lunes, 27 de febrero de 2017

"María y los jóvenes"


MARIA
Y LOS JOVENES
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María es nuestra Madre.

         Jóvenes que habéis sido educados en el regazo de una madre cristiana: ¿no depositó ella en vuestros corazones el germen de una devoción íntima a María, la Virgen Inmaculada, la del todo pura, hermosa, mediadora omnipotente? A esta Madre de Misericordia, tan buena… que tiene el corazón siempre abierto al sufrimiento, a la indigencia, a todos los que están necesitados… la Iglesia misma la llama: refugio de los pobres pecadores… porque por muy bajo que el alma haya caído, si acude a María, Ella le obtendrá la gracia de levantarse, recobrar su inocencia y la amistad de Jesús.

         Sin duda, os diría que María es vuestra Madre, vuestra Madre según la gracia como ella misma lo es según la naturaleza; y que toda la ternura y abnegación que encontraréis en su corazón, no es nada comparado con el amor que os tiene María… con su deseo de ayudaros y haceros bien. Así mismo os recomendaría que recurrieseis constantemente a María, que no dejéis de rezar siquiera un Ave-María diariamente; porque “jamás se ha oído decir que alguno de cuantos han acudido a Ella, haya sido abandonado…”

La mirada puesta en María. – El recurrir a María es fuerza y socorro.

         ¡Es tan fácil rezar un Ave-María! No lo omitáis jamás. Vosotros mismos, los que apenas conocéis a vuestra Madre que está en los Cielos… que habéis oído poco hablar de Ella, repetid, al menos, su hermosa oración: Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús… Estas alabanzas a María, que son la salutación del Ángel en el misterio de la Encarnación y la de su prima Isabel, inspirada por el Espíritu Santo, serán para vosotros luz y fuerza en vuestras dificultades y tentaciones; porque diciéndolas de corazón os sentiréis inclinados a desprenderos de las cosas perecederas, comprenderéis la vanidad de las engañosas bellezas que por un nada se destruyen… el vacío de placeres que duran unos instantes, la locura de apegarse a las riquezas y los honores.

         Atraídos hacia un ideal tan puro como lo es María, sentiréis crecer en vosotros el amor al bien, a la virtud, a la pureza. – Vuestras almas se dilatarán y se elevarán, comprenderéis las cosas más en la verdad; porque las pasiones ciegan y desvían del verdadero bien cuando están reguladas por la divina luz de la fe.

Recurrir a María en todas las dificultades y peligros.

         María es la estrella del mar que guía las almas hacia Cristo-Rey. Ella las fortifica, alienta, consuela… Es más madre que todas las madres, puesto que, siendo Madre de Dios, se ha dignado aceptar también la maternidad de nuestras almas y quiere ejercitar espiritualmente en nosotros el tierno y doloroso oficio de madre… Después de enumerar sus privilegios, no dejéis de añadir: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, así sea. Ninguna oración deja sin provecho al alma; ésta recibe en ella siempre un socorro especial… En vuestros peligros, en vuestras tristezas, en vuestros momentos de decaimiento, acudid a María, Ella no os abandonará. ¡Son tan grandes los prodigios de gracia y de misericordia debidos a su intercesión!... Confiad en una madre tan buena que vela por vosotros, y comprende mejor que vosotros mismos lo que es vuestra alma; la salvación de un alma… por toda una eternidad.

La esperanza cristiana.

         Sois jóvenes, pero ya habéis comprendido, a pesar de todo, que no permaneceréis largo tiempo sobre la tierra; estáis viendo como siega la muerte, sin cesar, en torno vuestro… La muerte es el castigo del pecado, por él entro ella en el mundo (Rom. V, 12).

         Si esta os ha herido en vuestros más legítimos afectos, arrebatándoos un padre, una madre un hermano o hermana tiernamente amados, mirad cómo el pensamiento más consolador es el de volver a reuniros un día con ellos… No hay nada semejante a la esperanza cristiana para sostenernos en el camino de la vida; ella nos enseña como todo sacrificio, todo sufrimiento, tendrá arriba magnífica recompensa… y que todos los que en la tierra hubieran mostrado ser siervos de Cristo-Rey, tendrán puesto en su Reino. Mi Padre honrará a mi siervo. Allá donde Yo esté, permanezca mi siervo también (Joan. XII, 26). Esa es la voluntad de Jesucristo…

Despertad su fe.

         ¡Oh jóvenes, despertad a la fe, colocad en una balanza la verdad y la vanidad… los goces de la pureza, de la inocencia y los de la voluptuosidad, seguidos de unos punzantes remordimientos, de una funesta ceguera y del endurecimiento del corazón… Comparad la vida de un joven casto, con la del que se entrega a la disolución y al vicio… el dulce beso de una madre, su mirada plenamente complacida hacia el hijo que es su alegría y su corona, y las silenciosas lagrimas que surcan sus mejillas cuando presiente o sospecha de él… ¡Joven, no hagas llorar nunca a tu madre de la tierra! Y aunque lo veas piensa en tu madre del Cielo que te ama, te muestra que está ahí, cerca de ti, dispuesta siempre a prestarte su apoyo.

         ¡No desfallezcas jamás! A Ella puedes y debes acudir siempre, porque aunque hayas caído, Ella te levantará. No seas entonces causante de una nueva desgracia rehusando invocarla, dudando de Ella… antes llámala, con todas tus fuerzas diciendo: “¡Madre, he pecado, tened piedad de mí!”…

En dónde se halla la verdadera libertad.

         ¿Tenéis, oh jóvenes, sed de libertad? Id a María. Ella os dirá en qué consiste la verdadera libertad: “Es mi hijo, Cristo-Rey, quien la da”. El Papa lo ha dicho muy bien: “Da la libertad, porque ilumina la inteligencia, muestra la verdad… porque fortifica la voluntad, enseñando que la perfección del ser, no consiste en afrontar lo que es superior a él, sino en someterse a Él y en sujetarse a lo más perfecto”… La perfección de vuestra voluntad ¡oh jóvenes!, es la de obedecer al Ser Supremo…, sometiéndoos por la fe a Cristo-Rey, que vino al mundo para dar a conocer la Divinidad y la Verdad, para darnos la vida y mostrarnos el camino que conduce a nuestro fin… La perfección consiste, por tanto, en estar sometidos a Él y a su Iglesia… En Él encontraréis la satisfacción del corazón; aquel que vaya a Él no tendrá hambre ni sed de los bienes perecederos… y su alma se dirigirá sin cesar hacia el verdadero bien…

La salvación así como los demás bienes se nos dan por medio de María.

         He aquí, oh jóvenes, lo que os enseñará María, vuestra Santísima Madre. Por ella alcanzaréis la libertad, la verdadera vida, la felicidad… transcurrirá dichosa vuestra existencia, practicaréis la justicia, llegaréis a ser hombres íntegros, fieles al deber; seréis el sostén del derecho y la verdad, en quienes pueda apoyarse el débil para ir a su Dios… y marchar seguro entre los escollos de la vida… porque vosotros le enseñaréis también lo que es María, y lo que se puede esperar de Ella.

         Jóvenes: la salvación os vendrá siempre por María… Depositad en Ella vuestra confianza, miradla a menudo y acordaos de invocarla: no veréis nunca frustrada vuestra esperanza… Si alguna vez tardarais algo en recibir socorro, no os canséis de solicitarlo, porque Ella sabrá atenderos luego, y con mayor largueza aún…

María es mi Madre. ¿Cómo dejaré de quererla?

         Ella vela por mí, me protege…
         Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora. ¡Qué sentido tan profundo encierra este “ahora” que con tanta sencillez abarca todas nuestras necesidades! Y en la hora de nuestra muerte. Así sea…

         ¡Oh María, oh Reina y Madre Mía!
         Acelerad en las almas y en el Universo,
         El Reinado de Cristo-Rey.
         Realícese por Vos “El que todos seamos Uno en Él”.

Promesas del Bautismo.

         Yo renuncio a Satanás, a sus pompas, a sus obras y me entrego a Jesucristo, a su ley, a su Iglesia para siempre.

Ofrecimiento.

         ¡Padre Santo! Por el Corazón Inmaculado de María os ofrezco a Jesús, vuestro Hijo muy amado; y me ofrezco yo mismo en Él, con Él y por Él a todas sus intenciones y en nombre de todas las criaturas.

(300 días de indulgencia cada vez, plenaria una vez al mes).
Pío XI, 10-VI-1923.


P. M. SULAMITIS.

domingo, 26 de febrero de 2017

Enseñanzas del Amor Misericordioso: "¡Sed buenos!"


SED BUENOS
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         Oh vosotros, los que os sentís muy tentados, aun delante de un Crucifijo, y aun después de la santísima Comunión, de replegaros, bajo pretexto de que el mundo es malo y abusa de vuestra bondad; escuchad a Jesús y oíd lo que ahí adentro desde el fondo del corazón os dice:

         La humanidad sufre desde el primer pecado… No os admiréis: el sufrimiento es el castigo del pecado. Por eso gemís suspirando por la libertad… Aspiráis a la felicidad. El hombre fue creado para el goce… el sufrimiento vino como contrapeso… y Yo he venido para devolveros esa dicha por la cual suspira vuestra alma… El reino de Dios es paz y gozo en el Espíritu Santo… paz y gozo en la justicia según la verdad.

         Interrogad a los que viven en conformidad con mis máximas… no digo de aquellos que sólo son cristianos de nombre –o de los que hacen consistir la religión en ciertas prácticas de piedad, como la asistencia a ciertas ceremonias de la Iglesia– sino de los que viven prácticamente en mis enseñanzas, y veréis que paz tan profunda, que alegría serena se encuentra en el fondo de esas almas en las cuales reina la justicia y que todo lo ven en la verdad… aun en el sufrimiento que pudiera abrumarlas algunas veces… Mi Religión está toda llena de vigor y sostiene por la esperanza… una esperanza fundada en la verdad que no engaña.

         Mirad también la rectitud que se encuentra en esas almas que prefieren sacrificarlo todo antes que faltar a la lealtad, a su deber, a la caridad… ¡Cuán apaciblemente se descansa cerca de tales almas! ¡Cómo se dilata, se expansiona el corazón, parece perder su egoísmo o al sentir nuevas vibraciones… la sed de dar a su vez lo que recibe… y comunicar la bondad!...

Hacerse apóstoles de la bondad por el ejemplo y la oración.

         ¡Sólo Dios es bueno! Os lo he dicho, y por la bondad es como se volverá a ganar el mundo… ¡por este raudal que brota del corazón de Dios!

         En la hora presente hay que buscar muchos apóstoles de la bondad… Es una forma de la caridad… una expresión del Amor Misericordioso… o más bien, es la irradiación de la bondad divina sobre la miseria.

         ¡Sed buenos! ¡Sed buenos! Amaos los unos a los otros… como se aman los hermanos entre sí, hijos de un mismo Padre que es el Dios de la bondad. ¿Habéis notado esta cualidad, este carácter de vuestro Padre, que expresáis al llamarle?...

         Tomad la santa costumbre de no pronunciar estas palabras de cualquier manera, maquinalmente; sino de modo que os recuerden que Yo soy todo bondad y que también quiero que vosotros seáis buenos…

         Al rezar el Padre nuestro pedís: ¡Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo!... Mi voluntad es que os améis, que os ayudéis, que seáis buenos los unos para con los otros como Yo lo soy para todos. Ved si hay algo en el mundo que os haga tanto bien como la bondad… La bondad suplica el don… ¡Ah! Si todos los que estáis en estado de gracia tuvieseis conciencia de vuestro privilegio, si creyerais vivamente que poseéis dentro de vosotros mismos a Dios… al Dios bueno… ¡cuánto quisierais que vuestros hermanos participaran de vuestra dicha y vivierais dejando desbordar a vuestra vez la bondad de Aquel que vive en vosotros y que por vosotros quiere expansionarse!

         Sed buenos: me dirijo a todos; al anciano y al niño, al señor y al siervo… al patrón y al empleado… al intelectual y al obrero… al enfermo y al trabajador…. ¡Sed buenos! ¡Sed buenos! Que todos los que lean estos dilaten sus almas y hagan una aspiración para que los otros que lo lean comprendan la eficacia del apostolado de la bondad… la necesidad que experimentan los que los rodean de encontrar un poco de bondad.

         No habría tantos de esos pobres corazones ulcerados que nadie piensa en curar, ni tantos de esos caracteres agriados que se creen carga para sí y para los demás… ¿Quién querrá sacrificarse para aliviar los males de la sociedad?... La verdadera caridad es una obra muy grande que puede emprenderse por todos, y que será tanto más fecunda y fecundada por la gracia cuanto mayor sea el amor con que se emprende.

         Procurémoslo… seamos buenos un día… comencemos de nuevo al siguiente… procuremos ser aún mejores… supliquemos… olvidémonos… sacrifiquémonos por los otros… tratemos de darles gusto, de aliviarles… tengamos en los labios una amable sonrisa. Que nuestra mirada sea límpida y serena, dulce y humilde… modesta… Que el tono de nuestra voz, nuestros modales, revelen la bondad… y la paz se derramará en nuestra alma y en la de los demás… ¡Seamos buenos por lo menos hoy! ¡Buenos para asemejarnos a Jesucristo y a nuestro Padre celestial que es tan bueno!...

         Quisiera que fueseis a la manera de los ángeles a llevar por todas partes la alegría y la paz. Aquí abajo pasé Yo haciendo bien, consolando a las almas que sufrían; y por vuestro medio quisiera seguir haciendo bien. No se piensa bastante en el apostolado de la dilatación de las almas en el Espíritu Santo. No os ocupáis sino de lo que cae bajo de los sentidos… ¡Si supieseis la feliz influencia que ejerce un alma que está en caridad! Amigos míos, sed ante todo sembradores de paz y gozo en el Espíritu Santo. Y para ello manteneos unidos a Él bajo su acción fecunda… y orad para que obre, ilumine, caldee… ¡pero Él mismo!

         No comáis vuestro pan en la ociosidad, salvad a vuestros hermanos, olvidándoos en Mí, para consagraros al divino apostolado de la caridad.

         Soy el Dios bueno. Obro el bien. Vosotros sois los que causáis el desorden poniendo en vosotros y por vosotros obstáculos a las efusiones del bien, a los efectos, al desarrollo de la gracia en vuestras almas. Un cristiano verdadero es un sembrador del bien. Lleva en sí y a todas partes el Principio de la gracia, la derrama en todos. Se le reconoce por la unción que exhalan sus palabras y sus acciones. Ayudad a las almas a creer, a vivir de verdad. Ayudaos unos a otros. Que vuestras palabras sean santas como conviene a los elegidos, a los hijos de Dios.

         Excitaos mutuamente a amar cada vez más, a bendecir al Padre por sus beneficios y sus dones. Comunicaos mutuamente la luz. ¿Alguno de vosotros está triste, abrumado bajo la tentación? Que el que está en la luz le dilate el corazón y reavive suavemente hacia vuestros hermanos y les enseñaréis a hacer lo que se hace en el cielo… ¡Cuán bueno es a los hermanos alabar al unísono y con un mismo corazón a un Padre bondadoso, no deseando sino complacerle, obedecerle y hacer fructificar sus dones!

         “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado: ese es mi mandamiento. Por esta señal se conocerá que sois mis discípulos”. ¡que sois los míos!

P. M. SULAMITIS.

         (Enseñanzas del Amor Misericordioso).

viernes, 24 de febrero de 2017

"El día con María"


El día con María
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      Decía San Bernardo que “nada reporta tanto provecho al alma como el pensar con frecuencia en María”.

         ¡Qué provechoso sería para las almas adquirir la santa costumbre de hacerlo todo en María, con María y como María!...

         María es nuestra mediadora para ir a Jesucristo-Rey… Es nuestra Reina… Reina de la santa Iglesia.

         Por ella y en ella seremos verdaderamente, como ella y con ella, “siervos del Señor”.

         Es además nuestra Madre, que quiere hacernos vivir de la vida de Jesús…

         Digámosle a menudo: “¡Oh María, Virgen inmaculada, puesto que Vos sois la llamada a atraer a la gracia y a la gloria a todos los escogidos de Dios, dignaos recibirme en vuestro corazón maternal y formarme en Vos, a fin de hacerme semejante a Jesús.

         Al despertar. – María, madre mía, yo me ofrezco a Vos para hacer en Vos y para que Vos hagáis en mí durante este día lo que más pueda agradar a Jesús.

         Enseñadme a decir Fiat a todo lo que su Corazón quiera enviarme.

         Corazón inmaculado de María, nuestra Reina y nuestra Madre, yo me entrego a Vos, renuncio a todo lo que es mío y acepto y quiero todo lo que es vuestro. ¡Fiat!... ¡Oh Jesús, me uno a Vos con todo mi corazón!...

         Examen. – Contemplar a María para ver en ella la virtud que debemos especialmente practicar, o el defecto que hemos de combatir para imitarla mejor… y quitar lo que en nosotros más se opone al Fiat de amor.

         En la Santa Misa. – Asistir a ella con María al pie de la Cruz. Con ella y en ella decir con amor y agradecimiento el Fiat en el sacrificio augusto de Jesús, uniendo a Él nuestro Fiat de todo el día.


         ¡Padre Santo! Por el Corazón inmaculado de María os ofrezco a Jesús vuestro Hijo muy amado, y me ofrezco a mí mismo en Él, con Él y por Él a todas sus intenciones y en nombre de todas las criaturas.

         Fiat. - ¡Oh Jesús, me uno a Vos con todo mi corazón!...

(300 días de indulgencia cada vez).

         En la Comunión. – Madre mía, dignaos preparar mi corazón… dadme a vuestro Jesús y recibidle Vos misma en mí…

         Hacer la acción de gracias con María tomando de ella su voluntad sumisa y sus disposiciones… Permanecer todo durante todo el día en un recogimiento íntimo.
         Fiat… ¡Oh Jesús, me uno a Vos con todo mi corazón!...

         Ante un sufrimiento. – Imitar las disposiciones de María: ella permanecía en unión con Jesús.
         Fiat… ¡Oh Jesús, me uno a Vos con todo mi corazón!...

         Antes de la oración. – Imitar las disposiciones de la Santísima Virgen: ella miraba a Jesús uniéndose a Él y a todas las peticiones del “Padre nuestro…” que resumían todos los deseos de su alma…
         Fiat… ¡Oh Jesús, me uno a Vos con todo mi corazón!...

         Antes de una obra. – Imitar las disposiciones de María: que no buscaba ni quería, como Jesús, sino la voluntad del Padre.
         Fiat… ¡Oh Jesús, me uno a Vos con todo mi corazón!...

         Después de una obra. – Madre mía, a Vos la abandono, recogedla por mí…
         Fiat… Yo quiero ser cada vez más de Jesús.

         Antes de comer. – Imitar las disposiciones de María: ella miraba a Jesús, se unía a Él… recibía con acciones de gracias lo que Él servía… dejando siempre lugar a la mortificación…
         Fiat… gracias… ¡Oh Jesús, me uno a Vos con todo mi corazón!...

         Después de una falta. – Recurrir a María… pedirle su horror al pecado… una gran contrición de amor… fuerzas para no volver a caer…

         Madre mía, alcanzadme el perdón de vuestro Jesús… reparad por mí… Por Vos me doy a Él más que nunca.

         Aceptar en el Fiat todo lo que Cristo-Rey quiera para nosotros…

         ¡Perdón! ¡Yo os amo!... ¡Oh Jesús, me uno a Vos con todo mi corazón!...

         Antes de dormirse. – Imitar las disposiciones de María: Ella se unía íntimamente a su Jesús y con Él abandonaba su alma en las manos del Padre… 
          Fiat… ¡Perdón, gracias!... ¡Oh Jesús, me uno a Vos con todo mi corazón!...


         ¡Oh JESUS, Sacerdote HOSTIA! por MARIA me ofrezco a Vos… Tengo hambre de Vos… me uno a Vos… ¡Hacednos Uno en Vos!

P. M. SULAMITIS.

lunes, 20 de febrero de 2017

Mensaje del Amor Misericordioso: "La vida religiosa"


¿Qué es vida religiosa?

Es una vida de separación del mundo, de vencimiento personal y de unión con Dios. En otros términos, vida religiosa es la consagración que una persona hace a Dios de todo su ser y de cuanto le pertenece.

            Es tener siempre los ojos del alma fijos en Dios por medio de una continua oración.

            Significa un cuerpo casto, una boca limpia, un alma en que se reflejan de lleno las irradiaciones de la Divinidad.

            Es una vida de penitencia, de lágrimas y de sufrimientos, que tiene siempre presente la memoria de la muerte y concentra todo su anhelo en la práctica de la virtud.

            Los motivos racionales de la vocación son: el deseo de alcanzar la salvación eterna, el arrepentimiento y dolor de los pecados o el solo amor de Dios.

            La vida religiosa es de institución divina, pues el mismo nuestro Señor Jesucristo puso los fundamentos de ella. Cuando dijo a sus discípulos que no era lícito al marido separarse de su esposa para tomar otra, le dicen sus discípulos: “Si tal es la condición del hombre con respecto a su mujer, no tiene cuenta el casarse”. El divino Salvador pronuncio entonces estas memorables palabras: “No todos comprenden esta palabra o son capaces de esta resolución, sino aquellos a quienes se les ha concedido de lo alto” (S. Mateo cap. XIX, v. 10, 11 y 12). Siguiendo el mismo capítulo del Santo Evangelio, v. 21, se lee: “Si quieres ser perfecto, anda, y vende cuanto tienes, y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo: ven después y sígueme”. El v. 29 agrega: “Y cualquiera que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o esposa, o hijos, o heredades, por causa de mi nombre, recibirá cien veces más y poseerá después la vida eterna”. Antes había dicho: (Cap. XIV, v. 24). “Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y cargue con su cruz y sígame”.

            Todo lo que constituye el estado religioso está comprendido en estas palabras del Santo Evangelio. Por ellas nuestro Señor Jesucristo recomienda la pureza virginal, la pobreza voluntaria, el vencimiento de la propia voluntad y la imitación de su vida divina. Alaba y aprueba el ejercicio constante y perpetuo de estas virtudes como una vida mejor y más perfecta que la vida ordinaria.

(Del “Catecismo de la vida religiosa”).

* * *

“Hay que bajar continuamente la cabeza, y marchar a contrapelo de vuestras costumbres e inclinaciones, encomendándoos a Nuestro Señor, y en todo y por doquier dulcificándoos, y no pensando casi en otra cosa sino en la pretensión de esta victoria.”

“¿Qué puedo deciros, sino lo que tantas veces os he dicho? Que sigáis vuestra vida ordinaria lo mejor que podáis con amor de Dios, haciendo siempre actos interiores de amor, y también exteriores, sobre todo acomodando vuestro corazón hasta donde podáis a la santa dulzura y tranquilidad: dulzura con el prójimo, aunque sea molesto y enojoso; tranquilidad con vos misma, aunque estéis tentada y afligida.”

“Sed siempre lo más amable que podáis, porque se recogen más moscas con una cucharada de miel, que con cien barriles de vinagre. Si es preciso caer en algún extremo, que sea en el de la dulzura.”

(Consejos de San Francisco de Sales a las religiosas de la Orden de la Visitación).

"Estas palabras son el fundamento de toda la perfección cristiana y religiosa. Negarse a sí mismo es renunciar a toda la voluntad de la carne, a todas nuestras inclinaciones, deseos, contentos, satisfacciones, delicadezas, gustos, placeres, humores, hábitos, propensiones, aversiones y repugnancias a las cosas ásperas; en fin, renunciar en todo y por todo a ese perverso yo. Luchar por destruir vuestros caracteres, pasiones e inclinaciones; en una palabra, toda nuestra naturaleza; y esto, con enérgica voluntad y con una generosa y perseverante mortificación de todo vuestro ser.

Es necesario saber que solamente hay que mortificar las inclinaciones imperfectas o de cosas malas, y no las buenas o las que tenemos a cosas buenas; por ejemplo: me mandan hacer un trabajo y yo me siento inclinada a hacer otro; hay que mortificar esta inclinación y sujetarla a la obediencia. Pero me dan a hacer un trabajo que me gusta: no debo entonces, bajo el pretexto de mortificar mi inclinación, rehusar dicho trabajo, sino ofrecer a Dios esta labor y decir: la hago, no por la inclinación que a ella siento, sino porque la obediencia me lo manda (o, en el caso de los laicos: Lo hago por amor a ti, Señor; o, porque es mi obligación)."

(Sobre las palabras de Ntro. Señor:  "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo...", Santa Juana Francisca Fremyot de Chantal).

* * *
            Algunos testimonios de santos sobre la vida religiosa:

            “El que se consagra a Dios con los santos votos hace uno de los ofrecimientos más preciosos y agradables a su divina majestad”.
San Juan Bosco.

“Si de momento se supiera lo que es la vida religiosa, por asalto tomarían los conventos y nadie quedaría en el siglo”.
San Pedro Julián Eymard.

"Si quieres amar a Cristo, extiende tu caridad por el mundo entero, pues los miembros de Cristo se extienden en todo el mundo."
San Agustín de Hipona.

* * *


“¡Oh almas religiosas! Leed esto; bien sea para precaveros contra el enemigo que os acecha y evitar el escollo que os tiene preparado, o bien para desprenderos de los lazos en que habéis caído… Leed; pero acordándoos bien de que no son las palabras las que dan luz; es la gracia de Dios, la unción del Espíritu Santo. Recogeos siempre; rogad a María vuestra Madre, id a Ella como en otro tiempo acudieron en su apuro los criados del festín, y vuestra buena Madre os recordará esta palabra de Caná: Haced todo lo que mi Hijo os diga[1]... Pedid, pues, a esta Santísima Virgen que os obtenga del Corazón de su Jesús la luz, la inteligencia de la verdad, la gracia de que Él os hable al corazón mientras esto leyereis”.

“Te dejo mi gran palabra de amor, esta palabra que fue la Mía toda la vida: Obediencia. La obediencia es la que hace particularmente al religioso, lo que le “une” más perfectamente a Dios, lo que le consagra como tal; tanto que ciertas órdenes religiosas no hacen más que el voto de Obediencia; ese es su distintivo como lo fue el Mío… “He sido obediente hasta la muerte y muerte de cruz”[2]. Algunos se preguntan si Yo he sido, propiamente hablando, religioso: Yo he sido perfecto religioso del Padre; Yo he estado unido a Él como ningún hombre en la tierra; mi unión sobrepuja a la de los votos más estrictos y los más perfectamente observados. Mi voto procedió de la unión hipostática; y, no obstante, sometí mi voluntad humana a la divinidad por un misterio incomprensible para vosotros, como si, siendo libre, hubiera podido sustraerme de esta incomparable unión. Es lo que hizo que, siendo Dios y poseyendo toda perfección, quisiera como adquirir por virtud todas las perfecciones que, bajo la influencia divina, vuestra naturaleza humana es capaz de adquirir; todas las virtudes que tenéis que practicar, las he practicado yo también; y me habéis visto practicarlas con valor, como vosotros; luchas hasta sudar sangre para enseñaros como debéis obrar y lo que en vuestras luchas es meritorio y no ofende a vuestro Dios[3]

            “La vida religiosa no es acá abajo la vida de gloria: es la vida “unida” a vuestro Cristo, la continuación de su vida sobre la tierra, vida de sacrificio y de inmolación…”

            “¡Oh, vosotros que leéis estas  páginas! abrid sobre todo vuestro corazón a mi voz, pedidme que os haga entender lo que Yo espero de vosotros; manteneos humildes y dóciles para responderme como María: “¡Fiat! He aquí, oh Dios mío, vuestra pequeña sierva; he aquí vuestro pequeño siervo! Cúmplase plenamente en mí, vuestra palabra, expresión de vuestra santa voluntad”.

            “Pedidme esta misma gracia para todos vuestros hermanos. Amén.”




[1] Joan., II, 7.
[2] Filipenses, II, 8.
[3]  Luc., XXII, 44.