El momento más sublime del amor y el punto más culminante de
la obra de la redención está en la cruz, y la manifestación más grandiosa de la
misericordia del Hijo de Dios la vemos en aquella actitud conmovedora en la que
Jesús, alzando al cielo sus divinos ojos, pide perdón al Eterno Padre para sus
verdugos, diciendo: "Padre,
perdónalos porque no saben lo que se hacen." Por eso el Amor
Misericordioso tiene su trono en la cruz, y la imagen más perfecta del Amor es
Cristo Crucificado.
Esa imagen de Cristo Crucificado se proyecta sobre un globo
de luz, sobre una circunferencia de luz blanca que nos hace recordar el Pan
eucarístico, pues nada más natural que al representar el Amor Misericordioso en
el acto más cruento y más sublime de su heroísmo, cual es el realizado en la
cruz, recordemos el Sacramento del Amor, que estableció Cristo para perpetuar
en la tierra su caridad infinita, que es la renovación continua de su Amor
Misericordioso a los hombres.
Todo esto, pues, viene a constituir lo esencial de la imagen
del Amor Misericordioso: Cristo Crucificado en el momento de pronunciar su
primera palabra, que fue palabra de perdón y de misericordia, la Hostia Santa,
como fondo luminoso que hace resaltar el trono de la Cruz, y la imagen del
Corazón divino, diseñada sobre su pecho, como centro de su amor.
Cuando solo se tiene el busto de esta imagen (como en las
Capillitas de la visita domiciliaria), no se ven sino estas tres cosas: la
Cruz, a medias, el Pan eucarístico y el Corazón Sagrado, y la aureola de luz
que circunda la cabeza del divino Crucificado; y sobre el corazón esta palabra:
Charitas, porque ciertamente Jesús es
todo caridad, y el corazón es su centro.
Cuando la imagen se representa toda entera con la imagen
completa de Cristo en la cruz, vemos a sus pies y delante de la cruz una corona
real de oro, que nos recuerda la realeza de Cristo, pero la tiene a sus pies,
porque, como El contestó a Pilatos, su reino no es de este mundo. Su soberanía
es de amor, y quiere reinar en los corazones, por eso esta corona está
esmaltada de corazones y rosas entrelazadas, simbolizando la caridad y el amor.
El en cambio está coronado de espinas, importante trofeo de amor que es alivio
de los dolores y penas, de las burlas, calumnias y desprecios, que constituyen
las cruces de su reinado. Al pie también de la cruz hay un libro, que es el de
los santos Evangelios, en el cual se leen claramente estas palabras: Amaos unos a otros, como yo os he amado...
y para mostrarnos el manantial de ese precepto de amor, cae sobre él un rayo de
luz que se desprende del corazón divino. La Cruz, la Eucaristía, el Sagrado
Corazón y los santos Evangelios, he aquí los senos del Amor Misericordioso, la
imagen del Divino Amor.
Propaguemos con celo y con amor esta obra, seamos almas
verdaderamente amantes del Amor Misericordioso. El nos pide esta cruzada de
amor, de fe, de confianza, de caridad y de virtudes cristianas, para que ayudemos
a la renovación de la sociedad y a la instauración del reinado de Cristo.
La visita domiciliaria del Amor Misericordioso será un medio
de propagar esta cruzada de fe cristiana. Es obra muy sencilla, organizada con
coros de treinta familias y una celadora de cada coro, que mantenga la
organización. No debe establecerse ninguna cuota obligatoria, y las limosnas
que se recojan deben invertirse en su culto y propaganda.
El Amor Misericordioso nos bendiga y llene al mundo de su
gracia, para que reine en los corazones.
C. y C.
(De la revista “Acción Antoniana” de los Franciscanos de Valencia, octubre de 1932, número 141, con licencia eclesiástica).