quiero decir, lo que es perecedero y cuya vista os impresiona en estos instantes.

Si el enemigo pone todo en juego para destruir la religión de Cristo, vuestro Señor y vuestro Dios, Yo quiero servirme hasta de sus esfuerzos para provocaros a un movimiento más generoso, más fundamental, más sobrenatural; para afirmaros en la verdad y haceros producir actos de virtudes cristianas que de otro modo no me hubierais ofrecido. Os lo repito, ésta es más que nunca la hora de vivir de fe, de confianza y de caridad... Pero no al modo de aquellos que no viven más que de lo aparente, del sentimiento; os quiero vigorosamente penetrados de estas virtudes cristianas, que deben ser el sello de vuestras vidas, sello de mis verdaderos fieles.

Esta es para vosotros la hora de la prueba. ¡Dichosos los que me permanezcan fieles, y no cesan de afianzar su fe en Cristo Rey, Rey de reyes y Señor de señores, Dueño Soberano del Universo... cuyo representante sobre la tierra, y órgano viviente para transmitir la expresión de la divina voluntad, para restablecer todas las almas en la unidad y hacerlas vivir de la verdadera y sobrenatural caridad... es mi Papa, mi Vicario!

Aún cuando el Universo entero se desquiciase, nada os haga perder la fe en Mí... Acordaos de mi vida mortal... de las pruebas de mis Apóstoles y de las mías... Yo he querido sufrir por vosotros la contradicción... para daros aliento y serviros de modelo. Y he dicho: "No ha de ser el discípulo más que su Maestro..." El discípulo halla su alegría y su gloria en ser tratado como el Maestro, y también en emplearse cuanto puede en la gloria de su Nombre.

¡Oh vosotros, que habéis sido escogidos por Mí y prevenidos con mi gracia por el don de la fe! Esta es la hora de dar testimonio de Mí, de permanecer fieles y manifestar vuestra confianza, afirmándoos en Mí por encima de todas las apariencias. Que esta confianza, teniendo su base y su apoyo en Mí, Señor Omnipotente e infinitamente bueno, Sabiduría infinita... permanezca firme a pesar de todos los acontecimientos y obstáculos que se levanten por todas horas ante vosotros.

En verdad os digo, ésta es la hora de mi gloria, por vuestros homenajes íntimos y voluntarios, y por todo cuanto hagáis para darme testimonio de vuestra fidelidad. A vosotros toca emprender esta cruzada de caridad, haciendo resplandecer en torno vuestro las virtudes evangélicas, la bondad... Sed firmes y mansos... bondadosos y fuertes... generosos y delicados... misericordiosos y mortificados... Sed humildes... sed prudentes... sed dulces... Ved el ejemplo de este gran Patriarca (San José) que mi Iglesia evoca en estos días. El os ha dado luz sobre lo que debéis ser y lo que Yo espero... No hagáis frente a los malos; si os echan de una ciudad, id a otra parte.

Quieren quitar mi imagen de los sitios públicos... mas ¿quien os impedirá hacer de ella vuestro trofeo y marcar con mi sello vuestras personas? ¿No debe ser motivo para rendirme tanto más vuestros homenajes, en vuestros corazones y en vuestros hogares?... De esto mismo quisiera Yo valerme para poner en singular honor mi Crucifijo... mi Evangelio , mi Hostia, dones de mi Corazón... ¡Ayudadme!... por vosotros puedo y quiero hacerlo... Yo me digno servirme de los hombres sobre la tierra; y precisamente cuando algunos intentan hacerme desaparecer, es cuando los míos deben unirse por la gloria de mi Nombre; y he ahí la verdadera reparación que mi amor reclama... ¿No os sentís íntimamente inducidos a ello?... Que cada alma se renueve en este espíritu de reparación y procure con empeño colocarme honrosamente sobre el trono de mi Amor Misericordioso. Tanto más propia es la hora, cuanto que se aproxima el centenario de la manifestación más prodigiosa de mi amor... (1933, Año Santo de la Redención).

Celebráis los aniversarios de los grandes hombres, de los acontecimientos notables... ¿y dejaréis en la sombra el de la muerte de vuestro Salvador... del rescate del mundo... de la Institución de mi Eucaristía... de la proclamación de mi mandamiento de amor... de las ignominias del Calvario?... ¿No quisierais en esa hora darme alguna reparación?...

Yo os tenía presentes cuando exclamaba: "¡Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen!..." y en vuestro nombre lo decía: "Uníos, pues, a Mí. No os contentéis con indignaros, ¡mis buenos!..., sino orad... amad a vuestros enemigos... atraedles la gracia... pedid su conversión... Sed humildes y caritativos; ¡de ese modo arrebataréis mi Corazón!... Sed obedientes; ¡la obediencia es la que alcanza las victorias!...

¡Amadme!... Haced vibrar vuestras almas como deben, para consolarme, para desagraviarme, tratando de devolverme en amor y testimonio de fidelidad lo que ellos me quieren arrebatar... La lucha que os pido no es una lucha sangrienta: no opongáis el mal al mal, sino el bien al mal... Uníos en estos homenajes de reparación, haceos fuertes por los ejemplos... y sea vuestro mayor empeño dar testimonio con vuestro afecto de una adhesión más fuerte e inviolable. En el cielo nos regocijaremos juntos de estas horas que habéis vivido en el sufrimiento y de los actos de virtudes, de reparación, que os he dado ocasión de producir para mi gloria... Y en lugar de ser dulcemente arrullados en la práctica de mi santa religión, os consideraré como a confesores míos, por haber dado testimonio de Mí y haber trabajado eficazmente por la gloria de mi Nombre. 

Si permito que quieran hacerme desaparecer, es para que no os avergoncéis de afirmar que sois míos; que mi Cruz sea vuestra gloria y que haga vibrar vuestras almas con más ardiente amor de gratitud, de confianza y de deseo de permanecer fieles y de imitarme en mi misericordiosa caridad. 

Tened confianza, Yo he vencido al mundo, y de nuevo le venceré con vosotros y por vosotros... Sedme muy fieles: ahí está mi gloria en vosotros y por vosotros... Quiero marcaros con mi sello, y este sello es el de la fe, la confianza y el amor... Mi sello es la Cruz sobre vuestras frentes, sobre vuestros labios, sobre vuestros corazones... es decir, la fe reinando en vuestra inteligencia, y dándome su testimonio por vuestros labios... por vuestras palabras de confianza y de verdad, y por la superabundante caridad, practicada como os la he enseñado, no solamente para con los que os hacen bien y os aman, sino para los pecadores que queréis atraerme. No os pido que alentéis el mal, sino que venzáis el mal con el bien... No podéis impedir que mis enemigos ejecuten sus ignominias, ni detenerlos en sus funestos proyectos; ni Yo mismo lo he hecho; pero podéis procurarme tanto mayor amor, cuanto más odio recibo... podéis rendirme tanto mayores homenajes sobre mi Cruz, cuanto mayores insultos recibo en ella... podéis practicar tanto mejor las lecciones de mi Evangelio, cuanto más quieren hacerlas olvidar y desaparecer, cuanto más y más las desprecien... podéis uniros más frecuentemente y con mayor amor en mi Eucaristía, cuanto mayor ingratitud encuentro en ella y más ultrajes y profanaciones en ella recibo...

Yo quisiera una cruzada de reparación de fe, de confianza, de caridad... de humildad, de obediencia... Esta es la verdadera vida cristiana católica, que quisiera encontrar en vosotros...

No temas ¡rebañito mío!... Lo que en otro tiempo dije a mis discípulos, a vosotros lo repito también ahora; pero regocijaos en Mí y dad testimonio de Mí y homenaje de reparación.

...................................................................................................................................................................

UNION AL PAPA, mi representante sobre la tierra y Jefe visible de mi Iglesia; he ahí la seguridad de los miembros de mi Iglesia, su fuerza, y la salvaguardia para permanecer en la verdad y la caridad... ¿No véis que él no busca más que el bien de la Humanidad... la paz... la irradiación de la caridad?...

En cuanto a vosotros, hijos míos e hijos de mi Iglesia, permaneced en la unión y marchad con humildad y generosidad por el camino que os he trazado... Yo os haré triunfar de todos los obstáculos y estableceré mi reino en vuestras almas para extenderle desde allí a toda la sociedad... Por la conquista de los individuos, caminando en la verdad y la caridad, es como quiero reinar en el universo entero...

Pero ¡orad! Pedid unos para otros, hambre y sed de justicia y de verdad... Que el mal os cause cada día mayor disgusto y os mueva a volveros hacia Mí... 

Acordaos que sois ciudadanos del cielo y que vuestra vida aquí abajo es un viaje durante el cual podéis servirme y facturar vuestras obras para la eternidad. ¡Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos!

2 de marzo de 1932.


P. M. SULAMITIS

NIHIL OBSTAT
Fr. IGNATIUS M. REIGADA
Censor

DR. MAXIMO JURRAMENDI
Censor

IMPRIMASE
DR. J. FRANCISCO MORAN
Vic. Gen.

Madrid, 23 de marzo de 1932. 

jueves, 9 de noviembre de 2017

Mensaje del Amor Misericordioso: "A los católicos españoles" (segunda parte).


(Segunda parte)

La gloria de Dios y el bien de las almas. - Esta vida es tiempo de prueba. - Jesús ha sufrido más que nosotros. 

    Yo soy la Verdad... En Mí todo es perfecto... Soy también la Bondad infinita, y no hago ni permito cosa alguna que no sea para bien. No os inquietéis, no os turbéis: velad y orad. Todo lo he prometido a la oración y ninguna oración queda sin fruto; pero Yo os escucho de la manera que mejor responde a vuestras necesidades y más pueda aumentar vuestra eterna bienaventuranza en Mí, al mismo tiempo que me proporciona mayor gloria. Estas dos cosas son una sola en mis designios, porque no os he creado sino para mi gloria y para haceros participantes de mi divina felicidad.

Olvidáis a veces que el tiempo que estáis sobre la tierra es un tiempo de prueba, para haceros merecer el cielo. Cuando gozáis de todas las alegrías de la vida y, sin trabas ni dificultades, podéis practicar vuestra religión, sostenidos y alentados por los que están al frente de vosotros, indudablemente que tenéis mucho que agradecer y por qué bendecirme, porque eso es un gran bien, del cual muchos se aprovechan, y las almas débiles se sostienen y defienden con este socorro. Pero sucede también que algunos se dejan dominar por la rutina y, por conquistar vanas ventajas humanas, llegan aún a obrar en contra del bien verdadero. Y he aquí por qué en ciertas ocasiones, cuando he confortado a los míos con mis exhortaciones y mi presencia, obro con vosotros como hice con mis Apóstoles, y os hago pasar por el crisol de las pruebas y tribulaciones, para que me déis testimonio. Este, os repito, es el fin que mi amor divino se propone en las angustias y sufrimientos por que pasáis.

Sobrenaturalizad bien estos sufrimientos y, por encima de vuestras penas, miradme... pensad en Mí. ¡Si supiérais con qué ojos de amor os miro, sobre todo a los que por Mí padecéis en estos momentos, observando las menores vibraciones de vuestro corazón!... ¡Oh, qué poco conocen mi Corazón los que me consideran como un Señor severo, como un tirano!... Soy Padre infinitamente bueno, y ningún sufrimiento permito que os alcance, que no lo haya sufrido Yo antes, y en mucho mayor grado. Quisiera consolar a todos los que están por Mí en la tribulación; les estoy sosteniendo...

Todos los que al presente estáis unidos a mi Vicario en la tierra, regocijaos, porque también él sufre persecución por la justicia y lucha por la defensa de la verdad y la gloria de mi Nombre; y Yo estoy con él y vosotros también estáis con él en la unión de sufrimientos y oraciones...

Unión en el Corazón de Jesús. - Selección de almas. - Libre testimonio de la fe. - Las tormentas purifican.

Los que en estos momentos sufrís, de cualquier modo que sea, uníos a Mí y ofrecedme vuestros sufrimientos en unión con los míos, para que tengáis parte en la obra del Amor Misericordioso de mi Corazón. Mientras unos combaten en la explanada y otros están en la arena como espectáculo a los ángeles y a los hombres, los demás orad, ofreced vuestros sacrificios, vuestros actos de sumisión, de obediencia, de dependencia, para atraer una gracia más abundante sobre aquellos que me han de dar la victoria de su preferencia individual y de su fe. Porque si soy glorificado por la fidelidad de una nación, de un pueblo que sigue a su jefe, ¿cuánto más lo será aún, cuando cada uno, por su propia elección, me elige y me aclama como Señor soberano y permanece fiel, protestándome su fe y su amor?

He ahí la gloria que Yo quisiera encontrar en este pueblo. Lo que deseo en esta hora es el libre testimonio de cada uno. Hay horas en que Yo me complazco en hacer como un empadronamiento de mi pueblo, viendo las almas que de veras quieren ser mías y lo son de verdad. Esta grande hora es la que se prepara... Orad, sobre todo, por esta intención. Pedid a Dios la fidelidad para todas estas almas... Que cada uno obre según su conciencia secretamente le dicte, y entonces me será un glorioso testimiento... Pero orad, porque el enemigo, como león rugiente, anda rondando y busca una presa que devorar... trata, sobre todo, de intimidar a los débiles y seducir a los ignorantes... Orad, os repito, sed humildes y obedientes al jefe supremo... vivid de caridad. Pedid, os digo nuevamente, amaos unos a otros, ayudaos unos a otros, no para formar partidos políticos, sino para defender la justicia, la libertad y la paz... Yo soy el Dios de paz... No os entristezcáis más de la cuenta y, sobre todo, no os dejéis abatir. Sed generosos, sencillos y rectos. Acordaos de las tempestades: pasan y quedan el aire más purificado... Así sucede con las almas. No se turbe vuestro corazón; Yo soy el Señor soberano y doy siempre una gracia proporcionada a la prueba; pero sólo vencerán los humildes, los que ponen su confianza en Mí y no en sí mismos. No os juzguéis unos a otros, porque eso sería debilitaros; antes bien, orad unos por otros. Si queréis darme la victoria, sed como pequeñuelos, que me toman por el corazón.

El diablo siembra discordias. - Alegrarse en el Señor. - Sostener a los débiles.

Tened presente que aún en las horas de mayor tribulación, en esas horas decisivas para las almas y las naciones, el demonio trata de sembrar pequeñas divisiones, pequeños partidos, avivar susceptibilidades, suscitar cuestiones de precedencia, a fin de disipar vuestras fuerzas; y mientras os entretenéis en estas cosas, perdéis de vista los grandes intereses de la gloria de Dios, el bien positivo de las almas y de vuestra patria. Tal es el ardid que emplea el enemigo cruel de todo bien. Levantaos por encima de todo personalismo y combatid lealmente, humildemente, valerosamente por la causa de vuestro Dios. Que cada uno obre según el don que ha recibido y ruegue por aquellos que tienen luz y cargo de comunicaros la palabra de orden de parte de Dios mismo.

Una vez más os digo que os alegréis en Mí y por Mí, pues mayor motivo tenéis para alegraros en Mí que para llorar. Los que debieran llorar son los que reniegan de Mí y me abandonan... Pero orad por ellos, que algunos volverán. Siempre ha ocurrido lo mismo: acordaos de Pedro...

Es preciso sostener a los flacos. El hermano ayudado de su hermano, es como una ciudad fortificada. En Mí no hay distancias. Poned vuestra confianza en María Mediadora, vuestra Madre amantísima, y en la asistencia de mi Espíritu Santo. Recordad lo que os he dicho para la hora en que tuviérais que dar testimonio de Mí: Él es el que hablará por vuestra boca y os inspirará lo que habéis de decir. Mas, para eso, permaneced en mi paz. No os inquietéis por el mañana: a cada día basta su pena. Estas son las grandes lecciones, las enseñanzas divinas que os darán fortaleza en las actuales circunstancias. Cuando hace ya tanto tiempo daba Yo a mis Apóstoles estas instrucciones, os tenía a vosotros también presentes, y ahora os lo repito diciéndoos que nada os turbe, nada os haga perder vuestra paz. Jamás os envanezcáis por un éxito, como tampoco os habéis de abatir ni desalentar si pongo a prueba vuestra fe y vuestra confianza en Mí.

¡Oh vosotros, que sois mis amigos: velad y orad! No os durmáis en la tibieza ni perdáis el tiempo en vana jactancia; conservad mi unión y permaneced en mi amor. Sabed que soy el Señor omnipotente, que no os abandonaré jamás. Soy fidelísimo: tened fe en Mí. Soy Dios y Padre amorosísimo, y tengo de mis hijos el cuidado más tierno y solícito. Aun cuando el universo entero se trastornase, nada debía haceros perder la paz de vuestra alma.

Continuamente estoy inclinado hacia vosotros, y María os tiene bajo su protección; como un niño entre los brazos de su padre, así debéis permanecer entre los brazos del que es Omnipotente e infinitamente Bueno. Por vuestra fe y vuestro abandono, seré glorificado; no por una vana presunción, que es del todo diferente, sino por la humilde fidelidad del alma que ora esperándolo todo de mi sola bondad, y, sin embargo, vela y me rinde el tributo actual de la práctica de lo que entiende ser mi voluntad. Tales almas obtendrán maravillas. ¡Oh, que poderoso es el humilde, el obediente, que ora!...

Que los religiosos esparzan su perfume. - No preferirse a nadie, no juzgar a nadie, orar mucho. - La unión en la Ofrenda.

Si el enemigo ha intentado arrojar a los religiosos de sus conventos, que tengan cuidado y no se dejen seducir volviéndose al siglo por su conducta, costumbres, conversaciones y juicios; que religiosos y religiosas procuren edificar a todos con el tonificante auxilio del ejemplo. He aquí lo que me he propuesto al dejarles en esta prueba cruel: que esparzan el perfume del buen olor, porque esta es su obra... Consérvense en el recogimiento y en la fidelidad a sus promesas cuanto les sea posible, y muéstrense religiosos, tanto más unidos a Mí cuanto mayores sean las tribulaciones y luchas que tengan que sostener. ¡Bienaventurados los que se muestren fieles y ensanchen su corazón para abrazar en su solicitud a todos sus hermanos, manteniéndose siempre unidos a Mí!

Yo nada destruyo de cuanto he establecido, mas lo someto a prueba, para que se afiance en Mí como en sólida roca. Orad por los débiles, pero no os infatuéis con vana presunción. A ninguno habéis de preferiros, porque eso sería la ruina y la causa de la mayor debilidad. El que está en pie, tema no caiga; pero no juzgue a su hermano y tenga cuidado de no hacer aplicaciones molestas. Porque, ¿quién eres tú que juzgas a tu hermano? ¿No has sido sacado del fango del pecado? Sin mi gracia poderosa, has de saber que, al presente, estarías más bajo que él, por muy caído que él se halle.

Si con tanta insistencia hablo de humildad, de caridad, de obediencia a vuestros jefes, es porque conozco su oportunidad. Obrad de suerte que nadie pueda decir mal de vosotros, para que no seáis probados, sino por la justicia y no castigados por vuestra maldad o presunción.

Haced que se ore mucho... Llamad a vuestro Moisés y que se mantengan en su puesto con las manos levantadas al cielo, pero, sobre todo, con los corazones inmolados, las voluntades sometidas y en el más completo desprendimiento de lo que no es su único y soberano bien.

Uníos cada vez más en la Ofrenda, porque es de un peso inmenso en la balanza. Algún día veréis lo que os han valido estos días de tribulación y de angustia, en que habéis buscado, querido y procurado, cuanto dependía de vosotros, la Gloria de mi Nombre.

Yo estoy con vosotros y sin cesar me ofrezco por vosotros: uníos a Mí.

20 de Junio de 1931.

P. M. SULAMITIS.

NIHIL OBSTAT
FR. IGNATIUS G. MENENDEZ REIGADA, O. P.
Censor.

OBISPADO DE SALAMANCA, 2 julii 1931.
Imprimatur: + FRANCISCUS, Episcopus Salmantinus. 

viernes, 27 de octubre de 2017

Mensaje del Amor Misericordioso: "La fiesta de la Realeza de Nuestro Señor Jesucristo"


Llamamiento a los fieles.

Vosotros, cuantos habéis oído la voz del Papa y queréis responder a ella… ¿no sentís en vuestra alma un transporte de goce extraordinario ante el pensamiento de que Jesús por la voz de su Pontífice ha sido declarado Rey universal, Rey de la humanidad… en todo lugar, en todos los tiempos, por todos los cristianos de la tierra… en nombre de todos los pueblos, aún de aquellos que todavía no son suyos, aún cuando tiene derecho a ellos por haberlos adquirido con su sangre… aclamándolo con un solo corazón y una alma sola como nuestro Rey?

Y no sentimos un nuevo impulso para confesarle como tal cada vez que aparece en nuestros labios esta gloriosa expresión que tan a menudo se encuentra en la liturgia:


¡Nuestro Señor Jesucristo!...

¡Y no sentimos al mismo tiempo, en el fondo del alma, una vibración íntima que es como la respuesta del Rey a nuestros homenajes, y un nuevo estímulo!

1.- Excelencia e importancia de esta fiesta.

Quiero –parece decirnos Jesús– que esta sea una fiesta solemne en la Iglesia; que sea una de mis mayores fiestas.

En las otras, celebráis, sobre todo lo que Yo he hecho por vosotros; en esta deseo que aparezca lo que para vosotros soy, con qué título me debéis reconocer por cabeza vuestra y como debéis comprometeros a servirme.

Esta fiesta tiene mucha más importancia de lo que pensáis, y daré a mis amigos cada vez más luz sobre ello si quieren considerarlo en la oración y si entran con una fe llena de respeto en el movimiento que les ha comunicado mi representante visible en la tierra.

No daré mis luces sino poco a poco, porque las almas no podrían recibirlas de repente1. Admirad en esto la sabiduría divina… Yo dispongo suavemente las almas a la realización de mis designios… Así preparé esta fiesta desde el comienzo del mundo, y David, por sus inspirados salmos, estará en medio de vosotros cuando me glorifiquéis con vuestros cánticos… Todos mis Santos, asociados por Mí a esta obra, se unirán a vosotros y me saludarán como a Rey de la gloria2; me aclamarán como a Rey de Reyes y Señor de señores…3; todos depondrán sus coronas a mis pies, confesando haberlo recibido todo de Mí y que sólo a Mí es debida la gloria… a Mí que os he conquistado con mi sangre.

Quiero que esta fiesta se celebre con gran pompa en la Iglesia por la comunión de los Santos… Que sea la reunión de todos los pueblos de la tierra… una misma fiesta para los habitantes del Cielo, de la tierra y del purgatorio…

2.- Esta fiesta debe celebrarse con espíritu de fe, esperanza, caridad.

¡Dichosos los que me reconozcan en este día como a su Rey y como a tal me glorifiquen!... Lo he dicho: les daré una gloria particular en mi reino4.

Juntad con vosotros en este día a todos los que me pertenecen, y a todos aquellos a los cuales deseo llegar… Suplid con vuestros homenajes la ingratitud de la humanidad… y cada vez que se renueve esta fiesta, renovaos también en la fe, en la esperanza y en la caridad.

Estas tres virtudes teologales son la base en que descansa la vida cristiana… Y veréis ahora cómo esta fiesta contribuirá a ejercitaros en los actos de ella.

3.- Esta fiesta confirma en la fe.

El celebrarla será para vosotros un acto de fe… por el cual me confesaréis a Mí, Cristo Jesús, verdadero Hijo del Padre e hijo de María, verdadero Dios y hombre… Salvador de los hombres, Señor de ellos, reconocido como tal por vuestra fe y vuestro amor.

Al proclamarme Rey reconoceréis al propio tiempo que por el hecho de serlo tengo derecho y y deber de dictaros leyes, las cuales debéis observar… También reconoceréis que por su cumplimiento o violación mereceréis la recompensa que os he prometido o el castigo en que incurren los transgresores de mi Ley…

Por esta fe confesaréis que, siendo Rey, tengo derecho y deber de gobernar y de hacerme representar… y que en efecto gobierno mi Iglesia por medio de los que he establecido jefes de ella. Ahora bien, mi reino es un reino espiritual. Aunque extendido por todo el universo, aunque alcanza a todos los tiempos y aunque no debe tener fin… este reino está en medio de vosotros5 y todos, cualquiera que sea vuestra nacionalidad, vuestra condición, podéis formar parte de él…

Los puestos más elevados son para los que quieran poseerlos… todos pueden tenerlos sin perjudicar a los demás; los más humildes, los pequeños los pueden alcanzar; a esos les están prometidos6. Ved si no a mi Teresita… pero sobre todo a la Reina de las reinas: mi Madre Inmaculada. El motivo de su alegría en Mí… la causa de su inmensa gloria es porque a sus ojos se tuvo por pequeñita y se miró como mi sierva; por eso la he exaltado tanto más7.

El alma más humilde, más obediente a la Iglesia, esa será la mayor en mi Reino. Por esto yo quisiera que purificaseis bien vuestra intención al celebrar esta fiesta, y que la celebréis no sólo porque os conviene y resulta agradable, sino en espíritu de sumisión a la Iglesia… Y consideraos felices de ofrecerme cada uno vuestro corazón para piedra de mi corona…
Quisiera recibiros en la corona de mi Iglesia… Niños, jóvenes y ancianos8, todos tenéis en ella vuestro lugar… Sed, pues, en ella lo que Yo quiero…

Por tanto, fe en mi Evangelio que contiene mis enseñanzas, mi ley, mis consejos… y fe en mi Iglesia, que ha instituido esta fiesta para glorificarme como a vuestro Rey, Rey de la humanidad…


1 S. Joan. XVI, 12.
2 Ps. XXIII, 9-10.
3 Dan. II, 37; I Tim. VI, 15; Apoc. XIX, 16.
4  Matt. XIX, 28; Luc. XII, 8; Joan. XVII, 24.
5  Luc- XVII, 21.
6  Marc. X, 14.
7  Luc. I, 38.
8  I Joan., 2.

miércoles, 4 de octubre de 2017

"Homenaje a San Miguel"


¡MIKAEL! ¡QUIEN COMO DIOS! (100 d. ind.) ¡Esta invocación es un grito de amor, fuente de santidad, alabanza perfecta a Dios! ¡QUIEN COMO DIOS! ¿Poderoso, bueno, justo, santo, misericordioso como El? ¡MIKAEL, MIKAEL, oh gran Príncipe de la celestial milicia, bajo tu glorioso estandarte conduce a la Legión del Corazón Inmaculado de María rumbo a la victoria de Dios! ¡MIKAEL, MIKAEL, nosotros te queremos por nuestro Jefe, desvía los obstáculos que se oponen al Reinado del Sagrado Corazón y dígnate aceptar nuestros homenajes!

“El Arcángel S. Miguel ha sido establecido como guardián del Paraíso, todos los ángeles le reverencian y le honran” (oficio de S. Miguel).

Miguel, mi Arcángel, yo te constituyo Príncipe sobre todas las almas que deben ser recibidas en mi Reinado (3era antífona de vísperas).

Honrando a S. Miguel los pueblos obtienen de él innumerables beneficios, invocando su llegada al Reino de los cielos (2° nocturno).

La devoción a San Miguel es un signo de predestinación (San Alfonso Ma. de Ligorio).

“En la primera guerra Dios ha vencido en el servicio del Príncipe de las celestes Milicias y nosotros debemos creer firmemente que la lucha actual terminará por el triunfo y socorro de este Arcángel bendito”. (Pío X. Invito sacro, 18 sept. 1903).

EXORCISMO
Contra Satán y los Ángeles rebeldes1

Publicado por orden de S. S. Leon XIII (Esta traducción abreviada para uso de los fieles lleva imprimatur del Cardenal Dubois, 15 de junio de 1922).

Gloriosísimo príncipe de los Ejércitos Celestiales, San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate contra los principados y las potestades, contra los caudillos de estas tinieblas del mundo, contra los espíritus malignos esparcidos por el aire. Ven en auxilio de loshombres que Dios hizo a su imagen y semejanza, y rescató a gran precio de la tiranía deldemonio. A ti venera la Iglesia como a su guardián y patrono.A ti confió el Señor las almas redimidas para colocarlas en el sitio de la suprema felicidad.

Ruega, pues, al Dios de paz que aplaste el demonio a nuestros pies, quitándole todo el poder para retener cautivos a los hombres y hacer daño a la iglesia.. Pon nuestras oraciones bajo la mirada del Altísimo, a fin de que desciendan , cuanto antes las misericordias del Señor, y sujeta al dragón, aquella antigua serpiente, que es el diablo y Satanás, para precipitarlo encadenado a los abismos, de manera que no pueda nunca más seducir a las naciones.

Exorcismo

En el Nombre de Jesucristo Dios y Señor Nuestro, mediante la intercesión de la Inmaculada Virgen María, madre de Dios; de San Miguel Arcángel, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los Santos, procedemos con ánimo seguro a rechazar a los asaltos que la astucia del demonio mueve en contra de nosotros.


Salmo 67


Levántese Dios y sean dispersados sus enemigos y huyan de su presencia los que le odian. 
Como se disipa el humo se disipen ellos, como, se derrite la cera ante el fuego, así perecerán los impíos ante Dios.

V. He aquí la Cruz del Señor, huid poderes enemigos.

R. Ha vencido el León de la tribu de Judá, la raíz de David.

V. Señor, que tu misericordia venga sobre nosotros.

R. Como lo esperamos de Ti.

Te exorcizamos todo espíritu maligno, poder satánico, ataque del infernal adversario, legión, concentración y secta diabólica, en el nombre y virtud de Nuestro Señor Jesucristo, para que salgas y huyas de la Iglesia de Dios, de las almas creadas a imagen de Dios y redimidas por la preciosa Sangre del Divino Cordero. En adelante no oses, perfidísima serpiente, engañar al género humano, perseguir a la Iglesia de Dios, zarandear a los elegidos y cribarlos como el trigo. Te lo manda Dios Altísimo, a quien en tu insolente soberbia aún pretendes asemejarte, “el cual quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (II Tim. 2). Te lo manda Dios Padre  te lo manda Dios Hijo; te lo manda Dios Espíritu Santo. Te lo manda la majestad de Cristo, el Verbo eterno de Dios hecho hombre, quien para salvar a la estirpe perdida por tu envidia, “se humilló a sí mismo hecho obediente hasta la muerte” (Fil. 2); el cual edificó su Iglesia sobre roca firme, y reveló que “los poderes del infierno nunca prevalecerían contra ella, Él mismo había de permanecer con ella todos los días hasta el fin de los tiempos” (Mat. 28, 20). Te lo manda el santo signo de la Cruz y la virtud de todos los Misterios de la fe cristiana. Te lo manda la excelsa Madre de Dios, la Virgen María, quien con su humildad desde el primer instante de su Inmaculada Concepción aplastó tu orgullosa cabeza.

Te lo manda la fe de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de los demás Apóstoles. Te lo manda la sangre de los mártires y la piadosa intercesión de todos los Santos y Santas. Por tanto, maldito dragón y toda legión diabólica, te conjuramos por Dios vivo, por Dios verdadero, por Dios  santo, que “de tal modo amó al mundo que entregó a su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que viva la vida eterna” (Juan 3); cesa de engañar a las criaturas humanas y deja de suministrarles el veneno de la eterna perdición; deja de dañar a la Iglesia y de poner trabas a su libertad. Huye Satanás, inventor y maestro de toda falacia, enemigo de la salvación de los hombres. Retrocede ante Cristo, en quien nada has hallado semejante a tus obras. Retrocede ante la Iglesia una, santa, católica y apostólica, la que el mismo Cristo adquirió con su Sangre. Humíllate bajo la poderosa mano de Dios. Tiembla y huye, al ser invocado por nosotros el santo y terrible Nombre de Jesús, ante el que se estremecen los infiernos, a quien están sometidas las Virtudes de los cielos, las Potestades y las Dominaciones; a quien los Querubines y Serafines alaban con incesantes voces diciendo: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los Ejércitos.

V. Señor, escucha mi oración. 
R. Y llegue a Ti mi clamor.

OREMOS. Dios del Cielo y de la tierra, Dios de los Ángeles, Dios de los Arcángeles, Dios de los Patriarcas, Dios de los Profetas, Dios de los Apóstoles, Dios de los Mártires, Dios de los Confesores, Dios de las Vírgenes, Dios que tienes el poder de dar la vida después de la muerte, el descanso después del trabajo, porque no hay otro Dios fuera de Ti, ni puede haber otros sino Tú mismo, Creador de todo lo visible y lo invisible, cuyo reino no tendrá fin: humildemente te suplicamos que tu gloriosa Majestad se digne libramos eficazmente y guardamos sanos de todo poder, lazo, mentira y maldad de los espíritus infernales. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

V. De las asechanzas del demonio.
R. Líbranos, Señor.
V. Haz que tu Iglesia te sirva con segura libertad.
R. Te rogamos, óyenos.
V. Dígnate humillar a los enemigos de tu Iglesia.
R. Te rogamos, óyenos.

(Se rocía con agua bendita el lugar y a los presentes).

Cántico a San Miguel
(tono: Hasta tus plantas...)

Coro:
Bendice, oh santo Arcángel
El grito de nuestra fe:
//¡A Dios queremos que es nuestro Padre,
A Dios queremos que es nuestro Rey!//

I

Oh esplendor y virtud del Padre
Eterna vida del corazón
Jesús. a Ti, gloria en la tierra,
Gloria al Arcángel, tu servidor.

II

Del ejército de los ángeles,
Te haces cortejo, oh Rey Jesús,
Y San Miguel, tu gran Arcángel,
Levanta el lábaro de la Cruz.

III

Cayendo del cielo a los abismos
Halló su encierro Lucifer
Y los secuaces de sus delitos
Se hallan dispersos por doquier.

IV

Contra el jefe de los rebeldes
Se alza el Arcángel con gran valor
Para ganar las bellas palmas
Que da al Cordero vencedor.

V

Oh Dios, que estás junto a los Ángeles,
Trinidad santa de bondad,
A Ti amor, honor y alabanzas,
Por todo el tiempo y la eternidad.

Coronilla de San Miguel

La recitación de esta Coronilla nos puede obtener los más abundantes favores en las necesidades públicas, sobre todo en aquellas de la Iglesia católica, siendo San Miguel su eterno protector. Rescripto de la S. C. de Ritos, 8 de septiembre de 1852.

En 1751, san Miguel se apareció a la Beata Antonia de Astonac, carmelita, y le hizo promesa de que cada vez que fuera honrado por la recitación cotidiana de esta Coronilla sería acompañado a la Mesa Eucarística por un Ángel de cada uno de los nueves coros celestiales. Además prometió su asistencia y la de los santos Ángeles durante el transcurso de la vida, y en llegando la muerte, la libertad del Purgatorio para sí y para todos sus familiares (Vida: libro 2, cap. 14).

Acto de Contrición: Señor mío Jesucristo, etc.

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

SALUTACION. Al primer coro de los Ángeles. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Serafines, que el Señor se digne de encender en nosotros la llama de una perfecta caridad. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al segundo. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Querubines, el Señor se digne darnos su gracia para que cada día aborrezcamos más el pecado y corramos con mayor decisión por el camino de la santidad. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al tercero. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Tronos, que el Señor derrame en nuestras almas el espíritu de la verdadera humildad. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al cuarto. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de las Dominaciones, que el Señor nos conceda el señorío sobre nuestros sentidos de modo que no nos dejemos dominar por las malas inclinaciones. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al quinto. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Principados, que el Señor infunda en nuestro interior el espíritu de obediencia. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al sexto. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de las Potestades, que el Señor se digne proteger nuestras almas contra las asechanzas y tentaciones del demonio. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al séptimo. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de las Virtudes, que el Señor no nos deje caer en la tentación, mas nos libre de todo mal. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al octavo. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Arcángeles, que Dios nos conceda el don de la perseverancia en la fe y buenas obras de modo que podamos llegar a la gloria del cielo. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al noveno. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Ángeles, que el Señor se digne darnos la gracia de que nos custodien durante esta vida mortal, y luego nos conduzcan al Paraíso. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

(A continuación se rezan 4 Padrenuestros en honor de San Miguel, San Gabriel, San Rafael y de nuestro Ángel de la Guarda).

Glorioso San Miguel, caudillo y Príncipe de los ejércitos celestiales, fiel custodio de las almas, vencedor de los espíritus rebeldes, ministro de la Corte del Rey de los Cielos y admirable guía después de Jesucristo, de sobrehumana excelencia y virtud, dígnate librar de todo mal a cuantos confiadamente recurrimos a ti, y haz que mediante tu incomparable protección avancemos todos los días en el santo servicio de Dios. Amén.

V. Ruega por nosotros, glorioso San Miguel, Príncipe de la Iglesia de Jesucristo.
R. Para que seamos dignos de alcanzar sus promesas.

OREMOS. - Dios Todopoderoso y Eterno, que por un prodigio de tu bondad y misericordia a favor de la común salvación de los hombres, escogiste por Príncipe de tu Iglesia al gloriosísimo Arcángel San Miguel, te suplicamos nos hagas dignos de ser librados por su poderosa protección de todos nuestros enemigos, de modo que en la hora de la muerte ninguno de ellos logre perturbarnos, y podamos ser por él mismo introducidos en la mansión celestial, para contemplar eternamente tu augusta y divina Majestad. Te lo pedimos por los méritos de Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

(7 años y 7 cuarentenas, plenaria una vez al mes, y en las fiestas de san Miguel (8 de mayo y 29 de septiembre), de san Gabriel (24 de marzo), de San Rafael (24 de octubre) y de los Ángeles custodios (2 de octubre), para quienes la recen dichos días).

Oración a San Miguel (todos).

Rezada por el celebrante después de cada misa rezada: Unámonos a él.

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra la maldad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes. Y tú, Príncipe de la Milicia celestial, usando el poder que el cielo te ha conferido, lanza al infierno a Satanás y a los otros espíritus malignos que recorren el mundo para perdición de las almas. Amén.

LLAMADO A SAN MIGUEL (todos).

En nombre del Sagrado Corazón de Jesús y por la intercesión del Corazón Inmaculado de María, postrados humildemente delante de vuestra Majestad, oh Dios Todopoderoso, nosotros te suplicamos que te tomes a bien enviarnos a SAN MIGUEL para que nos socorra en nuestra desgracia.
¡San Miguel, Principe de las celestiales Milicias, ven a nosotros! ¡¡CON TODO NUESTRO QUERER NOSOTROS TE LLAMAMOS!! ¡Te ponemos nuestra persona, nuestra Legión, nuestras familias, nuestras parroquias, nuestra Patria y el mundo entero bajo tu especial protección! ¡Que Dios suscite santos entre nosotros! ¡Y NUMEROSOS SACERDOTES! Por medio de ellos, oh santo Arcángel, haz triunfar a la Iglesia en la lucha que ella sostiene contra el infierno desatado, y por la virtud del Espíritu Santo, establece el reinado de Cristo sobre nuestra Patria y sobre el mundo entero a fin de que la paz permanezca para siempre. Amén.

Canto (tono Ave de Lourdes) ¡Amor y alabanzas al gran San Miguel! (bis).

¡Sagrado Corazón de Jesús, que vuestro Reino venga por el Corazón Inmaculado de María! (100 días de indulgencia, Monseñor el Arzobispo de Auch).

Consagración a San Miguel (todos).

Oh gran Príncipe del Cielo, fidelísimo guardián de la Iglesia, San Miguel Arcángel, yo te escojo el día de hoy como a mi protector y mi particular abogado, y me propongo firmemente honrarte todos los días,  y de hacerte honrar en cuanto me sea posible. 
Asísteme toda mi vida a fin de que nunca ofenda los purísimos ojos de Dios ni con obras, ni con palabras, ni en pensamientos. Defiéndeme contra las tentaciones del demonio, y a la hora de mi muerte, dale la paz a mi alma e introdúceme a la Patria eterna. Amén.
Oh gran San Miguel, que has sido constituido el defensor de la gloria divina en medio de los ángeles, sé también EL PORTA-ESTANDARTE Y EL HERALDO DEL REY DE AMOR MISERICORDIOSO en medio de los hombres, y reúne en torno de su Cruz y de su Eucaristía a todos los amigos de su Corazón, a fin de que unidos bajo la Estrella de María, trabajen eficazmente para extender su Reino de Caridad sobre la tierra, y sabiendo como tú, desechar con desprecio todo aquello que se oponga a Dios, para así no dejar de considerar que estamos bajo Él. ¿Quién como Dios?
San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate, a fin de que nosotros no perezcamos en el día temible del Juicio. (100 días de indulgencia).

INVOCACIONES A SAN MIGUEL

San Miguel, lleno de la sabiduría de Dios, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, perfecto adorador del Verbo encarnado, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, coronado de honor y de gloria, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, protector de la Iglesia, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, que capturas a los demonios ¡ruega por nosotros!
San Miguel, ayuda segura de los cristianos, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, protector nuestro en todo tiempo y todo lugar, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, consuelo de las almas del Purgatorio ¡ruega por nosotros!
San Miguel, Príncipe nuestro, ¡ruega por nosotros!

¡San Miguel, en nuestra ayuda, defiéndenos en el combate!

Canto: ¡Amor y alabanza al gran San Miguel! (bis).

Nihil obstat
P. BRICON,
censor.

IMPRIMATUR
Séez, 30 de Noviembre de 1931,
Cán. LECONTE, v. g. 


1Esta oración, compuesta para poner en fuga al demonio, puede preservar de grandes males la familia y la sociedad, si es recitada con fervor, por los mismos fieles en modo particular. Puede servir especialmente en casos de una supuesta acción del demonio, manifestada en: maldad de los hombres, sea por las enfermedades, tempestades, calamidades de toda clase. El exorcismo es una oración muy poderosa para preparar el Reino del Sagrado Corazón, apartando a Satán que es el gran obstáculo a su Reino bendito. ESTE EXORCISMO HA DE SER USADO RESPONSABLEMENTE, RESPETEMOS LAS COSAS SANTAS.