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lunes, 27 de febrero de 2017

"María y los jóvenes"


MARIA
Y LOS JOVENES
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María es nuestra Madre.

         Jóvenes que habéis sido educados en el regazo de una madre cristiana: ¿no depositó ella en vuestros corazones el germen de una devoción íntima a María, la Virgen Inmaculada, la del todo pura, hermosa, mediadora omnipotente? A esta Madre de Misericordia, tan buena… que tiene el corazón siempre abierto al sufrimiento, a la indigencia, a todos los que están necesitados… la Iglesia misma la llama: refugio de los pobres pecadores… porque por muy bajo que el alma haya caído, si acude a María, Ella le obtendrá la gracia de levantarse, recobrar su inocencia y la amistad de Jesús.

         Sin duda, os diría que María es vuestra Madre, vuestra Madre según la gracia como ella misma lo es según la naturaleza; y que toda la ternura y abnegación que encontraréis en su corazón, no es nada comparado con el amor que os tiene María… con su deseo de ayudaros y haceros bien. Así mismo os recomendaría que recurrieseis constantemente a María, que no dejéis de rezar siquiera un Ave-María diariamente; porque “jamás se ha oído decir que alguno de cuantos han acudido a Ella, haya sido abandonado…”

La mirada puesta en María. – El recurrir a María es fuerza y socorro.

         ¡Es tan fácil rezar un Ave-María! No lo omitáis jamás. Vosotros mismos, los que apenas conocéis a vuestra Madre que está en los Cielos… que habéis oído poco hablar de Ella, repetid, al menos, su hermosa oración: Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús… Estas alabanzas a María, que son la salutación del Ángel en el misterio de la Encarnación y la de su prima Isabel, inspirada por el Espíritu Santo, serán para vosotros luz y fuerza en vuestras dificultades y tentaciones; porque diciéndolas de corazón os sentiréis inclinados a desprenderos de las cosas perecederas, comprenderéis la vanidad de las engañosas bellezas que por un nada se destruyen… el vacío de placeres que duran unos instantes, la locura de apegarse a las riquezas y los honores.

         Atraídos hacia un ideal tan puro como lo es María, sentiréis crecer en vosotros el amor al bien, a la virtud, a la pureza. – Vuestras almas se dilatarán y se elevarán, comprenderéis las cosas más en la verdad; porque las pasiones ciegan y desvían del verdadero bien cuando están reguladas por la divina luz de la fe.

Recurrir a María en todas las dificultades y peligros.

         María es la estrella del mar que guía las almas hacia Cristo-Rey. Ella las fortifica, alienta, consuela… Es más madre que todas las madres, puesto que, siendo Madre de Dios, se ha dignado aceptar también la maternidad de nuestras almas y quiere ejercitar espiritualmente en nosotros el tierno y doloroso oficio de madre… Después de enumerar sus privilegios, no dejéis de añadir: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, así sea. Ninguna oración deja sin provecho al alma; ésta recibe en ella siempre un socorro especial… En vuestros peligros, en vuestras tristezas, en vuestros momentos de decaimiento, acudid a María, Ella no os abandonará. ¡Son tan grandes los prodigios de gracia y de misericordia debidos a su intercesión!... Confiad en una madre tan buena que vela por vosotros, y comprende mejor que vosotros mismos lo que es vuestra alma; la salvación de un alma… por toda una eternidad.

La esperanza cristiana.

         Sois jóvenes, pero ya habéis comprendido, a pesar de todo, que no permaneceréis largo tiempo sobre la tierra; estáis viendo como siega la muerte, sin cesar, en torno vuestro… La muerte es el castigo del pecado, por él entro ella en el mundo (Rom. V, 12).

         Si esta os ha herido en vuestros más legítimos afectos, arrebatándoos un padre, una madre un hermano o hermana tiernamente amados, mirad cómo el pensamiento más consolador es el de volver a reuniros un día con ellos… No hay nada semejante a la esperanza cristiana para sostenernos en el camino de la vida; ella nos enseña como todo sacrificio, todo sufrimiento, tendrá arriba magnífica recompensa… y que todos los que en la tierra hubieran mostrado ser siervos de Cristo-Rey, tendrán puesto en su Reino. Mi Padre honrará a mi siervo. Allá donde Yo esté, permanezca mi siervo también (Joan. XII, 26). Esa es la voluntad de Jesucristo…

Despertad su fe.

         ¡Oh jóvenes, despertad a la fe, colocad en una balanza la verdad y la vanidad… los goces de la pureza, de la inocencia y los de la voluptuosidad, seguidos de unos punzantes remordimientos, de una funesta ceguera y del endurecimiento del corazón… Comparad la vida de un joven casto, con la del que se entrega a la disolución y al vicio… el dulce beso de una madre, su mirada plenamente complacida hacia el hijo que es su alegría y su corona, y las silenciosas lagrimas que surcan sus mejillas cuando presiente o sospecha de él… ¡Joven, no hagas llorar nunca a tu madre de la tierra! Y aunque lo veas piensa en tu madre del Cielo que te ama, te muestra que está ahí, cerca de ti, dispuesta siempre a prestarte su apoyo.

         ¡No desfallezcas jamás! A Ella puedes y debes acudir siempre, porque aunque hayas caído, Ella te levantará. No seas entonces causante de una nueva desgracia rehusando invocarla, dudando de Ella… antes llámala, con todas tus fuerzas diciendo: “¡Madre, he pecado, tened piedad de mí!”…

En dónde se halla la verdadera libertad.

         ¿Tenéis, oh jóvenes, sed de libertad? Id a María. Ella os dirá en qué consiste la verdadera libertad: “Es mi hijo, Cristo-Rey, quien la da”. El Papa lo ha dicho muy bien: “Da la libertad, porque ilumina la inteligencia, muestra la verdad… porque fortifica la voluntad, enseñando que la perfección del ser, no consiste en afrontar lo que es superior a él, sino en someterse a Él y en sujetarse a lo más perfecto”… La perfección de vuestra voluntad ¡oh jóvenes!, es la de obedecer al Ser Supremo…, sometiéndoos por la fe a Cristo-Rey, que vino al mundo para dar a conocer la Divinidad y la Verdad, para darnos la vida y mostrarnos el camino que conduce a nuestro fin… La perfección consiste, por tanto, en estar sometidos a Él y a su Iglesia… En Él encontraréis la satisfacción del corazón; aquel que vaya a Él no tendrá hambre ni sed de los bienes perecederos… y su alma se dirigirá sin cesar hacia el verdadero bien…

La salvación así como los demás bienes se nos dan por medio de María.

         He aquí, oh jóvenes, lo que os enseñará María, vuestra Santísima Madre. Por ella alcanzaréis la libertad, la verdadera vida, la felicidad… transcurrirá dichosa vuestra existencia, practicaréis la justicia, llegaréis a ser hombres íntegros, fieles al deber; seréis el sostén del derecho y la verdad, en quienes pueda apoyarse el débil para ir a su Dios… y marchar seguro entre los escollos de la vida… porque vosotros le enseñaréis también lo que es María, y lo que se puede esperar de Ella.

         Jóvenes: la salvación os vendrá siempre por María… Depositad en Ella vuestra confianza, miradla a menudo y acordaos de invocarla: no veréis nunca frustrada vuestra esperanza… Si alguna vez tardarais algo en recibir socorro, no os canséis de solicitarlo, porque Ella sabrá atenderos luego, y con mayor largueza aún…

María es mi Madre. ¿Cómo dejaré de quererla?

         Ella vela por mí, me protege…
         Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora. ¡Qué sentido tan profundo encierra este “ahora” que con tanta sencillez abarca todas nuestras necesidades! Y en la hora de nuestra muerte. Así sea…

         ¡Oh María, oh Reina y Madre Mía!
         Acelerad en las almas y en el Universo,
         El Reinado de Cristo-Rey.
         Realícese por Vos “El que todos seamos Uno en Él”.

Promesas del Bautismo.

         Yo renuncio a Satanás, a sus pompas, a sus obras y me entrego a Jesucristo, a su ley, a su Iglesia para siempre.

Ofrecimiento.

         ¡Padre Santo! Por el Corazón Inmaculado de María os ofrezco a Jesús, vuestro Hijo muy amado; y me ofrezco yo mismo en Él, con Él y por Él a todas sus intenciones y en nombre de todas las criaturas.

(300 días de indulgencia cada vez, plenaria una vez al mes).
Pío XI, 10-VI-1923.


P. M. SULAMITIS.

viernes, 24 de febrero de 2017

"El día con María"


El día con María
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      Decía San Bernardo que “nada reporta tanto provecho al alma como el pensar con frecuencia en María”.

         ¡Qué provechoso sería para las almas adquirir la santa costumbre de hacerlo todo en María, con María y como María!...

         María es nuestra mediadora para ir a Jesucristo-Rey… Es nuestra Reina… Reina de la santa Iglesia.

         Por ella y en ella seremos verdaderamente, como ella y con ella, “siervos del Señor”.

         Es además nuestra Madre, que quiere hacernos vivir de la vida de Jesús…

         Digámosle a menudo: “¡Oh María, Virgen inmaculada, puesto que Vos sois la llamada a atraer a la gracia y a la gloria a todos los escogidos de Dios, dignaos recibirme en vuestro corazón maternal y formarme en Vos, a fin de hacerme semejante a Jesús.

         Al despertar. – María, madre mía, yo me ofrezco a Vos para hacer en Vos y para que Vos hagáis en mí durante este día lo que más pueda agradar a Jesús.

         Enseñadme a decir Fiat a todo lo que su Corazón quiera enviarme.

         Corazón inmaculado de María, nuestra Reina y nuestra Madre, yo me entrego a Vos, renuncio a todo lo que es mío y acepto y quiero todo lo que es vuestro. ¡Fiat!... ¡Oh Jesús, me uno a Vos con todo mi corazón!...

         Examen. – Contemplar a María para ver en ella la virtud que debemos especialmente practicar, o el defecto que hemos de combatir para imitarla mejor… y quitar lo que en nosotros más se opone al Fiat de amor.

         En la Santa Misa. – Asistir a ella con María al pie de la Cruz. Con ella y en ella decir con amor y agradecimiento el Fiat en el sacrificio augusto de Jesús, uniendo a Él nuestro Fiat de todo el día.


         ¡Padre Santo! Por el Corazón inmaculado de María os ofrezco a Jesús vuestro Hijo muy amado, y me ofrezco a mí mismo en Él, con Él y por Él a todas sus intenciones y en nombre de todas las criaturas.

         Fiat. - ¡Oh Jesús, me uno a Vos con todo mi corazón!...

(300 días de indulgencia cada vez).

         En la Comunión. – Madre mía, dignaos preparar mi corazón… dadme a vuestro Jesús y recibidle Vos misma en mí…

         Hacer la acción de gracias con María tomando de ella su voluntad sumisa y sus disposiciones… Permanecer todo durante todo el día en un recogimiento íntimo.
         Fiat… ¡Oh Jesús, me uno a Vos con todo mi corazón!...

         Ante un sufrimiento. – Imitar las disposiciones de María: ella permanecía en unión con Jesús.
         Fiat… ¡Oh Jesús, me uno a Vos con todo mi corazón!...

         Antes de la oración. – Imitar las disposiciones de la Santísima Virgen: ella miraba a Jesús uniéndose a Él y a todas las peticiones del “Padre nuestro…” que resumían todos los deseos de su alma…
         Fiat… ¡Oh Jesús, me uno a Vos con todo mi corazón!...

         Antes de una obra. – Imitar las disposiciones de María: que no buscaba ni quería, como Jesús, sino la voluntad del Padre.
         Fiat… ¡Oh Jesús, me uno a Vos con todo mi corazón!...

         Después de una obra. – Madre mía, a Vos la abandono, recogedla por mí…
         Fiat… Yo quiero ser cada vez más de Jesús.

         Antes de comer. – Imitar las disposiciones de María: ella miraba a Jesús, se unía a Él… recibía con acciones de gracias lo que Él servía… dejando siempre lugar a la mortificación…
         Fiat… gracias… ¡Oh Jesús, me uno a Vos con todo mi corazón!...

         Después de una falta. – Recurrir a María… pedirle su horror al pecado… una gran contrición de amor… fuerzas para no volver a caer…

         Madre mía, alcanzadme el perdón de vuestro Jesús… reparad por mí… Por Vos me doy a Él más que nunca.

         Aceptar en el Fiat todo lo que Cristo-Rey quiera para nosotros…

         ¡Perdón! ¡Yo os amo!... ¡Oh Jesús, me uno a Vos con todo mi corazón!...

         Antes de dormirse. – Imitar las disposiciones de María: Ella se unía íntimamente a su Jesús y con Él abandonaba su alma en las manos del Padre… 
          Fiat… ¡Perdón, gracias!... ¡Oh Jesús, me uno a Vos con todo mi corazón!...


         ¡Oh JESUS, Sacerdote HOSTIA! por MARIA me ofrezco a Vos… Tengo hambre de Vos… me uno a Vos… ¡Hacednos Uno en Vos!

P. M. SULAMITIS.

viernes, 30 de septiembre de 2016

"Grave llamamiento a las jóvenes y a las mujeres cristianas"


“Hay una vergüenza del pueblo cristiano que concierne especialmente a las mujeres: la indecencia en el vestir… Es una verdadera ruina no tan sólo de su dignidad cristiana sino aun también de su dignidad humana. Hay algunas que buscan la manera de compaginar este proceder vergonzoso con la profesión de la religión y de la fe católica. Es una verdadera inconsciencia, que a almas que deben ser templos de Dios, las hace, como dice San Pablo (I Cor. VI, 15), miembros de mujeres de mal vivir. He ahí un gran mal y causa de otros mayores todavía… un mal contra el que no se podría clamar nunca bastante, no sólo para defender los templos materiales, sino también los templos de Dios, que deben ser la carne y el alma de todo cristiano marcado con el sello indeleble de Jesucristo”.

            (Encíclica “Quas Primas”, Dic. 1925, sobre Cristo-Rey, y discurso del Papa a los predicadores de Cuaresma de Roma en 1926).

Misión de la joven y de la mujer cristiana en la sociedad.

            Mientras vuestros hermanos, vuestros padres o vuestros esposos, ¡oh jóvenes doncellas y esposas cristianas!, combaten para conservaros la fe y proteger la religión… para defender los derechos del bien y conquistar la libertad… a vosotras os también incumbe también una parte, y es la de sostenerlos con vuestras oraciones y ejemplos en el cumplimiento del deber y en la prosecución del bien, por el reinado de Cristo, no en palabras sino en verdad…

            Se ha oído ya la voz del Papa dando la orden, levantando los ánimos y excitando a todos los sacrificios: ¿Os quedaréis atrás vosotras, cuya influencia es tan grande y tan eficaz en torno vuestro?... Tenéis que luchar también en estos momentos; y ¿de qué manera? Dando testimonio vosotras mismas de lo que sois y demostrando que pertenecéis a Cristo Rey… y a la Virgen Inmaculada, vuestra Madre… que seguramente deseáis ver reconocida en todas partes como Reina del Universo.

Asemejaos a María.

            Una hija ha de parecerse a su madre, tiene que encontrarse en ella cierto sello que la recuerde… Dirigid a María frecuentes miradas. ¿No os impresiona en Ella desde el primer instante su pureza, su candor, su modestia? ¡Es la Inmaculada!

            Vosotras que sois sus hijas, considerad lo que vuestra Madre celestial os podrá decir al miraros en este momento… reparad lo que en vosotras, en vuestra compostura, en vuestras miradas y conversaciones no fuere conforme a María e hiriera su vista virginal y tan pura…

Entrad en la Liga.

            Lo que forma también vuestro mayor encanto es el pudor y la modestia, no os expongáis a perderlo… Vivís en tiempos de contagio; una verdadera peste se propaga en estos momentos contra la pureza de las costumbres; sus progresos son crecientes… y muchas de las mismas almas que al principio los deploraban, poco a poco han ido dejándose invadir.

            El mal ha venido progresivamente; va acentuándose y adquiere proporciones aterradoras… Viene por vosotras, como antes vino por Eva. El remedio debe venir también por vosotras.

            No podéis permanecer insensibles cuando amenaza la ruina y la ira del Señor va a derramarse sobre un país: HAY QUE UNIRSE para forzar al Cielo, haciendo cuanto esté a vuestro alcance para que cesen los desórdenes que producen tantos males, y preparen otros aún mayores…

            Si habéis sabido manteneros en humilde modestia hasta ahora ¿no habéis sufrido cruelmente al tender la vista en derredor vuestro?

            ¿Cuántas veces, si sentís lo que valen las almas, la Sangre de Cristo, la eternidad… no habéis sido forzadas a bajar los ojos con una tristeza indecible, ante el modo de presentarse de vuestras compañeras, de vuestras amigas, de las que hasta ahora merecían vuestra estima?

            Ha llegado el momento; armaos de todas vuestras energías, a fin de promover por medio de esta Liga un levantamiento cristiano contrario a la disolución pagana…

            Y si os habéis dejado arrastrar, acogeos a la tabla de salvación; vuestra calidad de cristiana y tal vez el puesto que tengáis en tal o cual obra de celo os ayudarán en esta empresa.

Cómo podremos cooperar a este santo levantamiento.

            Hay que hacer en esta hora una verdadera campaña de ORACIONES para que la luz divina ilumine a las almas que corren al abismo como burlándose… ¿No se ha dicho: Velad y orad para que no caigáis en la tentación? (S. Mateo, XXVI, 41; S. Marcos, XIV, 20). Esta vigilancia debe efectuarse en el vestir, en los modales, en las conversaciones…

            ¿Por qué no ejercitar vuestro arte y vuestro buen gusto en un vestido verdaderamente cristiano, sin consentir que estas paganas, de las que vosotras mismas venís a ser esclavas, se os impongan y os arrollen?... Esto no es conforme a vuestro carácter cristiano… La mujer prudente ha de ser humilde, pero firme en su piedad, en su fe, en el cumplimiento del deber, en su celo por el buen ejemplo de la familia…

            ¿Qué será de los “pequeños”, si la hermana mayor, que hace las veces de ángel bueno, y la madre, no saben dar ejemplos de modestias y bondad?... ¿En qué peligros se verá su inocencia?... Pensadlo bien. Sois responsables de estas tiernas almas que debieran respirar en la familia el atractivo de la pureza, de la virtud… y aprender, con vuestro buen proceder, la práctica de mis enseñanzas…

            Volved a las BUENAS TRADICIONES, al verdadero celo; sabed sacrificar estos entretenimientos frívolos que debilitan el alma haciéndola vivir en las quimeras de la imaginación y no en la realidad de la vida…

            La doctrina de Cristo siempre es la misma, cuesta alcanzar el cielo lo mismo que antes, no se ha ensanchado la puerta, sigue estrecha (S. Mateo, VII, 14). Son muchos los que corren al abismo; no queráis ser de este número… Tened valor para renunciar a todo lo que no sea decente en vuestro vestir y en vuestra compostura.

Sosteneos mutuamente en esta empresa.

            Así como el mal ha venido por contagio, el bien tiene que producirse por un santo entusiasmo que arrastre a las demás…

            No seáis, para practicar el bien y contribuir a la salvación de vuestras compañeras y de la sociedad, más tímidas que audaces han sido los partidarios de Satanás para hacer llevar a tantas almas, aun aquellas que pertenecen a Cristo, la librea de su enemigo. Por la moda han logrado imponerse a un crecido número de almas. No hay apenas nadie que no haya sido atacado y que no haya sufrido en sí mismo o en la persona de su prójimo… Reaccionad generosamente. Abrazad en su totalidad los medios que os son ofrecidos.

            Tenéis que librar en estos momentos una verdadera batalla hasta alcanzar la victoria contra el mal. Sed generosas y fieles. Cristo os lo tendrá en cuenta. Trabajáis para el Rey, y María, que es la que ha inspirado esta CRUZADA CONTRA LA MODA, os contempla y protege. Ella ha de bendeciros y teneros por hijas suyas verdaderamente fieles, y en vuestro corazón reinará con su Divino Hijo.

            ¡Cuántas almas recibirán de esta manera la salvación por Ella!

            ¡Adelante! Por la gloria de Cristo y el gozo de su santa Madre. Los impúdicos no poseerán el Reino de Dios. (I Cor. VI, 10).

Promesas del Bautismo

            Yo renuncio a Satanás,  a sus pompas, a sus obras, y me entrego a Jesucristo, a su ley y a su Iglesia para siempre.

            María, Reina de las Vírgenes, rogad por nosotros.
            He aquí la esclava del Señor.

Ofrecimiento.

            Padre Santo, por el Corazón inmaculado de María, os ofrezco a Jesús, vuestro Hijo muy amado, y me ofrezco yo misma en Él, con Él y por Él, a todas sus intenciones y en nombre de todas las criaturas.

            (300 días de indulgencia cada  vez, plenaria una vez al mes. Pío XI, 10 de Junio de 1923).
P. M. SULAMITIS.

            NIHIL OBSTAT: FR. IGNATIUS G. M. REIGADA, O. P.
            27 Januarii 1930.

IMPRIMATUR:

FRANCISCUS, Episcopus Salmantinus. 

domingo, 25 de septiembre de 2016

"Enseñanzas del Amor Misericordioso: El Rosario"



1.- Excelencia del Rosario. – Uso que debe hacerse de él. – Rezarlo bien.

            Yo quisiera que se enseñase a las almas a rezar bien el Rosario, que se les mostrase su excelencia y utilidad y los frutos que pueden y deben sacar. En él se encuentra la oración vocal y la mental al alcance de todos.

            Quiero que el rezo del Rosario se vuelva a poner en vigor en esta época tan turbulenta en que tenéis tanta necesidad del socorro de María y de renovaros en la fe y en la práctica del santo Evangelio; en él encontraréis un medio excelente y fácil de pasar en revista mis principales misterios, para nutrir con ellos vuestras almas y sacar el fruto que deseo.

            Para las almas que no saben qué asunto de meditación han de tomar, nada más fácil que escoger cada día, por ejemplo, uno de los misterios del Rosario para nutrirse de él y vivirlo más particularmente en ese día. Para otras personas que no saben hacer la meditación, nada más fácil, que ponerse sencillamente en presencia del misterio; después de una corta reflexión, con un deseo sincero de aprovecharse del fruto de él, rezarán piadosamente el Padrenuestro en unión conmigo y con María en este misterio, después las diez Avemarías en unión con María y por último el Gloria. Esta práctica es un medio excelente de honrarme a Mí y a mi Madre Santísima.

            Yo querría, lo repito, que se enseñase a las almas a rezar bien el Rosario: esto supliría muchas faltas, se me daría una gran gloria y les atraería muchas gracias…

            Se reza con demasiada precipitación; la enunciación del misterio es para muchos una simple formula preparatoria para la decena; a la que no dan ninguna importancia. Del mismo modo, el Padrenuestro, el Gloria y las Avemarías: ¿cómo se dicen aún en público?...

            Sabed que es a vuestro Dios a quien habláis; es a Cristo Rey al que rendís vuestros homenajes; es a vuestra Reina, vuestra Medianera, a quien os dirigís; es a la adorable Trinidad a quien debéis dar gloria…

            Quiero que os deis cuenta de lo que hacéis cuando rezáis. Ciertamente, no pido que hagáis consideraciones sobre cada palabra del “Padrenuestro” y “Avemaría”, pero es necesario permanecer en una disposición profunda de unión a Mí, tener el deseo de honrar mi Santísima Madre y a Mí por Ella…

2.- El Rosario: preparación a la fiesta de Cristo Rey.

            Es necesario que de aquí en adelante, más que nunca, se emplee y siga el mes del Rosario como una seria preparación para la fiesta de Cristo Rey. Admirad la conducta de mi Providencia, que dispone todo para el cumplimiento de mis designios.

            Sacerdotes míos, instruid bien a los fieles, hacedles comprender en qué consiste esta fiesta y cómo soy Yo, Cristo Rey, el que honráis en estos diversos misterios, en cuanto que María, vuestra Medianera, es la Reina del Rosario, la Reina asociada de un modo incomparable a todos estos misterios, la Reina que debe conduciros junto al Rey y haceros gozar de sus beneficios.

3.- El himno de la fiesta del Rosario da luz sobre el pensamiento de la Iglesia.

            En toda la liturgia encontraréis grandes luces. Ved con qué disposiciones os dirigís a vuestra Reina en el himno de la fiesta. Le decís: A Ti rebosante de alegría (misterios gozosos); A Ti traspasada de dolores (misterios dolorosos); A Ti revestida de gloria eterna (misterios dolorosos); Oh Virgen Madre, a Ti dirigimos nuestros cantos…

            Bien lo sabéis, todos los loores dirigidos a María hacen eco en mi Corazón, me glorifican y atraen sobre vosotros mis favores.

4.- Pensamientos dominantes que deben ocupar nuestra atención. – Misterios gozosos.

            Cuando queráis honrar mis misterios gozosos, tomad los sentimientos indicados en este himno, y al rezar vuestras “Avemarías” pensad sencillamente:

            Dios te salve María, inundada de gozo cuando concebiste a tu Hijo; el Señor es contigo, etc.[1]. Después abrid vuestra alma para recibir la luz y la disposición de la voluntad según lo que os haya sido descubierto en este misterio. Haced igual en los demás misterios:

            “Dios te salve María, inundada de alegría cuando visitaste a Isabel; el Señor es contigo…

            “Dios te salve María, inundada de alegría cuando lo ofreciste en el Templo…

            “Dios te salve María, inundada de alegría cuando encontraste a Jesús en el Templo…

            Estos pensamientos tan sencillos os harán desear concebir también a vuestro Salvador en vosotros por la gracia y decir por ello como María un perpetuo Fiat: He aquí la esclava del Señor…

            En el segundo misterio desearéis que María renueve en vuestro favor las maravillas de su visita a Sta. Isabel… y pensaréis en la gracia que vosotros mismos recibís en la Comunión por la morada de vuestro Dios en vosotros. Desearéis permanecer por la gracia en la disposición de “Magnificat” y de caridad que os haga olvidaros constantemente a vosotros mismos. Otras veces, en unión con María, me suplicaréis que opere Yo mismo en las almas que encontréis.

            En el tercer misterio os representaréis el pesebre, y los Ángeles cantando “gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a las almas de buena voluntad”. Desearéis llegar a ser una se esas almas… o bien, pensaréis en el altar donde Yo desciendo cada mañana… o también podréis desear que María deposite a su divino Hijo en vuestro corazón en la sagrada Comunión, como entonces lo depositó sobre las pajas del pesebre.

            En el cuarto misterio, pensando en la alegría de la Santísima Virgen, os uniréis a su ofrecimiento…

            En el quinto, uniéndoos a la alegría de María, desearéis volver a encontrar a su divino Hijo en el alma de los pecadores y comprenderéis mejor la dicha que tenéis de permanecer siempre conmigo. En esta alegría aprenderéis, sin embargo, que es necesario ocuparse ante todo en los negocios de mi Padre y conservar, como María, todas mis palabras y ejemplos en vuestro corazón.

5.- Pensamientos dominantes que deben ocuparnos. – Misterios dolorosos.

            En los misterios dolorosos podréis decir:

            “Dios te salve María en tus dolores, cuando sentiste en tu Corazón la agonía de tu Hijo…

            “Dios te salve María en tus dolores, cuando sentiste en tu Corazón la flagelación de tu Hijo…

“Dios te salve María en tus dolores, cuando sentiste en tu Corazón la coronación de espinas de tu Hijo…

“Dios te salve María en tus dolores, cuando sentiste en tu Corazón la cruz con que tu Hijo fue cargado…

“Dios te salve María en tus dolores, cuando sentiste en tu Corazón la cruz en que tu Hijo fue clavado y quiso morir por nuestro amor…”

Y pensando en los dolores de la agonía desearéis uniros a Mí y decir conmigo y con mi Madre Santísima: “Padre mío, que se haga tu voluntad y no la mía…”

En el segundo misterio, el pensamiento de mis dolores hará que os parezcan ligeros vuestros sufrimientos y os ayudará a soportar con amor los pequeños dolores que tengáis que sufrir.

En el tercer misterio, sintiendo con María los crueles dolores de mis espinas, pensando que los sufrí para expiar los malos pensamientos, y que esta corona de espinas fue puesta sobre mi cabeza por los pecadores que no me quieren como Rey de amor… sentiréis deseos de hacerme una corona con el corazón de todos los hombres y prepararme aún mejor la fiesta de mi Realeza, por María, evitando todo cuanto me pudiera desagradar.

En el cuarto misterio, los dolores de María os excitarán a ofreceros para aliviarme en la persona del amado prójimo y llevar vuestra propia cruz con amor…

En el quinto misterio, los dolores de mi Santísima Madre os llevarán a compadecer los míos, os harán conocer a qué precio fuisteis rescatados, y por consiguiente, qué fruto debéis esforzaros de sacar mi preciosa muerte en la cruz.

6.- Pensamientos dominantes que deben ocuparnos. – Misterios gloriosos.

            Del mismo modo, diréis para los misterios gloriosos:

            “Dios te salve María, en los triunfos de tu Hijo en su Resurrección… en su Ascensión… oh Reina radiante de gloria.

            “Dios te salve María, en los fuegos del Paráclito cando recibiste una nueva plenitud de tus dones… oh Reina radiante de gloria.

            “Dios te salve María, en el brillo y majestad de tu Reino cuando fuiste introducida en él en cuerpo y alma… y cuando fuiste en él coronada, oh Reina radiante de gloria…”

        Regocijándoos con la gloria de mi Madre Santísima sentiréis crecer vuestra esperanza, aspiraréis a la resurrección gloriosa, implorando esta gracia con confianza y disponiéndoos a hacer cuanto sea necesario para adquirirla.

           Regocijándoos con María en mi Ascensión, pensaréis en el beneficio de la comunión de los Santos, alabándome por ello; miraréis al cielo, donde os espero con María, como la verdadera patria, hacia la cual debéis tender sin cesar, comenzando a vivir desde este mundo, por el cumplimiento de la voluntad del Padre, la vida que llevaréis eternamente… ¡Cómo endulzará vuestra muerte y la de los seres queridos que os precedieron en mi Reino el pensamiento de la resurrección! ¡Cómo os excitará a hacer y a procurarles cuanto sea necesario para poder estar reunidos en mi Reino de caridad! En unión con María, pensaréis en las gracias que habéis recibido del Espíritu Santo en el Bautismo y en la Confirmación, deseando ardientemente aprovecharos de la abundancia de sus dones, procurando que fructifiquen en vosotros.

            La vista de la muerte y gloriosa Asunción de vuestra Reina os hará comprender mejor el poder de su mediación, hará crecer vuestra alegría de ser contados entre sus hijos predilectos, aumentará vuestra confianza en Ella, y por Ella en Mí. Con vuestra confianza, crecerá vuestro deseo de corresponder a mi amor.

            La Coronación de María os hará desear llegar a ser uno de los florones de la corona de vuestra augusta Reina, lo que alcanzaréis si le tenéis una devoción especial.

7.- Tejed a vuestra Reina una corona de rosas, rosas de caridad.

            Fijaos en la estrofa siguiente de este himno sobre la que os esclarezco en este momento: la Iglesia invita a los pueblos a “coger las rosas de estos misterios”. Estas rosas simbolizan la caridad. Debéis, pues, conocer mejor mi amor en estos misterios, creciendo en él y respondiendo a él por vuestro amor y fidelidad, por un aumento de caridad…

            Con estas rosas, tejed a la gloriosa Madre del Amor Hermoso, bellas coronas de Avemarías, unidas por el Padrenuestro, mi oración, que encierra las virtudes que debéis practicar, y el Gloria a la adorable Trinidad. Esta gloria de la Sma. Trinidad es la alabanza incesante ofrecida por María, a la cual os unís para terminar pasando de María hasta MÍ. Diréis: “¡Oh Jesús, nacido de la Virgen, gloria a Ti con el Padre y el Espíritu divino por los siglos de los siglos!”.

            Decid enseguida: Reina del Smo. Rosario, ruega por nosotros; invocación tan dulce y tan profunda, cuyo sentido no comprendéis bastante, y que equivale a esta otra: Reina de todos los misterios del amor de Cristo Rey: rogad por nosotros, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

            P. M. SULAMITIS.

(Mensaje del Amor Misericordioso)

(De la "Vida Sobrenatural" de Salamanca, tomo XVI, año 1928. Con licencia eclesiástica).




[1] Si queremos podemos honrar del mismo modo el Corazón Inmaculado de María, por esta recitación del Rosario: “Saludemos a María cuyo Corazón fue inundado de alegría cuando concibió a Jesús, etc.”.