lunes, 22 de enero de 2018

Mensaje del Amor Misericordioso: "A los católicos españoles" (tercera parte).


A LOS CATOLICOS ESPAÑOLES
(Tercera parte)

Yo os lo digo: vosotros que tenéis que padecer en este momento por mi Nombre y queréis permanecer fieles, regocijaos en el Señor. Yo sé sacar mi gloria de vuestros sufrimientos y de esta persecución.

Veo vibrar vuestras almas y en el Libro de la vida anoto vuestros deseos, vuestras oraciones, vuestras angustias y todos vuestros trabajos. Los que me son fieles adquieren en esta misma hora méritos y se preparan una recompensa eterna... que permanecerá; en cambio pasarán el cielo y la tierra, quiero decir, lo que es perecedero y cuya vista os impresiona en estos instantes.

Si el enemigo pone todo en juego para destruir la religión de Cristo, vuestro Señor y vuestro Dios, Yo quiero servirme hasta de sus esfuerzos para provocaros a un movimiento más generoso, más fundamental, más sobrenatural; para afirmaros en la verdad y haceros producir actos de virtudes cristianas que de otro modo no me hubierais ofrecido. Os lo repito, ésta es más que nunca la hora de vivir de fe, de confianza y de caridad... Pero no al modo de aquellos que no viven más que de lo aparente, del sentimiento; os quiero vigorosamente penetrados de estas virtudes cristianas, que deben ser el sello de vuestras vidas, sello de mis verdaderos fieles.

Esta es para vosotros la hora de la prueba. ¡Dichosos los que me permanezcan fieles, y no cesan de afianzar su fe en Cristo Rey, Rey de reyes y Señor de señores, Dueño Soberano del Universo... cuyo representante sobre la tierra, y órgano viviente para transmitir la expresión de la divina voluntad, para restablecer todas las almas en la unidad y hacerlas vivir de la verdadera y sobrenatural caridad... es mi Papa, mi Vicario!

Aún cuando el Universo entero se desquiciase, nada os haga perder la fe en Mí... Acordaos de mi vida mortal... de las pruebas de mis Apóstoles y de las mías... Yo he querido sufrir por vosotros la contradicción... para daros aliento y serviros de modelo. Y he dicho: "No ha de ser el discípulo más que su Maestro..." El discípulo halla su alegría y su gloria en ser tratado como el Maestro, y también en emplearse cuanto puede en la gloria de su Nombre.

¡Oh vosotros, que habéis sido escogidos por Mí y prevenidos con mi gracia por el don de la fe! Esta es la hora de dar testimonio de Mí, de permanecer fieles y manifestar vuestra confianza, afirmándoos en Mí por encima de todas las apariencias. Que esta confianza, teniendo su base y su apoyo en Mí, Señor Omnipotente e infinitamente bueno, Sabiduría infinita... permanezca firme a pesar de todos los acontecimientos y obstáculos que se levanten por todas horas ante vosotros.

En verdad os digo, ésta es la hora de mi gloria, por vuestros homenajes íntimos y voluntarios, y por todo cuanto hagáis para darme testimonio de vuestra fidelidad. A vosotros toca emprender esta cruzada de caridad, haciendo resplandecer en torno vuestro las virtudes evangélicas, la bondad... Sed firmes y mansos... bondadosos y fuertes... generosos y delicados... misericordiosos y mortificados... Sed humildes... sed prudentes... sed dulces... Ved el ejemplo de este gran Patriarca (San José) que mi Iglesia evoca en estos días. El os ha dado luz sobre lo que debéis ser y lo que Yo espero... No hagáis frente a los malos; si os echan de una ciudad, id a otra parte.

Quieren quitar mi imagen de los sitios públicos... mas ¿quien os impedirá hacer de ella vuestro trofeo y marcar con mi sello vuestras personas? ¿No debe ser motivo para rendirme tanto más vuestros homenajes, en vuestros corazones y en vuestros hogares?... De esto mismo quisiera Yo valerme para poner en singular honor mi Crucifijo... mi Evangelio , mi Hostia, dones de mi Corazón... ¡Ayudadme!... por vosotros puedo y quiero hacerlo... Yo me digno servirme de los hombres sobre la tierra; y precisamente cuando algunos intentan hacerme desaparecer, es cuando los míos deben unirse por la gloria de mi Nombre; y he ahí la verdadera reparación que mi amor reclama... ¿No os sentís íntimamente inducidos a ello?... Que cada alma se renueve en este espíritu de reparación y procure con empeño colocarme honrosamente sobre el trono de mi Amor Misericordioso. Tanto más propia es la hora, cuanto que se aproxima el centenario de la manifestación más prodigiosa de mi amor... (1933, Año Santo de la Redención).

Celebráis los aniversarios de los grandes hombres, de los acontecimientos notables... ¿y dejaréis en la sombra el de la muerte de vuestro Salvador... del rescate del mundo... de la Institución de mi Eucaristía... de la proclamación de mi mandamiento de amor... de las ignominias del Calvario?... ¿No quisierais en esa hora darme alguna reparación?...

Yo os tenía presentes cuando exclamaba: "¡Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen!..." y en vuestro nombre lo decía: "Uníos, pues, a Mí. No os contentéis con indignaros, ¡mis buenos!..., sino orad... amad a vuestros enemigos... atraedles la gracia... pedid su conversión... Sed humildes y caritativos; ¡de ese modo arrebataréis mi Corazón!... Sed obedientes; ¡la obediencia es la que alcanza las victorias!...

¡Amadme!... Haced vibrar vuestras almas como deben, para consolarme, para desagraviarme, tratando de devolverme en amor y testimonio de fidelidad lo que ellos me quieren arrebatar... La lucha que os pido no es una lucha sangrienta: no opongáis el mal al mal, sino el bien al mal... Uníos en estos homenajes de reparación, haceos fuertes por los ejemplos... y sea vuestro mayor empeño dar testimonio con vuestro afecto de una adhesión más fuerte e inviolable. En el cielo nos regocijaremos juntos de estas horas que habéis vivido en el sufrimiento y de los actos de virtudes, de reparación, que os he dado ocasión de producir para mi gloria... Y en lugar de ser dulcemente arrullados en la práctica de mi santa religión, os consideraré como a confesores míos, por haber dado testimonio de Mí y haber trabajado eficazmente por la gloria de mi Nombre. 

Si permito que quieran hacerme desaparecer, es para que no os avergoncéis de afirmar que sois míos; que mi Cruz sea vuestra gloria y que haga vibrar vuestras almas con más ardiente amor de gratitud, de confianza y de deseo de permanecer fieles y de imitarme en mi misericordiosa caridad. 

Tened confianza, Yo he vencido al mundo, y de nuevo le venceré con vosotros y por vosotros... Sedme muy fieles: ahí está mi gloria en vosotros y por vosotros... Quiero marcaros con mi sello, y este sello es el de la fe, la confianza y el amor... Mi sello es la Cruz sobre vuestras frentes, sobre vuestros labios, sobre vuestros corazones... es decir, la fe reinando en vuestra inteligencia, y dándome su testimonio por vuestros labios... por vuestras palabras de confianza y de verdad, y por la superabundante caridad, practicada como os la he enseñado, no solamente para con los que os hacen bien y os aman, sino para los pecadores que queréis atraerme. No os pido que alentéis el mal, sino que venzáis el mal con el bien... No podéis impedir que mis enemigos ejecuten sus ignominias, ni detenerlos en sus funestos proyectos; ni Yo mismo lo he hecho; pero podéis procurarme tanto mayor amor, cuanto más odio recibo... podéis rendirme tanto mayores homenajes sobre mi Cruz, cuanto mayores insultos recibo en ella... podéis practicar tanto mejor las lecciones de mi Evangelio, cuanto más quieren hacerlas olvidar y desaparecer, cuanto más y más las desprecien... podéis uniros más frecuentemente y con mayor amor en mi Eucaristía, cuanto mayor ingratitud encuentro en ella y más ultrajes y profanaciones en ella recibo...

Yo quisiera una cruzada de reparación de fe, de confianza, de caridad... de humildad, de obediencia... Esta es la verdadera vida cristiana católica, que quisiera encontrar en vosotros...

No temas ¡rebañito mío!... Lo que en otro tiempo dije a mis discípulos, a vosotros lo repito también ahora; pero regocijaos en Mí y dad testimonio de Mí y homenaje de reparación.

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UNION AL PAPA, mi representante sobre la tierra y Jefe visible de mi Iglesia; he ahí la seguridad de los miembros de mi Iglesia, su fuerza, y la salvaguardia para permanecer en la verdad y la caridad... ¿No véis que él no busca más que el bien de la Humanidad... la paz... la irradiación de la caridad?...

En cuanto a vosotros, hijos míos e hijos de mi Iglesia, permaneced en la unión y marchad con humildad y generosidad por el camino que os he trazado... Yo os haré triunfar de todos los obstáculos y estableceré mi reino en vuestras almas para extenderle desde allí a toda la sociedad... Por la conquista de los individuos, caminando en la verdad y la caridad, es como quiero reinar en el universo entero...

Pero ¡orad! Pedid unos para otros, hambre y sed de justicia y de verdad... Que el mal os cause cada día mayor disgusto y os mueva a volveros hacia Mí... 

Acordaos que sois ciudadanos del cielo y que vuestra vida aquí abajo es un viaje durante el cual podéis servirme y facturar vuestras obras para la eternidad. ¡Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos!

2 de marzo de 1932.


P. M. SULAMITIS

NIHIL OBSTAT
Fr. IGNATIUS M. REIGADA
Censor

DR. MAXIMO JURRAMENDI
Censor

IMPRIMASE
DR. J. FRANCISCO MORAN
Vic. Gen.

Madrid, 23 de marzo de 1932.