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Oh
vosotros, los que os sentís muy tentados, aun delante de un Crucifijo, y aun
después de la santísima Comunión, de replegaros, bajo pretexto de que el mundo
es malo y abusa de vuestra bondad; escuchad a Jesús y oíd lo que ahí adentro desde
el fondo del corazón os dice:
La
humanidad sufre desde el primer pecado… No os admiréis: el sufrimiento es el
castigo del pecado. Por eso gemís suspirando por la libertad… Aspiráis a la
felicidad. El hombre fue creado para el goce… el sufrimiento vino como
contrapeso… y Yo he venido para devolveros esa dicha por la cual suspira
vuestra alma… El reino de Dios es paz y gozo en el Espíritu Santo… paz y gozo
en la justicia según la verdad.
Interrogad
a los que viven en conformidad con mis máximas… no digo de aquellos que sólo
son cristianos de nombre –o de los que hacen consistir la religión en ciertas
prácticas de piedad, como la asistencia a ciertas ceremonias de la Iglesia–
sino de los que viven prácticamente en mis enseñanzas, y veréis que paz tan profunda,
que alegría serena se encuentra en el fondo de esas almas en las cuales reina
la justicia y que todo lo ven en la verdad… aun en el sufrimiento que pudiera
abrumarlas algunas veces… Mi Religión está toda llena de vigor y sostiene por
la esperanza… una esperanza fundada en la verdad que no engaña.
Mirad
también la rectitud que se encuentra en esas almas que prefieren sacrificarlo
todo antes que faltar a la lealtad, a su deber, a la caridad… ¡Cuán
apaciblemente se descansa cerca de tales almas! ¡Cómo se dilata, se expansiona
el corazón, parece perder su egoísmo o al sentir nuevas vibraciones… la sed de
dar a su vez lo que recibe… y comunicar la bondad!...
Hacerse apóstoles de la bondad
por el ejemplo y la oración.
¡Sólo
Dios es bueno! Os lo he dicho, y por la bondad es como se volverá a ganar el
mundo… ¡por este raudal que brota del corazón de Dios!
En la
hora presente hay que buscar muchos apóstoles de la bondad… Es una forma de la
caridad… una expresión del Amor
Misericordioso… o más bien, es la irradiación de la bondad divina sobre la
miseria.
¡Sed
buenos! ¡Sed buenos! Amaos los unos a los otros… como se aman los hermanos
entre sí, hijos de un mismo Padre que es el Dios de la bondad. ¿Habéis notado
esta cualidad, este carácter de vuestro Padre, que expresáis al llamarle?...
Tomad
la santa costumbre de no pronunciar estas palabras de cualquier manera,
maquinalmente; sino de modo que os recuerden que Yo soy todo bondad y que
también quiero que vosotros seáis buenos…
Al
rezar el Padre nuestro pedís: ¡Hágase tu voluntad así en la tierra como en
el cielo!... Mi voluntad es que os améis, que os ayudéis, que seáis buenos
los unos para con los otros como Yo lo soy para todos. Ved si hay algo en el
mundo que os haga tanto bien como la bondad… La bondad suplica el don… ¡Ah! Si
todos los que estáis en estado de gracia tuvieseis conciencia de vuestro
privilegio, si creyerais vivamente que poseéis dentro de vosotros mismos a
Dios… al Dios bueno… ¡cuánto quisierais que vuestros hermanos participaran de
vuestra dicha y vivierais dejando desbordar a vuestra vez la bondad de Aquel
que vive en vosotros y que por vosotros quiere expansionarse!
Sed
buenos: me dirijo a todos; al anciano y al niño, al señor y al siervo… al
patrón y al empleado… al intelectual y al obrero… al enfermo y al trabajador….
¡Sed buenos! ¡Sed buenos! Que todos los que lean estos dilaten sus almas y
hagan una aspiración para que los otros que lo lean comprendan la eficacia del
apostolado de la bondad… la necesidad que experimentan los que los rodean de
encontrar un poco de bondad.
No
habría tantos de esos pobres corazones ulcerados que nadie piensa en curar, ni
tantos de esos caracteres agriados que se creen carga para sí y para los demás…
¿Quién querrá sacrificarse para aliviar los males de la sociedad?... La
verdadera caridad es una obra muy grande que puede emprenderse por todos, y que
será tanto más fecunda y fecundada por la gracia cuanto mayor sea el amor con
que se emprende.
Procurémoslo…
seamos buenos un día… comencemos de nuevo al siguiente… procuremos ser aún
mejores… supliquemos… olvidémonos… sacrifiquémonos por los otros… tratemos de
darles gusto, de aliviarles… tengamos en los labios una amable sonrisa. Que
nuestra mirada sea límpida y serena, dulce y humilde… modesta… Que el tono de
nuestra voz, nuestros modales, revelen la bondad… y la paz se derramará en
nuestra alma y en la de los demás… ¡Seamos buenos por lo menos hoy! ¡Buenos
para asemejarnos a Jesucristo y a nuestro Padre celestial que es tan bueno!...
Quisiera
que fueseis a la manera de los ángeles a llevar por todas partes la alegría y
la paz. Aquí abajo pasé Yo haciendo bien, consolando a las almas que sufrían; y
por vuestro medio quisiera seguir haciendo bien. No se piensa bastante en el
apostolado de la dilatación de las almas en el Espíritu Santo. No os ocupáis
sino de lo que cae bajo de los sentidos… ¡Si supieseis la feliz influencia que
ejerce un alma que está en caridad! Amigos míos, sed ante todo sembradores de
paz y gozo en el Espíritu Santo. Y para ello manteneos unidos a Él bajo su
acción fecunda… y orad para que obre, ilumine, caldee… ¡pero Él mismo!
No
comáis vuestro pan en la ociosidad, salvad a vuestros hermanos, olvidándoos en
Mí, para consagraros al divino apostolado de la caridad.
Soy el
Dios bueno. Obro el bien. Vosotros sois los que causáis el desorden poniendo en
vosotros y por vosotros obstáculos a las efusiones del bien, a los efectos, al
desarrollo de la gracia en vuestras almas. Un cristiano verdadero es un
sembrador del bien. Lleva en sí y a todas partes el Principio de la gracia, la
derrama en todos. Se le reconoce por la unción que exhalan sus palabras y sus
acciones. Ayudad a las almas a creer, a vivir de verdad. Ayudaos unos a otros.
Que vuestras palabras sean santas como conviene a los elegidos, a los hijos de
Dios.
Excitaos
mutuamente a amar cada vez más, a bendecir al Padre por sus beneficios y sus
dones. Comunicaos mutuamente la luz. ¿Alguno de vosotros está triste, abrumado
bajo la tentación? Que el que está en la luz le dilate el corazón y reavive
suavemente hacia vuestros hermanos y les enseñaréis a hacer lo que se hace en
el cielo… ¡Cuán bueno es a los hermanos alabar al unísono y con un mismo
corazón a un Padre bondadoso, no deseando sino complacerle, obedecerle y hacer
fructificar sus dones!
“Amaos
los unos a los otros como Yo os he amado: ese es mi mandamiento. Por esta señal
se conocerá que sois mis discípulos”. ¡que sois los míos!
P. M. SULAMITIS.
(Enseñanzas del Amor Misericordioso).