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lunes, 22 de enero de 2018

Mensaje del Amor Misericordioso: "A los católicos españoles" (tercera parte).


A LOS CATOLICOS ESPAÑOLES
(Tercera parte)

Yo os lo digo: vosotros que tenéis que padecer en este momento por mi Nombre y queréis permanecer fieles, regocijaos en el Señor. Yo sé sacar mi gloria de vuestros sufrimientos y de esta persecución.

Veo vibrar vuestras almas y en el Libro de la vida anoto vuestros deseos, vuestras oraciones, vuestras angustias y todos vuestros trabajos. Los que me son fieles adquieren en esta misma hora méritos y se preparan una recompensa eterna... que permanecerá; en cambio pasarán el cielo y la tierra, quiero decir, lo que es perecedero y cuya vista os impresiona en estos instantes.

Si el enemigo pone todo en juego para destruir la religión de Cristo, vuestro Señor y vuestro Dios, Yo quiero servirme hasta de sus esfuerzos para provocaros a un movimiento más generoso, más fundamental, más sobrenatural; para afirmaros en la verdad y haceros producir actos de virtudes cristianas que de otro modo no me hubierais ofrecido. Os lo repito, ésta es más que nunca la hora de vivir de fe, de confianza y de caridad... Pero no al modo de aquellos que no viven más que de lo aparente, del sentimiento; os quiero vigorosamente penetrados de estas virtudes cristianas, que deben ser el sello de vuestras vidas, sello de mis verdaderos fieles.

Esta es para vosotros la hora de la prueba. ¡Dichosos los que me permanezcan fieles, y no cesan de afianzar su fe en Cristo Rey, Rey de reyes y Señor de señores, Dueño Soberano del Universo... cuyo representante sobre la tierra, y órgano viviente para transmitir la expresión de la divina voluntad, para restablecer todas las almas en la unidad y hacerlas vivir de la verdadera y sobrenatural caridad... es mi Papa, mi Vicario!

Aún cuando el Universo entero se desquiciase, nada os haga perder la fe en Mí... Acordaos de mi vida mortal... de las pruebas de mis Apóstoles y de las mías... Yo he querido sufrir por vosotros la contradicción... para daros aliento y serviros de modelo. Y he dicho: "No ha de ser el discípulo más que su Maestro..." El discípulo halla su alegría y su gloria en ser tratado como el Maestro, y también en emplearse cuanto puede en la gloria de su Nombre.

¡Oh vosotros, que habéis sido escogidos por Mí y prevenidos con mi gracia por el don de la fe! Esta es la hora de dar testimonio de Mí, de permanecer fieles y manifestar vuestra confianza, afirmándoos en Mí por encima de todas las apariencias. Que esta confianza, teniendo su base y su apoyo en Mí, Señor Omnipotente e infinitamente bueno, Sabiduría infinita... permanezca firme a pesar de todos los acontecimientos y obstáculos que se levanten por todas horas ante vosotros.

En verdad os digo, ésta es la hora de mi gloria, por vuestros homenajes íntimos y voluntarios, y por todo cuanto hagáis para darme testimonio de vuestra fidelidad. A vosotros toca emprender esta cruzada de caridad, haciendo resplandecer en torno vuestro las virtudes evangélicas, la bondad... Sed firmes y mansos... bondadosos y fuertes... generosos y delicados... misericordiosos y mortificados... Sed humildes... sed prudentes... sed dulces... Ved el ejemplo de este gran Patriarca (San José) que mi Iglesia evoca en estos días. El os ha dado luz sobre lo que debéis ser y lo que Yo espero... No hagáis frente a los malos; si os echan de una ciudad, id a otra parte.

Quieren quitar mi imagen de los sitios públicos... mas ¿quien os impedirá hacer de ella vuestro trofeo y marcar con mi sello vuestras personas? ¿No debe ser motivo para rendirme tanto más vuestros homenajes, en vuestros corazones y en vuestros hogares?... De esto mismo quisiera Yo valerme para poner en singular honor mi Crucifijo... mi Evangelio , mi Hostia, dones de mi Corazón... ¡Ayudadme!... por vosotros puedo y quiero hacerlo... Yo me digno servirme de los hombres sobre la tierra; y precisamente cuando algunos intentan hacerme desaparecer, es cuando los míos deben unirse por la gloria de mi Nombre; y he ahí la verdadera reparación que mi amor reclama... ¿No os sentís íntimamente inducidos a ello?... Que cada alma se renueve en este espíritu de reparación y procure con empeño colocarme honrosamente sobre el trono de mi Amor Misericordioso. Tanto más propia es la hora, cuanto que se aproxima el centenario de la manifestación más prodigiosa de mi amor... (1933, Año Santo de la Redención).

Celebráis los aniversarios de los grandes hombres, de los acontecimientos notables... ¿y dejaréis en la sombra el de la muerte de vuestro Salvador... del rescate del mundo... de la Institución de mi Eucaristía... de la proclamación de mi mandamiento de amor... de las ignominias del Calvario?... ¿No quisierais en esa hora darme alguna reparación?...

Yo os tenía presentes cuando exclamaba: "¡Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen!..." y en vuestro nombre lo decía: "Uníos, pues, a Mí. No os contentéis con indignaros, ¡mis buenos!..., sino orad... amad a vuestros enemigos... atraedles la gracia... pedid su conversión... Sed humildes y caritativos; ¡de ese modo arrebataréis mi Corazón!... Sed obedientes; ¡la obediencia es la que alcanza las victorias!...

¡Amadme!... Haced vibrar vuestras almas como deben, para consolarme, para desagraviarme, tratando de devolverme en amor y testimonio de fidelidad lo que ellos me quieren arrebatar... La lucha que os pido no es una lucha sangrienta: no opongáis el mal al mal, sino el bien al mal... Uníos en estos homenajes de reparación, haceos fuertes por los ejemplos... y sea vuestro mayor empeño dar testimonio con vuestro afecto de una adhesión más fuerte e inviolable. En el cielo nos regocijaremos juntos de estas horas que habéis vivido en el sufrimiento y de los actos de virtudes, de reparación, que os he dado ocasión de producir para mi gloria... Y en lugar de ser dulcemente arrullados en la práctica de mi santa religión, os consideraré como a confesores míos, por haber dado testimonio de Mí y haber trabajado eficazmente por la gloria de mi Nombre. 

Si permito que quieran hacerme desaparecer, es para que no os avergoncéis de afirmar que sois míos; que mi Cruz sea vuestra gloria y que haga vibrar vuestras almas con más ardiente amor de gratitud, de confianza y de deseo de permanecer fieles y de imitarme en mi misericordiosa caridad. 

Tened confianza, Yo he vencido al mundo, y de nuevo le venceré con vosotros y por vosotros... Sedme muy fieles: ahí está mi gloria en vosotros y por vosotros... Quiero marcaros con mi sello, y este sello es el de la fe, la confianza y el amor... Mi sello es la Cruz sobre vuestras frentes, sobre vuestros labios, sobre vuestros corazones... es decir, la fe reinando en vuestra inteligencia, y dándome su testimonio por vuestros labios... por vuestras palabras de confianza y de verdad, y por la superabundante caridad, practicada como os la he enseñado, no solamente para con los que os hacen bien y os aman, sino para los pecadores que queréis atraerme. No os pido que alentéis el mal, sino que venzáis el mal con el bien... No podéis impedir que mis enemigos ejecuten sus ignominias, ni detenerlos en sus funestos proyectos; ni Yo mismo lo he hecho; pero podéis procurarme tanto mayor amor, cuanto más odio recibo... podéis rendirme tanto mayores homenajes sobre mi Cruz, cuanto mayores insultos recibo en ella... podéis practicar tanto mejor las lecciones de mi Evangelio, cuanto más quieren hacerlas olvidar y desaparecer, cuanto más y más las desprecien... podéis uniros más frecuentemente y con mayor amor en mi Eucaristía, cuanto mayor ingratitud encuentro en ella y más ultrajes y profanaciones en ella recibo...

Yo quisiera una cruzada de reparación de fe, de confianza, de caridad... de humildad, de obediencia... Esta es la verdadera vida cristiana católica, que quisiera encontrar en vosotros...

No temas ¡rebañito mío!... Lo que en otro tiempo dije a mis discípulos, a vosotros lo repito también ahora; pero regocijaos en Mí y dad testimonio de Mí y homenaje de reparación.

...................................................................................................................................................................

UNION AL PAPA, mi representante sobre la tierra y Jefe visible de mi Iglesia; he ahí la seguridad de los miembros de mi Iglesia, su fuerza, y la salvaguardia para permanecer en la verdad y la caridad... ¿No véis que él no busca más que el bien de la Humanidad... la paz... la irradiación de la caridad?...

En cuanto a vosotros, hijos míos e hijos de mi Iglesia, permaneced en la unión y marchad con humildad y generosidad por el camino que os he trazado... Yo os haré triunfar de todos los obstáculos y estableceré mi reino en vuestras almas para extenderle desde allí a toda la sociedad... Por la conquista de los individuos, caminando en la verdad y la caridad, es como quiero reinar en el universo entero...

Pero ¡orad! Pedid unos para otros, hambre y sed de justicia y de verdad... Que el mal os cause cada día mayor disgusto y os mueva a volveros hacia Mí... 

Acordaos que sois ciudadanos del cielo y que vuestra vida aquí abajo es un viaje durante el cual podéis servirme y facturar vuestras obras para la eternidad. ¡Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos!

2 de marzo de 1932.


P. M. SULAMITIS

NIHIL OBSTAT
Fr. IGNATIUS M. REIGADA
Censor

DR. MAXIMO JURRAMENDI
Censor

IMPRIMASE
DR. J. FRANCISCO MORAN
Vic. Gen.

Madrid, 23 de marzo de 1932. 

jueves, 9 de noviembre de 2017

Mensaje del Amor Misericordioso: "A los católicos españoles" (segunda parte).


(Segunda parte)

La gloria de Dios y el bien de las almas. - Esta vida es tiempo de prueba. - Jesús ha sufrido más que nosotros. 

    Yo soy la Verdad... En Mí todo es perfecto... Soy también la Bondad infinita, y no hago ni permito cosa alguna que no sea para bien. No os inquietéis, no os turbéis: velad y orad. Todo lo he prometido a la oración y ninguna oración queda sin fruto; pero Yo os escucho de la manera que mejor responde a vuestras necesidades y más pueda aumentar vuestra eterna bienaventuranza en Mí, al mismo tiempo que me proporciona mayor gloria. Estas dos cosas son una sola en mis designios, porque no os he creado sino para mi gloria y para haceros participantes de mi divina felicidad.

Olvidáis a veces que el tiempo que estáis sobre la tierra es un tiempo de prueba, para haceros merecer el cielo. Cuando gozáis de todas las alegrías de la vida y, sin trabas ni dificultades, podéis practicar vuestra religión, sostenidos y alentados por los que están al frente de vosotros, indudablemente que tenéis mucho que agradecer y por qué bendecirme, porque eso es un gran bien, del cual muchos se aprovechan, y las almas débiles se sostienen y defienden con este socorro. Pero sucede también que algunos se dejan dominar por la rutina y, por conquistar vanas ventajas humanas, llegan aún a obrar en contra del bien verdadero. Y he aquí por qué en ciertas ocasiones, cuando he confortado a los míos con mis exhortaciones y mi presencia, obro con vosotros como hice con mis Apóstoles, y os hago pasar por el crisol de las pruebas y tribulaciones, para que me déis testimonio. Este, os repito, es el fin que mi amor divino se propone en las angustias y sufrimientos por que pasáis.

Sobrenaturalizad bien estos sufrimientos y, por encima de vuestras penas, miradme... pensad en Mí. ¡Si supiérais con qué ojos de amor os miro, sobre todo a los que por Mí padecéis en estos momentos, observando las menores vibraciones de vuestro corazón!... ¡Oh, qué poco conocen mi Corazón los que me consideran como un Señor severo, como un tirano!... Soy Padre infinitamente bueno, y ningún sufrimiento permito que os alcance, que no lo haya sufrido Yo antes, y en mucho mayor grado. Quisiera consolar a todos los que están por Mí en la tribulación; les estoy sosteniendo...

Todos los que al presente estáis unidos a mi Vicario en la tierra, regocijaos, porque también él sufre persecución por la justicia y lucha por la defensa de la verdad y la gloria de mi Nombre; y Yo estoy con él y vosotros también estáis con él en la unión de sufrimientos y oraciones...

Unión en el Corazón de Jesús. - Selección de almas. - Libre testimonio de la fe. - Las tormentas purifican.

Los que en estos momentos sufrís, de cualquier modo que sea, uníos a Mí y ofrecedme vuestros sufrimientos en unión con los míos, para que tengáis parte en la obra del Amor Misericordioso de mi Corazón. Mientras unos combaten en la explanada y otros están en la arena como espectáculo a los ángeles y a los hombres, los demás orad, ofreced vuestros sacrificios, vuestros actos de sumisión, de obediencia, de dependencia, para atraer una gracia más abundante sobre aquellos que me han de dar la victoria de su preferencia individual y de su fe. Porque si soy glorificado por la fidelidad de una nación, de un pueblo que sigue a su jefe, ¿cuánto más lo será aún, cuando cada uno, por su propia elección, me elige y me aclama como Señor soberano y permanece fiel, protestándome su fe y su amor?

He ahí la gloria que Yo quisiera encontrar en este pueblo. Lo que deseo en esta hora es el libre testimonio de cada uno. Hay horas en que Yo me complazco en hacer como un empadronamiento de mi pueblo, viendo las almas que de veras quieren ser mías y lo son de verdad. Esta grande hora es la que se prepara... Orad, sobre todo, por esta intención. Pedid a Dios la fidelidad para todas estas almas... Que cada uno obre según su conciencia secretamente le dicte, y entonces me será un glorioso testimiento... Pero orad, porque el enemigo, como león rugiente, anda rondando y busca una presa que devorar... trata, sobre todo, de intimidar a los débiles y seducir a los ignorantes... Orad, os repito, sed humildes y obedientes al jefe supremo... vivid de caridad. Pedid, os digo nuevamente, amaos unos a otros, ayudaos unos a otros, no para formar partidos políticos, sino para defender la justicia, la libertad y la paz... Yo soy el Dios de paz... No os entristezcáis más de la cuenta y, sobre todo, no os dejéis abatir. Sed generosos, sencillos y rectos. Acordaos de las tempestades: pasan y quedan el aire más purificado... Así sucede con las almas. No se turbe vuestro corazón; Yo soy el Señor soberano y doy siempre una gracia proporcionada a la prueba; pero sólo vencerán los humildes, los que ponen su confianza en Mí y no en sí mismos. No os juzguéis unos a otros, porque eso sería debilitaros; antes bien, orad unos por otros. Si queréis darme la victoria, sed como pequeñuelos, que me toman por el corazón.

El diablo siembra discordias. - Alegrarse en el Señor. - Sostener a los débiles.

Tened presente que aún en las horas de mayor tribulación, en esas horas decisivas para las almas y las naciones, el demonio trata de sembrar pequeñas divisiones, pequeños partidos, avivar susceptibilidades, suscitar cuestiones de precedencia, a fin de disipar vuestras fuerzas; y mientras os entretenéis en estas cosas, perdéis de vista los grandes intereses de la gloria de Dios, el bien positivo de las almas y de vuestra patria. Tal es el ardid que emplea el enemigo cruel de todo bien. Levantaos por encima de todo personalismo y combatid lealmente, humildemente, valerosamente por la causa de vuestro Dios. Que cada uno obre según el don que ha recibido y ruegue por aquellos que tienen luz y cargo de comunicaros la palabra de orden de parte de Dios mismo.

Una vez más os digo que os alegréis en Mí y por Mí, pues mayor motivo tenéis para alegraros en Mí que para llorar. Los que debieran llorar son los que reniegan de Mí y me abandonan... Pero orad por ellos, que algunos volverán. Siempre ha ocurrido lo mismo: acordaos de Pedro...

Es preciso sostener a los flacos. El hermano ayudado de su hermano, es como una ciudad fortificada. En Mí no hay distancias. Poned vuestra confianza en María Mediadora, vuestra Madre amantísima, y en la asistencia de mi Espíritu Santo. Recordad lo que os he dicho para la hora en que tuviérais que dar testimonio de Mí: Él es el que hablará por vuestra boca y os inspirará lo que habéis de decir. Mas, para eso, permaneced en mi paz. No os inquietéis por el mañana: a cada día basta su pena. Estas son las grandes lecciones, las enseñanzas divinas que os darán fortaleza en las actuales circunstancias. Cuando hace ya tanto tiempo daba Yo a mis Apóstoles estas instrucciones, os tenía a vosotros también presentes, y ahora os lo repito diciéndoos que nada os turbe, nada os haga perder vuestra paz. Jamás os envanezcáis por un éxito, como tampoco os habéis de abatir ni desalentar si pongo a prueba vuestra fe y vuestra confianza en Mí.

¡Oh vosotros, que sois mis amigos: velad y orad! No os durmáis en la tibieza ni perdáis el tiempo en vana jactancia; conservad mi unión y permaneced en mi amor. Sabed que soy el Señor omnipotente, que no os abandonaré jamás. Soy fidelísimo: tened fe en Mí. Soy Dios y Padre amorosísimo, y tengo de mis hijos el cuidado más tierno y solícito. Aun cuando el universo entero se trastornase, nada debía haceros perder la paz de vuestra alma.

Continuamente estoy inclinado hacia vosotros, y María os tiene bajo su protección; como un niño entre los brazos de su padre, así debéis permanecer entre los brazos del que es Omnipotente e infinitamente Bueno. Por vuestra fe y vuestro abandono, seré glorificado; no por una vana presunción, que es del todo diferente, sino por la humilde fidelidad del alma que ora esperándolo todo de mi sola bondad, y, sin embargo, vela y me rinde el tributo actual de la práctica de lo que entiende ser mi voluntad. Tales almas obtendrán maravillas. ¡Oh, que poderoso es el humilde, el obediente, que ora!...

Que los religiosos esparzan su perfume. - No preferirse a nadie, no juzgar a nadie, orar mucho. - La unión en la Ofrenda.

Si el enemigo ha intentado arrojar a los religiosos de sus conventos, que tengan cuidado y no se dejen seducir volviéndose al siglo por su conducta, costumbres, conversaciones y juicios; que religiosos y religiosas procuren edificar a todos con el tonificante auxilio del ejemplo. He aquí lo que me he propuesto al dejarles en esta prueba cruel: que esparzan el perfume del buen olor, porque esta es su obra... Consérvense en el recogimiento y en la fidelidad a sus promesas cuanto les sea posible, y muéstrense religiosos, tanto más unidos a Mí cuanto mayores sean las tribulaciones y luchas que tengan que sostener. ¡Bienaventurados los que se muestren fieles y ensanchen su corazón para abrazar en su solicitud a todos sus hermanos, manteniéndose siempre unidos a Mí!

Yo nada destruyo de cuanto he establecido, mas lo someto a prueba, para que se afiance en Mí como en sólida roca. Orad por los débiles, pero no os infatuéis con vana presunción. A ninguno habéis de preferiros, porque eso sería la ruina y la causa de la mayor debilidad. El que está en pie, tema no caiga; pero no juzgue a su hermano y tenga cuidado de no hacer aplicaciones molestas. Porque, ¿quién eres tú que juzgas a tu hermano? ¿No has sido sacado del fango del pecado? Sin mi gracia poderosa, has de saber que, al presente, estarías más bajo que él, por muy caído que él se halle.

Si con tanta insistencia hablo de humildad, de caridad, de obediencia a vuestros jefes, es porque conozco su oportunidad. Obrad de suerte que nadie pueda decir mal de vosotros, para que no seáis probados, sino por la justicia y no castigados por vuestra maldad o presunción.

Haced que se ore mucho... Llamad a vuestro Moisés y que se mantengan en su puesto con las manos levantadas al cielo, pero, sobre todo, con los corazones inmolados, las voluntades sometidas y en el más completo desprendimiento de lo que no es su único y soberano bien.

Uníos cada vez más en la Ofrenda, porque es de un peso inmenso en la balanza. Algún día veréis lo que os han valido estos días de tribulación y de angustia, en que habéis buscado, querido y procurado, cuanto dependía de vosotros, la Gloria de mi Nombre.

Yo estoy con vosotros y sin cesar me ofrezco por vosotros: uníos a Mí.

20 de Junio de 1931.

P. M. SULAMITIS.

NIHIL OBSTAT
FR. IGNATIUS G. MENENDEZ REIGADA, O. P.
Censor.

OBISPADO DE SALAMANCA, 2 julii 1931.
Imprimatur: + FRANCISCUS, Episcopus Salmantinus. 

miércoles, 4 de octubre de 2017

"Homenaje a San Miguel"


¡MIKAEL! ¡QUIEN COMO DIOS! (100 d. ind.) ¡Esta invocación es un grito de amor, fuente de santidad, alabanza perfecta a Dios! ¡QUIEN COMO DIOS! ¿Poderoso, bueno, justo, santo, misericordioso como El? ¡MIKAEL, MIKAEL, oh gran Príncipe de la celestial milicia, bajo tu glorioso estandarte conduce a la Legión del Corazón Inmaculado de María rumbo a la victoria de Dios! ¡MIKAEL, MIKAEL, nosotros te queremos por nuestro Jefe, desvía los obstáculos que se oponen al Reinado del Sagrado Corazón y dígnate aceptar nuestros homenajes!

“El Arcángel S. Miguel ha sido establecido como guardián del Paraíso, todos los ángeles le reverencian y le honran” (oficio de S. Miguel).

Miguel, mi Arcángel, yo te constituyo Príncipe sobre todas las almas que deben ser recibidas en mi Reinado (3era antífona de vísperas).

Honrando a S. Miguel los pueblos obtienen de él innumerables beneficios, invocando su llegada al Reino de los cielos (2° nocturno).

La devoción a San Miguel es un signo de predestinación (San Alfonso Ma. de Ligorio).

“En la primera guerra Dios ha vencido en el servicio del Príncipe de las celestes Milicias y nosotros debemos creer firmemente que la lucha actual terminará por el triunfo y socorro de este Arcángel bendito”. (Pío X. Invito sacro, 18 sept. 1903).

EXORCISMO
Contra Satán y los Ángeles rebeldes1

Publicado por orden de S. S. Leon XIII (Esta traducción abreviada para uso de los fieles lleva imprimatur del Cardenal Dubois, 15 de junio de 1922).

Gloriosísimo príncipe de los Ejércitos Celestiales, San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate contra los principados y las potestades, contra los caudillos de estas tinieblas del mundo, contra los espíritus malignos esparcidos por el aire. Ven en auxilio de loshombres que Dios hizo a su imagen y semejanza, y rescató a gran precio de la tiranía deldemonio. A ti venera la Iglesia como a su guardián y patrono.A ti confió el Señor las almas redimidas para colocarlas en el sitio de la suprema felicidad.

Ruega, pues, al Dios de paz que aplaste el demonio a nuestros pies, quitándole todo el poder para retener cautivos a los hombres y hacer daño a la iglesia.. Pon nuestras oraciones bajo la mirada del Altísimo, a fin de que desciendan , cuanto antes las misericordias del Señor, y sujeta al dragón, aquella antigua serpiente, que es el diablo y Satanás, para precipitarlo encadenado a los abismos, de manera que no pueda nunca más seducir a las naciones.

Exorcismo

En el Nombre de Jesucristo Dios y Señor Nuestro, mediante la intercesión de la Inmaculada Virgen María, madre de Dios; de San Miguel Arcángel, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los Santos, procedemos con ánimo seguro a rechazar a los asaltos que la astucia del demonio mueve en contra de nosotros.


Salmo 67


Levántese Dios y sean dispersados sus enemigos y huyan de su presencia los que le odian. 
Como se disipa el humo se disipen ellos, como, se derrite la cera ante el fuego, así perecerán los impíos ante Dios.

V. He aquí la Cruz del Señor, huid poderes enemigos.

R. Ha vencido el León de la tribu de Judá, la raíz de David.

V. Señor, que tu misericordia venga sobre nosotros.

R. Como lo esperamos de Ti.

Te exorcizamos todo espíritu maligno, poder satánico, ataque del infernal adversario, legión, concentración y secta diabólica, en el nombre y virtud de Nuestro Señor Jesucristo, para que salgas y huyas de la Iglesia de Dios, de las almas creadas a imagen de Dios y redimidas por la preciosa Sangre del Divino Cordero. En adelante no oses, perfidísima serpiente, engañar al género humano, perseguir a la Iglesia de Dios, zarandear a los elegidos y cribarlos como el trigo. Te lo manda Dios Altísimo, a quien en tu insolente soberbia aún pretendes asemejarte, “el cual quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (II Tim. 2). Te lo manda Dios Padre  te lo manda Dios Hijo; te lo manda Dios Espíritu Santo. Te lo manda la majestad de Cristo, el Verbo eterno de Dios hecho hombre, quien para salvar a la estirpe perdida por tu envidia, “se humilló a sí mismo hecho obediente hasta la muerte” (Fil. 2); el cual edificó su Iglesia sobre roca firme, y reveló que “los poderes del infierno nunca prevalecerían contra ella, Él mismo había de permanecer con ella todos los días hasta el fin de los tiempos” (Mat. 28, 20). Te lo manda el santo signo de la Cruz y la virtud de todos los Misterios de la fe cristiana. Te lo manda la excelsa Madre de Dios, la Virgen María, quien con su humildad desde el primer instante de su Inmaculada Concepción aplastó tu orgullosa cabeza.

Te lo manda la fe de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de los demás Apóstoles. Te lo manda la sangre de los mártires y la piadosa intercesión de todos los Santos y Santas. Por tanto, maldito dragón y toda legión diabólica, te conjuramos por Dios vivo, por Dios verdadero, por Dios  santo, que “de tal modo amó al mundo que entregó a su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que viva la vida eterna” (Juan 3); cesa de engañar a las criaturas humanas y deja de suministrarles el veneno de la eterna perdición; deja de dañar a la Iglesia y de poner trabas a su libertad. Huye Satanás, inventor y maestro de toda falacia, enemigo de la salvación de los hombres. Retrocede ante Cristo, en quien nada has hallado semejante a tus obras. Retrocede ante la Iglesia una, santa, católica y apostólica, la que el mismo Cristo adquirió con su Sangre. Humíllate bajo la poderosa mano de Dios. Tiembla y huye, al ser invocado por nosotros el santo y terrible Nombre de Jesús, ante el que se estremecen los infiernos, a quien están sometidas las Virtudes de los cielos, las Potestades y las Dominaciones; a quien los Querubines y Serafines alaban con incesantes voces diciendo: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los Ejércitos.

V. Señor, escucha mi oración. 
R. Y llegue a Ti mi clamor.

OREMOS. Dios del Cielo y de la tierra, Dios de los Ángeles, Dios de los Arcángeles, Dios de los Patriarcas, Dios de los Profetas, Dios de los Apóstoles, Dios de los Mártires, Dios de los Confesores, Dios de las Vírgenes, Dios que tienes el poder de dar la vida después de la muerte, el descanso después del trabajo, porque no hay otro Dios fuera de Ti, ni puede haber otros sino Tú mismo, Creador de todo lo visible y lo invisible, cuyo reino no tendrá fin: humildemente te suplicamos que tu gloriosa Majestad se digne libramos eficazmente y guardamos sanos de todo poder, lazo, mentira y maldad de los espíritus infernales. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

V. De las asechanzas del demonio.
R. Líbranos, Señor.
V. Haz que tu Iglesia te sirva con segura libertad.
R. Te rogamos, óyenos.
V. Dígnate humillar a los enemigos de tu Iglesia.
R. Te rogamos, óyenos.

(Se rocía con agua bendita el lugar y a los presentes).

Cántico a San Miguel
(tono: Hasta tus plantas...)

Coro:
Bendice, oh santo Arcángel
El grito de nuestra fe:
//¡A Dios queremos que es nuestro Padre,
A Dios queremos que es nuestro Rey!//

I

Oh esplendor y virtud del Padre
Eterna vida del corazón
Jesús. a Ti, gloria en la tierra,
Gloria al Arcángel, tu servidor.

II

Del ejército de los ángeles,
Te haces cortejo, oh Rey Jesús,
Y San Miguel, tu gran Arcángel,
Levanta el lábaro de la Cruz.

III

Cayendo del cielo a los abismos
Halló su encierro Lucifer
Y los secuaces de sus delitos
Se hallan dispersos por doquier.

IV

Contra el jefe de los rebeldes
Se alza el Arcángel con gran valor
Para ganar las bellas palmas
Que da al Cordero vencedor.

V

Oh Dios, que estás junto a los Ángeles,
Trinidad santa de bondad,
A Ti amor, honor y alabanzas,
Por todo el tiempo y la eternidad.

Coronilla de San Miguel

La recitación de esta Coronilla nos puede obtener los más abundantes favores en las necesidades públicas, sobre todo en aquellas de la Iglesia católica, siendo San Miguel su eterno protector. Rescripto de la S. C. de Ritos, 8 de septiembre de 1852.

En 1751, san Miguel se apareció a la Beata Antonia de Astonac, carmelita, y le hizo promesa de que cada vez que fuera honrado por la recitación cotidiana de esta Coronilla sería acompañado a la Mesa Eucarística por un Ángel de cada uno de los nueves coros celestiales. Además prometió su asistencia y la de los santos Ángeles durante el transcurso de la vida, y en llegando la muerte, la libertad del Purgatorio para sí y para todos sus familiares (Vida: libro 2, cap. 14).

Acto de Contrición: Señor mío Jesucristo, etc.

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

SALUTACION. Al primer coro de los Ángeles. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Serafines, que el Señor se digne de encender en nosotros la llama de una perfecta caridad. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al segundo. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Querubines, el Señor se digne darnos su gracia para que cada día aborrezcamos más el pecado y corramos con mayor decisión por el camino de la santidad. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al tercero. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Tronos, que el Señor derrame en nuestras almas el espíritu de la verdadera humildad. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al cuarto. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de las Dominaciones, que el Señor nos conceda el señorío sobre nuestros sentidos de modo que no nos dejemos dominar por las malas inclinaciones. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al quinto. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Principados, que el Señor infunda en nuestro interior el espíritu de obediencia. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al sexto. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de las Potestades, que el Señor se digne proteger nuestras almas contra las asechanzas y tentaciones del demonio. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al séptimo. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de las Virtudes, que el Señor no nos deje caer en la tentación, mas nos libre de todo mal. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al octavo. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Arcángeles, que Dios nos conceda el don de la perseverancia en la fe y buenas obras de modo que podamos llegar a la gloria del cielo. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al noveno. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Ángeles, que el Señor se digne darnos la gracia de que nos custodien durante esta vida mortal, y luego nos conduzcan al Paraíso. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

(A continuación se rezan 4 Padrenuestros en honor de San Miguel, San Gabriel, San Rafael y de nuestro Ángel de la Guarda).

Glorioso San Miguel, caudillo y Príncipe de los ejércitos celestiales, fiel custodio de las almas, vencedor de los espíritus rebeldes, ministro de la Corte del Rey de los Cielos y admirable guía después de Jesucristo, de sobrehumana excelencia y virtud, dígnate librar de todo mal a cuantos confiadamente recurrimos a ti, y haz que mediante tu incomparable protección avancemos todos los días en el santo servicio de Dios. Amén.

V. Ruega por nosotros, glorioso San Miguel, Príncipe de la Iglesia de Jesucristo.
R. Para que seamos dignos de alcanzar sus promesas.

OREMOS. - Dios Todopoderoso y Eterno, que por un prodigio de tu bondad y misericordia a favor de la común salvación de los hombres, escogiste por Príncipe de tu Iglesia al gloriosísimo Arcángel San Miguel, te suplicamos nos hagas dignos de ser librados por su poderosa protección de todos nuestros enemigos, de modo que en la hora de la muerte ninguno de ellos logre perturbarnos, y podamos ser por él mismo introducidos en la mansión celestial, para contemplar eternamente tu augusta y divina Majestad. Te lo pedimos por los méritos de Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

(7 años y 7 cuarentenas, plenaria una vez al mes, y en las fiestas de san Miguel (8 de mayo y 29 de septiembre), de san Gabriel (24 de marzo), de San Rafael (24 de octubre) y de los Ángeles custodios (2 de octubre), para quienes la recen dichos días).

Oración a San Miguel (todos).

Rezada por el celebrante después de cada misa rezada: Unámonos a él.

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra la maldad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes. Y tú, Príncipe de la Milicia celestial, usando el poder que el cielo te ha conferido, lanza al infierno a Satanás y a los otros espíritus malignos que recorren el mundo para perdición de las almas. Amén.

LLAMADO A SAN MIGUEL (todos).

En nombre del Sagrado Corazón de Jesús y por la intercesión del Corazón Inmaculado de María, postrados humildemente delante de vuestra Majestad, oh Dios Todopoderoso, nosotros te suplicamos que te tomes a bien enviarnos a SAN MIGUEL para que nos socorra en nuestra desgracia.
¡San Miguel, Principe de las celestiales Milicias, ven a nosotros! ¡¡CON TODO NUESTRO QUERER NOSOTROS TE LLAMAMOS!! ¡Te ponemos nuestra persona, nuestra Legión, nuestras familias, nuestras parroquias, nuestra Patria y el mundo entero bajo tu especial protección! ¡Que Dios suscite santos entre nosotros! ¡Y NUMEROSOS SACERDOTES! Por medio de ellos, oh santo Arcángel, haz triunfar a la Iglesia en la lucha que ella sostiene contra el infierno desatado, y por la virtud del Espíritu Santo, establece el reinado de Cristo sobre nuestra Patria y sobre el mundo entero a fin de que la paz permanezca para siempre. Amén.

Canto (tono Ave de Lourdes) ¡Amor y alabanzas al gran San Miguel! (bis).

¡Sagrado Corazón de Jesús, que vuestro Reino venga por el Corazón Inmaculado de María! (100 días de indulgencia, Monseñor el Arzobispo de Auch).

Consagración a San Miguel (todos).

Oh gran Príncipe del Cielo, fidelísimo guardián de la Iglesia, San Miguel Arcángel, yo te escojo el día de hoy como a mi protector y mi particular abogado, y me propongo firmemente honrarte todos los días,  y de hacerte honrar en cuanto me sea posible. 
Asísteme toda mi vida a fin de que nunca ofenda los purísimos ojos de Dios ni con obras, ni con palabras, ni en pensamientos. Defiéndeme contra las tentaciones del demonio, y a la hora de mi muerte, dale la paz a mi alma e introdúceme a la Patria eterna. Amén.
Oh gran San Miguel, que has sido constituido el defensor de la gloria divina en medio de los ángeles, sé también EL PORTA-ESTANDARTE Y EL HERALDO DEL REY DE AMOR MISERICORDIOSO en medio de los hombres, y reúne en torno de su Cruz y de su Eucaristía a todos los amigos de su Corazón, a fin de que unidos bajo la Estrella de María, trabajen eficazmente para extender su Reino de Caridad sobre la tierra, y sabiendo como tú, desechar con desprecio todo aquello que se oponga a Dios, para así no dejar de considerar que estamos bajo Él. ¿Quién como Dios?
San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate, a fin de que nosotros no perezcamos en el día temible del Juicio. (100 días de indulgencia).

INVOCACIONES A SAN MIGUEL

San Miguel, lleno de la sabiduría de Dios, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, perfecto adorador del Verbo encarnado, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, coronado de honor y de gloria, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, protector de la Iglesia, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, que capturas a los demonios ¡ruega por nosotros!
San Miguel, ayuda segura de los cristianos, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, protector nuestro en todo tiempo y todo lugar, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, consuelo de las almas del Purgatorio ¡ruega por nosotros!
San Miguel, Príncipe nuestro, ¡ruega por nosotros!

¡San Miguel, en nuestra ayuda, defiéndenos en el combate!

Canto: ¡Amor y alabanza al gran San Miguel! (bis).

Nihil obstat
P. BRICON,
censor.

IMPRIMATUR
Séez, 30 de Noviembre de 1931,
Cán. LECONTE, v. g. 


1Esta oración, compuesta para poner en fuga al demonio, puede preservar de grandes males la familia y la sociedad, si es recitada con fervor, por los mismos fieles en modo particular. Puede servir especialmente en casos de una supuesta acción del demonio, manifestada en: maldad de los hombres, sea por las enfermedades, tempestades, calamidades de toda clase. El exorcismo es una oración muy poderosa para preparar el Reino del Sagrado Corazón, apartando a Satán que es el gran obstáculo a su Reino bendito. ESTE EXORCISMO HA DE SER USADO RESPONSABLEMENTE, RESPETEMOS LAS COSAS SANTAS.

jueves, 20 de octubre de 2016

"Enseñanzas del Amor Misericordioso: Aridez y hastío en la vida espiritual"


(MEDITACIÓN ÍNTIMA)

1.- Vivir de la verdad. La vida es demasiado superficial.

            Hay que enseñar a las almas a vivir de la verdad. Aun la mayor parte de aquellas que hacen profesión de vida cristiana y de piedad, sólo hacen caso de lo que afecta a los sentidos y satisface su naturaleza. Así, desde el momento que llega la tentación y la aridez, se secan y caen como las flores ajadas, sin fecundidad. Yo mismo os he dado enseñanzas sobre esto, mostrándoos las diferentes clases de almas, como terrenos diversos en los cuales echo mi divina semilla, a fin de que lleve fruto. No todas reciben mi gracia o no la reciben igualmente[1]. A ellas las vuelvo sin cesar, la vida es demasiado superficial, según la impresión del momento.

2.- Extravío de muchas almas que viven en la ignorancia, en las tinieblas, al lado de la luz.

            He venido a la tierra, Yo, la Verdad, para instruiros y hacer conocer a todos esta verdad, para haceros caminar a todos en mi luz; pero los hombres no quieren entenderlo, prefieren andar en las tinieblas, permanecer en su ignorancia y en su error, vacilantes en su inconstancia, más bien que seguir al Salvador[2]. En vano buscan la dicha, se agotan en la agitación y la frivolidad, en la prosecución de bienes engañadores… En los días de consuelo, de prosperidad, se regocijan y se apoyan falsamente en sí, en sus disposiciones, en sus proyectos, en sus trabajos.

            Las almas piadosas no están exentas de esos extravíos. Se estremecen de alegría y se creen en seguridad en los días de gracias sensibles, cuando yo escucho sus deseos, las lleno de luces, de gustos, de atractivos, y doy calor a su vida con mis divinos consuelos. Sin embargo, conocen el Getsemaní, el Calvario, pero aspiran a encontrar delicias en la agonía, goces en la cruz, no la cruz desnuda ni la amargura de mi cáliz.

3.- No es comprendido el trabajo de nuestro Padre Celestial en nuestras almas, sino malbaratado por muchos que se sustraen a él.

            Pocas almas penetran íntimamente en mis divinos misterios y saben sacar su fruto; pocos comprenden mi Corazón de Padre y el trabajo fecundo que opero en las almas en el tiempo que menos entendéis. Yo he dicho que si el grano de trigo no muere, no llevará fruto[3]. Lo creéis y citáis ese pasaje, y prácticamente ¡qué pocos consienten en morir por mi gloria, en sacrificar el gozo actual para producir después un fruto más abundante![4] He ahí por qué adelantan tan poco las almas. A poco que yo quiera trabajarlas, huyen y me abandonan; van a mendigar en las criaturas lo que ven que les niega mi bondad, como si la criatura pudiera de alguna manera suplirme. De ahí viene a veces  el deseo de bienes impuros, o mejor dicho, la culpable rebusca de los bienes falsos de la naturaleza, el desorden y el pecado. Satanás lo sabe; su astucia primero trata de turbar el alma y produce el malestar, explotando con artificio la disposición en que se encuentra. Por eso os digo: Velad y orad a fin de que no os dejéis sorprender y sucumbáis en la tentación[5].

4.- Falta la fe; el amor no es verdadero y generoso.

            No vivís bastante como hijos de vuestro Padre. He ahí por qué sois débiles y vaciláis en las ocasiones. No tenéis una fe muy viva en Dios, vuestro Padre, Amor Misericordioso; de ahí que no tengáis bastante confianza ni le améis con un amor generoso. Muchas almas desean el amor, lo piden y quieren ser todas mías; pero confunden el amor con el sentimiento, la voluntad con la apariencia. Los principiantes me aman con un amor lleno de escorias, que me es menester purificar para que sea fuerte, puro, constante. Ved cómo aun en la naturaleza las cosas más preciosas tienen que purificarse, deben sufrir cierto trabajo para ser empleadas en mis designios; el oro debe pasar por el crisol y el alma de mis amados también por el crisol divino. Veis eso en todas las vidas de los santos y os complacéis en notarlo, pero os parece otra cosa cuando lo experimentáis vosotros mismos.

5.- Sequedad, hastíos: purificaciones necesarias.

            La sequedad y el hastío en la vida espiritual son necesarios como una purificación paternal, a fin de que desprendiéndoos de vosotros mismos, de vuestros propios goces, probéis a Dios, vuestro Padre, un afecto por encima de vuestros gustos y de vuestros sentimientos… Hay almas que le están unidas cuando las acaricia y las consuela, pero la prueba de verdadero amor es permanecer fieles en las oscuridades y tinieblas.

            Qué actos tan meritorios el alma produce entonces; actos más puros y generosos, actos verdaderos, que son verdaderamente una gloria, un gozo, para el Corazón de vuestro Dios, un homenaje de preferencia que le transporta. Esta purificación no podréis hacerla si el Señor vuestro Padre no se digna de poner en ella la mano.

            En una hora de sequedades y disgusto hacéis más que en años de consuelos, si sois fieles en permanecer en Mí, firmes en vuestra fe y vuestra confianza, en la caridad. María ha pasado por el crisol, y ved cuánto he sufrido Yo. Meditad lo que se cuenta de Mí en el Evangelio, en mi agonía y en el Calvario: angustias, hastíos, tristezas, terrores, desfallecimientos, agonías… ¿Qué son al lado de eso vuestros dolores?

6.- La acción de Dios y la de Satanás.

            Por un parte, vuestro Padre Celestial se esconde para hacerse buscar, para espolear vuestra alma a actos más excelentes de amor y de fidelidad, como los del niño que prueba el cariño a sus padres cuando se agita por buscarlos o se echa a llorar. Notad, sin embargo, que esos movimientos deben transformarse en actos más viriles y generosos, en determinaciones más resueltas de un amor más puro y más efectivo, sucediendo al amor afectivo y sobreponiéndose a él… Pero Satanás está allí en estos momentos; os acecha, tiende el lazo a vuestro egoísmo para hacer que os encerréis en vosotros mismos, en lugar de mirarme y buscarme a Mí, para encontrarme y complacerme. Algunas veces os hace buscarme, pero para vuestro gozo. Así que, para algunas almas, mi ausencia, lejos de ser un llamamiento al amor más puro, las abate, las despecha y les hace dudar de mi amor; como el suyo es débil, sin fundamento consistente, en los días de sequedad y disgusto me abandonan.

7.- Los dos ejes en la vida espiritual: Fe en el amor de Dios Padre y conocimiento de nuestra flaqueza.

            Con frecuencia os he señalado los ejes sobre que descansa toda la vida espiritual: la fe en mi amor, de donde nace la confianza y la caridad, y el conocimiento de vuestra miseria, de vuestra nada; en otros términos, conocimiento de mi poder y de vuestra debilidad, de mi bondad y de vuestra malicia, de donde nace la necesidad de la unión recíproca, para que podáis encontrar la vida y todo aquello que necesitáis.

            Cuando yo me oculto, sólo os queda la fe. Ella os enseña que existo y que os amo, aun en tiempo de tinieblas; pero como la fe es independiente del sentimiento, si no juzgáis más que por el sentimiento, si no habéis tenido en cuenta mis consejos, os sorprenderéis y no sabréis a qué lado dirigiros en vuestras oscuridades… No miréis hacia abajo, ni a derecha, ni a izquierda; levantad los ojos a vuestro Padre, acudid a María y os encontraréis conmigo por la fe.

8.- Los lazos de Satanás. Cómo descubrirlos.

            Echando su lazo, Satanás os gritará sin duda: “¿Dónde está tu Dios?” Si os acordáis del Calvario, él os dirá: “Tu Cristo era Dios; tú no estás en el mismo caso”. Si con mi luz me digno enseñaros lo que hay en vosotros que purificar, él tratará de echar el veneno para desalentaros, para abatiros, para retirar el deseo de venir a Mí. Hará resaltar vuestra indignidad, excluyendo la confianza y presentando esta disposición con capa de humildad, humildad falsa que deprime. No es esta la humildad verdadera; no era así la humildad de María. Volved siempre los ojos a vuestra Madre; miraos en este espejo y sabréis lo que es el bien verdadero.

9.- Humildad, confianza. – Magnificat.

            ¡Humildad, confianza! Confianza aun con la vista de su miseria, y precisamente a causa de ella, para darme más gloria… ¡Magnificat!... He ahí lo que yo os pido.

            El diablo, al contrario, pretende meteros en quimeras. Os lleva a buscar aprobación, alientos y excusas en vuestros mismos defectos; os da confianza sólo en aquellos que os alaban e inciensan, haciéndoos huir de aquellos que os ayudan a reconocer vuestros mismos defectos; os incita a buscar en vuestra sequedad, con una curiosidad orgullosa, en qué podéis haber merecido tal privación, llegando hasta la insolencia de murmurar contra el Señor…

            En las sequedades, en el hastío y desgana, purifico a las almas, fortifico a mis hijos, les dispongo a recibir mis favores con más alegría y agradecimiento, y también con más provecho. Les descubro con más evidencia lo que pueden sin Mí, la nada de su ser, y les hago producir de manera más perfecta la confesión de mi Todo divino.

            No deseéis las sequedades; sin embargo, cuando os lleguen, no os desconsoléis. Permaneced más firmes en mi fe; pensad que es la hora de probarme vuestra total adhesión y darme más eficazmente para mi gloria el homenaje divino.

            En las horas de sequedad, guardaos de querer abandonarme por el acto de vuestra voluntad. A eso quiere llevaros vuestro enemigo. Permaneced fieles… que la humildad falsa no os aleje nunca de mi bondad.

10.- Vivir de fe, en confianza y en caridad. – Dejarse purificar por el amor.

            He aquí la regla que os doy: nunca os fundéis en el sentimiento, vivid de la fe y de la confianza, en la caridad, con el conocimiento de mi Amor Misericordioso y de vuestra indignidad. Perseverad sin desfallecer como os he enseñado, como lo hicieron María, los Apóstoles y los discípulos en el Cenáculo[6]. Cuando vuestra alma esté purificada por la prueba, libres y felices, gozaréis más puramente de mis beneficios, y mis dones estarán más seguros. He aquí la causa por la cual mis almas no reciben tantas gracias como yo quisiera: es que no se dejan moldear y purificar por el amor según mi beneplácito.

11.- Tener cuidado con las lecturas que tratan de pruebas espirituales, para no ilusionarse y dar entrada a la vanidad.

            Hay libros que tratan de las diversas purificaciones por qué hago pasar a las almas. Estas lecturas aterran a unas y llevan a otras a una vana presunción; por poco que quiera hacerles expiar alguna infidelidad o trate de comunicarles luces de humildad, se creen en estado de purificación extraordinaria.

            Vosotros, a quienes he confiado la dirección de las almas, estad muy alerta. Y vosotras, almas mías, no os dejéis engañar del enemigo, que se sirve de las cosas más excelentes y más instructivas para los que tienen necesidad, para tenderos lazos y anular en cierto modo los efectos de mi trabajo divino. En efecto, ¿qué os serviría haber pasado por tal o cual estado de los más purificantes en sí mismos, si os gloriáis en un momento, os preferís a los otros y os hincháis de gloria vana, por aquello mismo que debía servir para aniquilarla en vosotras?... Temed, temed el orgullo más que todo.

            El alma humilde se tiene sencillamente en su nada, sin buscar ni querer jamás apoyo en sí misma; le basta saber lo que debe creer y hacer en todo tiempo y permanecer obediente. Esta alma está segura; sabe cuál es su impotencia, y por esta causa teme los juegos de su imaginación que podrían extraviarla. Así es que no quiere escudriñar su camino, ni el estado en que se encuentra: prefiere vivir como una niña pequeñita. En verdad os digo: el que vive así, encuentra la vida bien simplificada, y la purificación se hace más fácilmente, sin que lo piense, pues mi bondad paternal y omnipotente le enseña en todo la humildad, la caridad, la indulgencia, y se cree siempre demasiado bien tratada por Mí, por aquellos que la dirigen y por sus hermanos…

            Dichosa el alma que me deja obrar en ella como pequeñita; Yo mismo la trato como a tierna niña y no dejo de obrar en ella, para mi mayor gloria, con más facilidad y provecho…

12.- Simplicidad de vida; referirlo todo a la unidad.

            En vuestras arideces y sequedades, haceos niñas, perseverad y permaneced en Mí, sin encerraros dentro de vosotras… Acordaos de que vuestro único negocio, en las tinieblas o en la luz, en la sequedad o en el consuelo, en los hastíos o en las delicias espirituales, es uniros a Mí, vivir de mi voluntad, procurar, en verdad, mi gloria.

            He aquí el centro de vuestra vida, al cual es preciso tender sin descanso, al cual habéis de referir todas las cosas: la unidad, la voluntad divina, la caridad…

13.- Cómo se debe uno conducir en las sequedades y amarguras.

            ¡Oh! amad esta voluntad santa, buena, omnipotente, infinitamente sabia, que no quiere más que el bien. A pesar de las nubes borrascosas, ella permanece, y podéis uniros a ella por la fe… Amadla por todos aquellos que la blasfeman y la ultrajan; acordaos de que en esas mismas horas podéis hacerme la reparación que más me agrada… En nombre de todas las criaturas, en vuestras oscuridades, sequedades y amarguras, permaneced fieles, diciendo: Padre, yo no soy digno de vuestros favores, ni de vuestras luces, ni de vuestros socorros, ni de vuestro amor paternal: todo lo que he recibido es un don vuestro, una gracia inmensa… Gracias porque me hacéis experimentar en esta hora mi impotencia y lo que yo sería sin Vos; es bueno que yo lo experimente. Lo mismo que un niño, yo gozaba del cúmulo de vuestros beneficios sin comprender su valor y alcance, como de un bien que me pertenecía en propiedad, y no pensaba que con toda justicia y sin ofenderme en nada, podíais despojarme de ellos… No he sido bastante agradecida a vuestros dones; no los he hecho valer con fidelidad; no me he compadecido del sufrimiento de los que estaban privados de ellos; no he reparado por aquellos que no os agradecían vuestros beneficios o se servían de ellos para prevalecer y ofenderos, por aquellos que os blasfeman no queriendo reconocer vuestros derechos soberanos y vuestra calidad de Padre infinitamente bueno… Es bueno que yo haya sentido la sequedad, recogido el fruto del pecado y gustado su amargura, viendo cómo ha corrompido el gusto del bien, de lo bueno… Pero, por encima de lo que yo siento, Vos sois y yo os quiero; Vos sois el Bien infinito que dais la fecundidad, el rocío y el sol. Mi alma es la tierra desolada, pero en un instante podéis renovarla, darle una vida nueva… Sin Vos, nada soy y nada puedo; y soy feliz en esa nada que ocasiona la manifestación de vuestra gloria y de vuestro Amor Misericordioso para conmigo.

            En vuestras sequedades, lejos de afligiros sobremanera, y sobre todo desalentaros, unís a Mí, como María, con María, en nombre de vuestros hermanos; pedid para todos gracia, socorro, fortaleza, luz, consuelos, de los cuales tienen necesidad para permanecerme fieles y responder a mis designios.

14.- El amor verdadero se prueba en los sacrificios.

            No seáis, sobre todo, de aquellos que no me son fieles sino cuando les hago caricias y beneficios. El amor verdadero se prueba en los sacrificios. Cuando me oculto a vuestra vista y a vuestros sentimientos, creed que es para ver si verdaderamente me amáis por vosotros o por Mí, si me sois fieles por vuestro gozo o por mi gloria… Alegraos de poder darme testimonio de vuestra confianza, de vuestro amor, de vuestra seguridad en Mí, eso prueba que tenéis fe en mi fidelidad, en mi amor paternal, en todo lo que hago para daros testimonio de ello; que anteponéis el testimonio de la fe al de los sentidos y a todo lo que podéis experimentar en vosotros mismos, lo cual no es más que la obra de la naturaleza o de Satanás…

15.- Tener la fe por brújula.

            Que la fe sea vuestra brújula y os lleve sin cesar a Mí. Mirad cómo los pilotos y aviadores se conducen en medio de la bruma… ¿Habéis de tener vosotros menos confianza en mi suprema Bondad? ¿Habéis de tener menos fe en mí, menos seguridad para permanecer en paz, abandonándolo todo a mi cuidado?...

            Sin embargo, fijaos bien, el piloto y el aviador no dejan de hacer lo que deben; la brújula no deja de moverse. Igual sucede con la fe, que os indica la ruta, el término a donde habéis de tender; pero es preciso hacer el esfuerzo necesario para vencer la naturaleza y avanzar. En la sequedad, no basta clamar “¡Señor!”, sin hacer nada; es menester trabajar sin desfallecimiento, hacer lo que tenéis que hacer, implorando mi gracia; es preciso que permanezcáis en la paz y en la caridad, no haciendo que los demás lleven vuestra carga… Olvidaos de vosotros mismos y no penséis más que en mi gloria, la cual debéis procurar si de verdad queréis servirme, amarme y cumplir mi divina voluntad, como María…

            ¡Permaneced con vuestra Madre en mi divina caridad!

P. M. SULAMITIS.



[1] Matth. XIII, 3-23; Marc. IV, 3-20; Luc. VIII, 4-15.
[2] Joan. III, 19.
[3] Joan. XII, 24.
[4] Joan. XV, 2, 8,
[5] Matth. XXVI, 41; Marc. XIV, 38; Luc. XXI, 36; Matth. XXIV, 43; Marc. XIII, 33; Luc. XII, 39.
[6] Act. I, 14.