1.- Compasión de Jesús por
los sufrimientos y el peligro de esas almas.
Hay
actualmente almas fieles que atraen particularmente mis miradas de amor: muchas
gimen esperando, y solicitan alimento y auxilio; que se las ayude y se les
enseñe a devolver cada vez más amor por amor.
Esas
almas están en el mundo, pero no son del mundo: su corazón me pertenece y no
quisieran vivir más que para Mí. – Sin embargo, abandonadas a sí mismas,
comprenden que es muy fácil equivocarse, siendo juguetes de su propia
imaginación… dejándose arrastrar, con pretexto de hacer bien, a no hacer más
que su propia voluntad… creyendo corresponder a mis designios mientras no
siguen sino su propia inclinación… No pueden, sin embargo, entrar en la vida
monástica, o porque no son llamadas, no teniendo atractivo o salud para ella… o
porque lazos sagrados, reconocidos por sus directores, las retienen en medio
del mundo, para el que no está hecho su corazón…
Estas
almas sufren… y su corazón corre el peligro de reconcentrarse y empequeñecerse,
oprimido por este sufrimiento… o de extraviarse buscando un alivio que las
consuele… cuando tan necesario les sería aprender a sobrenaturalizar su
sufrimiento, sirviéndose de él para perfeccionar su corazón… y lanzarse con
mayor generosidad por el camino de la abnegación de sí mismas y de una completa
entrega.
2.- Llamamiento de Jesús.
– La gran asociación de la Iglesia.
A esas
almas quisiera Yo decirles una vez más: “Seguidme”…
venid a Cristo-Rey… venid como otras veces vinieron en Judea las que Yo
atraje hacia Mí… Quisiera invitarlas a que se acerquen a María su Reina y su
Madre, al pie del Calvario y de la Sagrada Hostia, con la mirada en mi Corazón…
y allí, abriéndoles el Libro de la vida, enseñarles a vivir esta vida de amor
que fluye en mi Corazón.
Cualquiera
que sea su edad… su pasado, su situación… al pie de la Cruz encontrarán,
provechosamente, su consuelo y su modelo. ¡Cuántos secretos divinos les
descubriré!...
En la
unión de mi Iglesia, podrán ver con mi Sacerdote a la Virgen María, a la
penitente Magdalena y a las Santas mujeres… Esposas, viudas, madres, o sin
hijos, todas tenéis sitio en mi Calvario; allí os espero… En mi Corazón
aprenderéis el secreto de todas las abnegaciones y todos los abandonos, allí
aprenderéis a santificar nuestras vidas y hacerlas llenas a los ojos de Dios… y
a ejemplo de María, desearéis constituiros en esclavas mías… recogiendo en vuestro corazón todas mis palabras y
ejemplos… para meditarlos y vivirlos…
Allí
comprenderéis lo que es la vida
cristiana, la vida de esclavos y esclavas, fieles y abnegados de Cristo
Rey… esa vida que es la vida de mi Evangelio, la vida de mi Iglesia…
En vez
de contristaros por no tener Regla particular ni oraciones especiales, ni
dirección exclusiva y conveniente, debéis, por eso mismo, aficionaros tanto más
a vivir como conviene en esta asociación divina, en esta asociación Católica,
que quisiera abrazar todo el género humano: sociedad de fieles que es la
Iglesia… de quien Yo soy el fundador… y el Papa, Cabeza visible, asistido por
el Espíritu Santo… familia del mismo Dios; pueblo
santo.
3.- El santo Evangelio,
Regla de estas almas.
Entonces,
tomaréis mi Evangelio y os aficionaréis a él. Como María, os aplicaréis a
vivirlo con toda la perfección que esté a vuestro alcance; él será vuestro
alimento… y formaréis vuestra alma según mis divinas enseñanzas… ¿No sabéis que
las Reglas monásticas no son en el fondo sino mi Evangelio adaptado a tal o
cual género de vida o situación?... Sin duda alguna que la vida religiosa está
llena de abnegaciones íntimas, y de renuncias continuas: tiene al alma clavada
en la cruz hasta el fin de la vida… No caigáis, pues, jamás por vanagloria, o
secreta preferencia, o complacencia personal, en el deseo de prevalecer o ser
superiores a esas almas que se inmolaron por Mí, sacrificándome en absoluto
toda su libertad. Que cada cual respete mis designios y se humille… las almas religiosas,
por haber sido tan misericordiosamente retiradas de los peligros del siglo, en
los cuales hubiesen estado expuestas a perderse… y, vosotras, pensando en la
parte que os toca, semejante a la de María, que Yo tanto alabé… No os prefiráis
a ellas… y sentíos indignas de esa parte de elección esforzándoos cada cual en
ser y hacer lo que yo quiero, dentro de vuestra vocación…
Y vosotras todas, almas elegidas que habéis oído aquel
divino llamamiento: sígueme[1],
acércate, entra en mi casa[2]
conmigo… permanece en Mí y en mi amor[3]…
si la voluntad divina no os pide o exige la separación absoluta del mundo…
mirad a María y aun estando en contacto con el mundo, no seáis del mundo[4].
Se puede ser del mundo y no ser del mundo, cualquiera que sea vuestro régimen
de vida. Son del mundo las almas que tienen su espíritu y siguen sus máximas…,
y no son del mundo las que desprecian sus máximas y siguen las de Jesucristo…
("En seguimiento de María).