Últimas palabras de Jesús en la Cruz
Palabras de Amor
2ª Palabra: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
Después del principio
fundamental del perdón de las injurias, Jesús nos enseña otra práctica de
caridad exterior, que nada vale sin la caridad interior, pero vale mucho cuando
va informada por ella: compartir los propios bienes con los pobres…
Jesús comparte su
gloria con el buen Ladrón. Todo el pasado lleno de ofensas, queda totalmente
perdonado, completamente borrado en un instante. “Hoy mismo (le dice) estarás
conmigo en el paraíso.” – ¡Hoy mismo! – ¡sin demora!
–Así debemos nosotros
compartir nuestros propios bienes con nuestros hermanos, que se hallan
necesitados, cuando están dispuestos a recibirlos.
Pero… ¡Cuánto egoísmo
encontramos entre nosotros, aún entre los cristianos!... ¡llegándose algunas
veces hasta a comerciar con las necesidades ajenas! – ¡Qué comedidos somos para
permitir que los demás disfruten de nuestros bienes!... – queremos que con
nosotros sean todos espléndidos, generosos, pero en cambio, siempre nos parece
demasiado lo que damos nosotros a los demás.
Cuando poseemos algún
bien que estimamos… ¿nos sentimos llevados a participarlo con nuestro prójimo…?
– ¿No nos dejamos llevar en muchos casos de cierto egoísmo y de una especie de
mezquindad de corazón como si la alegría o la satisfacción, que pudiéramos
procurar a los demás, fuese a menguar la nuestra…?
Debemos procurar
siempre que la caridad evangélica dirija todas nuestras acciones, porque Jesús
nos la enseñó para que aprendamos con su ejemplo…, para enseñarnos que, lejos
de mirar con desprecio, o rechazar y alejar de nosotros al culpable, debemos
atenderle; temiendo condenar o juzgar a aquel que tal vez esté justificado
delante de Jesús, y tal vez merezca oír estas palabras: “hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
–¿Qué hizo el buen ladrón para merecer semejante seguridad de eterna
salvación?: 1º Una protesta de fe. – 2º Un acto de humildad, de sumisión. – 3º
Una confesión, reconociendo la santidad de Jesús; y 4º Un acto de confianza
ilimitada en el poder de su realeza divina.
1º – Una protestación de fe: “¿No temes a Dios
tampoco tú, que estás condenado al mismo suplicio?” ¿No era esto afirmar, por una parte, que Dios era el
dueño soberano, a quien se debe temer; y, por otra, reconocer claramente la
divinidad del Crucificado, que sufría en el Calvario el mismo suplicio que
ellos?
2º – Un acto de profunda humildad y sumisión: “En
cuanto a nosotros, añadió, justamente
padecemos, pues recibimos lo que nuestros crímenes han merecido”. Admirable
y sincera confesión, que nos descubre hasta que punto su alma había vuelto al
orden, entrando en ella la luz de la verdad, conociendo al propio tiempo el
juicio equitativo y justísimo de la Sabiduría infinita.
3º – Una confesión manifiesta de la santidad de
Jesús: “Él, ningún mal ha hecho”; palabra sencilla, pero terminante y digna
de todo elogio en su concisión… Él ningún mal ha hecho… Él no ha hecho nada mal
– luego lo hizo todo bien… –; – luego es condenado siendo inocente… ¡Así
atestiguaba, ante el cielo y la tierra, la injusticia de la muerte ignominiosa
del Salvador del mundo…!
¡Uno sólo toma la
defensa pública del Rey de Amor, y ese es… un
ladrón…!
– ¿No fue también una
maravilla del Amor Misericordioso, escoger para heraldo y como proclamador de
su inocencia y de la verdad, para abogado suyo… a un ladrón, sobre el patíbulo –esto
es, ¡a la hez de la sociedad!... –, a aquel que había incurrido legítimamente
en el menosprecio universal, por sus desórdenes y hazañas vituperables?...
Si nosotros
tuviéramos que rehabilitarnos de alguna deshonra, querríamos que nos
defendiesen los abogados más notables; buscaríamos protectores de valimiento,
personas de influencia y autoridad, y tendríamos a menos la defensa, el parecer
y las alabanzas de aquellos que fuesen inferiores a nosotros… o las de aquellos
que, cubiertos de nuestro mismo oprobio, casi nos avergonzarían al defendernos,
ante el temor que nos alcanzase su infamia ¡Y Él…!
¡Oh, humildad de
Jesús!, ¡cómo nos confundes! – Esta escena conmovedora del Calvario, nos
descubre una nueva fase de su Amor Misericordioso; no solamente perdona, sino
que acepta la defensa, la alabanza y la gloria de boca del último de los
hombres, del más vil y miserable…
4º – Finalmente un acto de confianza en el poder
de la Divina Realeza de Jesús: Ha confesado que Jesús era el Dios Soberano,
condenado a su mismo suplicio –ha confesado la justicia de su propio castigo
como ladrón, y, por el contrario, la inocencia de Jesús–; y añade todavía:
“¡Señor! ¡Señor! Rey de Amor y de Misericordia… ¡Acuérdate de mí…!”
Luego, todo no ha terminado para él, ni para Jesús, después de la
muerte próxima a llegar ya, dentro de breves instantes – “¡Acuérdate de mí…!” y… ¿Cuándo…? “Cuando hayas llegado a tu Reino”.
Cree en un reino a donde va Jesús –más allá de la muerte–, y cree que
él también lo alcanzará–, cree que en ese reino, Jesús será omnipotente, porque
de por sí, es Rey; “en vuestro Reino…” dice.
¡Oh, buen ladrón!,
¡qué dichosa predestinación la tuya!, ¡cuánto más vale ser ladrón penitente y
confesor, que ángel rebelde y sublevado; – o escriba que sentencie inicuamente!
¡Qué consuelo se
siente! ¡Oh, Rey de misericordia! Al ver que no rechazáis a un hombre, por
abyecto y vil que sea… con tal de que se arrepienta y confiese la verdad…, –
con tal que venga a Vos con confianza…, no será rechazado. ¡Qué magnífica
palabra y qué claramente demostráis que no os dejáis vencer en generosidad!
–“En verdad, te digo,
que hoy estarás conmigo en el Paraíso.” –El que aquella mañana era un ladrón,
antes que la noche llega a santo… a escogido, cuyo puesto queda ya asegurado
para siempre, en aquel mismo día, por la palabra de la eterna Verdad, en el
Reino de la Divina Caridad.
– ¿Quién podrá, pues,
desesperar de su salvación ante semejante prodigio del Amor Misericordioso?...
¿Qué personajes del Antiguo Testamento, ni de la Nueva Ley, ha recibido jamás
tal promesa pública solemne, auténtica e incontestable de su salvación y de su
felicidad?; ¡Hoy estarás conmigo en el
Paraíso!...
Pero ¡cuán necesario es llevar una vida de fe, de sumisión, de
confianza en el Amor Misericordioso del Corazón de Jesús, y que gloria
constituirá para Él ese bienaventurado ladrón hasta el fin de los tiempos y por
toda la eternidad!
¡Oh, mi adorable
Salvador! Si no puedo aspirar a ser uno de esos seres inocentes o angélicos,
quiero (puesto que con vuestra gracia lo puedo) llegar a ser vuestra gloria
sobre mi cruz de pecador arrepentido, – yo puedo convertirme en confesor y
apóstol por mis ejemplos y por lo que Vos dignéis operar en mi alma.
¡Oh, Señor, acordaos
de mí en vuestro Reino!
(Del "Mes del Rey de Amor". Con licencia eclesiástica).
San Dimas, el buen Ladrón, el dichoso redimido del Corazón de Jesús. Protector de las almas misericordiosas. Fiesta: 25 de Abril, y cada Viernes Santo.
ORACIÓN. - Buen Ladrón, trofeo de la gracia del Corazón de Jesús, que oíste de su adorable boca este dulcísimo perdón: Hoy estarás conmigo en el Paraíso, ruega por nosotros. Pater, Ave y Gloria.
* * *
"Los pecadores hallarán en mi Corazón el manantial y el océano infinito de la misericordia. Los más miserables serán los mejor escogidos".
Nuestro Señor a Santa Margarita María de Alacoque.