miércoles, 2 de noviembre de 2016

Enseñanzas del Amor Misericordioso: "¡Christus vincit!"


¡Christus Vincit!...
CHRISTUS REGNAT.- CHRISTUS IMPERAT
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1.- Cristo es vencedor.

            Es vencedor por su naturaleza… vencedor por su carácter… vencedor porque está por encima de todo, es superior a cuanto existe, por consecuencia de su unión hipostática. Cuando aparece Cristo, Dios es quien se manifiesta a los hombres. Y ¿quién hay como Dios? Lo que Dios posee en sí mismo, lo ha comunicado a Cristo. A Cristo, pues, pertenece la sabiduría, la omnipotencia. Él es el Amor mismo… y su nombre es Caridad.

            Cristo es vencedor por sí mismo, no necesita el socorro de los ángeles ni de los hombres, él que es el Rey, el soberano Señor de los ángeles y de los hombres. Pero en su bondad se digna servirse de ellos para hacerles contribuir a su victoria y asociarlos enseguida a su gloria, haciéndoles partícipes de ésta, después de haberlos empleado en aquella… El mayor honor que Cristo puede hacer a la humanidad, es la dignación de servirse del hombre para alcanzar sus victorias y glorificarse.

2.- Él es el Fortísimo; nuestras vacilaciones son falta de fe en su poder.

            Con una palabra, con un solo acto de su voluntad, él, que ha creado el universo, pudiera poner a sus enemigos bajo sus pies, anonadarlos, lanzarlos al fondo de los infiernos; pero no lo ha querido, y les deja ensayar por un momento sus débiles esfuerzos… Pero por adelantado tiene la victoria. Nadie podrá resistirle impunemente y su triunfo será glorioso; igualará a sui fuerza y a su poder… Como es el Fortísimo, sabe y puede esperar, porque toda la eternidad le pertenece. Cuanto más siente el hombre su impotencia, tanto más teme se le escape lo que tiene entre las manos… El hombre prudente, es vigilante y fiel en utilizar, en el momento presente, los medios que la sabiduría divina le presenta; no quisiera dejar perder uno solo por culpa suya; porque comprende la armonía admirable de la Providencia y cómo debe hacerse todo en orden… Pero no se inquieta, porque descansa en Cristo por encima de sus propios cuidados…

            Nuestras inquietudes son falta de fe en el poder de Cristo Rey, en el poder de Cristo vencedor; son un desorden, porque las más de las veces, mientras nos inquietamos, ya sea por lo pasado, o por lo porvenir, nos agotamos en un vano temor que nos paraliza, que nos hace perder fuerzas, temblar ante una quimera, frente a múltiples aprehensiones sin fundamento, que producen la turbación en el espíritu… una agitación en nuestro ser… sin determinación precisa, sin movimiento actual práctico…

            La consecuencia de tal inquietud suele ser la tristeza, el desaliento. El enemigo de todo bien conoce ese ardid; a menudo por ahí es por donde nos tienta, y agota las fuerzas de los buenos… Entregados a sí mismos no son sino hombres, que fácilmente son vencidos por los otros hombres y por los demonios… o por el mismo mal que está en ellos. Pero con Cristo vencedor son más fuertes que todos los demonios del infierno reunidos… más fuertes que “ejércitos colocados en orden de batalla”[1]… Nadie podrá vencer al que es fuerte en Cristo, que permanece unido a Cristo, porque Cristo mismo es quien vence y triunfa en él…

3.- Cristo ha vencido al mundo y será vencedor en nosotros por su Espíritu.

            Cristo ha hecho esta grandiosa promesa a sus Apóstoles, que vendría a ellos y pondría en ellos su Espíritu… y que este Espíritu les hará triunfar del mundo, del demonio y de la carne: Tened confianza, dice, Yo he vencido al mundo[2]. También venceréis vosotros, si ponéis vuestra confianza no en vosotros mismos, sino en Mí… Yo soy el Rey, Rey vencedor, Rey glorioso: Yo ya he vencido… y venceré aún en mis siervos… por mis siervos… Manifestaré mi gloria en los que me pertenecen… con tal de que pongan toda su confianza en Mí.

            Yo he vencido al mundo… Aunque el mundo ha rehusado el reconocerme y no ha querido recibirme… Yo he venido y he manifestado mi gloria[3]… He sido vencedor del mundo, viniendo a sacar a los míos de en medio del mundo[4], y dejándolos en el mundo sin que sean del mundo[5], para servir de condenación al mundo y para que triunfen del mundo por la fe[6].

4.- Cada victoria de los suyos es un triunfo para Él.

            Cada victoria de los míos sobre el mundo es un triunfo para Mí… Todos esos religiosos, esos apóstoles… por su vida, por sus hábitos, por su regla, por los votos observados voluntariamente, por la abnegación practicada en todo momento… por la sumisión constante a mi Iglesia y a los que me representan, en quienes encuentran la autoridad… todos estos católicos que obran según mis principios y mi doctrina, unidos a mi Iglesia, multiplican mis victorias… Porque yo soy quien triunfo y me glorifico en mis santos[7]. Por su medio hago resplandecer mi poder, y cuanto más pequeños y humildes son y tienen mayor conciencia de su insuficiencia personal, más se acrecienta al mismo tiempo su fe… tanto más puedo manifestarme  en ellos y vencer en ellos[8]… Mi victoria es tanto más brillante, cuanto mayor es la impotencia de que me sirvo. Así mis mayores victorias las obtengo por los pequeños, por los párvulos… Haceos, pues, todos como niños pequeños[9], tened fe en Mí… tened confianza… permaneced en mi amor[10]y no tendréis nada que temer; el demonio mismo huirá delante de vosotros y le podréis vencer fácilmente. Pues yo soy quien vencerá en vosotros.

5.- Nada habrá que pueda resistirle.

            Yo soy vencedor, vencedor del hombre; lo he conquistado… me pertenece. En vano buscará sustraerse a mi poder, que contra Mí no puede nada… Algunas veces le dejo creer en su victoria contra Mí; y es que aguardo para tomar una divina represalia en que mi gloria brille con mayor magnificencia… Nadie podrá resistirme, nada resistirá tampoco al que está unido a Mí.

6.- Cristo ha vencido al demonio y a la muerte. – El que está con él también los vencerá por él.

            Yo he vencido al demonio y a la muerte[11]; el que está conmigo los vencerá. Yo salí triunfante del sepulcro, él saldrá también para gozar de la vida gloriosa que le he conquistado por mi victoria y sometiéndome a la muerte para triunfar de la muerte por mi propio poder. ¿No es infinitamente más glorioso resucitarse a sí mismo que devolver la vida a otros?

            ¿Quién puede resucitarse sino el que tiene la vida en sí mismo? ¿No demuestra en eso mismo el poder que tiene de dársela a los hombres y de quitársela cuando le agrada?... Por mi resurrección misma he dado testimonio de cómo mi Pasión, mi muerte y todos los sufrimientos y las humillaciones soportadas por Mí, han sido voluntarias…

            He vencido por mí muerte… Mi muerte en sí misma ha sido la más grandiosa de las victorias: ha sido para la humanidad y por toda la humanidad que he cargado sobre mí, y llevaba unidad a mí, como la cabeza lleva a los miembros: ha sido la victoria sobre el pecado[12], el homenaje supremo de obediencia, de sumisión del hombre a la Divinidad… En mí, Dios lo ha recibido todo y lo ha dado todo. En mi humanidad Dios mismo se ha mostrado vencedor del pecado… Yo he vencido al pecado… he devuelto a la Divinidad por la humanidad misma el más perfecto homenaje digno de ella, que sobrepasa infinitamente la ofensa del pecado…

7.- Por la obediencia alcanzaremos victorias a gloria del Rey.

            Os he dado poder de vencer a vuestra vez para gloria mía y por amor a Mí… Los que estás en Mí y queréis mi Reino es necesario ante todo que me ayudéis a obtener numerosas victorias en vosotros… Por la obediencia es como me haréis triunfar[13]. El pecado siempre es una desobediencia, una resistencia, una separación de mi voluntad… Si queréis vencer, obedeced, obedecedme a Mí, obedeced en espíritu de fe… no a los hombres como tales, sino como a Dios, como a vuestro Cristo Rey…

            La victoria, eso es lo que obtenéis según tenéis de Mí, esa la que acrecienta mi vida y mi poder en el alma, la que hace manifestarme más poderoso, mejor y más glorioso… Vuestro único negocio aquí abajo, oh hombres, pensadlo bien, es procurar mi gloria, hacerme alcanzar en vosotros numerosas victorias… Vuestra vida misma es para glorificarme: en la eternidad sin fin encontraréis la gloria que os corresponda, entonces comprenderéis lo que habéis ganado al elegirme por vuestro Rey, y, no viviendo sino para Mí, combatiendo generosamente vuestras inclinaciones y todo lo opuesto a Mí en vosotros y en torno vuestro. No temáis[14]. Cristo es vencedor… y vosotros todos seréis vencedores en MÍ…

P. M. SULAMITIS





[1] Cant. VI, 3, 9.
[2] Joan. XVI, 33.
[3] Joan. XVII, 22.
[4] Joan. XV, 19; XVII, 14, 16.
[5] Joan. XVII, II, 15; I Cor. V, 10.
[6] Joan. V, 4.
[7] Ps. 67, 36; II Tes. I, 10.
[8] Joan. V, 4, 5; Apoc. III, 21; XII, 11; XXI, 7.
[9] Mat. XVIII, 3.
[10] Joan. XV, 9.
[11] Rom. VI, 9; I Cor. XV, 54-57; Apoc. XX, 6; XX, 13, 14, XXI, 4; II Tim. I, 10.
[12] Rom. VI, 6.
[13] Prov. XXI, 28.
[14] Mat. X, 28-31; Luc. XII, 7, 32; XXIV, 36; Marc. VI, 50; Joan. VI, 20.