Una de
las más grandes aspiraciones del Amor Misericordioso es la unión de todos sus
hijos para constituir el reinado de la paz. Omne
regnum in se divisum desolabitur; todo reino dividido en sí mismo será
destruido, dijo Cristo en su Evangelio con lo que pregona la absoluta necesidad
de la unión, para que pueda consistir su reino sobre la tierra; y como base de
esta unión establece el Amor Misericordioso la Caridad, la Caridad que es el
estigma esplendoroso de los hijos de Dios para ser reconocidos como tales Ya lo
dijo el Maestro del amor: "En esto
conocerán los hombres que sois mis discípulos, en que os amáis los unos a los
otros." De este amor mutuo necesariamente nacerá la unión que nos pide
el Amor Misericordioso.
“Lo
que yo pido sobre todo—decía el Señor a la Sulamitis—es la unión; sed buenos, condescendientes unos con otros; no busquéis
más que mi gloria y los medios más eficaces para procurarla, extendiendo así mi
reinado de amor con más facilidad sobre las almas. Quiero que mis amigos
comprendan bien su grande misión, que es, por medio de mi amor, el lazo de
unión entre los cristianos como será mi Amor Misericordioso el lazo más eficaz
para la unión entre las diferentes Familias Religiosas”.
Oigamos
todavía con gran respeto la voz del Divino Maestro, puesto que se digna
hablarnos:
"Lo
que yo vivamente deseo es formar verdaderos amigos de mi Corazón... porque
ninguna obra es agradable a mi Corazón si los miembros de ella no están
íntimamente adheridos a él... Yo soy el Dios de la paz, el Dios de la Unión, y
es preciso que mis amigos, y con más razón mis apóstoles, hagan todo cuanto les
sea posible para establecer en todas partes la paz y la unión, reflejando la indulgencia,
la paciencia, la condescendencia, la generosidad, la bondad bajo aquel divino
lema, que es mi nuevo mandato: que os améis los unos a los otros, como yo os he
amado, para que con esa señal conozcan todos que sois mis discípulos; y el lazo
que os una a todos sea siempre la caridad, ¡Caridad! ¡Caridad!
No respiréis, ni aspiréis más que caridad.
Me hizo ver —dice
su sierva— que tenía necesidad de almas,
especialmente consagradas a su amor, para satisfacer a este deber de la
práctica de la caridad, no solamente por ellas, sino por las que no lo hacen; y
explicando estos deseos del Señor, añade: quisiera pequeños grupos de almas
escogidas, del todo consagradas a mi Corazón, dispuestas a hacerlo todo y
sufrirlo todo por él y por las almas, almas de amor las llama él, almas que se
inmolen en el fuego del más puro amor, quiere que esto se haga con interés, con
gran celo por establecer el reino de la caridad”, continúa la confidente
del Amor Misericordioso.
“Él me
dice: hazme conocer, hazme amar... así quiero que se me honre, así quiero ser
conocido, amado, imitado, ofrecido... publícalo por todas partes, dilo a mi
sacerdote, que contribuya con todo su poder al cumplimiento de mis designios.
¡Mi sacerdote! Mis sacerdotes que tomen mi causa en sus manos; el Amor
Misericordioso es un tesoro inmenso que yo pongo en sus manos, para la
santificación de los justos y la conversión de los pecadores. Por el Amor
Misericordioso moverán los corazones. ¡Quiero reinar en las almas! No se
extrañen de los obstáculos que Satán presentará, como otras veces, él tratará
de armar todas las criaturas en contra mía, pero no temas; esta doctrina es mi
doctrina en el reinado de mi Amor Misericordioso que preparo ahora sobre la
tierra.
“Mi
espíritu trabaja actualmente en los espíritus y en los corazones, en las
voluntades sobre este asunto, y los dispone para el cumplimiento de mis
designios. Sí, por mi Amor Misericordioso quiero salvar al mundo; por mi Amor
Misericordioso quiero reinar sobre el mundo.
“¡Oh!,
que mi sacerdote no tema predicar mi doctrina, mi alegría es verla extendida
por medio de mis amigos. Yo dije a mis apóstoles que fuesen a enseñar a todas
las naciones y predicaran el Evangelio a toda criatura. Lo que dije entonces lo
digo también ahora. Rogad para que Yo suscite sacerdotes que respondiendo a mi
ferviente deseo, vayan por todas partes predicando el Evangelio del reino de
Dios, y alumbrando en las almas la fe en mi amor, encendiendo una inmensa
hoguera de caridad.
“¡Dichosos
aquellos que Yo me digno asociar a mi gran obra! Serán dichosos en la hora de
la muerte, y en la otra vida, todos los que de alguna manera hayan contribuido
a la gloria y a la manifestación de mi Amor Misericordioso, pues ese Amor
Misericordioso, por quien ellos habrán trabajado y sufrido, es precisamente
quien les ha de juzgar.”
C. y C.
(De la revista “Acción Antoniana” de los Franciscanos de Valencia, octubre de 1932, número 141, con licencia eclesiástica).