domingo, 26 de febrero de 2017

Enseñanzas del Amor Misericordioso: "¡Sed buenos!"


SED BUENOS
_____

         Oh vosotros, los que os sentís muy tentados, aun delante de un Crucifijo, y aun después de la santísima Comunión, de replegaros, bajo pretexto de que el mundo es malo y abusa de vuestra bondad; escuchad a Jesús y oíd lo que ahí adentro desde el fondo del corazón os dice:

         La humanidad sufre desde el primer pecado… No os admiréis: el sufrimiento es el castigo del pecado. Por eso gemís suspirando por la libertad… Aspiráis a la felicidad. El hombre fue creado para el goce… el sufrimiento vino como contrapeso… y Yo he venido para devolveros esa dicha por la cual suspira vuestra alma… El reino de Dios es paz y gozo en el Espíritu Santo… paz y gozo en la justicia según la verdad.

         Interrogad a los que viven en conformidad con mis máximas… no digo de aquellos que sólo son cristianos de nombre –o de los que hacen consistir la religión en ciertas prácticas de piedad, como la asistencia a ciertas ceremonias de la Iglesia– sino de los que viven prácticamente en mis enseñanzas, y veréis que paz tan profunda, que alegría serena se encuentra en el fondo de esas almas en las cuales reina la justicia y que todo lo ven en la verdad… aun en el sufrimiento que pudiera abrumarlas algunas veces… Mi Religión está toda llena de vigor y sostiene por la esperanza… una esperanza fundada en la verdad que no engaña.

         Mirad también la rectitud que se encuentra en esas almas que prefieren sacrificarlo todo antes que faltar a la lealtad, a su deber, a la caridad… ¡Cuán apaciblemente se descansa cerca de tales almas! ¡Cómo se dilata, se expansiona el corazón, parece perder su egoísmo o al sentir nuevas vibraciones… la sed de dar a su vez lo que recibe… y comunicar la bondad!...

Hacerse apóstoles de la bondad por el ejemplo y la oración.

         ¡Sólo Dios es bueno! Os lo he dicho, y por la bondad es como se volverá a ganar el mundo… ¡por este raudal que brota del corazón de Dios!

         En la hora presente hay que buscar muchos apóstoles de la bondad… Es una forma de la caridad… una expresión del Amor Misericordioso… o más bien, es la irradiación de la bondad divina sobre la miseria.

         ¡Sed buenos! ¡Sed buenos! Amaos los unos a los otros… como se aman los hermanos entre sí, hijos de un mismo Padre que es el Dios de la bondad. ¿Habéis notado esta cualidad, este carácter de vuestro Padre, que expresáis al llamarle?...

         Tomad la santa costumbre de no pronunciar estas palabras de cualquier manera, maquinalmente; sino de modo que os recuerden que Yo soy todo bondad y que también quiero que vosotros seáis buenos…

         Al rezar el Padre nuestro pedís: ¡Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo!... Mi voluntad es que os améis, que os ayudéis, que seáis buenos los unos para con los otros como Yo lo soy para todos. Ved si hay algo en el mundo que os haga tanto bien como la bondad… La bondad suplica el don… ¡Ah! Si todos los que estáis en estado de gracia tuvieseis conciencia de vuestro privilegio, si creyerais vivamente que poseéis dentro de vosotros mismos a Dios… al Dios bueno… ¡cuánto quisierais que vuestros hermanos participaran de vuestra dicha y vivierais dejando desbordar a vuestra vez la bondad de Aquel que vive en vosotros y que por vosotros quiere expansionarse!

         Sed buenos: me dirijo a todos; al anciano y al niño, al señor y al siervo… al patrón y al empleado… al intelectual y al obrero… al enfermo y al trabajador…. ¡Sed buenos! ¡Sed buenos! Que todos los que lean estos dilaten sus almas y hagan una aspiración para que los otros que lo lean comprendan la eficacia del apostolado de la bondad… la necesidad que experimentan los que los rodean de encontrar un poco de bondad.

         No habría tantos de esos pobres corazones ulcerados que nadie piensa en curar, ni tantos de esos caracteres agriados que se creen carga para sí y para los demás… ¿Quién querrá sacrificarse para aliviar los males de la sociedad?... La verdadera caridad es una obra muy grande que puede emprenderse por todos, y que será tanto más fecunda y fecundada por la gracia cuanto mayor sea el amor con que se emprende.

         Procurémoslo… seamos buenos un día… comencemos de nuevo al siguiente… procuremos ser aún mejores… supliquemos… olvidémonos… sacrifiquémonos por los otros… tratemos de darles gusto, de aliviarles… tengamos en los labios una amable sonrisa. Que nuestra mirada sea límpida y serena, dulce y humilde… modesta… Que el tono de nuestra voz, nuestros modales, revelen la bondad… y la paz se derramará en nuestra alma y en la de los demás… ¡Seamos buenos por lo menos hoy! ¡Buenos para asemejarnos a Jesucristo y a nuestro Padre celestial que es tan bueno!...

         Quisiera que fueseis a la manera de los ángeles a llevar por todas partes la alegría y la paz. Aquí abajo pasé Yo haciendo bien, consolando a las almas que sufrían; y por vuestro medio quisiera seguir haciendo bien. No se piensa bastante en el apostolado de la dilatación de las almas en el Espíritu Santo. No os ocupáis sino de lo que cae bajo de los sentidos… ¡Si supieseis la feliz influencia que ejerce un alma que está en caridad! Amigos míos, sed ante todo sembradores de paz y gozo en el Espíritu Santo. Y para ello manteneos unidos a Él bajo su acción fecunda… y orad para que obre, ilumine, caldee… ¡pero Él mismo!

         No comáis vuestro pan en la ociosidad, salvad a vuestros hermanos, olvidándoos en Mí, para consagraros al divino apostolado de la caridad.

         Soy el Dios bueno. Obro el bien. Vosotros sois los que causáis el desorden poniendo en vosotros y por vosotros obstáculos a las efusiones del bien, a los efectos, al desarrollo de la gracia en vuestras almas. Un cristiano verdadero es un sembrador del bien. Lleva en sí y a todas partes el Principio de la gracia, la derrama en todos. Se le reconoce por la unción que exhalan sus palabras y sus acciones. Ayudad a las almas a creer, a vivir de verdad. Ayudaos unos a otros. Que vuestras palabras sean santas como conviene a los elegidos, a los hijos de Dios.

         Excitaos mutuamente a amar cada vez más, a bendecir al Padre por sus beneficios y sus dones. Comunicaos mutuamente la luz. ¿Alguno de vosotros está triste, abrumado bajo la tentación? Que el que está en la luz le dilate el corazón y reavive suavemente hacia vuestros hermanos y les enseñaréis a hacer lo que se hace en el cielo… ¡Cuán bueno es a los hermanos alabar al unísono y con un mismo corazón a un Padre bondadoso, no deseando sino complacerle, obedecerle y hacer fructificar sus dones!

         “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado: ese es mi mandamiento. Por esta señal se conocerá que sois mis discípulos”. ¡que sois los míos!

P. M. SULAMITIS.

         (Enseñanzas del Amor Misericordioso).