jueves, 9 de noviembre de 2017

Mensaje del Amor Misericordioso: "A los católicos españoles" (segunda parte).


(Segunda parte)

La gloria de Dios y el bien de las almas. - Esta vida es tiempo de prueba. - Jesús ha sufrido más que nosotros. 

    Yo soy la Verdad... En Mí todo es perfecto... Soy también la Bondad infinita, y no hago ni permito cosa alguna que no sea para bien. No os inquietéis, no os turbéis: velad y orad. Todo lo he prometido a la oración y ninguna oración queda sin fruto; pero Yo os escucho de la manera que mejor responde a vuestras necesidades y más pueda aumentar vuestra eterna bienaventuranza en Mí, al mismo tiempo que me proporciona mayor gloria. Estas dos cosas son una sola en mis designios, porque no os he creado sino para mi gloria y para haceros participantes de mi divina felicidad.

Olvidáis a veces que el tiempo que estáis sobre la tierra es un tiempo de prueba, para haceros merecer el cielo. Cuando gozáis de todas las alegrías de la vida y, sin trabas ni dificultades, podéis practicar vuestra religión, sostenidos y alentados por los que están al frente de vosotros, indudablemente que tenéis mucho que agradecer y por qué bendecirme, porque eso es un gran bien, del cual muchos se aprovechan, y las almas débiles se sostienen y defienden con este socorro. Pero sucede también que algunos se dejan dominar por la rutina y, por conquistar vanas ventajas humanas, llegan aún a obrar en contra del bien verdadero. Y he aquí por qué en ciertas ocasiones, cuando he confortado a los míos con mis exhortaciones y mi presencia, obro con vosotros como hice con mis Apóstoles, y os hago pasar por el crisol de las pruebas y tribulaciones, para que me déis testimonio. Este, os repito, es el fin que mi amor divino se propone en las angustias y sufrimientos por que pasáis.

Sobrenaturalizad bien estos sufrimientos y, por encima de vuestras penas, miradme... pensad en Mí. ¡Si supiérais con qué ojos de amor os miro, sobre todo a los que por Mí padecéis en estos momentos, observando las menores vibraciones de vuestro corazón!... ¡Oh, qué poco conocen mi Corazón los que me consideran como un Señor severo, como un tirano!... Soy Padre infinitamente bueno, y ningún sufrimiento permito que os alcance, que no lo haya sufrido Yo antes, y en mucho mayor grado. Quisiera consolar a todos los que están por Mí en la tribulación; les estoy sosteniendo...

Todos los que al presente estáis unidos a mi Vicario en la tierra, regocijaos, porque también él sufre persecución por la justicia y lucha por la defensa de la verdad y la gloria de mi Nombre; y Yo estoy con él y vosotros también estáis con él en la unión de sufrimientos y oraciones...

Unión en el Corazón de Jesús. - Selección de almas. - Libre testimonio de la fe. - Las tormentas purifican.

Los que en estos momentos sufrís, de cualquier modo que sea, uníos a Mí y ofrecedme vuestros sufrimientos en unión con los míos, para que tengáis parte en la obra del Amor Misericordioso de mi Corazón. Mientras unos combaten en la explanada y otros están en la arena como espectáculo a los ángeles y a los hombres, los demás orad, ofreced vuestros sacrificios, vuestros actos de sumisión, de obediencia, de dependencia, para atraer una gracia más abundante sobre aquellos que me han de dar la victoria de su preferencia individual y de su fe. Porque si soy glorificado por la fidelidad de una nación, de un pueblo que sigue a su jefe, ¿cuánto más lo será aún, cuando cada uno, por su propia elección, me elige y me aclama como Señor soberano y permanece fiel, protestándome su fe y su amor?

He ahí la gloria que Yo quisiera encontrar en este pueblo. Lo que deseo en esta hora es el libre testimonio de cada uno. Hay horas en que Yo me complazco en hacer como un empadronamiento de mi pueblo, viendo las almas que de veras quieren ser mías y lo son de verdad. Esta grande hora es la que se prepara... Orad, sobre todo, por esta intención. Pedid a Dios la fidelidad para todas estas almas... Que cada uno obre según su conciencia secretamente le dicte, y entonces me será un glorioso testimiento... Pero orad, porque el enemigo, como león rugiente, anda rondando y busca una presa que devorar... trata, sobre todo, de intimidar a los débiles y seducir a los ignorantes... Orad, os repito, sed humildes y obedientes al jefe supremo... vivid de caridad. Pedid, os digo nuevamente, amaos unos a otros, ayudaos unos a otros, no para formar partidos políticos, sino para defender la justicia, la libertad y la paz... Yo soy el Dios de paz... No os entristezcáis más de la cuenta y, sobre todo, no os dejéis abatir. Sed generosos, sencillos y rectos. Acordaos de las tempestades: pasan y quedan el aire más purificado... Así sucede con las almas. No se turbe vuestro corazón; Yo soy el Señor soberano y doy siempre una gracia proporcionada a la prueba; pero sólo vencerán los humildes, los que ponen su confianza en Mí y no en sí mismos. No os juzguéis unos a otros, porque eso sería debilitaros; antes bien, orad unos por otros. Si queréis darme la victoria, sed como pequeñuelos, que me toman por el corazón.

El diablo siembra discordias. - Alegrarse en el Señor. - Sostener a los débiles.

Tened presente que aún en las horas de mayor tribulación, en esas horas decisivas para las almas y las naciones, el demonio trata de sembrar pequeñas divisiones, pequeños partidos, avivar susceptibilidades, suscitar cuestiones de precedencia, a fin de disipar vuestras fuerzas; y mientras os entretenéis en estas cosas, perdéis de vista los grandes intereses de la gloria de Dios, el bien positivo de las almas y de vuestra patria. Tal es el ardid que emplea el enemigo cruel de todo bien. Levantaos por encima de todo personalismo y combatid lealmente, humildemente, valerosamente por la causa de vuestro Dios. Que cada uno obre según el don que ha recibido y ruegue por aquellos que tienen luz y cargo de comunicaros la palabra de orden de parte de Dios mismo.

Una vez más os digo que os alegréis en Mí y por Mí, pues mayor motivo tenéis para alegraros en Mí que para llorar. Los que debieran llorar son los que reniegan de Mí y me abandonan... Pero orad por ellos, que algunos volverán. Siempre ha ocurrido lo mismo: acordaos de Pedro...

Es preciso sostener a los flacos. El hermano ayudado de su hermano, es como una ciudad fortificada. En Mí no hay distancias. Poned vuestra confianza en María Mediadora, vuestra Madre amantísima, y en la asistencia de mi Espíritu Santo. Recordad lo que os he dicho para la hora en que tuviérais que dar testimonio de Mí: Él es el que hablará por vuestra boca y os inspirará lo que habéis de decir. Mas, para eso, permaneced en mi paz. No os inquietéis por el mañana: a cada día basta su pena. Estas son las grandes lecciones, las enseñanzas divinas que os darán fortaleza en las actuales circunstancias. Cuando hace ya tanto tiempo daba Yo a mis Apóstoles estas instrucciones, os tenía a vosotros también presentes, y ahora os lo repito diciéndoos que nada os turbe, nada os haga perder vuestra paz. Jamás os envanezcáis por un éxito, como tampoco os habéis de abatir ni desalentar si pongo a prueba vuestra fe y vuestra confianza en Mí.

¡Oh vosotros, que sois mis amigos: velad y orad! No os durmáis en la tibieza ni perdáis el tiempo en vana jactancia; conservad mi unión y permaneced en mi amor. Sabed que soy el Señor omnipotente, que no os abandonaré jamás. Soy fidelísimo: tened fe en Mí. Soy Dios y Padre amorosísimo, y tengo de mis hijos el cuidado más tierno y solícito. Aun cuando el universo entero se trastornase, nada debía haceros perder la paz de vuestra alma.

Continuamente estoy inclinado hacia vosotros, y María os tiene bajo su protección; como un niño entre los brazos de su padre, así debéis permanecer entre los brazos del que es Omnipotente e infinitamente Bueno. Por vuestra fe y vuestro abandono, seré glorificado; no por una vana presunción, que es del todo diferente, sino por la humilde fidelidad del alma que ora esperándolo todo de mi sola bondad, y, sin embargo, vela y me rinde el tributo actual de la práctica de lo que entiende ser mi voluntad. Tales almas obtendrán maravillas. ¡Oh, que poderoso es el humilde, el obediente, que ora!...

Que los religiosos esparzan su perfume. - No preferirse a nadie, no juzgar a nadie, orar mucho. - La unión en la Ofrenda.

Si el enemigo ha intentado arrojar a los religiosos de sus conventos, que tengan cuidado y no se dejen seducir volviéndose al siglo por su conducta, costumbres, conversaciones y juicios; que religiosos y religiosas procuren edificar a todos con el tonificante auxilio del ejemplo. He aquí lo que me he propuesto al dejarles en esta prueba cruel: que esparzan el perfume del buen olor, porque esta es su obra... Consérvense en el recogimiento y en la fidelidad a sus promesas cuanto les sea posible, y muéstrense religiosos, tanto más unidos a Mí cuanto mayores sean las tribulaciones y luchas que tengan que sostener. ¡Bienaventurados los que se muestren fieles y ensanchen su corazón para abrazar en su solicitud a todos sus hermanos, manteniéndose siempre unidos a Mí!

Yo nada destruyo de cuanto he establecido, mas lo someto a prueba, para que se afiance en Mí como en sólida roca. Orad por los débiles, pero no os infatuéis con vana presunción. A ninguno habéis de preferiros, porque eso sería la ruina y la causa de la mayor debilidad. El que está en pie, tema no caiga; pero no juzgue a su hermano y tenga cuidado de no hacer aplicaciones molestas. Porque, ¿quién eres tú que juzgas a tu hermano? ¿No has sido sacado del fango del pecado? Sin mi gracia poderosa, has de saber que, al presente, estarías más bajo que él, por muy caído que él se halle.

Si con tanta insistencia hablo de humildad, de caridad, de obediencia a vuestros jefes, es porque conozco su oportunidad. Obrad de suerte que nadie pueda decir mal de vosotros, para que no seáis probados, sino por la justicia y no castigados por vuestra maldad o presunción.

Haced que se ore mucho... Llamad a vuestro Moisés y que se mantengan en su puesto con las manos levantadas al cielo, pero, sobre todo, con los corazones inmolados, las voluntades sometidas y en el más completo desprendimiento de lo que no es su único y soberano bien.

Uníos cada vez más en la Ofrenda, porque es de un peso inmenso en la balanza. Algún día veréis lo que os han valido estos días de tribulación y de angustia, en que habéis buscado, querido y procurado, cuanto dependía de vosotros, la Gloria de mi Nombre.

Yo estoy con vosotros y sin cesar me ofrezco por vosotros: uníos a Mí.

20 de Junio de 1931.

P. M. SULAMITIS.

NIHIL OBSTAT
FR. IGNATIUS G. MENENDEZ REIGADA, O. P.
Censor.

OBISPADO DE SALAMANCA, 2 julii 1931.
Imprimatur: + FRANCISCUS, Episcopus Salmantinus. 

viernes, 27 de octubre de 2017

Mensaje del Amor Misericordioso: "La fiesta de la Realeza de Nuestro Señor Jesucristo"


Llamamiento a los fieles.

Vosotros, cuantos habéis oído la voz del Papa y queréis responder a ella… ¿no sentís en vuestra alma un transporte de goce extraordinario ante el pensamiento de que Jesús por la voz de su Pontífice ha sido declarado Rey universal, Rey de la humanidad… en todo lugar, en todos los tiempos, por todos los cristianos de la tierra… en nombre de todos los pueblos, aún de aquellos que todavía no son suyos, aún cuando tiene derecho a ellos por haberlos adquirido con su sangre… aclamándolo con un solo corazón y una alma sola como nuestro Rey?

Y no sentimos un nuevo impulso para confesarle como tal cada vez que aparece en nuestros labios esta gloriosa expresión que tan a menudo se encuentra en la liturgia:


¡Nuestro Señor Jesucristo!...

¡Y no sentimos al mismo tiempo, en el fondo del alma, una vibración íntima que es como la respuesta del Rey a nuestros homenajes, y un nuevo estímulo!

1.- Excelencia e importancia de esta fiesta.

Quiero –parece decirnos Jesús– que esta sea una fiesta solemne en la Iglesia; que sea una de mis mayores fiestas.

En las otras, celebráis, sobre todo lo que Yo he hecho por vosotros; en esta deseo que aparezca lo que para vosotros soy, con qué título me debéis reconocer por cabeza vuestra y como debéis comprometeros a servirme.

Esta fiesta tiene mucha más importancia de lo que pensáis, y daré a mis amigos cada vez más luz sobre ello si quieren considerarlo en la oración y si entran con una fe llena de respeto en el movimiento que les ha comunicado mi representante visible en la tierra.

No daré mis luces sino poco a poco, porque las almas no podrían recibirlas de repente1. Admirad en esto la sabiduría divina… Yo dispongo suavemente las almas a la realización de mis designios… Así preparé esta fiesta desde el comienzo del mundo, y David, por sus inspirados salmos, estará en medio de vosotros cuando me glorifiquéis con vuestros cánticos… Todos mis Santos, asociados por Mí a esta obra, se unirán a vosotros y me saludarán como a Rey de la gloria2; me aclamarán como a Rey de Reyes y Señor de señores…3; todos depondrán sus coronas a mis pies, confesando haberlo recibido todo de Mí y que sólo a Mí es debida la gloria… a Mí que os he conquistado con mi sangre.

Quiero que esta fiesta se celebre con gran pompa en la Iglesia por la comunión de los Santos… Que sea la reunión de todos los pueblos de la tierra… una misma fiesta para los habitantes del Cielo, de la tierra y del purgatorio…

2.- Esta fiesta debe celebrarse con espíritu de fe, esperanza, caridad.

¡Dichosos los que me reconozcan en este día como a su Rey y como a tal me glorifiquen!... Lo he dicho: les daré una gloria particular en mi reino4.

Juntad con vosotros en este día a todos los que me pertenecen, y a todos aquellos a los cuales deseo llegar… Suplid con vuestros homenajes la ingratitud de la humanidad… y cada vez que se renueve esta fiesta, renovaos también en la fe, en la esperanza y en la caridad.

Estas tres virtudes teologales son la base en que descansa la vida cristiana… Y veréis ahora cómo esta fiesta contribuirá a ejercitaros en los actos de ella.

3.- Esta fiesta confirma en la fe.

El celebrarla será para vosotros un acto de fe… por el cual me confesaréis a Mí, Cristo Jesús, verdadero Hijo del Padre e hijo de María, verdadero Dios y hombre… Salvador de los hombres, Señor de ellos, reconocido como tal por vuestra fe y vuestro amor.

Al proclamarme Rey reconoceréis al propio tiempo que por el hecho de serlo tengo derecho y y deber de dictaros leyes, las cuales debéis observar… También reconoceréis que por su cumplimiento o violación mereceréis la recompensa que os he prometido o el castigo en que incurren los transgresores de mi Ley…

Por esta fe confesaréis que, siendo Rey, tengo derecho y deber de gobernar y de hacerme representar… y que en efecto gobierno mi Iglesia por medio de los que he establecido jefes de ella. Ahora bien, mi reino es un reino espiritual. Aunque extendido por todo el universo, aunque alcanza a todos los tiempos y aunque no debe tener fin… este reino está en medio de vosotros5 y todos, cualquiera que sea vuestra nacionalidad, vuestra condición, podéis formar parte de él…

Los puestos más elevados son para los que quieran poseerlos… todos pueden tenerlos sin perjudicar a los demás; los más humildes, los pequeños los pueden alcanzar; a esos les están prometidos6. Ved si no a mi Teresita… pero sobre todo a la Reina de las reinas: mi Madre Inmaculada. El motivo de su alegría en Mí… la causa de su inmensa gloria es porque a sus ojos se tuvo por pequeñita y se miró como mi sierva; por eso la he exaltado tanto más7.

El alma más humilde, más obediente a la Iglesia, esa será la mayor en mi Reino. Por esto yo quisiera que purificaseis bien vuestra intención al celebrar esta fiesta, y que la celebréis no sólo porque os conviene y resulta agradable, sino en espíritu de sumisión a la Iglesia… Y consideraos felices de ofrecerme cada uno vuestro corazón para piedra de mi corona…
Quisiera recibiros en la corona de mi Iglesia… Niños, jóvenes y ancianos8, todos tenéis en ella vuestro lugar… Sed, pues, en ella lo que Yo quiero…

Por tanto, fe en mi Evangelio que contiene mis enseñanzas, mi ley, mis consejos… y fe en mi Iglesia, que ha instituido esta fiesta para glorificarme como a vuestro Rey, Rey de la humanidad…


1 S. Joan. XVI, 12.
2 Ps. XXIII, 9-10.
3 Dan. II, 37; I Tim. VI, 15; Apoc. XIX, 16.
4  Matt. XIX, 28; Luc. XII, 8; Joan. XVII, 24.
5  Luc- XVII, 21.
6  Marc. X, 14.
7  Luc. I, 38.
8  I Joan., 2.

miércoles, 4 de octubre de 2017

"Homenaje a San Miguel"


¡MIKAEL! ¡QUIEN COMO DIOS! (100 d. ind.) ¡Esta invocación es un grito de amor, fuente de santidad, alabanza perfecta a Dios! ¡QUIEN COMO DIOS! ¿Poderoso, bueno, justo, santo, misericordioso como El? ¡MIKAEL, MIKAEL, oh gran Príncipe de la celestial milicia, bajo tu glorioso estandarte conduce a la Legión del Corazón Inmaculado de María rumbo a la victoria de Dios! ¡MIKAEL, MIKAEL, nosotros te queremos por nuestro Jefe, desvía los obstáculos que se oponen al Reinado del Sagrado Corazón y dígnate aceptar nuestros homenajes!

“El Arcángel S. Miguel ha sido establecido como guardián del Paraíso, todos los ángeles le reverencian y le honran” (oficio de S. Miguel).

Miguel, mi Arcángel, yo te constituyo Príncipe sobre todas las almas que deben ser recibidas en mi Reinado (3era antífona de vísperas).

Honrando a S. Miguel los pueblos obtienen de él innumerables beneficios, invocando su llegada al Reino de los cielos (2° nocturno).

La devoción a San Miguel es un signo de predestinación (San Alfonso Ma. de Ligorio).

“En la primera guerra Dios ha vencido en el servicio del Príncipe de las celestes Milicias y nosotros debemos creer firmemente que la lucha actual terminará por el triunfo y socorro de este Arcángel bendito”. (Pío X. Invito sacro, 18 sept. 1903).

EXORCISMO
Contra Satán y los Ángeles rebeldes1

Publicado por orden de S. S. Leon XIII (Esta traducción abreviada para uso de los fieles lleva imprimatur del Cardenal Dubois, 15 de junio de 1922).

Gloriosísimo príncipe de los Ejércitos Celestiales, San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate contra los principados y las potestades, contra los caudillos de estas tinieblas del mundo, contra los espíritus malignos esparcidos por el aire. Ven en auxilio de loshombres que Dios hizo a su imagen y semejanza, y rescató a gran precio de la tiranía deldemonio. A ti venera la Iglesia como a su guardián y patrono.A ti confió el Señor las almas redimidas para colocarlas en el sitio de la suprema felicidad.

Ruega, pues, al Dios de paz que aplaste el demonio a nuestros pies, quitándole todo el poder para retener cautivos a los hombres y hacer daño a la iglesia.. Pon nuestras oraciones bajo la mirada del Altísimo, a fin de que desciendan , cuanto antes las misericordias del Señor, y sujeta al dragón, aquella antigua serpiente, que es el diablo y Satanás, para precipitarlo encadenado a los abismos, de manera que no pueda nunca más seducir a las naciones.

Exorcismo

En el Nombre de Jesucristo Dios y Señor Nuestro, mediante la intercesión de la Inmaculada Virgen María, madre de Dios; de San Miguel Arcángel, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los Santos, procedemos con ánimo seguro a rechazar a los asaltos que la astucia del demonio mueve en contra de nosotros.


Salmo 67


Levántese Dios y sean dispersados sus enemigos y huyan de su presencia los que le odian. 
Como se disipa el humo se disipen ellos, como, se derrite la cera ante el fuego, así perecerán los impíos ante Dios.

V. He aquí la Cruz del Señor, huid poderes enemigos.

R. Ha vencido el León de la tribu de Judá, la raíz de David.

V. Señor, que tu misericordia venga sobre nosotros.

R. Como lo esperamos de Ti.

Te exorcizamos todo espíritu maligno, poder satánico, ataque del infernal adversario, legión, concentración y secta diabólica, en el nombre y virtud de Nuestro Señor Jesucristo, para que salgas y huyas de la Iglesia de Dios, de las almas creadas a imagen de Dios y redimidas por la preciosa Sangre del Divino Cordero. En adelante no oses, perfidísima serpiente, engañar al género humano, perseguir a la Iglesia de Dios, zarandear a los elegidos y cribarlos como el trigo. Te lo manda Dios Altísimo, a quien en tu insolente soberbia aún pretendes asemejarte, “el cual quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (II Tim. 2). Te lo manda Dios Padre  te lo manda Dios Hijo; te lo manda Dios Espíritu Santo. Te lo manda la majestad de Cristo, el Verbo eterno de Dios hecho hombre, quien para salvar a la estirpe perdida por tu envidia, “se humilló a sí mismo hecho obediente hasta la muerte” (Fil. 2); el cual edificó su Iglesia sobre roca firme, y reveló que “los poderes del infierno nunca prevalecerían contra ella, Él mismo había de permanecer con ella todos los días hasta el fin de los tiempos” (Mat. 28, 20). Te lo manda el santo signo de la Cruz y la virtud de todos los Misterios de la fe cristiana. Te lo manda la excelsa Madre de Dios, la Virgen María, quien con su humildad desde el primer instante de su Inmaculada Concepción aplastó tu orgullosa cabeza.

Te lo manda la fe de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de los demás Apóstoles. Te lo manda la sangre de los mártires y la piadosa intercesión de todos los Santos y Santas. Por tanto, maldito dragón y toda legión diabólica, te conjuramos por Dios vivo, por Dios verdadero, por Dios  santo, que “de tal modo amó al mundo que entregó a su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que viva la vida eterna” (Juan 3); cesa de engañar a las criaturas humanas y deja de suministrarles el veneno de la eterna perdición; deja de dañar a la Iglesia y de poner trabas a su libertad. Huye Satanás, inventor y maestro de toda falacia, enemigo de la salvación de los hombres. Retrocede ante Cristo, en quien nada has hallado semejante a tus obras. Retrocede ante la Iglesia una, santa, católica y apostólica, la que el mismo Cristo adquirió con su Sangre. Humíllate bajo la poderosa mano de Dios. Tiembla y huye, al ser invocado por nosotros el santo y terrible Nombre de Jesús, ante el que se estremecen los infiernos, a quien están sometidas las Virtudes de los cielos, las Potestades y las Dominaciones; a quien los Querubines y Serafines alaban con incesantes voces diciendo: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los Ejércitos.

V. Señor, escucha mi oración. 
R. Y llegue a Ti mi clamor.

OREMOS. Dios del Cielo y de la tierra, Dios de los Ángeles, Dios de los Arcángeles, Dios de los Patriarcas, Dios de los Profetas, Dios de los Apóstoles, Dios de los Mártires, Dios de los Confesores, Dios de las Vírgenes, Dios que tienes el poder de dar la vida después de la muerte, el descanso después del trabajo, porque no hay otro Dios fuera de Ti, ni puede haber otros sino Tú mismo, Creador de todo lo visible y lo invisible, cuyo reino no tendrá fin: humildemente te suplicamos que tu gloriosa Majestad se digne libramos eficazmente y guardamos sanos de todo poder, lazo, mentira y maldad de los espíritus infernales. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

V. De las asechanzas del demonio.
R. Líbranos, Señor.
V. Haz que tu Iglesia te sirva con segura libertad.
R. Te rogamos, óyenos.
V. Dígnate humillar a los enemigos de tu Iglesia.
R. Te rogamos, óyenos.

(Se rocía con agua bendita el lugar y a los presentes).

Cántico a San Miguel
(tono: Hasta tus plantas...)

Coro:
Bendice, oh santo Arcángel
El grito de nuestra fe:
//¡A Dios queremos que es nuestro Padre,
A Dios queremos que es nuestro Rey!//

I

Oh esplendor y virtud del Padre
Eterna vida del corazón
Jesús. a Ti, gloria en la tierra,
Gloria al Arcángel, tu servidor.

II

Del ejército de los ángeles,
Te haces cortejo, oh Rey Jesús,
Y San Miguel, tu gran Arcángel,
Levanta el lábaro de la Cruz.

III

Cayendo del cielo a los abismos
Halló su encierro Lucifer
Y los secuaces de sus delitos
Se hallan dispersos por doquier.

IV

Contra el jefe de los rebeldes
Se alza el Arcángel con gran valor
Para ganar las bellas palmas
Que da al Cordero vencedor.

V

Oh Dios, que estás junto a los Ángeles,
Trinidad santa de bondad,
A Ti amor, honor y alabanzas,
Por todo el tiempo y la eternidad.

Coronilla de San Miguel

La recitación de esta Coronilla nos puede obtener los más abundantes favores en las necesidades públicas, sobre todo en aquellas de la Iglesia católica, siendo San Miguel su eterno protector. Rescripto de la S. C. de Ritos, 8 de septiembre de 1852.

En 1751, san Miguel se apareció a la Beata Antonia de Astonac, carmelita, y le hizo promesa de que cada vez que fuera honrado por la recitación cotidiana de esta Coronilla sería acompañado a la Mesa Eucarística por un Ángel de cada uno de los nueves coros celestiales. Además prometió su asistencia y la de los santos Ángeles durante el transcurso de la vida, y en llegando la muerte, la libertad del Purgatorio para sí y para todos sus familiares (Vida: libro 2, cap. 14).

Acto de Contrición: Señor mío Jesucristo, etc.

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

SALUTACION. Al primer coro de los Ángeles. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Serafines, que el Señor se digne de encender en nosotros la llama de una perfecta caridad. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al segundo. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Querubines, el Señor se digne darnos su gracia para que cada día aborrezcamos más el pecado y corramos con mayor decisión por el camino de la santidad. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al tercero. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Tronos, que el Señor derrame en nuestras almas el espíritu de la verdadera humildad. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al cuarto. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de las Dominaciones, que el Señor nos conceda el señorío sobre nuestros sentidos de modo que no nos dejemos dominar por las malas inclinaciones. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al quinto. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Principados, que el Señor infunda en nuestro interior el espíritu de obediencia. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al sexto. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de las Potestades, que el Señor se digne proteger nuestras almas contra las asechanzas y tentaciones del demonio. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al séptimo. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de las Virtudes, que el Señor no nos deje caer en la tentación, mas nos libre de todo mal. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al octavo. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Arcángeles, que Dios nos conceda el don de la perseverancia en la fe y buenas obras de modo que podamos llegar a la gloria del cielo. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al noveno. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Ángeles, que el Señor se digne darnos la gracia de que nos custodien durante esta vida mortal, y luego nos conduzcan al Paraíso. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

(A continuación se rezan 4 Padrenuestros en honor de San Miguel, San Gabriel, San Rafael y de nuestro Ángel de la Guarda).

Glorioso San Miguel, caudillo y Príncipe de los ejércitos celestiales, fiel custodio de las almas, vencedor de los espíritus rebeldes, ministro de la Corte del Rey de los Cielos y admirable guía después de Jesucristo, de sobrehumana excelencia y virtud, dígnate librar de todo mal a cuantos confiadamente recurrimos a ti, y haz que mediante tu incomparable protección avancemos todos los días en el santo servicio de Dios. Amén.

V. Ruega por nosotros, glorioso San Miguel, Príncipe de la Iglesia de Jesucristo.
R. Para que seamos dignos de alcanzar sus promesas.

OREMOS. - Dios Todopoderoso y Eterno, que por un prodigio de tu bondad y misericordia a favor de la común salvación de los hombres, escogiste por Príncipe de tu Iglesia al gloriosísimo Arcángel San Miguel, te suplicamos nos hagas dignos de ser librados por su poderosa protección de todos nuestros enemigos, de modo que en la hora de la muerte ninguno de ellos logre perturbarnos, y podamos ser por él mismo introducidos en la mansión celestial, para contemplar eternamente tu augusta y divina Majestad. Te lo pedimos por los méritos de Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

(7 años y 7 cuarentenas, plenaria una vez al mes, y en las fiestas de san Miguel (8 de mayo y 29 de septiembre), de san Gabriel (24 de marzo), de San Rafael (24 de octubre) y de los Ángeles custodios (2 de octubre), para quienes la recen dichos días).

Oración a San Miguel (todos).

Rezada por el celebrante después de cada misa rezada: Unámonos a él.

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra la maldad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes. Y tú, Príncipe de la Milicia celestial, usando el poder que el cielo te ha conferido, lanza al infierno a Satanás y a los otros espíritus malignos que recorren el mundo para perdición de las almas. Amén.

LLAMADO A SAN MIGUEL (todos).

En nombre del Sagrado Corazón de Jesús y por la intercesión del Corazón Inmaculado de María, postrados humildemente delante de vuestra Majestad, oh Dios Todopoderoso, nosotros te suplicamos que te tomes a bien enviarnos a SAN MIGUEL para que nos socorra en nuestra desgracia.
¡San Miguel, Principe de las celestiales Milicias, ven a nosotros! ¡¡CON TODO NUESTRO QUERER NOSOTROS TE LLAMAMOS!! ¡Te ponemos nuestra persona, nuestra Legión, nuestras familias, nuestras parroquias, nuestra Patria y el mundo entero bajo tu especial protección! ¡Que Dios suscite santos entre nosotros! ¡Y NUMEROSOS SACERDOTES! Por medio de ellos, oh santo Arcángel, haz triunfar a la Iglesia en la lucha que ella sostiene contra el infierno desatado, y por la virtud del Espíritu Santo, establece el reinado de Cristo sobre nuestra Patria y sobre el mundo entero a fin de que la paz permanezca para siempre. Amén.

Canto (tono Ave de Lourdes) ¡Amor y alabanzas al gran San Miguel! (bis).

¡Sagrado Corazón de Jesús, que vuestro Reino venga por el Corazón Inmaculado de María! (100 días de indulgencia, Monseñor el Arzobispo de Auch).

Consagración a San Miguel (todos).

Oh gran Príncipe del Cielo, fidelísimo guardián de la Iglesia, San Miguel Arcángel, yo te escojo el día de hoy como a mi protector y mi particular abogado, y me propongo firmemente honrarte todos los días,  y de hacerte honrar en cuanto me sea posible. 
Asísteme toda mi vida a fin de que nunca ofenda los purísimos ojos de Dios ni con obras, ni con palabras, ni en pensamientos. Defiéndeme contra las tentaciones del demonio, y a la hora de mi muerte, dale la paz a mi alma e introdúceme a la Patria eterna. Amén.
Oh gran San Miguel, que has sido constituido el defensor de la gloria divina en medio de los ángeles, sé también EL PORTA-ESTANDARTE Y EL HERALDO DEL REY DE AMOR MISERICORDIOSO en medio de los hombres, y reúne en torno de su Cruz y de su Eucaristía a todos los amigos de su Corazón, a fin de que unidos bajo la Estrella de María, trabajen eficazmente para extender su Reino de Caridad sobre la tierra, y sabiendo como tú, desechar con desprecio todo aquello que se oponga a Dios, para así no dejar de considerar que estamos bajo Él. ¿Quién como Dios?
San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate, a fin de que nosotros no perezcamos en el día temible del Juicio. (100 días de indulgencia).

INVOCACIONES A SAN MIGUEL

San Miguel, lleno de la sabiduría de Dios, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, perfecto adorador del Verbo encarnado, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, coronado de honor y de gloria, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, protector de la Iglesia, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, que capturas a los demonios ¡ruega por nosotros!
San Miguel, ayuda segura de los cristianos, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, protector nuestro en todo tiempo y todo lugar, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, consuelo de las almas del Purgatorio ¡ruega por nosotros!
San Miguel, Príncipe nuestro, ¡ruega por nosotros!

¡San Miguel, en nuestra ayuda, defiéndenos en el combate!

Canto: ¡Amor y alabanza al gran San Miguel! (bis).

Nihil obstat
P. BRICON,
censor.

IMPRIMATUR
Séez, 30 de Noviembre de 1931,
Cán. LECONTE, v. g. 


1Esta oración, compuesta para poner en fuga al demonio, puede preservar de grandes males la familia y la sociedad, si es recitada con fervor, por los mismos fieles en modo particular. Puede servir especialmente en casos de una supuesta acción del demonio, manifestada en: maldad de los hombres, sea por las enfermedades, tempestades, calamidades de toda clase. El exorcismo es una oración muy poderosa para preparar el Reino del Sagrado Corazón, apartando a Satán que es el gran obstáculo a su Reino bendito. ESTE EXORCISMO HA DE SER USADO RESPONSABLEMENTE, RESPETEMOS LAS COSAS SANTAS.

viernes, 7 de julio de 2017

Mensaje del Amor Misericordioso: "A los católicos españoles"

A LOS CATOLICOS ESPAÑOLES1

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Orar por España. - Necesidad de la prueba.

… Sí, es preciso orar por ese país (España), que Yo amo y que ciertamente me ha dado pruebas de su fidelidad, de muchas maneras, por medio de quien tenía autoridad. De ello he recibido grande gloria. Este país ha podido servir a otros de modelo y de aliento.

Pero en la tierra nada hay perfecto. ¿No he dicho Yo que mi viña necesitaba ser podada? Eso es lo que hago por medio de la prueba, forzando, por decirlo así, las almas a volverse hacia Mí con más fe, con más confianza, y dándoles ocasión de practicar actos más excelentes de caridad. Yo no juzgo como juzga el mundo... Busco siempre un bien superior y de los míos saco siempre mi gloria.

¡Oh, si vieseis las cosas con mi luz, os aparecerían bajo un nuevo aspecto y os admiraríais de mis disposiciones! Y no os llevaría esto a desinteresaros de lo que está pasando, al contrario; porque Yo mismo he dicho: “pedid”, y nada habéis pedido todavía. Tanto menos se pide cuanto más se tiene.
Sí, Yo he dicho: “pedid y recibiréis”, “buscad y hallaréis”,”llamad y se os abrirá”... Y también: “todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, os lo concederá”... “El cielo y la tierra pasarán, ¡pero mis palabras no pasarán”, no pasarán jamás!... Se os concederá según sea vuestra fe. “Si vosotros, siendo malos, dáis cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial?”. “¿Dará por ventura un escorpión a quien le pide pan?” Pero también he dicho que no he venido a traer la paz, al modo como la da el mundo, y que tendréis que sufrir por mi nombre. ¿No es en estos momentos de persecución y de revuelta, cuando más se manifiesta la fidelidad y el heroísmo de mis amigos? 

Recordad mi vida sobre la tierra, la vida de mi Iglesia, la de mis apóstoles, la de mis amigos todos... ¡No os espantéis!Releed mis palabras en mi Evangelio, y en vez de afligiros, gozaos cuando tengáis algo que sufrir... ¡Tened confianza! Yo he vencido al mundo, he triunfado del mundo y de la muerte, y os haré triunfar también conmigo si sois fieles, y os daré el premio de vuestra victoria y vuestro corazón se llenará de un grande gozo proporcionado a vuestras zozobras. Necesito obrar así con vosotros porque en una falsa paz os dormiríais y, mientras todos los demás se agitan en el desorden y en la tribulación, vosotros confiaríais en vosotros mismos y nada os sería tan funesto. En la prueba formo mis santos. Poned vuestra confianza en Mí.

Cómo hemos de orar.

Hubieran algunos deseado una oración en la que se hiciese resaltar lo que por mi Corazón han hecho y por mi Amor Misericordioso. Diles que la más bella oración, la que toca mi Corazón en lo más íntimo, es la que en mi Evangelio habéis oído salir de labios de aquellos sobre quienes se derramó mi Amor Misericordioso: “Señor, tened piedad de mí, porque soy un gran pecador”. Guardaos de orar como el Fariseo... La menor preferencia de sí mismo respecto de los otros, la complacencia en el bien que se ha podido hacer, es una mancha, un obstáculo que impide la efusión de mi gracia y mis divinas mociones.

Almas tengo verdaderamente humildes, y éstas son las que atraerán mis gracias... Ciertamente, he tenido y tengo todavía admirables víctimas que se inmolan por Mí; pero manteneos humildes, no juzguéis a nadie, a nadie condenéis, no discutáis lo que no entendéis, no sembréis el mundo de propios juicios y pareceres; estas cosas serían sumamente perjudiciales y estorbarían por completo mi gracia. Velad sobre vuestras conductas; orad... orad sin interrupción, con la misma oración que Yo os he enseñado, en la cual se comprende todo; y si no os satisface, es porque no la habéis comprendido.
En cualquier necesidad, acudid al Padrenuestro, saludad e invocad a la Virgen con el Ave María, y añadid el Gloria Patri, que enaltece mi gloria santa. Después servíos de mis palabras para orar... Me agrada veros explotar así mis dones.

Acordaos, sobre todo, de que siempre es hora de hacer triunfar mi Amor Misericordioso. Que este amor viva y reine en vuestras almas. Creed en este amor, y para recibir sus efectos, manteneos humildes y pequeños en mi presencia, sin lo cual no podréis tener parte en los bienes de mi Amor Misericordioso, que no es más que para los pobres e indigentes. Los pobres serán colmados de mis bienes, y los ricos tornarán privados de todo, con las manos vacías: tanto me satisface la humildad del corazón. He aquí una doctrina que no acabáis de entender: quisiérais tener mucho, sentiros ricos, nadando en la abundancia y complaciéndoos en ello. Lo mismo digo cuando se trata del abandonop a Mi voluntad: lo hacéis con relativa facilidad siempre que no os falte alguna persona en que apoyaros; pero no es esto lo que me honra y me glorifica, sino más bien que pongáis sólo en Mí y en María Santísima vuestra esperanza cuando todo en torno vuestro parece que se derrumba. Quiero que en estos momentos se me ruegue mucho por vuestra Patria. Quiero la unión... Haré que en esta casa se ruegue mucho, a fin de que Yo sea glorificado por vuestras disposiciones interiores y por todo lo que pretendo hacer en esta nación.

Humildad y confianza.

Sedme fieles y confiad en Mí; no os abandonaré, y siempre se recordará la buena acogida que entre vosotros he tenido y lo que por mi gloria habéis trabajado. No lo olvidaré jamás y será siempre vuestro mejor timbre de gloria.

Quiero sentar mis reales sobre la humildad: cunde hoy por todas partes una especie de vanagloria que Yo quiero en verdad destruir, para que todos conozcan que sólo de mi Bondad proviene la salvación, que soy vuestro Salvador. Si obrase de otro modo, no reconoceríais mis beneficios. Os amo infinitamente: soy el único Salvador de los individuos, como de las naciones y de las sociedades, y siempre habrá que decir que sois la obra de mi amor y de mi gran misericordia.

Tened confianza, os repito, a pesar de todo. Aun cuando el Universo entero pareciese bambolearse, ahí estoy Yo, que soy el Salvador: no perdáis la paz de vuestras almas. Acordaos de lo que en mi Evangelio tengo dicho: “Venid a Mí todos los que trabajáis y estáis cargados, que Yo os aliviaré”. Con vosotros estoy hasta la consumación de los siglos, con tal que permanezcáis conmigo en caridad. La caridad, he ahí el mandamiento supremo de mi santa Ley.

Vuestro verdadero Rey soy Yo; Rey que no cambia, Rey que nadie podrá destronar. Veréis a todos vacilar, mas el Rey eterno permanece; vencerá, y los que Él se ha esvogido y le permanezcan fieles, reinarán con Él en su Reino, que nada tiene de común con estos reinos perecederos, que pasan, como pasan los hombres. Sé lo que hago, y lo que digo es verdad. Guardaos de interpretar esto a vuestro modo, antes de tiempó; día vendrá en que todo lo comprenderéis con mi luz, y de ahí sacaréis nuevas fuerzas y divinos alientos. Lo que ahora conviene es afianzaros en la fe en mi omnipotencia y en la confianza en mi bondad; y esto con humildad sincera, ejercitando constantemente, interior y exteriormente, la misericordiosa caridad. Orad por vuestros enemigos; perdonadles, amadles, deseando su bien; anhelad ardientemente la salud de sus almas, sobreponiéndola a vuestros particulares intereses.

En estos días, los que son míos, me glorifican; sin esos peligros, sin estas revueltas, no vendrían a mis brazos, desnudos de otra esperanza y de otro amparo que no sea el mío, y así ejecutan actos que jamás hubieran hecho ni tenido ocasión de hacer. Confiad, os amo, y en mi Evangelio os tengo dicho que el Padre vela por vosotros con paternal solicitud. Ese Padre soberano que viste con magnificencia los lirios del campo y da de comer a los pajarillos del cielo, ¡cuánto más se cuidará de vosotros para daros lo que necesitéis y libraros de los lazos de vuestros enemigos! Dad a Dios la alegría de vuestra confianza, clamad a su Amor Misericordioso. Jamás podréis apreciar en esta vida lo que un acto de fe y de confianza vale en el cielo. No en vano he venido a vosotros y he encontrado tan buena acogida en vuestro seno; fue para abrir vuestras almas a la confianza. No desfallezcáis: en medio de vosotros estoy y permaneceré siempre.

Alegría santa. - Virtud en la prueba.

Muchas veces lo he dicho y lo vuielvo a repetir: un acto de virtud vale más que todo. Tengo mis medios de despertar las almas y de santificarlas en la fe... Alegraos de todo cuanto hago, en vez de entristeceros en presencia de los acontecimientos por mí permitidos. Que vuestro cuidado no sea otro que producir actos de virtud, de fe, de confianza, de humildad, de caridad, de acatamiento a mis secretas disposiciones.

Os digo más: alegraos en Mí, como en otro tiempo dije a mis apóstoles. Hay quien piensa que el Evangelio ya no es de estos tiempos y que su doctrina fue buena tan sólo para épocas pasadas. Nada más falso: lo que a mis apóstoles dije entonces, es doctrina de todos los tiempos. Aplicad bien esa doctrina a vuestras almas según las necesidades en que os halláis. Ahí está el secreto de los que dirigen las almas: su empeño no debe ser otro que nutrirlas con mis máximas y enseñarles la manera de formarse al calor de mis doctrinas. Esto es andar en mi presencia, sin querer precederme, pendientes en todo de mi voluntad y usando conscientemente de mis dones. Haced valer los dones de Dios... explotad mis dones; comprended bien la hora presente y explotad el don de mi Amor Misericordioso. ¡Cuántos actos de fe y confianza os moverá a hacer este conocimiento, cuántos actos de caridad y de humildad, sin los cuales vuestra conducta vendría a cargar más el platillo de la balanza en que pesan los crímenes de los impíos!

Ya recordaréis lo que dije a Abraham sobre Sodoma y Gomorra... Sed vosotros de aquellos diez justos que bastaban para detener las iras del cielo y salvar las corrompidas ciudades. De todo me sirvo para despertar a las almas y hacer que produzcan mayores frutos. Hay gentes que no se santifican si no es con el fuego de las tribulaciones, y yo las permito para que por este medio se tornen a Mí. Cierto que algunos flaquean, pero los buenos se afirman y, por los que se apartan, vendrán otros muchos, más humildes, más decididos, que serán como columnas para sostener a sus hermanos. No temáis; orad, orad por vosotros y por las almas... No dejéis la oración; orad con fe, con una gran confianza de que obtendréis lo que pedís; si sabéis hacerlo con humildad y caridad, tened por cierto que obtendréis cuanto pidáis, si ha de ser para gloria mía y bien de vuestras almas. ¿Qué más podéis desear? ¿No es este vuestro único anhelo? Lo que generalmente os turba es el apego de la propia voluntad a un bien particular que en aquel momento os parece necesario; mas Yo quisiera que, por encima de todo, pongáis en Mí vuestra confianza, independientemente de cuanto sucede en la tierra.

Esto no quiere decir que os crucéis de brazos y no pongáis los medios humanos que la santa prudencia dicta; mas también en estos casos, orad mucho; no déis un paso sin la oración, y entonces y siempre poned la confianza en Mí y no en la marcha de los acontecimientos. ¿No soy Yo el que impero sobre la mar y los vientos y tengo al universo entero bajo mis pies? ¿No soy Yo quien os ha crado a todos, Señor de cielos y tierra, que presido los destinos de las naciones? A vosotros, los que teméis y tembláis, repito ahora las palabras que dije en otra ocasión: “Hombres de poca fe, ¿por qué teméis?”. Creed en el poder de mi Amor Misericordioso para todos los que le invocan, y uníos al llamamiento y al clamor que por vosotros hacen vuestros hermanos en el cielo.

No me cansaré de repetiroslo: en Mí, más que en todos los medios humanos, debéis confiar. Aprovechad las presentes circunstancias para lanzar un nuevo llamamiento de renovación de espíritu, de fervor, de oración, de sacrifici, según los respectivos deberes de estado y las reglas de cada uno. Haced un llamamiento a las almas contemplativas, para que no se duerman en la observancia, sino que sean como otro Moisés, levantando las manos al cielo desde el monte, mientras los que están en el valle toman contra sí mismos las armas de la penitencia: esa será la garantía mejor de vuestra victoria.

Obrad de modo que cuando Yo mire a la tierra, encuentre en ella los justos que mi amor desea, humildes, pobres, obedientes, mortificados, caritativos, fiados de mi bondad, intercesores por la humanidad culpable, y revestidos de mi caridad.

La Ofrenda. - Los frutos de la prueba.

Redoblad la devoción a la Ofrenda; que se eleve incesantemente de millares de pechos en todas las partes de vuestro suelo. Tales son vuestras armas y vuestro poderoso escudo. ¡Dichoso el que me comprenda y secunde mis designios misericordiosos! La prueba actual es para vosotros una gracia inmensa. Las almas volverán a Mí con más ahínco, comprenderán mejor la necesidad que tienen de no apoyarse sino en Mí. Los buenos se harán mejores, y despertaré a los que yacían dormidos contentándose con disfrutar de vuestros trabajos. ¿De donde puede veniros la salvación sino de vuestro Salvador? Uníos para clamar al Amor Misericordioso; imploradlo por mediación de María y por mi Teresita2 para que triunféis, ante todo de vosotros mismos, de la corrupción que lleváis dentro... el orgullo, el espíritu de independencia y el deseo de goces perecederos... Las pruebas humillan, os obligan a reconocer ante Mí vuestra pequeñez, impotencia e ignorancia, y no es pequeño tesoro de las almas perder el apoyo en sí mismas y en sus propios medios y ponerlo en Dios. Las pruebas fijan en el cielo los corazones; con ellas se hace más sensible la necesidad de recurrir a Mí, de consultar para hacer lo que es mi voluntad, con lo cual el abandono es más sobrenatural, más meritorio y más perfecto. Las pruebas por Mí permitidas os mantienen en el espíritu de sacrificio, os enseñan a anteponer a todo mi santa voluntad, el bien común al bien personal; a dejar vuestras cosas por atender a las del prójimo; a consolar a los que temen y lloran; tomando fuerzas de Mí, que soy fuente de fortaleza, sintiendo más honda necesidad de los santos sacramentos.

En verdad os digo: estos tiempos de tribulación son ya de por sí un gran bien para vuestras almas; si sabéis serme fieles y me dais lo que quiero y espero, no tendré que exigiros más. Tan solo una cosa debéis temer en estos días de confusión: no la táctica y los planes de los enemigos, sino vuestro propio egoísmo, que impediría que hiciéseis por Mí y por vuestra patria lo que de vosotros espero. A vosotros, sacerdotes y religiosos míos, a vosotros mis fieles predilectos, mis escogidos, confío en esta hora la salud de la patria. Mi gloria es hacer bien, mas quiero que se me pida; venid a Mí y mostros como deseo, repetid constantemente la Ofrenda... pero la ofrenda práctica sobre todo, que es la que más pesa en mi presencia.

Enseñadla a las almas; que se unan a Mí en cuantos actos producen, para que los pueda Yo revestir con el valor de los míos y puedan obrar según el modelo que les he dado en Mí mismo.

¡Qué vidas tan llenas serían estas, aun sin descubrir al exterior nada raro ni extraordinario! A religiosos y religiosas diles que la mejor mortificación que Yo les pido es la perfecta observancia de sus Reglas; el silencio, la obediencia, la caridad, la pobreza... Que traten de suprimir las dispensas innecesarias cuando la obediencia no se las impone. Si esto hacéis y contribuís a que los demás hagan otro tanto, mucho habéis hecho, y, si las almas responden, mis fines se verán realizados.

Confianza en Dios. - Jesús no nos abandona.

¡Velad, orad, confiad!... confiad en Mí, solamente en Mí. A cada cual doy la gracia según las necesidades del momento, y en cada caso mi ayuda es proporcionada a las dificultades que se presentan. No os espantéis, pues, si de antemano no os sentís tan fuertes como desearíais para una dificultad futura que os imagináis; dicho os tengo que aún cuando tuviéreis que aparecer ante los tribunales, no tenéis que pensar lo que habéis de decir; sino entregaros a mi Espíritu Santo que pondrá palabras en vuestros labios. Así es para todo; si cumplís fielmente mi Voluntad en cada momento, Yo permaneceré con vosotros y jamás os abandonaré. “Basta a cada día su malicia”, lo he dicho y lo repito. ¡Nada os turbe! ¡Nada os inquiete! Esto sólo es ya una victoria, un acto de fe en mis palabras. De esta manera seré glorificado en vosotros.

Mi paz os dejo, mi alegría, mi amor y mi confianza. ¡Bebed en Mí constantemente! ¡Creed en Mí! ¡Jamás os abandonaré!

P. M. SULAMITIS.


1Varias personas deseaban se pidiese a P. M. Sulamitis una oración al Amor Misericordioso, compuesto por ella misma, para rogar por España en las actuales circunstancias. Mas antes de que se le hiciese tal petición, sin que ella tuviese noticia humana ninguna de los acontecimientos aquí desarrollados últimamente, el Amor Misericordioso se dignó enviarnos por su pequeña mano el presente MENSAJE, con indicación de las oracions que le será grato empleemos para implorar su misericordia en favor de nuestra querida patria. Téngase en vuenta para entender ciertas expresiones, que P. M. Sulamitis no es española ni reside en España.

2De Lisieux.