“Busqué quien me
consolase y no le hallé”
Todos encontramos sobre la tierra algún amigo: algún corazón adicto y
fiel… – El Rey de Amor, quisiera también hallar un amigo fiel… un verdadero
amigo; Él se los elige, pero no fuerza a nadie.
¡Oh, dichosos aquellos a quienes Él escoge!... Nosotros, los que
leemos estas palabras, somos tal vez de ese número; pero es necesario que
nuestro amor responda a su Amor… para llegar a ser de sus amigos.
No se trata de ser amigo de un “personaje
cualquiera”: ¡es el Rey! Es mi Dios, es el Amor Infinito, quien me escoge…
si yo me presto para ser su amigo.
¡Mi Dios… el Salvador del mundo se digna aceptar, mas bien, mendigar
el corazón del hombre!... ¡quiere recibir de él un poco de consuelo, algún
alivio en los sufrimientos que ha padecido por él!
Nos deshacemos de gratitud por la menor prueba de bondad y afecto que
recibimos de los hombres… y un Dios, muere de amor por nosotros, y no se piensa
siquiera en ello!...
¡Un Dios está en el
Tabernáculo, prisionero por nosotros; y apenas se le visita!...
La fe y la
experiencia nos enseñan, que no recibe de la mayor parte de los hombres, sino
indiferencia y ultrajes; y nosotros ¿no pensamos siquiera en consolarle?...
Cuando vamos a verle, a visitarle, casi siempre es para exponerle bagatelas,
mezquindades…
¡Oh, qué error! Se cree el alma noble y amplia, porque se toma la
libertad de hacer cuanto quiere, y concede a su espíritu toda licencia; no
demuestra eso, por el contrario, la mayor estrechez de miras y la mayor ruindad
de un corazón, donde ya no hay lugar más que para sí mismo?
¡Esas almas que se dicen libres son las desgraciadas esclavas de sí
mismas!
Ya decía San Pablo: “Los hombres se buscan a sí mismos en todas las
cosas”. –Pidamos a la santísima y fidelísima Virgen
María, Madre del Amor Hermoso, que nos desprenda de nosotros mismos; y nos
presente a Jesús por amigos; – pero amigos de corazón grande, generoso,
universal, que se dilata amorosamente, para abrazar todos los intereses del
Divino Maestro, prestando su concurso a todos los sacrificios, y poniendo toda
su dicha en anonadarse para ser, a imitación del Maestro, un amigo, un bálsamo
para su corazón – y un humilde cimiento para las obras de celo de sus hermanos.
(Del "Mes del Rey de Amor". Con licencia eclesiástica).