1.- Excelencia del Rosario. – Uso que debe hacerse
de él. – Rezarlo bien.
Yo quisiera que se
enseñase a las almas a rezar bien el Rosario, que se les mostrase su excelencia
y utilidad y los frutos que pueden y deben sacar. En él se encuentra la oración
vocal y la mental al alcance de todos.
Quiero que el rezo
del Rosario se vuelva a poner en vigor en esta época tan turbulenta en que
tenéis tanta necesidad del socorro de María y de renovaros en la fe y en la práctica
del santo Evangelio; en él encontraréis un medio excelente y fácil de pasar en
revista mis principales misterios, para nutrir con ellos vuestras almas y sacar
el fruto que deseo.
Para las almas que no
saben qué asunto de meditación han de tomar, nada más fácil que escoger cada
día, por ejemplo, uno de los misterios del Rosario para nutrirse de él y
vivirlo más particularmente en ese día. Para otras personas que no saben hacer
la meditación, nada más fácil, que ponerse sencillamente en presencia del misterio;
después de una corta reflexión, con un deseo sincero de aprovecharse del fruto
de él, rezarán piadosamente el Padrenuestro
en unión conmigo y con María en este misterio, después las diez Avemarías en unión con María y por
último el Gloria. Esta práctica es un
medio excelente de honrarme a Mí y a mi Madre Santísima.
Yo querría, lo
repito, que se enseñase a las almas a rezar bien el Rosario: esto supliría
muchas faltas, se me daría una gran gloria y les atraería muchas gracias…
Se reza con demasiada
precipitación; la enunciación del misterio es para muchos una simple formula
preparatoria para la decena; a la que no dan ninguna importancia. Del mismo
modo, el Padrenuestro, el Gloria y las Avemarías: ¿cómo se dicen aún en público?...
Sabed que es a vuestro
Dios a quien habláis; es a Cristo Rey al que rendís vuestros homenajes; es a
vuestra Reina, vuestra Medianera, a quien os dirigís; es a la adorable Trinidad
a quien debéis dar gloria…
Quiero que os deis
cuenta de lo que hacéis cuando rezáis. Ciertamente, no pido que hagáis
consideraciones sobre cada palabra del “Padrenuestro” y “Avemaría”, pero es
necesario permanecer en una disposición profunda de unión a Mí, tener el deseo
de honrar mi Santísima Madre y a Mí por Ella…
2.- El Rosario: preparación a la fiesta de Cristo
Rey.
Es necesario que de
aquí en adelante, más que nunca, se emplee y siga el mes del Rosario como una
seria preparación para la fiesta de Cristo Rey. Admirad la conducta de mi
Providencia, que dispone todo para el cumplimiento de mis designios.
Sacerdotes míos,
instruid bien a los fieles, hacedles comprender en qué consiste esta fiesta y
cómo soy Yo, Cristo Rey, el que honráis en estos diversos misterios, en cuanto
que María, vuestra Medianera, es la Reina del Rosario, la Reina asociada de un
modo incomparable a todos estos misterios, la Reina que debe conduciros junto
al Rey y haceros gozar de sus beneficios.
3.- El himno de la fiesta del Rosario da luz sobre
el pensamiento de la Iglesia.
En toda la liturgia
encontraréis grandes luces. Ved con qué disposiciones os dirigís a vuestra
Reina en el himno de la fiesta. Le decís: A
Ti rebosante de alegría (misterios gozosos); A Ti traspasada de dolores (misterios dolorosos); A Ti revestida de gloria eterna (misterios
dolorosos); Oh Virgen Madre, a Ti
dirigimos nuestros cantos…
Bien lo sabéis, todos los loores dirigidos a María hacen eco en mi
Corazón, me glorifican y atraen sobre vosotros mis favores.
4.- Pensamientos dominantes que deben ocupar nuestra
atención. – Misterios gozosos.
Cuando queráis honrar
mis misterios gozosos, tomad los
sentimientos indicados en este himno, y al rezar vuestras “Avemarías” pensad
sencillamente:
Dios te salve María,
inundada de gozo cuando concebiste a tu Hijo; el Señor es contigo, etc.[1].
Después abrid vuestra alma para recibir la luz y la disposición de la voluntad
según lo que os haya sido descubierto en este misterio. Haced igual en los
demás misterios:
“Dios te salve María,
inundada de alegría cuando visitaste a Isabel; el Señor es contigo…
“Dios te salve María,
inundada de alegría cuando lo ofreciste en el Templo…
“Dios te salve María,
inundada de alegría cuando encontraste a Jesús en el Templo…
Estos pensamientos
tan sencillos os harán desear concebir también a vuestro Salvador en vosotros
por la gracia y decir por ello como María un perpetuo Fiat: He aquí la esclava del Señor…
En el segundo
misterio desearéis que María renueve en vuestro favor las maravillas de su
visita a Sta. Isabel… y pensaréis en la gracia que vosotros mismos recibís en la
Comunión por la morada de vuestro Dios en vosotros. Desearéis permanecer por la
gracia en la disposición de “Magnificat” y de caridad que os haga olvidaros
constantemente a vosotros mismos. Otras veces, en unión con María, me
suplicaréis que opere Yo mismo en las almas que encontréis.
En el tercer misterio
os representaréis el pesebre, y los Ángeles cantando “gloria a Dios en las
alturas y paz en la tierra a las almas de buena voluntad”. Desearéis llegar a
ser una se esas almas… o bien, pensaréis en el altar donde Yo desciendo cada
mañana… o también podréis desear que María deposite a su divino Hijo en vuestro
corazón en la sagrada Comunión, como entonces lo depositó sobre las pajas del
pesebre.
En el cuarto
misterio, pensando en la alegría de la Santísima Virgen, os uniréis a su
ofrecimiento…
En el quinto,
uniéndoos a la alegría de María, desearéis volver a encontrar a su divino Hijo
en el alma de los pecadores y comprenderéis mejor la dicha que tenéis de
permanecer siempre conmigo. En esta alegría aprenderéis, sin embargo, que es
necesario ocuparse ante todo en los
negocios de mi Padre y conservar, como María, todas mis palabras y ejemplos
en vuestro corazón.
5.- Pensamientos dominantes que deben ocuparnos. –
Misterios dolorosos.
En los misterios dolorosos podréis decir:
“Dios te salve María
en tus dolores, cuando sentiste en tu Corazón la agonía de tu Hijo…
“Dios te salve María
en tus dolores, cuando sentiste en tu Corazón la flagelación de tu Hijo…
“Dios te salve María en tus dolores, cuando sentiste en tu Corazón la
coronación de espinas de tu Hijo…
“Dios te salve María en tus dolores, cuando sentiste en tu Corazón la
cruz con que tu Hijo fue cargado…
“Dios te salve María en tus dolores, cuando sentiste en tu Corazón la
cruz en que tu Hijo fue clavado y quiso morir por nuestro amor…”
Y pensando en los dolores de la agonía desearéis uniros a Mí y decir
conmigo y con mi Madre Santísima: “Padre mío, que se haga tu voluntad y no la
mía…”
En el segundo misterio, el pensamiento de mis dolores hará que os
parezcan ligeros vuestros sufrimientos y os ayudará a soportar con amor los
pequeños dolores que tengáis que sufrir.
En el tercer misterio, sintiendo con María los crueles dolores de mis
espinas, pensando que los sufrí para expiar los malos pensamientos, y que esta
corona de espinas fue puesta sobre mi cabeza por los pecadores que no me
quieren como Rey de amor… sentiréis deseos de hacerme una corona con el corazón
de todos los hombres y prepararme aún mejor la fiesta de mi Realeza, por María,
evitando todo cuanto me pudiera desagradar.
En el cuarto misterio, los dolores de María os excitarán a ofreceros
para aliviarme en la persona del amado prójimo y llevar vuestra propia cruz con
amor…
En el quinto misterio, los dolores de mi Santísima Madre os llevarán a
compadecer los míos, os harán conocer a qué precio fuisteis rescatados, y por
consiguiente, qué fruto debéis esforzaros de sacar mi preciosa muerte en la
cruz.
6.- Pensamientos dominantes que deben ocuparnos. –
Misterios gloriosos.
Del mismo modo, diréis
para los misterios gloriosos:
“Dios te salve María, en los triunfos de tu Hijo en su Resurrección…
en su Ascensión… oh Reina radiante de gloria.
“Dios te salve María,
en los fuegos del Paráclito cando recibiste una nueva plenitud de tus dones… oh
Reina radiante de gloria.
“Dios te salve María,
en el brillo y majestad de tu Reino cuando fuiste introducida en él en cuerpo y
alma… y cuando fuiste en él coronada, oh Reina radiante de gloria…”
Regocijándoos con la
gloria de mi Madre Santísima sentiréis crecer vuestra esperanza, aspiraréis a
la resurrección gloriosa, implorando esta gracia con confianza y disponiéndoos
a hacer cuanto sea necesario para adquirirla.
Regocijándoos con
María en mi Ascensión, pensaréis en el beneficio de la comunión de los Santos,
alabándome por ello; miraréis al cielo, donde os espero con María, como la
verdadera patria, hacia la cual debéis tender sin cesar, comenzando a vivir
desde este mundo, por el cumplimiento de la voluntad del Padre, la vida que
llevaréis eternamente… ¡Cómo endulzará vuestra muerte y la de los seres
queridos que os precedieron en mi Reino el pensamiento de la resurrección!
¡Cómo os excitará a hacer y a procurarles cuanto sea necesario para poder estar
reunidos en mi Reino de caridad! En unión con María, pensaréis en las gracias
que habéis recibido del Espíritu Santo en el Bautismo y en la Confirmación,
deseando ardientemente aprovecharos de la abundancia de sus dones, procurando
que fructifiquen en vosotros.
La vista de la muerte
y gloriosa Asunción de vuestra Reina os hará comprender mejor el poder de su
mediación, hará crecer vuestra alegría de ser contados entre sus hijos
predilectos, aumentará vuestra confianza en Ella, y por Ella en Mí. Con vuestra
confianza, crecerá vuestro deseo de corresponder a mi amor.
La Coronación de
María os hará desear llegar a ser uno de los florones de la corona de vuestra
augusta Reina, lo que alcanzaréis si le tenéis una devoción especial.
7.- Tejed a vuestra Reina una corona de rosas, rosas
de caridad.
Fijaos en la estrofa
siguiente de este himno sobre la que os esclarezco en este momento: la Iglesia
invita a los pueblos a “coger las rosas de estos misterios”. Estas rosas
simbolizan la caridad. Debéis, pues, conocer mejor mi amor en estos misterios,
creciendo en él y respondiendo a él por vuestro amor y fidelidad, por un
aumento de caridad…
Con estas rosas,
tejed a la gloriosa Madre del Amor Hermoso, bellas coronas de Avemarías, unidas por el Padrenuestro, mi oración, que encierra
las virtudes que debéis practicar, y el Gloria
a la adorable Trinidad. Esta gloria de la Sma. Trinidad es la alabanza incesante
ofrecida por María, a la cual os unís para terminar pasando de María hasta MÍ.
Diréis: “¡Oh Jesús, nacido de la Virgen, gloria a Ti con el Padre y el Espíritu
divino por los siglos de los siglos!”.
Decid enseguida:
Reina del Smo. Rosario, ruega por nosotros; invocación tan dulce y tan
profunda, cuyo sentido no comprendéis bastante, y que equivale a esta otra: Reina de todos los misterios del amor de
Cristo Rey: rogad por nosotros, para que seamos dignos de alcanzar las promesas
de Jesucristo.
P. M. SULAMITIS.
(Mensaje del Amor Misericordioso)
(De la "Vida Sobrenatural" de Salamanca, tomo XVI, año 1928. Con licencia eclesiástica).
[1] Si
queremos podemos honrar del mismo modo el Corazón Inmaculado de María, por esta
recitación del Rosario: “Saludemos a María cuyo Corazón fue inundado de alegría
cuando concibió a Jesús, etc.”.