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jueves, 9 de noviembre de 2017

Mensaje del Amor Misericordioso: "A los católicos españoles" (segunda parte).


(Segunda parte)

La gloria de Dios y el bien de las almas. - Esta vida es tiempo de prueba. - Jesús ha sufrido más que nosotros. 

    Yo soy la Verdad... En Mí todo es perfecto... Soy también la Bondad infinita, y no hago ni permito cosa alguna que no sea para bien. No os inquietéis, no os turbéis: velad y orad. Todo lo he prometido a la oración y ninguna oración queda sin fruto; pero Yo os escucho de la manera que mejor responde a vuestras necesidades y más pueda aumentar vuestra eterna bienaventuranza en Mí, al mismo tiempo que me proporciona mayor gloria. Estas dos cosas son una sola en mis designios, porque no os he creado sino para mi gloria y para haceros participantes de mi divina felicidad.

Olvidáis a veces que el tiempo que estáis sobre la tierra es un tiempo de prueba, para haceros merecer el cielo. Cuando gozáis de todas las alegrías de la vida y, sin trabas ni dificultades, podéis practicar vuestra religión, sostenidos y alentados por los que están al frente de vosotros, indudablemente que tenéis mucho que agradecer y por qué bendecirme, porque eso es un gran bien, del cual muchos se aprovechan, y las almas débiles se sostienen y defienden con este socorro. Pero sucede también que algunos se dejan dominar por la rutina y, por conquistar vanas ventajas humanas, llegan aún a obrar en contra del bien verdadero. Y he aquí por qué en ciertas ocasiones, cuando he confortado a los míos con mis exhortaciones y mi presencia, obro con vosotros como hice con mis Apóstoles, y os hago pasar por el crisol de las pruebas y tribulaciones, para que me déis testimonio. Este, os repito, es el fin que mi amor divino se propone en las angustias y sufrimientos por que pasáis.

Sobrenaturalizad bien estos sufrimientos y, por encima de vuestras penas, miradme... pensad en Mí. ¡Si supiérais con qué ojos de amor os miro, sobre todo a los que por Mí padecéis en estos momentos, observando las menores vibraciones de vuestro corazón!... ¡Oh, qué poco conocen mi Corazón los que me consideran como un Señor severo, como un tirano!... Soy Padre infinitamente bueno, y ningún sufrimiento permito que os alcance, que no lo haya sufrido Yo antes, y en mucho mayor grado. Quisiera consolar a todos los que están por Mí en la tribulación; les estoy sosteniendo...

Todos los que al presente estáis unidos a mi Vicario en la tierra, regocijaos, porque también él sufre persecución por la justicia y lucha por la defensa de la verdad y la gloria de mi Nombre; y Yo estoy con él y vosotros también estáis con él en la unión de sufrimientos y oraciones...

Unión en el Corazón de Jesús. - Selección de almas. - Libre testimonio de la fe. - Las tormentas purifican.

Los que en estos momentos sufrís, de cualquier modo que sea, uníos a Mí y ofrecedme vuestros sufrimientos en unión con los míos, para que tengáis parte en la obra del Amor Misericordioso de mi Corazón. Mientras unos combaten en la explanada y otros están en la arena como espectáculo a los ángeles y a los hombres, los demás orad, ofreced vuestros sacrificios, vuestros actos de sumisión, de obediencia, de dependencia, para atraer una gracia más abundante sobre aquellos que me han de dar la victoria de su preferencia individual y de su fe. Porque si soy glorificado por la fidelidad de una nación, de un pueblo que sigue a su jefe, ¿cuánto más lo será aún, cuando cada uno, por su propia elección, me elige y me aclama como Señor soberano y permanece fiel, protestándome su fe y su amor?

He ahí la gloria que Yo quisiera encontrar en este pueblo. Lo que deseo en esta hora es el libre testimonio de cada uno. Hay horas en que Yo me complazco en hacer como un empadronamiento de mi pueblo, viendo las almas que de veras quieren ser mías y lo son de verdad. Esta grande hora es la que se prepara... Orad, sobre todo, por esta intención. Pedid a Dios la fidelidad para todas estas almas... Que cada uno obre según su conciencia secretamente le dicte, y entonces me será un glorioso testimiento... Pero orad, porque el enemigo, como león rugiente, anda rondando y busca una presa que devorar... trata, sobre todo, de intimidar a los débiles y seducir a los ignorantes... Orad, os repito, sed humildes y obedientes al jefe supremo... vivid de caridad. Pedid, os digo nuevamente, amaos unos a otros, ayudaos unos a otros, no para formar partidos políticos, sino para defender la justicia, la libertad y la paz... Yo soy el Dios de paz... No os entristezcáis más de la cuenta y, sobre todo, no os dejéis abatir. Sed generosos, sencillos y rectos. Acordaos de las tempestades: pasan y quedan el aire más purificado... Así sucede con las almas. No se turbe vuestro corazón; Yo soy el Señor soberano y doy siempre una gracia proporcionada a la prueba; pero sólo vencerán los humildes, los que ponen su confianza en Mí y no en sí mismos. No os juzguéis unos a otros, porque eso sería debilitaros; antes bien, orad unos por otros. Si queréis darme la victoria, sed como pequeñuelos, que me toman por el corazón.

El diablo siembra discordias. - Alegrarse en el Señor. - Sostener a los débiles.

Tened presente que aún en las horas de mayor tribulación, en esas horas decisivas para las almas y las naciones, el demonio trata de sembrar pequeñas divisiones, pequeños partidos, avivar susceptibilidades, suscitar cuestiones de precedencia, a fin de disipar vuestras fuerzas; y mientras os entretenéis en estas cosas, perdéis de vista los grandes intereses de la gloria de Dios, el bien positivo de las almas y de vuestra patria. Tal es el ardid que emplea el enemigo cruel de todo bien. Levantaos por encima de todo personalismo y combatid lealmente, humildemente, valerosamente por la causa de vuestro Dios. Que cada uno obre según el don que ha recibido y ruegue por aquellos que tienen luz y cargo de comunicaros la palabra de orden de parte de Dios mismo.

Una vez más os digo que os alegréis en Mí y por Mí, pues mayor motivo tenéis para alegraros en Mí que para llorar. Los que debieran llorar son los que reniegan de Mí y me abandonan... Pero orad por ellos, que algunos volverán. Siempre ha ocurrido lo mismo: acordaos de Pedro...

Es preciso sostener a los flacos. El hermano ayudado de su hermano, es como una ciudad fortificada. En Mí no hay distancias. Poned vuestra confianza en María Mediadora, vuestra Madre amantísima, y en la asistencia de mi Espíritu Santo. Recordad lo que os he dicho para la hora en que tuviérais que dar testimonio de Mí: Él es el que hablará por vuestra boca y os inspirará lo que habéis de decir. Mas, para eso, permaneced en mi paz. No os inquietéis por el mañana: a cada día basta su pena. Estas son las grandes lecciones, las enseñanzas divinas que os darán fortaleza en las actuales circunstancias. Cuando hace ya tanto tiempo daba Yo a mis Apóstoles estas instrucciones, os tenía a vosotros también presentes, y ahora os lo repito diciéndoos que nada os turbe, nada os haga perder vuestra paz. Jamás os envanezcáis por un éxito, como tampoco os habéis de abatir ni desalentar si pongo a prueba vuestra fe y vuestra confianza en Mí.

¡Oh vosotros, que sois mis amigos: velad y orad! No os durmáis en la tibieza ni perdáis el tiempo en vana jactancia; conservad mi unión y permaneced en mi amor. Sabed que soy el Señor omnipotente, que no os abandonaré jamás. Soy fidelísimo: tened fe en Mí. Soy Dios y Padre amorosísimo, y tengo de mis hijos el cuidado más tierno y solícito. Aun cuando el universo entero se trastornase, nada debía haceros perder la paz de vuestra alma.

Continuamente estoy inclinado hacia vosotros, y María os tiene bajo su protección; como un niño entre los brazos de su padre, así debéis permanecer entre los brazos del que es Omnipotente e infinitamente Bueno. Por vuestra fe y vuestro abandono, seré glorificado; no por una vana presunción, que es del todo diferente, sino por la humilde fidelidad del alma que ora esperándolo todo de mi sola bondad, y, sin embargo, vela y me rinde el tributo actual de la práctica de lo que entiende ser mi voluntad. Tales almas obtendrán maravillas. ¡Oh, que poderoso es el humilde, el obediente, que ora!...

Que los religiosos esparzan su perfume. - No preferirse a nadie, no juzgar a nadie, orar mucho. - La unión en la Ofrenda.

Si el enemigo ha intentado arrojar a los religiosos de sus conventos, que tengan cuidado y no se dejen seducir volviéndose al siglo por su conducta, costumbres, conversaciones y juicios; que religiosos y religiosas procuren edificar a todos con el tonificante auxilio del ejemplo. He aquí lo que me he propuesto al dejarles en esta prueba cruel: que esparzan el perfume del buen olor, porque esta es su obra... Consérvense en el recogimiento y en la fidelidad a sus promesas cuanto les sea posible, y muéstrense religiosos, tanto más unidos a Mí cuanto mayores sean las tribulaciones y luchas que tengan que sostener. ¡Bienaventurados los que se muestren fieles y ensanchen su corazón para abrazar en su solicitud a todos sus hermanos, manteniéndose siempre unidos a Mí!

Yo nada destruyo de cuanto he establecido, mas lo someto a prueba, para que se afiance en Mí como en sólida roca. Orad por los débiles, pero no os infatuéis con vana presunción. A ninguno habéis de preferiros, porque eso sería la ruina y la causa de la mayor debilidad. El que está en pie, tema no caiga; pero no juzgue a su hermano y tenga cuidado de no hacer aplicaciones molestas. Porque, ¿quién eres tú que juzgas a tu hermano? ¿No has sido sacado del fango del pecado? Sin mi gracia poderosa, has de saber que, al presente, estarías más bajo que él, por muy caído que él se halle.

Si con tanta insistencia hablo de humildad, de caridad, de obediencia a vuestros jefes, es porque conozco su oportunidad. Obrad de suerte que nadie pueda decir mal de vosotros, para que no seáis probados, sino por la justicia y no castigados por vuestra maldad o presunción.

Haced que se ore mucho... Llamad a vuestro Moisés y que se mantengan en su puesto con las manos levantadas al cielo, pero, sobre todo, con los corazones inmolados, las voluntades sometidas y en el más completo desprendimiento de lo que no es su único y soberano bien.

Uníos cada vez más en la Ofrenda, porque es de un peso inmenso en la balanza. Algún día veréis lo que os han valido estos días de tribulación y de angustia, en que habéis buscado, querido y procurado, cuanto dependía de vosotros, la Gloria de mi Nombre.

Yo estoy con vosotros y sin cesar me ofrezco por vosotros: uníos a Mí.

20 de Junio de 1931.

P. M. SULAMITIS.

NIHIL OBSTAT
FR. IGNATIUS G. MENENDEZ REIGADA, O. P.
Censor.

OBISPADO DE SALAMANCA, 2 julii 1931.
Imprimatur: + FRANCISCUS, Episcopus Salmantinus. 

viernes, 7 de julio de 2017

Mensaje del Amor Misericordioso: "A los católicos españoles"

A LOS CATOLICOS ESPAÑOLES1

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Orar por España. - Necesidad de la prueba.

… Sí, es preciso orar por ese país (España), que Yo amo y que ciertamente me ha dado pruebas de su fidelidad, de muchas maneras, por medio de quien tenía autoridad. De ello he recibido grande gloria. Este país ha podido servir a otros de modelo y de aliento.

Pero en la tierra nada hay perfecto. ¿No he dicho Yo que mi viña necesitaba ser podada? Eso es lo que hago por medio de la prueba, forzando, por decirlo así, las almas a volverse hacia Mí con más fe, con más confianza, y dándoles ocasión de practicar actos más excelentes de caridad. Yo no juzgo como juzga el mundo... Busco siempre un bien superior y de los míos saco siempre mi gloria.

¡Oh, si vieseis las cosas con mi luz, os aparecerían bajo un nuevo aspecto y os admiraríais de mis disposiciones! Y no os llevaría esto a desinteresaros de lo que está pasando, al contrario; porque Yo mismo he dicho: “pedid”, y nada habéis pedido todavía. Tanto menos se pide cuanto más se tiene.
Sí, Yo he dicho: “pedid y recibiréis”, “buscad y hallaréis”,”llamad y se os abrirá”... Y también: “todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, os lo concederá”... “El cielo y la tierra pasarán, ¡pero mis palabras no pasarán”, no pasarán jamás!... Se os concederá según sea vuestra fe. “Si vosotros, siendo malos, dáis cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial?”. “¿Dará por ventura un escorpión a quien le pide pan?” Pero también he dicho que no he venido a traer la paz, al modo como la da el mundo, y que tendréis que sufrir por mi nombre. ¿No es en estos momentos de persecución y de revuelta, cuando más se manifiesta la fidelidad y el heroísmo de mis amigos? 

Recordad mi vida sobre la tierra, la vida de mi Iglesia, la de mis apóstoles, la de mis amigos todos... ¡No os espantéis!Releed mis palabras en mi Evangelio, y en vez de afligiros, gozaos cuando tengáis algo que sufrir... ¡Tened confianza! Yo he vencido al mundo, he triunfado del mundo y de la muerte, y os haré triunfar también conmigo si sois fieles, y os daré el premio de vuestra victoria y vuestro corazón se llenará de un grande gozo proporcionado a vuestras zozobras. Necesito obrar así con vosotros porque en una falsa paz os dormiríais y, mientras todos los demás se agitan en el desorden y en la tribulación, vosotros confiaríais en vosotros mismos y nada os sería tan funesto. En la prueba formo mis santos. Poned vuestra confianza en Mí.

Cómo hemos de orar.

Hubieran algunos deseado una oración en la que se hiciese resaltar lo que por mi Corazón han hecho y por mi Amor Misericordioso. Diles que la más bella oración, la que toca mi Corazón en lo más íntimo, es la que en mi Evangelio habéis oído salir de labios de aquellos sobre quienes se derramó mi Amor Misericordioso: “Señor, tened piedad de mí, porque soy un gran pecador”. Guardaos de orar como el Fariseo... La menor preferencia de sí mismo respecto de los otros, la complacencia en el bien que se ha podido hacer, es una mancha, un obstáculo que impide la efusión de mi gracia y mis divinas mociones.

Almas tengo verdaderamente humildes, y éstas son las que atraerán mis gracias... Ciertamente, he tenido y tengo todavía admirables víctimas que se inmolan por Mí; pero manteneos humildes, no juzguéis a nadie, a nadie condenéis, no discutáis lo que no entendéis, no sembréis el mundo de propios juicios y pareceres; estas cosas serían sumamente perjudiciales y estorbarían por completo mi gracia. Velad sobre vuestras conductas; orad... orad sin interrupción, con la misma oración que Yo os he enseñado, en la cual se comprende todo; y si no os satisface, es porque no la habéis comprendido.
En cualquier necesidad, acudid al Padrenuestro, saludad e invocad a la Virgen con el Ave María, y añadid el Gloria Patri, que enaltece mi gloria santa. Después servíos de mis palabras para orar... Me agrada veros explotar así mis dones.

Acordaos, sobre todo, de que siempre es hora de hacer triunfar mi Amor Misericordioso. Que este amor viva y reine en vuestras almas. Creed en este amor, y para recibir sus efectos, manteneos humildes y pequeños en mi presencia, sin lo cual no podréis tener parte en los bienes de mi Amor Misericordioso, que no es más que para los pobres e indigentes. Los pobres serán colmados de mis bienes, y los ricos tornarán privados de todo, con las manos vacías: tanto me satisface la humildad del corazón. He aquí una doctrina que no acabáis de entender: quisiérais tener mucho, sentiros ricos, nadando en la abundancia y complaciéndoos en ello. Lo mismo digo cuando se trata del abandonop a Mi voluntad: lo hacéis con relativa facilidad siempre que no os falte alguna persona en que apoyaros; pero no es esto lo que me honra y me glorifica, sino más bien que pongáis sólo en Mí y en María Santísima vuestra esperanza cuando todo en torno vuestro parece que se derrumba. Quiero que en estos momentos se me ruegue mucho por vuestra Patria. Quiero la unión... Haré que en esta casa se ruegue mucho, a fin de que Yo sea glorificado por vuestras disposiciones interiores y por todo lo que pretendo hacer en esta nación.

Humildad y confianza.

Sedme fieles y confiad en Mí; no os abandonaré, y siempre se recordará la buena acogida que entre vosotros he tenido y lo que por mi gloria habéis trabajado. No lo olvidaré jamás y será siempre vuestro mejor timbre de gloria.

Quiero sentar mis reales sobre la humildad: cunde hoy por todas partes una especie de vanagloria que Yo quiero en verdad destruir, para que todos conozcan que sólo de mi Bondad proviene la salvación, que soy vuestro Salvador. Si obrase de otro modo, no reconoceríais mis beneficios. Os amo infinitamente: soy el único Salvador de los individuos, como de las naciones y de las sociedades, y siempre habrá que decir que sois la obra de mi amor y de mi gran misericordia.

Tened confianza, os repito, a pesar de todo. Aun cuando el Universo entero pareciese bambolearse, ahí estoy Yo, que soy el Salvador: no perdáis la paz de vuestras almas. Acordaos de lo que en mi Evangelio tengo dicho: “Venid a Mí todos los que trabajáis y estáis cargados, que Yo os aliviaré”. Con vosotros estoy hasta la consumación de los siglos, con tal que permanezcáis conmigo en caridad. La caridad, he ahí el mandamiento supremo de mi santa Ley.

Vuestro verdadero Rey soy Yo; Rey que no cambia, Rey que nadie podrá destronar. Veréis a todos vacilar, mas el Rey eterno permanece; vencerá, y los que Él se ha esvogido y le permanezcan fieles, reinarán con Él en su Reino, que nada tiene de común con estos reinos perecederos, que pasan, como pasan los hombres. Sé lo que hago, y lo que digo es verdad. Guardaos de interpretar esto a vuestro modo, antes de tiempó; día vendrá en que todo lo comprenderéis con mi luz, y de ahí sacaréis nuevas fuerzas y divinos alientos. Lo que ahora conviene es afianzaros en la fe en mi omnipotencia y en la confianza en mi bondad; y esto con humildad sincera, ejercitando constantemente, interior y exteriormente, la misericordiosa caridad. Orad por vuestros enemigos; perdonadles, amadles, deseando su bien; anhelad ardientemente la salud de sus almas, sobreponiéndola a vuestros particulares intereses.

En estos días, los que son míos, me glorifican; sin esos peligros, sin estas revueltas, no vendrían a mis brazos, desnudos de otra esperanza y de otro amparo que no sea el mío, y así ejecutan actos que jamás hubieran hecho ni tenido ocasión de hacer. Confiad, os amo, y en mi Evangelio os tengo dicho que el Padre vela por vosotros con paternal solicitud. Ese Padre soberano que viste con magnificencia los lirios del campo y da de comer a los pajarillos del cielo, ¡cuánto más se cuidará de vosotros para daros lo que necesitéis y libraros de los lazos de vuestros enemigos! Dad a Dios la alegría de vuestra confianza, clamad a su Amor Misericordioso. Jamás podréis apreciar en esta vida lo que un acto de fe y de confianza vale en el cielo. No en vano he venido a vosotros y he encontrado tan buena acogida en vuestro seno; fue para abrir vuestras almas a la confianza. No desfallezcáis: en medio de vosotros estoy y permaneceré siempre.

Alegría santa. - Virtud en la prueba.

Muchas veces lo he dicho y lo vuielvo a repetir: un acto de virtud vale más que todo. Tengo mis medios de despertar las almas y de santificarlas en la fe... Alegraos de todo cuanto hago, en vez de entristeceros en presencia de los acontecimientos por mí permitidos. Que vuestro cuidado no sea otro que producir actos de virtud, de fe, de confianza, de humildad, de caridad, de acatamiento a mis secretas disposiciones.

Os digo más: alegraos en Mí, como en otro tiempo dije a mis apóstoles. Hay quien piensa que el Evangelio ya no es de estos tiempos y que su doctrina fue buena tan sólo para épocas pasadas. Nada más falso: lo que a mis apóstoles dije entonces, es doctrina de todos los tiempos. Aplicad bien esa doctrina a vuestras almas según las necesidades en que os halláis. Ahí está el secreto de los que dirigen las almas: su empeño no debe ser otro que nutrirlas con mis máximas y enseñarles la manera de formarse al calor de mis doctrinas. Esto es andar en mi presencia, sin querer precederme, pendientes en todo de mi voluntad y usando conscientemente de mis dones. Haced valer los dones de Dios... explotad mis dones; comprended bien la hora presente y explotad el don de mi Amor Misericordioso. ¡Cuántos actos de fe y confianza os moverá a hacer este conocimiento, cuántos actos de caridad y de humildad, sin los cuales vuestra conducta vendría a cargar más el platillo de la balanza en que pesan los crímenes de los impíos!

Ya recordaréis lo que dije a Abraham sobre Sodoma y Gomorra... Sed vosotros de aquellos diez justos que bastaban para detener las iras del cielo y salvar las corrompidas ciudades. De todo me sirvo para despertar a las almas y hacer que produzcan mayores frutos. Hay gentes que no se santifican si no es con el fuego de las tribulaciones, y yo las permito para que por este medio se tornen a Mí. Cierto que algunos flaquean, pero los buenos se afirman y, por los que se apartan, vendrán otros muchos, más humildes, más decididos, que serán como columnas para sostener a sus hermanos. No temáis; orad, orad por vosotros y por las almas... No dejéis la oración; orad con fe, con una gran confianza de que obtendréis lo que pedís; si sabéis hacerlo con humildad y caridad, tened por cierto que obtendréis cuanto pidáis, si ha de ser para gloria mía y bien de vuestras almas. ¿Qué más podéis desear? ¿No es este vuestro único anhelo? Lo que generalmente os turba es el apego de la propia voluntad a un bien particular que en aquel momento os parece necesario; mas Yo quisiera que, por encima de todo, pongáis en Mí vuestra confianza, independientemente de cuanto sucede en la tierra.

Esto no quiere decir que os crucéis de brazos y no pongáis los medios humanos que la santa prudencia dicta; mas también en estos casos, orad mucho; no déis un paso sin la oración, y entonces y siempre poned la confianza en Mí y no en la marcha de los acontecimientos. ¿No soy Yo el que impero sobre la mar y los vientos y tengo al universo entero bajo mis pies? ¿No soy Yo quien os ha crado a todos, Señor de cielos y tierra, que presido los destinos de las naciones? A vosotros, los que teméis y tembláis, repito ahora las palabras que dije en otra ocasión: “Hombres de poca fe, ¿por qué teméis?”. Creed en el poder de mi Amor Misericordioso para todos los que le invocan, y uníos al llamamiento y al clamor que por vosotros hacen vuestros hermanos en el cielo.

No me cansaré de repetiroslo: en Mí, más que en todos los medios humanos, debéis confiar. Aprovechad las presentes circunstancias para lanzar un nuevo llamamiento de renovación de espíritu, de fervor, de oración, de sacrifici, según los respectivos deberes de estado y las reglas de cada uno. Haced un llamamiento a las almas contemplativas, para que no se duerman en la observancia, sino que sean como otro Moisés, levantando las manos al cielo desde el monte, mientras los que están en el valle toman contra sí mismos las armas de la penitencia: esa será la garantía mejor de vuestra victoria.

Obrad de modo que cuando Yo mire a la tierra, encuentre en ella los justos que mi amor desea, humildes, pobres, obedientes, mortificados, caritativos, fiados de mi bondad, intercesores por la humanidad culpable, y revestidos de mi caridad.

La Ofrenda. - Los frutos de la prueba.

Redoblad la devoción a la Ofrenda; que se eleve incesantemente de millares de pechos en todas las partes de vuestro suelo. Tales son vuestras armas y vuestro poderoso escudo. ¡Dichoso el que me comprenda y secunde mis designios misericordiosos! La prueba actual es para vosotros una gracia inmensa. Las almas volverán a Mí con más ahínco, comprenderán mejor la necesidad que tienen de no apoyarse sino en Mí. Los buenos se harán mejores, y despertaré a los que yacían dormidos contentándose con disfrutar de vuestros trabajos. ¿De donde puede veniros la salvación sino de vuestro Salvador? Uníos para clamar al Amor Misericordioso; imploradlo por mediación de María y por mi Teresita2 para que triunféis, ante todo de vosotros mismos, de la corrupción que lleváis dentro... el orgullo, el espíritu de independencia y el deseo de goces perecederos... Las pruebas humillan, os obligan a reconocer ante Mí vuestra pequeñez, impotencia e ignorancia, y no es pequeño tesoro de las almas perder el apoyo en sí mismas y en sus propios medios y ponerlo en Dios. Las pruebas fijan en el cielo los corazones; con ellas se hace más sensible la necesidad de recurrir a Mí, de consultar para hacer lo que es mi voluntad, con lo cual el abandono es más sobrenatural, más meritorio y más perfecto. Las pruebas por Mí permitidas os mantienen en el espíritu de sacrificio, os enseñan a anteponer a todo mi santa voluntad, el bien común al bien personal; a dejar vuestras cosas por atender a las del prójimo; a consolar a los que temen y lloran; tomando fuerzas de Mí, que soy fuente de fortaleza, sintiendo más honda necesidad de los santos sacramentos.

En verdad os digo: estos tiempos de tribulación son ya de por sí un gran bien para vuestras almas; si sabéis serme fieles y me dais lo que quiero y espero, no tendré que exigiros más. Tan solo una cosa debéis temer en estos días de confusión: no la táctica y los planes de los enemigos, sino vuestro propio egoísmo, que impediría que hiciéseis por Mí y por vuestra patria lo que de vosotros espero. A vosotros, sacerdotes y religiosos míos, a vosotros mis fieles predilectos, mis escogidos, confío en esta hora la salud de la patria. Mi gloria es hacer bien, mas quiero que se me pida; venid a Mí y mostros como deseo, repetid constantemente la Ofrenda... pero la ofrenda práctica sobre todo, que es la que más pesa en mi presencia.

Enseñadla a las almas; que se unan a Mí en cuantos actos producen, para que los pueda Yo revestir con el valor de los míos y puedan obrar según el modelo que les he dado en Mí mismo.

¡Qué vidas tan llenas serían estas, aun sin descubrir al exterior nada raro ni extraordinario! A religiosos y religiosas diles que la mejor mortificación que Yo les pido es la perfecta observancia de sus Reglas; el silencio, la obediencia, la caridad, la pobreza... Que traten de suprimir las dispensas innecesarias cuando la obediencia no se las impone. Si esto hacéis y contribuís a que los demás hagan otro tanto, mucho habéis hecho, y, si las almas responden, mis fines se verán realizados.

Confianza en Dios. - Jesús no nos abandona.

¡Velad, orad, confiad!... confiad en Mí, solamente en Mí. A cada cual doy la gracia según las necesidades del momento, y en cada caso mi ayuda es proporcionada a las dificultades que se presentan. No os espantéis, pues, si de antemano no os sentís tan fuertes como desearíais para una dificultad futura que os imagináis; dicho os tengo que aún cuando tuviéreis que aparecer ante los tribunales, no tenéis que pensar lo que habéis de decir; sino entregaros a mi Espíritu Santo que pondrá palabras en vuestros labios. Así es para todo; si cumplís fielmente mi Voluntad en cada momento, Yo permaneceré con vosotros y jamás os abandonaré. “Basta a cada día su malicia”, lo he dicho y lo repito. ¡Nada os turbe! ¡Nada os inquiete! Esto sólo es ya una victoria, un acto de fe en mis palabras. De esta manera seré glorificado en vosotros.

Mi paz os dejo, mi alegría, mi amor y mi confianza. ¡Bebed en Mí constantemente! ¡Creed en Mí! ¡Jamás os abandonaré!

P. M. SULAMITIS.


1Varias personas deseaban se pidiese a P. M. Sulamitis una oración al Amor Misericordioso, compuesto por ella misma, para rogar por España en las actuales circunstancias. Mas antes de que se le hiciese tal petición, sin que ella tuviese noticia humana ninguna de los acontecimientos aquí desarrollados últimamente, el Amor Misericordioso se dignó enviarnos por su pequeña mano el presente MENSAJE, con indicación de las oracions que le será grato empleemos para implorar su misericordia en favor de nuestra querida patria. Téngase en vuenta para entender ciertas expresiones, que P. M. Sulamitis no es española ni reside en España.

2De Lisieux.

domingo, 26 de febrero de 2017

Enseñanzas del Amor Misericordioso: "¡Sed buenos!"


SED BUENOS
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         Oh vosotros, los que os sentís muy tentados, aun delante de un Crucifijo, y aun después de la santísima Comunión, de replegaros, bajo pretexto de que el mundo es malo y abusa de vuestra bondad; escuchad a Jesús y oíd lo que ahí adentro desde el fondo del corazón os dice:

         La humanidad sufre desde el primer pecado… No os admiréis: el sufrimiento es el castigo del pecado. Por eso gemís suspirando por la libertad… Aspiráis a la felicidad. El hombre fue creado para el goce… el sufrimiento vino como contrapeso… y Yo he venido para devolveros esa dicha por la cual suspira vuestra alma… El reino de Dios es paz y gozo en el Espíritu Santo… paz y gozo en la justicia según la verdad.

         Interrogad a los que viven en conformidad con mis máximas… no digo de aquellos que sólo son cristianos de nombre –o de los que hacen consistir la religión en ciertas prácticas de piedad, como la asistencia a ciertas ceremonias de la Iglesia– sino de los que viven prácticamente en mis enseñanzas, y veréis que paz tan profunda, que alegría serena se encuentra en el fondo de esas almas en las cuales reina la justicia y que todo lo ven en la verdad… aun en el sufrimiento que pudiera abrumarlas algunas veces… Mi Religión está toda llena de vigor y sostiene por la esperanza… una esperanza fundada en la verdad que no engaña.

         Mirad también la rectitud que se encuentra en esas almas que prefieren sacrificarlo todo antes que faltar a la lealtad, a su deber, a la caridad… ¡Cuán apaciblemente se descansa cerca de tales almas! ¡Cómo se dilata, se expansiona el corazón, parece perder su egoísmo o al sentir nuevas vibraciones… la sed de dar a su vez lo que recibe… y comunicar la bondad!...

Hacerse apóstoles de la bondad por el ejemplo y la oración.

         ¡Sólo Dios es bueno! Os lo he dicho, y por la bondad es como se volverá a ganar el mundo… ¡por este raudal que brota del corazón de Dios!

         En la hora presente hay que buscar muchos apóstoles de la bondad… Es una forma de la caridad… una expresión del Amor Misericordioso… o más bien, es la irradiación de la bondad divina sobre la miseria.

         ¡Sed buenos! ¡Sed buenos! Amaos los unos a los otros… como se aman los hermanos entre sí, hijos de un mismo Padre que es el Dios de la bondad. ¿Habéis notado esta cualidad, este carácter de vuestro Padre, que expresáis al llamarle?...

         Tomad la santa costumbre de no pronunciar estas palabras de cualquier manera, maquinalmente; sino de modo que os recuerden que Yo soy todo bondad y que también quiero que vosotros seáis buenos…

         Al rezar el Padre nuestro pedís: ¡Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo!... Mi voluntad es que os améis, que os ayudéis, que seáis buenos los unos para con los otros como Yo lo soy para todos. Ved si hay algo en el mundo que os haga tanto bien como la bondad… La bondad suplica el don… ¡Ah! Si todos los que estáis en estado de gracia tuvieseis conciencia de vuestro privilegio, si creyerais vivamente que poseéis dentro de vosotros mismos a Dios… al Dios bueno… ¡cuánto quisierais que vuestros hermanos participaran de vuestra dicha y vivierais dejando desbordar a vuestra vez la bondad de Aquel que vive en vosotros y que por vosotros quiere expansionarse!

         Sed buenos: me dirijo a todos; al anciano y al niño, al señor y al siervo… al patrón y al empleado… al intelectual y al obrero… al enfermo y al trabajador…. ¡Sed buenos! ¡Sed buenos! Que todos los que lean estos dilaten sus almas y hagan una aspiración para que los otros que lo lean comprendan la eficacia del apostolado de la bondad… la necesidad que experimentan los que los rodean de encontrar un poco de bondad.

         No habría tantos de esos pobres corazones ulcerados que nadie piensa en curar, ni tantos de esos caracteres agriados que se creen carga para sí y para los demás… ¿Quién querrá sacrificarse para aliviar los males de la sociedad?... La verdadera caridad es una obra muy grande que puede emprenderse por todos, y que será tanto más fecunda y fecundada por la gracia cuanto mayor sea el amor con que se emprende.

         Procurémoslo… seamos buenos un día… comencemos de nuevo al siguiente… procuremos ser aún mejores… supliquemos… olvidémonos… sacrifiquémonos por los otros… tratemos de darles gusto, de aliviarles… tengamos en los labios una amable sonrisa. Que nuestra mirada sea límpida y serena, dulce y humilde… modesta… Que el tono de nuestra voz, nuestros modales, revelen la bondad… y la paz se derramará en nuestra alma y en la de los demás… ¡Seamos buenos por lo menos hoy! ¡Buenos para asemejarnos a Jesucristo y a nuestro Padre celestial que es tan bueno!...

         Quisiera que fueseis a la manera de los ángeles a llevar por todas partes la alegría y la paz. Aquí abajo pasé Yo haciendo bien, consolando a las almas que sufrían; y por vuestro medio quisiera seguir haciendo bien. No se piensa bastante en el apostolado de la dilatación de las almas en el Espíritu Santo. No os ocupáis sino de lo que cae bajo de los sentidos… ¡Si supieseis la feliz influencia que ejerce un alma que está en caridad! Amigos míos, sed ante todo sembradores de paz y gozo en el Espíritu Santo. Y para ello manteneos unidos a Él bajo su acción fecunda… y orad para que obre, ilumine, caldee… ¡pero Él mismo!

         No comáis vuestro pan en la ociosidad, salvad a vuestros hermanos, olvidándoos en Mí, para consagraros al divino apostolado de la caridad.

         Soy el Dios bueno. Obro el bien. Vosotros sois los que causáis el desorden poniendo en vosotros y por vosotros obstáculos a las efusiones del bien, a los efectos, al desarrollo de la gracia en vuestras almas. Un cristiano verdadero es un sembrador del bien. Lleva en sí y a todas partes el Principio de la gracia, la derrama en todos. Se le reconoce por la unción que exhalan sus palabras y sus acciones. Ayudad a las almas a creer, a vivir de verdad. Ayudaos unos a otros. Que vuestras palabras sean santas como conviene a los elegidos, a los hijos de Dios.

         Excitaos mutuamente a amar cada vez más, a bendecir al Padre por sus beneficios y sus dones. Comunicaos mutuamente la luz. ¿Alguno de vosotros está triste, abrumado bajo la tentación? Que el que está en la luz le dilate el corazón y reavive suavemente hacia vuestros hermanos y les enseñaréis a hacer lo que se hace en el cielo… ¡Cuán bueno es a los hermanos alabar al unísono y con un mismo corazón a un Padre bondadoso, no deseando sino complacerle, obedecerle y hacer fructificar sus dones!

         “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado: ese es mi mandamiento. Por esta señal se conocerá que sois mis discípulos”. ¡que sois los míos!

P. M. SULAMITIS.

         (Enseñanzas del Amor Misericordioso).

lunes, 19 de septiembre de 2016

"Las intenciones de Jesús"



Las intenciones de Jesús
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            El renunciar uno a sus intenciones para tomar las de Jesús, es procurar:

              A Dios, mayor gloria y gozo,

              A nosotros, más mérito y seguridad,

            A cada uno de los que quisiéramos encomendarle, mayor abundancia de gracias y bendiciones.

            A primera vista, ciertas personas temen sacrificar sus intenciones particulares, tomando las de Jesús. Ignoran que lejos de perder, ganarán mucho en el cambio, pues:
            
           1º Sus intenciones particulares están comprendidas en las de Él, que contienen las de todos los elegidos y todo el bien que pueda haber en la tierra.
            
           Si las intenciones de estas personas no estuvieran comprendidas en las de Jesús, es que no serían buenas; pues por poco bien que en ellas haya, sea de orden natural o espiritual, Jesús lo quiere. ¿No lo prueba Él a cada instante, por el cuidado amoroso de su Providencia en los más pequeños detalles de la vida?

            Si la caída de un cabello de nuestra cabeza, debe servir al bien de nuestra alma, y por lo tanto a su gloria, Él la quiere; y esta caída está en sus intenciones; puede ser objeto de su oración.

            Así mismo, si tenemos por intención el bien de nuestros padres, de nuestros amigos, ¿no los ama Jesús mucho más que los podamos amar nosotros, y como se trata de su bien, no lo desea Él mucho más aún que nosotros?

            2º Además, al tomar las intenciones de Jesús en lugar de nuestras intenciones personales, no sólo conservamos éstas, sino que las entendemos –por decirlo así– hasta lo infinito, las multiplicamos tanta veces como se multiplican en su simplicidad, las intenciones de Jesús; pues estando todas comprendidas en su gloria, comprenden a cada una de las criaturas y todas las necesidades de todas las criaturas, y todas las buenas intenciones de todas las criaturas; de ahí proviene que esa es la unión a Jesús y en Jesús, a todas las intenciones de los Santos que han existido desde el principio del mundo; la unión a María, a los Ángeles, a todos los Bienaventurados; pues Jesús abraza en sus intenciones todas las que Él ha inspirado y son obra del Espíritu Santo; por consiguiente, todas las peticiones que podamos hacer por el Padre Santo, los Sacerdotes, Religiosos, niños, agonizantes, personas tentadas, o por obras emprendidas por su gloria, todo está encerrado en sus propias intenciones.

            Decir: por las intenciones de Jesús, es decir: por todo lo que Jesús quiere y desea.

            ¿Quién no comprende que la ofrenda hecha a un bienhechor o a un amigo no le sea más agradable, si la pone enteramente a su disposición, que si le determina el uso que de ella debe hacer? – Así se demuestra más confianza y desinterés y por eso resulta mayor gloria, más goce para la persona por quien así se obra.

            Si uno de nosotros, teniendo a los suyos en la indigencia o experimentando cualquier deseo, sacrificara todo, hasta la misma posibilidad de aliviar a los suyos, para hacer una ofrenda a su amigo, no para que este amigo tuviera la satisfacción de socorrer por sí mismo a los nuestros, o satisfacer el deseo de nuestro corazón, sino por la única intención de agradarle, ¿creemos que este amigo, único objeto de nuestra fineza, se dejaría vencer en generosidad y no empezaría tomando como primera intención la que sacrificamos por él?

            ¿Y no hará lo mismo Jesús?

            Mandar celebrar el santo sacrificio de la Misa, ofrecer a Jesús por sus intenciones, es pues, como vemos, el motivo de amor más noble, más universal que pueda haber.

            Mas no nos contentemos de obrar así; para practicar la caridad cristiana, pongamos nuestros bienes en común y hagamos esta ofrenda, no sólo en nombre nuestro, sino en nombre de todas las criaturas, de suerte que toda criatura, aún la que no piense en ello, participe de este don – y que Jesús lo recibirá como si todas las criaturas lo hicieran por sí mismas, pues se hace en nombre de ellas. – ¡Qué gloria y que gozo para Jesús y para el Padre, para el Amor Misericordioso de su Corazón, recibir en este homenaje el de todos sus hijos! ¡Qué gozo para un padre, ver a sus hijos en estas disposiciones!

* * *

            Unión a las misas que se celebran actualmente en todo el mundo:

            ¡Oh Jesús, Sacerdote-Hostia, por María yo me ofrezco en Vos… tengo hambre de Vos... me uno a Vos!...
            ¡Oh Padre Celestial! Por el inmaculado Corazón de María, Os ofrezco a Jesús vuestro amado Hijo, y me ofrezco a mí mismo en Él, con Él y por amor de Él, a todas sus intenciones y en nombre de todas las criaturas.
P.M. SULAMITIS. 

martes, 16 de agosto de 2016

"En seguimiento de María"

 ¡A JESÚS POR MARÍA!


(Mensaje del Amor Misericordioso)

      "Y vosotras todas, almas elegidas que habéis oído aquel divino llamamiento: sígueme[1], acércate, entra en mi casa[2] conmigo… permanece en Mí y en mi amor[3]si la voluntad divina no os pide o exige la separación absoluta del mundo… mirad a María y aun estando en contacto con el mundo, no seáis del mundo[4]. Se puede ser del mundo y no ser del mundo, cualquiera que sea vuestro régimen de vida. Son del mundo las almas que tienen su espíritu y siguen sus máximas…, y no son del mundo las que desprecian sus máximas y siguen las de Jesucristo…"



[1] Matth. VIII, 22; XIX, 21; Marc. II, 14; X, 21; Luc. V, 27; XVIII, 22.
[2] Joan. I, 38-39.
[3] Joan. XV, 4, 9; I Joan. III, 24; IV, 16.
[4] Joan. XVII, 14-16.

jueves, 11 de agosto de 2016

"Preces del Amor Misericordioso por la Iglesia y por la Patria"


Preces del Amor Misericordioso por la Iglesia y por la Patria

que pueden ser rezadas después del santo Rosario



¡YO SOY EL AMOR MISERICORDIOSO!


"Quiero que en estos momentos se rece mucho por vuestra Patria. Quiero la unión... Yo os amo ¡Creed en Mí! ¡Jamás os abandonaré! 
¡Redoblad la devoción a la OFRENDA... vuestra arma y poderoso escudo!"


¡Sagrado Corazón de Jesús, salvad a nuestra Nación!

* * *

Oremos por la Iglesia y por la Patria

Padre Nuestro - Ave María - Gloria.



Ofrenda al Amor Misericordioso

“Padre Santo, por el Corazón Inmaculado de María, os ofrezco a Jesús, Vuestro Hijo muy amado, y me ofrezco a mí mismo en Él, por Él, y con Él, a todas sus intenciones, y en nombre de todas las criaturas”.



Señor, ten piedad

Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Dios, Padre celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios, Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.
Dios, Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.
Trinidad Santa, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.

Señor, que dijiste: “cuanto pidiereis al Padre en mi nombre os lo concederá” [Io. 16, 23]: en tu nombre pedimos al Padre que nos conceda la santa libertad de la Iglesia para trabajar en la propia santificación y la salvación de las almas. Amén.

Señor, que dijiste: “pedid y recibiréis, buscad y hallaréis, llamad y os abrirán” [Mt. 7, 7]: pedimos que ilumines con tu divina luz a los que en tus manos tienen los destinos de nuestra Patria: buscamos tu amor acompañado de buenas obras; llamamos a las puertas de tu Amor Misericordioso para que se apiade de nuestras almas, de nuestras familias y de nuestra Patria. Amén.

Señor, que dijiste: “el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” [Mc. 13, 31]: concédenos por tu omnipotencia la estabilidad y prosperidad de la Religión en nuestra Nación, la libertad de las Órdenes religiosas, la paz de nuestro pueblo y la rectitud de sus gobernantes; si ha de ser todo para gloria tuya y bien de nuestras almas. Amén.
 


Oración a la Santísima Virgen. Acordaos

Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. Oh Madre de Dios, no despreciéis mis súplicas, antes bien escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.


Refugio de pecadores, ruega por nosotros.

Advertencia. - Estamos en la hora de la plegaria. En varias parroquias e iglesias se adora a Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar. Ofrécete para hacer siquiera semanalmente media hora de adoración por las necesidades de la Iglesia, de tu Patria, y del mundo entero, sin omitir la Misa y Comunión diaria. Esto, practicado con amor y perseverancia, nos merecerá una especialísima protección del Amor Misericordioso, Cristo Jesús.

P. M. SULAMITIS.

domingo, 7 de agosto de 2016

"La Obra del Amor Misericordioso"

El "Cuadro del Papa", presentado a S.S. Pío XI con motivo de sus bodas de oro sacerdotales.
    "Quiero una Asociación del Amor Misericordioso para corresponder a mi plan divino y satisfacer los deseos de mi Corazón".

    "Yo quisiera pequeños grupos que se extiendan poco a poco, esto será la Obra del Amor Misericordioso…"

(Nuestro Señor a sor Mª Teresa Desandais (P. M. Sulamitis), 29 de Enero de 1919).


     "Quiere que se haga con firmeza… Quiere el reino de la Caridad”

(Palabras de sor Mª Teresa Desandais).

* * *

¿Qué es la Obra del Amor Misericordioso?

     Esta Asociación no tiene más Centro que el Corazón de Jesús.

     El Registro donde están inscritos los nombres, es el mismo Sagrado Corazón.

     El Director, es el Espíritu Santo, que con la cooperación de la Santísima Virgen, transformará las almas poco a poco para hacerlas vivir de la Caridad Evangélica (Amor y Misericordia) que es la vida misma del Corazón de Jesús.


(Extracto de "Los amigos de Jesús").


* * *
La Obra del Amor Misericordioso, es un gran regalo de la diestra del Excelso, que no ha sido abreviada a pesar de nuestras ingratitudes, es la que salvará a España, salvará al mundo entero. Él nos dice:
Confiad en Mi; no os abandonaré; tened confianza, os lo repito, a pesar de todo; aunque el universo entero pareciese bambolearse, ahí estoy Yo, que soy el Salvador, no perdáis la paz de vuestras almas; venid a Mi todos, yo os aliviaré, con vosotros estoy hasta la consumación de los siglos con tal de que permanezcáis conmigo en Caridad. La Caridad, he ahí el Mandamiento supremo de mi santa ley.
"A grandes males grandes remedios", dicen, y en verdad grande debe ser el remedio que se oponga a tan inmenso como es el mal que ahora nos aflige. El remedio supremo, eficaz, inmejorable, insustituible, es Jesús, Jesús más conocido, amado, mejor imitado, intensamente vivido, esta es la devoción y la obra del Amor Misericordioso, es el mismo Corazón de Jesús bien comprendido, su devoción mejor interpretada y aun completada y perfeccionada.
Santa Teresita del Niño Jesús se ofreció como víctima bajo este dulce nombre de Amor Misericordioso; y que esto sea muy del agrado divino lo muestra el hecho sorprendente de la gloriosa glorificación que Dios otorgó a la Santa. Ella, formada delicadamente por el Espíritu Santo en la escuela del Amor y de la confianza, es la que recibió el encargo de mostrar a las almas el camino de la sencillez evangélica y la infancia espiritual, que nos llevase a creer y a corresponder a las tiernas efusiones del Amor Misericordioso del Corazón de Jesús; ¿no es ella acaso la primera víctima del holocausto al Amor Misericordioso? 

          Bien se la podría llamar la precursora de esta obra, como lo es también en pos de ella Sor Benigna Consolata, Religiosa Salesa, de la que el mismo Jesús ha manifestado que la había escogido para abrir el camino de su Amor Misericordioso después de Santa Teresita, y la llamó su secretaria.
Pero ni Santa Teresita ni Sor Benigna Consolata habían recibido la misión de extender esta devoción, como la recibió P. M. Sulamitis, alma privilegiada, escogida por el mismo Jesús. Esta hermosa obra empezó a propagarse en Francia, lugar donde reside esta bendita alma, bajo la dirección del Padre Juan Arintero OP.
P. M. Sulamitis es un seudónimo que encubre el verdadero nombre de esta devota alma, escogida de Dios. Ella es la voz del que clama en el desierto, como la de un nuevo precursor, por la cual Dios nos llama, nos invita, nos amonesta; es la voz de un alma enamorada y pequeñita mano de la que Dios quiere servirse para recordarnos sus preceptos y su Amor; la eterna historia y el perenne esfuerzo de Jesús que los hombres conozcan su amor. Para informar nuestras almas en este espíritu e inflamarlas en el celo de esta cruzada evangélica, nada tan a propósito como las obritas y folletos, ya numerosos de esta alma piadosa que escribe a religiosos, sacerdotes, padres de familia, jóvenes y toda suerte de personas de todos los estados y condiciones.
C. y C.

(De la revista “Acción Antoniana” de los Franciscanos de Valencia, septiembre de 1932, número 140, con licencia eclesiástica).