A LAS HIJAS DE MARIA
DEL MUNDO ENTERO
(Mensaje del Amor Misericordioso).
_____
1.- Las Hijas de María. Su privilegio.
Si todos los Católicos
pueden llamarse hijos de María, en virtud del don que Yo mismo os hice de mi
Madre sobre la Cruz en la persona de Juan, y si en él, los ha adoptado a todos
por sus hijos –también es verdad, que por un privilegio de elección, indudablemente
algunas almas se han sentido atraídas a conocer más particularmente este favor,
y se han empeñado en vivir de un modo más especial, como hijas de María:
voluntariamente se han consagrado a Ella para honrarla –; se han puesto bajo su
protección para que Ella les enseñe a amarla mejor, a hacer lo que Ella hacía,
o lo que hubiera hecho si estuviera en su lugar…
Esta es una gracia, pero
así como nadie puede venir a Mí, si mi Padre no lo trae, así tampoco nadie
puede consagrarse a María, sin una gracia de mi Corazón…
De los hijos de María,
el demonio tiene horror.
Pero para ser “hija de
María”, según el verdadero sentido de la palabra, no basta la ceremonia y la inscripción:
es necesario vivir de la vida de su Madre… pues lo contrario sería contristar
su Corazón tan maternal.
Pues la primera cosa que
María os enseñará será su Ecce ancilla: He
aquí la sierva del Señor. Yo soy la “sierva del Señor”… Todas las hijas de
María, como su Madre, deben ser también mis pequeñas siervas, las pequeñitas
“siervas del Señor”… puesto que mi representante visible sobre la tierra acaba
de proponerme a la devoción, a la abnegación de los fieles bajo este título:
“las pequeñas siervas de Cristo Rey”.
3.- En qué consiste la disposición del “Ecce
Ancilla”.
Profunda y llena es la significación de “pequeña sierva”… Comprende la
abnegación de sí misma, para no hacer más que mi divina voluntad, así como
María la hacía. Yo mismo, hablando de Ella, y de su bienaventuranza, dije:
“Dichoso aquel que yo la palabra de Dios, y la pone en práctica”[1]
María tuvo siempre la
mirada fija en Mí, y no vivió más que de mi voluntad. María fue la sierva
humilde y modesta… siempre recogida y, por lo mismo, siempre atenta para
conocer por los menores movimientos de su Dios la divina Voluntad.
4.- ¿Cuál debe ser la actitud de una Hija de María
ante un movimiento dado por el Santo Padre?
Si hubieseis podido ver
a María, en sus relaciones con Pedro, al principio de la Iglesia naciente… con
el mismo Juan, con el que, por haberle escogido Yo, se mostró tan deferente…
comprenderíais cuál debería ser vuestra actitud, para imitar a vuestra Madre en
estos momentos…
Con qué fe, con qué
respeto, con qué amor deben las Hijas de María creer en Mí, y creer también lo
que Yo les digo por mi Vicario… María dijo un día en Caná esta sola palabra de
su apostolado, hablando de Mí… esta palabra que es la que hoy os repite cuando
el Papa ha hablado: “Haced todo lo que Él os diga”[2]
Puede ser que hayáis
sido testigos a vuestro alrededor de gran indiferencia por la palabra augusta
de mi Vicario… palabra que es la expresión misma de la voluntad divina a los
hombres en la tierra, el rayo de luz para toda la humanidad.
El Papa no ha hecho más
que recordar mis divinas enseñanzas, lo que Yo soy, lo que os he anunciado…
pero ¡con qué precisión, con qué fortaleza, y con qué claridad… sin acepción
alguna de personas! No a todos ha gustado, no todos han querido recibirla, y
muchos se han cerrado a la verdad… un número considerable se ha mostrado
insensible, extraño en un asunto de tan grave importancia.
A vosotras conviene para
entrar en las disposiciones de vuestra Madre, ir siempre delante, en primera
línea, en el camino de la obediencia, que debe ser constantemente el vuestro;
pero obediencia que importa en esta hora hacer más eficaz y más viva…
Una verdadera “hija de
María” debe tener sin cesar sobre los labios, y más aún, en el fondo del
corazón, estas palabras de su Madre: “Yo soy la sierva del Señor”. Pues sabe
bien que yo recibo como hecho a Mí, lo que se hace a los que me representan…
Debe, pues, tener hambre de obediencia, alegrarse cuando le mandan, para tener
que obedecer y así cumplir mi voluntad, poder mostrarme su amor; porque la obediencia es una señal segura de amor; quiero
decir, la obediencia según el modelo de María… sin violencia, en espíritu de
fe, alegremente…
Si siempre la verdadera
hija de María debe sobresalir en obediencia y en humildad, ¡con cuánta más razón
debe aplicarse a estas virtudes en los momentos presentes en que el Papa ha
dado el gran movimiento, mostrando que para honrarme como a Cristo Rey, es
preciso someterme inteligencia, corazón y voluntad!... Y de esta voluntad,
debéis hacerme homenaje por vuestra obediencia para con aquellos que tengan
autoridad sobre vosotras, cualesquiera que sean, con tal que no os manden nada
contra mi ley y mi voluntad…
¡Poneos, pues, a la
obra!... Para rendir vuestro homenaje en nombre de todos los que no lo rinden,
practicad la obediencia con toda la perfección que podáis según vuestra
condición… en vuestras familias, con vuestros amigos, en vuestro taller… Si
estáis empleadas en alguna obra, aficionaos a la humilde y cordial obediencia.
Nada violento ni forzado en vuestro tono, ni en vuestras maneras. Renunciaos
amablemente, sin dar a conocer vuestro trabajo íntimo, ni hacer ostentación de
generosidad: guardad el secreto del Rey…[3].
Velad cuidadosamente
para no debilitar nunca el prestigio de la autoridad y hacedlo todo por la
unión y concordia. Sed el lazo de unión en toda ocasión… Si sois verdaderamente
obedientes, seréis buenas… porque Yo os quiero así; y el Papa también os lo recuerda:
El quiere, “que la caridad irradie”[4]
Haceos toda para todos,
para ganarlos a todos… He aquí lo que debe hacer la “pequeña sierva…”
7.- Necesidad de recogerse para obedecer bien.
Para esto, recogeos, a
fin de comprender bien la palabra que os haré oír íntimamente, mientras os
mandan los que tienen autoridad para ello… El Espíritu de verdad os recordará
la palabra de mi Pontífice[5],
y cómo es necesario obedecer sin considerar la virtud del que manda, sino la
autoridad de que está revestido con relación a vosotros… El os dirá en el
interior: “Acuérdate que no es al hombre a quien tú sirves; no conviene al
hombre rescatado por Cristo servir a los hombres[6];
es Cristo-Rey a quien tú sirves. Haz, pues, como conviene a tal Señor”.
Pero si no os recogéis,
no percibiréis esta vibración íntima, ni veréis más que la apariencia, lo
humano, un mandato que os parecerá una injusticia irritante… Mas si estáis
recogidas, no os detendréis en la apariencia, sino que pasando más adelante y
viendo mejor, porque veréis con mi luz, será en Mí, en María, en quien veréis…
Y entonces ¡cuán mínimo os parecerá vuestro trabajo, vuestra dificultad!
Encontrando cerca de Mí a Barrabás al cual prefieren, os encontraréis muy
favorecida, muy honoríficamente colocada.
Hijas de María, sed
generosas… ayudad animosamente al Papa en estos momentos; preparad vosotras
mismas la fiesta de Cristo Rey… la grande
y hermosa fiesta de la obediencia y de la caridad, que me será un divino
desquite sobre Satanás y los rebeldes que no quieren obedecer.
Ellos pretenden
arrojarme de todas partes y pasarse sin Mí… Vosotras ponedme siempre el
primero…
Quieren una falsa
libertad, o dominar a los demás y ponerlos en mayor esclavitud… Pero vosotras,
manteneos súbditas de vuestro Cristo; y así seréis libres de la esclavitud de
los vicios y de las pasiones, y tendréis el valor de vuestras opiniones…
9.- Las Hijas de María al pie de la Cruz. – Renovar
los Votos del Bautismo.
Ved como María vuestra
Madre, tan humilde y anonadada, es intrépida y firme: permanece fija al pie de
la Cruz…[7].
Allí es donde la habéis recibido por Madre, así como todos los cristianos. Allí
especialmente debéis daros de nuevo a Mí, daros a Ella y por Ella… Permanecer
firmes, renovándome las promesas del Bautismo… A Ella que recibió la misión de
aplastar la cabeza de la serpiente y que siempre me fue fiel, pedidle os enseñe
a decir y practicar: Renuncio a Satanás,
a sus pompas y a sus obras… y me entrego a Jesucristo, a su ley y a su Iglesia,
para siempre.
Como pequeñas siervas de Cristo Rey; demostrad por vuestra conducta
que mi yugo es suave y mi carga ligera[8];
servidme con pasión, con alegría, con santidad, con amor…
De este modo seréis
verdaderamente hijas de María, y la
corona de vuestra Madre… Por Ella seréis también el consuelo de mi Vicario,
siendo el consuelo de mi Corazón… y me ayudaréis a reinar sobre la tierra,
comenzando por establecer mi reino tan perfectamente como os sea posible en
vuestro corazón.
Hijas de María: ¡Yo
cuento con vosotras!... Sed apóstoles por la oración y por la obediencia, a
imitación de vuestra Madre… En la Misa de cada día, sea que asistáis a ella
realmente, o si en absoluto no podéis, espiritualmente… uníos a la oración del
Papa y de la Iglesia, para pedir la unión de los espíritus en la verdad y la de
los corazones en la caridad… Que mi palabra se realice, así como el gran deseo
del Papa, que es también el mío: “Que no haya más que un Rebaño y un Pastor…”[9].
Orad, orad mucho, hijas
de María… Rogad por intercesión de vuestra Madre… para que el Dueño de la mies
envíe obreros…[10].
Orad para que todas las ovejas errantes encuentren el redil de la Iglesia, que
les he preparado y donde las espero[11].
No seáis egoístas:
pensad en todas estas pobres almas que no me conocen, a quienes se me presenta
como un Señor rígido y severo… que no me aman, que no me sirven sino con
violencia, y aun así no lo hacen: huyen y temen darse a Mí…
Mirad a vuestra Madre:
en el Cielo María no está inactiva… Vela sobre vosotras y sin cesar ejerce el
oficio de Mediadora por los pobres pecadores. Ella quisiera que sus hijas la
ayudasen.
11.- Hacerlo todo por María.
Haced pasar siempre por
María vuestras oraciones, vuestros sacrificios, vuestros actos de obediencia…
Por María, consagraos a Mí cada vez más en calidad de “pequeñas siervas…”
siervas de Cristo Rey…
¡Qué llena será la vida
de una hija de María que siempre haya vivido en la intimidad con su Madre, bajo
su mirada vigilante, que le descubrirá, lo que me puede desagradar y también lo
que me puede agradar más! ¡Y cómo ayudará María a su hija a practicar el bien!
¡Adelante, pequeñas
siervas del Señor! Adelante en la obediencia, con María, como María… bajo el
impulso del Papa mi Vicario, vuestro Santo Padre… para apresurar mi Reinado
sobre la tierra… ¡mi reinado de Amor!
P. M. SULAMITIS.
[1] Luc.
XI, 28.
[2] Joan.
II, 5.
[3] Tob.
XII, 7.
[4] Encíclica
“Quas primas”, proclamando a Cristo Rey. 11 diciembre 1925.
[5] Joan.,
XVI, 13.
[6] Ephes.,
VI, 6, 7; Colos., III, 22.
[7] Joan.,
XIX, 25.
[8] Matth., XI, 30.
[9] Joan., X, 16.
[10] Matth.,
IX, 38; Luc., X, 2.
[11] Matth.,
IX, 36; Joan., X, 16; I Ep. Petri. II, 25.