domingo, 22 de mayo de 2016

"El Amor Misericordioso" (primera parte)

Una nueva ráfaga de amor divino ha invadido la tierra; el amor no es amado, como ya en otro tiempo clamaba el Pobrecillo de Asís, San Francisco, los hombres se han alejado de Dios y la Misericordia infinita ha mirado de nuevo a la tierra con ojos de compasión, y les ha ofrecido su Amor Misericordioso. Con una singular preferencia ha mirado a la pobre España, tan abatida, y enviado un mensaje de amor a toda la tierra excitando los corazones para que todos rueguen por ella.
..."Si, es preciso—ha dicho el Amor Misericordioso—, orar por ese país (España) que yo amo y que ciertamente me ha dado pruebas de su fidelidad, de muchas maneras, por medio de quien tenía autoridad. De ello he recibido grande gloria. Este país ha podido así servir a otros de modelo y aliento."
Justo es que nos interesemos los españoles fieles por conocer y propagar la Obra del Amor Misericordioso.
¿Qué es la Obra del Amor Misericordioso?
La Obra del Amor Misericordioso, es un gran regalo de la diestra del Excelso, que no ha sido abreviada a pesar de nuestras ingratitudes, es la que salvará a España, salvará al mundo entero. Él nos dice:
Confiad en Mi; no os abandonaré; tened confianza, os lo repito, a pesar de todo; aunque el universo entero pareciese bambolearse, ahí estoy Yo, que soy el Salvador, no perdáis la paz de vuestras almas; venid a Mi todos, yo os aliviaré, con vosotros estoy hasta la consumación de los siglos con tal de que permanezcáis conmigo en Caridad. La Caridad, he ahí el Mandamiento supremo de mi santa ley.
"A grandes males grandes remedios", dicen, y en verdad grande debe ser el remedio que se oponga a tan inmenso como es el mal que ahora nos aflige. El remedio supremo, eficaz, inmejorable, insustituible, es Jesús, Jesús más conocido, amado, mejor imitado, intensamente vivido, esta es la devoción y la obra del Amor Misericordioso, es el mismo Corazón de Jesús bien comprendido, su devoción mejor interpretada y aun completada y perfeccionada.
Santa Teresita del Niño Jesús se ofreció como víctima bajo este dulce nombre de Amor Misericordioso; y que esto sea muy del agrado divino lo muestra el hecho sorprendente de la gloriosa glorificación que Dios otorgó a la Santa. Ella, formada delicadamente por el Espíritu Santo en la escuela del Amor y de la confianza, es la que recibió el encargo de mostrar a las almas el camino de la sencillez evangélica y la infancia espiritual, que nos llevase a creer y a corresponder a las tiernas efusiones del Amor Misericordioso del Corazón de Jesús; ¿no es ella acaso la primera víctima del holocausto al Amor Misericordioso? 


Bien se la podría llamar la precursora de esta obra, como lo es también en pos de ella Sor Benigna Consolata, Religiosa Salesa, de la que el mismo Jesús ha manifestado que la había escogido para abrir el camino de su Amor Misericordioso después de Santa Teresita, y la llamó su secretaria.
Pero ni Santa Teresita ni Sor Benigna Consolata habían recibido la misión de extender esta devoción, como la recibió P. M Sulamitis, alma privilegiada, escogida por el mismo Jesús. Esta hermosa obra empezó a propagarse en Francia, lugar donde reside esta bendita alma, bajo la dirección del Padre Juan Arintero op.
P. M. Sulamitis es un seudónimo que encubre el verdadero nombre de esta devota alma, escogida de Dios. Ella es la voz del que clama en el desierto, como la de un nuevo precursor, por la cual Dios nos llama, nos invita, nos amonesta; es la voz de un alma enamorada y pequeñita mano de la que Dios quiere servirse para recordarnos sus preceptos y su Amor; la eterna historia y el perenne esfuerzo de Jesús que los hombres conozcan su amor. Para informar nuestras almas en este espíritu e inflamarlas en el celo de esta cruzada evangélica, nada tan a propósito como las obritas y folletos, ya numerosos de esta alma piadosa que escribe a religiosos, sacerdotes, padres de familia, jóvenes y toda suerte de personas de todos los estados y condiciones


C. y C.
(De la revista “Acción Antoniana” de los Franciscanos de Valencia, septiembre de 1932, número 140, con licencia eclesiástica).