A LAS MADRES
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1.- La dulce misión de la
madre.
¡Oh
vosotras! En quienes el Señor lo más exquisito que en su Corazón tiene… madres
cristianas, arterias vivientes del Corazón de Jesús en los hogares: aprended a
utilizar y sobrenaturalizar estos tesoros de los cuales no sois más que
depositarias… A vosotras toca ser la paz y la alegría de vuestros hogares.
Habéis
sido entregadas por compañeras al Jefe de la familia para que lo sostengáis en
sus trabajos, le consoléis en sus penas y le ayudéis a alcanzar con vosotras su
último fin: la posesión de la Gloria en el Reino de los Cielos.
Vosotras
le debéis a él obediencia; él os debe protección; pero… sed para él siempre el
ángel del Señor. Dulce y hermosa es vuestra misión; y para cumplirla fielmente
no es menester más que utilizar el tacto, la delicadeza, el abnegado celo y la
bondad puesta por Dios en el fondo de vuestro corazón.
2.- Los deberes de la esposa y
de la madre.
No
olvidéis nunca vuestros principales deberes.
No sois
dueña de vos misma, sois esposa y madre, pertenecéis al Señor que os quiere
para Él, a vuestro marido e hijos para formar todos juntos un hogar cristiano
que irradie luz y caridad, del cual el mismo Cristo-Rey sea alma y vida… En él
velaréis para mantener viva la llama y el calor por la unión en la verdad y
caridad.
3.- Necesidad de la santificación
en la madre cristiana.
¡Oh
madres! ¿Cuándo se os podrá recomendar bastante que os santifiquéis para
vuestro marido e hijos, a fin de atraer sobre ellos los favores del Cielo, las
gracias divinas?
Especialmente
en los días de espera que preceden al gozo de estrechar en vuestros brazos una
nueva criatura… destinada a ser uno de mis elegidos… ¡qué piedad y solicitud
debe ser la vuestra para que antes de su nacimiento me sea totalmente
consagrada! Dádsela ya a mi santa Madre, a fin de que me sea presentada por
Ella…
Vivid
una vida de fe profunda y de caridad, que comunicaréis a la criatura haciéndola
partícipe de vuestra vida misma… y durante el tiempo que permanezcáis unidas a
este pequeño ser que no ha visto aún la luz del día, hacedlo todo en su nombre.
Vuestro primer acto al recibirlo, sea el entregarlo a mi santa Madre; y renovad
a menudo este primer ofrecimiento que atraerá sobre él abundantes bendiciones.
Aficionaos
a considerar con frecuencia las disposiciones de la Virgen Madre cuando
contemplaba a su Jesús niño… Pedidle que guarde vuestro amado tesoro y vaya conformándolo
cada vez más a Mí. ¡Madres, el alma de vuestro hijo es cosa tan grande… que no
puedo confiaros nada más excelente!... Tenéis a vuestro cargo su vigilancia y
custodia… Al prodigar cuidados maternales y solícitos desvelos a su frágil existencia,
que un pensamiento dominante os recuerde sin cesar su alma… Y lo más pronto
posible, en cuanto nazca, haced que reciba el santo sacramento del Bautismo,
para ser hijo mío y liberarse de la esclavitud del demonio… No dilatéis nunca
este cuidado tan importante.
Después,
en vuestro regazo, es donde vuestro amado pequeñuelo debe ir aprendiendo a orar…
Juntad sus manecitas antes que comience a balbucear, haced que bese mi Imagen…
mostradle la de mi santa Madre… Desde el primer instante de su nacimiento
colocadle una medalla suya al pecho para ponerlo bajo la protección de María y
ahuyentar de él la serpiente infernal.
¡Cuán
dichoso sería él, si la primera palabra que pronunciara fuera el nombre bendito
de mi Madre o el Mío!... Tended a esto, madre cristiana. ¡Cómo os lo agradecerá
vuestro hijo!
4.- La Madre modelo de
obediencia.
Vosotras
seréis en la familia el dulce lazo de unión… el modelo de obediencia…
Habéis
de enseñar y arrastrar con vuestro ejemplo a que el hijo obedezca a su padre…
Tenéis
la misión de poner al Jefe de la familia en el lugar que le corresponde dentro
del hogar, la de enseñar a respetar su autoridad por un principio sobrenatural,
viendo y haciendo ver en ella la autoridad de Dios.
5.- La influencia de la madre
es la del corazón.
Vuestra
influencia es la del corazón; tenéis que enseñar al niño a amar… a amar como
conviene: Primero a Mí, luego a su padre; y a los demás, siguiendo por orden… y
a no amar más que lo que es bueno. Enseñadle a amar amando vosotras mismas y descubriéndole
vuestro propio corazón.
Habéis
de formar su alma dulcemente en vuestro regazo, haciendo vibrar la vuestra
junto a la suya… comunicándole vuestros pensamientos… inclinaciones y
aspiraciones…
La misión
que tenéis, ciertamente es la de educar el alma del hijo, disponiéndola para la
formación viril que más tarde ha de darle la autoridad del padre.
Sois las
llamadas a sostener su alma a fin de que no se quiebre y quede flexible y dócil
para cuando sea necesario plegarse y pronunciarse. Si inculcáis bien mi Amor en
el alma de vuestro hijo, no le será dificultosa la obediencia y las virtudes se
implantaran fácilmente en él. Acostumbradlo a huir pronto del mal.
Habladle más del bien que ha de practicar que
del mal que debe evitar: una sola palabra para que adquiera el santo hábito de
despreciar el mal y huir hacia el bien; de éste debéis enseñadle a alimentarse.
6.- La madre cristiana debe
vivir de sacrificios.
Madres
cristianas, si sabéis vivir contentas en medio de los sacrificios… inculcaréis
con mayor facilidad en el alma de vuestros hijos esta disposición esencial.
El secreto de la felicidad en este mundo y
en el otro, para vosotras y para los que os rodean, es el propio
renunciamiento.
Si el
niño sabe que su primer debes es el renunciarse para cumplir mi santa voluntad
y hacer siempre lo que más me agrade… encontrará más sencillo y ha de serle más
fácil el ejercicio de las virtudes cristianas; comprenderá que la práctica del
bien es la vida moral del cristiano.
Vosotras
desarrollaréis así el atractivo a lo bueno y atenuaréis un poco la pendiente de
la naturaleza humana que sin cesar solicita y arrastra hacia abajo.
7.- Ternura y firmeza – lazo de
unión.
No
seáis del número de esas madres gruñonas que están riñendo siempre y ceden al
mismo tiempo… Es menester que el niño sienta firmeza en medio de la ternura… y
una pena profunda en vuestra alma cuando él se porta mal. Apoyad al padre y
haced que el niño le respete, que comprenda que en él está la autoridad.
El padre
es la cabeza de la familia, vosotras
debéis ser el corazón, el lazo de unión.
Velad celosas
por esta unión, de la que sois guardianes… Unión al padre por obediencia de
amor, unión de los hijos entre sí… Enseñadles los secretos de la Caridad. Obediencia y caridad son las virtudes fundamentales que debéis inculcar en las
almas de vuestros hijos; ellas os asegurarán su felicidad temporal y eterna.
8.- Preciosos gérmenes que
debéis cultivar en el alma de los hijos.
¡Oh
madres! Estad atentas a las inclinaciones que descubráis en estas tiernas
criaturitas. Arrancad inmediatamente las malas hierbas, enderezad lo torcido,
llevadles al bien. Inspirad en ellos el horror al pecado, la necesidad de
purificarse prontamente, el hambre de la Eucaristía… el amor al deber… y la
necesidad de ser el rayo de luz solar que ilumine la familia… y de pasar por
todas partes haciendo bien.
Mostradles
con frecuencia el Niño Jesús tan sumiso a su edad. Que se formen a mi Imagen,
recurriendo filial y constantemente a María… Estableced en sus almas una sólida
piedad cimentada en viva fe… una confianza inquebrantable, independiente de los sentimientos y
accidentes de la vida… y una caridad verdaderamente
para Mí y para el prójimo.
Inspiradles
horror a la mentira, amor a la verdad y a la justicia… Que comprendan bien la
misericordia, sepan perdonar, devolver siempre bien por mal, y que no queden
nunca en frialdad con el prójimo.
Enseñadles
a dar limosna al pobre como a Mí, a privarse por socorrer a los demás… a obrar
siempre bajo mi mirada de amor a la que nada escapa y que recompensara
divinamente el más pequeño bien.
Madres
cristianas, inspirad a vuestros hijos el amor a la Iglesia y al Papa, el
respeto a los Sacerdotes, la adhesión a la vida litúrgica y parroquial. Que su
más preciado título sea el de ser católicos…
Que tengan gran devoción a su Ángel de la Guarda y a los santos Patronos a
quienes he confiado su custodia. Debiera existir una íntima alianza entre
vosotras y los ángeles guardianes de vuestros hijos, concertada antes de su
nacimiento, y que les mantenga más firmes durante las ausencias en que se
encuentran fuera de vuestra vigilancia.
Si los
precedéis en la Patria, estos ángeles serán vuestros mensajeros y ocuparán
vuestro lugar junto a ellos; y ya durante la vida os facilitarán grandemente la
tarea educativa…
Madres,
no lo olvidéis; el alma de vuestros hijos os confío… Os espero en el Cielo con
ellos.
Si tenéis
días de prueba acordaos de Mónica, imitadla en sus oraciones y sacrificios… en
su perseverancia y confianza; y me daréis también Agustines.
Manteneos
muy cerca de María y aprended en Ella lo que debéis hacer y decir. Vedla en
Nazaret.
Que en
vosotras pueda repetir todo como en vuestra Madre: “Hagamos lo que Jesús nos ha
dicho… Jesús, su Vicario… su Iglesia… Cuando habla no hay que replicar… debe
ser obedecido”.
Una gran
recompensa está preparada a la madre cristiana que eduque para Mí a su hijo.
P. M. SULAMITIS.
(Enseñanzas del Amor Misericordioso).