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lunes, 22 de enero de 2018

Mensaje del Amor Misericordioso: "A los católicos españoles" (tercera parte).


A LOS CATOLICOS ESPAÑOLES
(Tercera parte)

Yo os lo digo: vosotros que tenéis que padecer en este momento por mi Nombre y queréis permanecer fieles, regocijaos en el Señor. Yo sé sacar mi gloria de vuestros sufrimientos y de esta persecución.

Veo vibrar vuestras almas y en el Libro de la vida anoto vuestros deseos, vuestras oraciones, vuestras angustias y todos vuestros trabajos. Los que me son fieles adquieren en esta misma hora méritos y se preparan una recompensa eterna... que permanecerá; en cambio pasarán el cielo y la tierra, quiero decir, lo que es perecedero y cuya vista os impresiona en estos instantes.

Si el enemigo pone todo en juego para destruir la religión de Cristo, vuestro Señor y vuestro Dios, Yo quiero servirme hasta de sus esfuerzos para provocaros a un movimiento más generoso, más fundamental, más sobrenatural; para afirmaros en la verdad y haceros producir actos de virtudes cristianas que de otro modo no me hubierais ofrecido. Os lo repito, ésta es más que nunca la hora de vivir de fe, de confianza y de caridad... Pero no al modo de aquellos que no viven más que de lo aparente, del sentimiento; os quiero vigorosamente penetrados de estas virtudes cristianas, que deben ser el sello de vuestras vidas, sello de mis verdaderos fieles.

Esta es para vosotros la hora de la prueba. ¡Dichosos los que me permanezcan fieles, y no cesan de afianzar su fe en Cristo Rey, Rey de reyes y Señor de señores, Dueño Soberano del Universo... cuyo representante sobre la tierra, y órgano viviente para transmitir la expresión de la divina voluntad, para restablecer todas las almas en la unidad y hacerlas vivir de la verdadera y sobrenatural caridad... es mi Papa, mi Vicario!

Aún cuando el Universo entero se desquiciase, nada os haga perder la fe en Mí... Acordaos de mi vida mortal... de las pruebas de mis Apóstoles y de las mías... Yo he querido sufrir por vosotros la contradicción... para daros aliento y serviros de modelo. Y he dicho: "No ha de ser el discípulo más que su Maestro..." El discípulo halla su alegría y su gloria en ser tratado como el Maestro, y también en emplearse cuanto puede en la gloria de su Nombre.

¡Oh vosotros, que habéis sido escogidos por Mí y prevenidos con mi gracia por el don de la fe! Esta es la hora de dar testimonio de Mí, de permanecer fieles y manifestar vuestra confianza, afirmándoos en Mí por encima de todas las apariencias. Que esta confianza, teniendo su base y su apoyo en Mí, Señor Omnipotente e infinitamente bueno, Sabiduría infinita... permanezca firme a pesar de todos los acontecimientos y obstáculos que se levanten por todas horas ante vosotros.

En verdad os digo, ésta es la hora de mi gloria, por vuestros homenajes íntimos y voluntarios, y por todo cuanto hagáis para darme testimonio de vuestra fidelidad. A vosotros toca emprender esta cruzada de caridad, haciendo resplandecer en torno vuestro las virtudes evangélicas, la bondad... Sed firmes y mansos... bondadosos y fuertes... generosos y delicados... misericordiosos y mortificados... Sed humildes... sed prudentes... sed dulces... Ved el ejemplo de este gran Patriarca (San José) que mi Iglesia evoca en estos días. El os ha dado luz sobre lo que debéis ser y lo que Yo espero... No hagáis frente a los malos; si os echan de una ciudad, id a otra parte.

Quieren quitar mi imagen de los sitios públicos... mas ¿quien os impedirá hacer de ella vuestro trofeo y marcar con mi sello vuestras personas? ¿No debe ser motivo para rendirme tanto más vuestros homenajes, en vuestros corazones y en vuestros hogares?... De esto mismo quisiera Yo valerme para poner en singular honor mi Crucifijo... mi Evangelio , mi Hostia, dones de mi Corazón... ¡Ayudadme!... por vosotros puedo y quiero hacerlo... Yo me digno servirme de los hombres sobre la tierra; y precisamente cuando algunos intentan hacerme desaparecer, es cuando los míos deben unirse por la gloria de mi Nombre; y he ahí la verdadera reparación que mi amor reclama... ¿No os sentís íntimamente inducidos a ello?... Que cada alma se renueve en este espíritu de reparación y procure con empeño colocarme honrosamente sobre el trono de mi Amor Misericordioso. Tanto más propia es la hora, cuanto que se aproxima el centenario de la manifestación más prodigiosa de mi amor... (1933, Año Santo de la Redención).

Celebráis los aniversarios de los grandes hombres, de los acontecimientos notables... ¿y dejaréis en la sombra el de la muerte de vuestro Salvador... del rescate del mundo... de la Institución de mi Eucaristía... de la proclamación de mi mandamiento de amor... de las ignominias del Calvario?... ¿No quisierais en esa hora darme alguna reparación?...

Yo os tenía presentes cuando exclamaba: "¡Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen!..." y en vuestro nombre lo decía: "Uníos, pues, a Mí. No os contentéis con indignaros, ¡mis buenos!..., sino orad... amad a vuestros enemigos... atraedles la gracia... pedid su conversión... Sed humildes y caritativos; ¡de ese modo arrebataréis mi Corazón!... Sed obedientes; ¡la obediencia es la que alcanza las victorias!...

¡Amadme!... Haced vibrar vuestras almas como deben, para consolarme, para desagraviarme, tratando de devolverme en amor y testimonio de fidelidad lo que ellos me quieren arrebatar... La lucha que os pido no es una lucha sangrienta: no opongáis el mal al mal, sino el bien al mal... Uníos en estos homenajes de reparación, haceos fuertes por los ejemplos... y sea vuestro mayor empeño dar testimonio con vuestro afecto de una adhesión más fuerte e inviolable. En el cielo nos regocijaremos juntos de estas horas que habéis vivido en el sufrimiento y de los actos de virtudes, de reparación, que os he dado ocasión de producir para mi gloria... Y en lugar de ser dulcemente arrullados en la práctica de mi santa religión, os consideraré como a confesores míos, por haber dado testimonio de Mí y haber trabajado eficazmente por la gloria de mi Nombre. 

Si permito que quieran hacerme desaparecer, es para que no os avergoncéis de afirmar que sois míos; que mi Cruz sea vuestra gloria y que haga vibrar vuestras almas con más ardiente amor de gratitud, de confianza y de deseo de permanecer fieles y de imitarme en mi misericordiosa caridad. 

Tened confianza, Yo he vencido al mundo, y de nuevo le venceré con vosotros y por vosotros... Sedme muy fieles: ahí está mi gloria en vosotros y por vosotros... Quiero marcaros con mi sello, y este sello es el de la fe, la confianza y el amor... Mi sello es la Cruz sobre vuestras frentes, sobre vuestros labios, sobre vuestros corazones... es decir, la fe reinando en vuestra inteligencia, y dándome su testimonio por vuestros labios... por vuestras palabras de confianza y de verdad, y por la superabundante caridad, practicada como os la he enseñado, no solamente para con los que os hacen bien y os aman, sino para los pecadores que queréis atraerme. No os pido que alentéis el mal, sino que venzáis el mal con el bien... No podéis impedir que mis enemigos ejecuten sus ignominias, ni detenerlos en sus funestos proyectos; ni Yo mismo lo he hecho; pero podéis procurarme tanto mayor amor, cuanto más odio recibo... podéis rendirme tanto mayores homenajes sobre mi Cruz, cuanto mayores insultos recibo en ella... podéis practicar tanto mejor las lecciones de mi Evangelio, cuanto más quieren hacerlas olvidar y desaparecer, cuanto más y más las desprecien... podéis uniros más frecuentemente y con mayor amor en mi Eucaristía, cuanto mayor ingratitud encuentro en ella y más ultrajes y profanaciones en ella recibo...

Yo quisiera una cruzada de reparación de fe, de confianza, de caridad... de humildad, de obediencia... Esta es la verdadera vida cristiana católica, que quisiera encontrar en vosotros...

No temas ¡rebañito mío!... Lo que en otro tiempo dije a mis discípulos, a vosotros lo repito también ahora; pero regocijaos en Mí y dad testimonio de Mí y homenaje de reparación.

...................................................................................................................................................................

UNION AL PAPA, mi representante sobre la tierra y Jefe visible de mi Iglesia; he ahí la seguridad de los miembros de mi Iglesia, su fuerza, y la salvaguardia para permanecer en la verdad y la caridad... ¿No véis que él no busca más que el bien de la Humanidad... la paz... la irradiación de la caridad?...

En cuanto a vosotros, hijos míos e hijos de mi Iglesia, permaneced en la unión y marchad con humildad y generosidad por el camino que os he trazado... Yo os haré triunfar de todos los obstáculos y estableceré mi reino en vuestras almas para extenderle desde allí a toda la sociedad... Por la conquista de los individuos, caminando en la verdad y la caridad, es como quiero reinar en el universo entero...

Pero ¡orad! Pedid unos para otros, hambre y sed de justicia y de verdad... Que el mal os cause cada día mayor disgusto y os mueva a volveros hacia Mí... 

Acordaos que sois ciudadanos del cielo y que vuestra vida aquí abajo es un viaje durante el cual podéis servirme y facturar vuestras obras para la eternidad. ¡Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos!

2 de marzo de 1932.


P. M. SULAMITIS

NIHIL OBSTAT
Fr. IGNATIUS M. REIGADA
Censor

DR. MAXIMO JURRAMENDI
Censor

IMPRIMASE
DR. J. FRANCISCO MORAN
Vic. Gen.

Madrid, 23 de marzo de 1932. 

jueves, 9 de noviembre de 2017

Mensaje del Amor Misericordioso: "A los católicos españoles" (segunda parte).


(Segunda parte)

La gloria de Dios y el bien de las almas. - Esta vida es tiempo de prueba. - Jesús ha sufrido más que nosotros. 

    Yo soy la Verdad... En Mí todo es perfecto... Soy también la Bondad infinita, y no hago ni permito cosa alguna que no sea para bien. No os inquietéis, no os turbéis: velad y orad. Todo lo he prometido a la oración y ninguna oración queda sin fruto; pero Yo os escucho de la manera que mejor responde a vuestras necesidades y más pueda aumentar vuestra eterna bienaventuranza en Mí, al mismo tiempo que me proporciona mayor gloria. Estas dos cosas son una sola en mis designios, porque no os he creado sino para mi gloria y para haceros participantes de mi divina felicidad.

Olvidáis a veces que el tiempo que estáis sobre la tierra es un tiempo de prueba, para haceros merecer el cielo. Cuando gozáis de todas las alegrías de la vida y, sin trabas ni dificultades, podéis practicar vuestra religión, sostenidos y alentados por los que están al frente de vosotros, indudablemente que tenéis mucho que agradecer y por qué bendecirme, porque eso es un gran bien, del cual muchos se aprovechan, y las almas débiles se sostienen y defienden con este socorro. Pero sucede también que algunos se dejan dominar por la rutina y, por conquistar vanas ventajas humanas, llegan aún a obrar en contra del bien verdadero. Y he aquí por qué en ciertas ocasiones, cuando he confortado a los míos con mis exhortaciones y mi presencia, obro con vosotros como hice con mis Apóstoles, y os hago pasar por el crisol de las pruebas y tribulaciones, para que me déis testimonio. Este, os repito, es el fin que mi amor divino se propone en las angustias y sufrimientos por que pasáis.

Sobrenaturalizad bien estos sufrimientos y, por encima de vuestras penas, miradme... pensad en Mí. ¡Si supiérais con qué ojos de amor os miro, sobre todo a los que por Mí padecéis en estos momentos, observando las menores vibraciones de vuestro corazón!... ¡Oh, qué poco conocen mi Corazón los que me consideran como un Señor severo, como un tirano!... Soy Padre infinitamente bueno, y ningún sufrimiento permito que os alcance, que no lo haya sufrido Yo antes, y en mucho mayor grado. Quisiera consolar a todos los que están por Mí en la tribulación; les estoy sosteniendo...

Todos los que al presente estáis unidos a mi Vicario en la tierra, regocijaos, porque también él sufre persecución por la justicia y lucha por la defensa de la verdad y la gloria de mi Nombre; y Yo estoy con él y vosotros también estáis con él en la unión de sufrimientos y oraciones...

Unión en el Corazón de Jesús. - Selección de almas. - Libre testimonio de la fe. - Las tormentas purifican.

Los que en estos momentos sufrís, de cualquier modo que sea, uníos a Mí y ofrecedme vuestros sufrimientos en unión con los míos, para que tengáis parte en la obra del Amor Misericordioso de mi Corazón. Mientras unos combaten en la explanada y otros están en la arena como espectáculo a los ángeles y a los hombres, los demás orad, ofreced vuestros sacrificios, vuestros actos de sumisión, de obediencia, de dependencia, para atraer una gracia más abundante sobre aquellos que me han de dar la victoria de su preferencia individual y de su fe. Porque si soy glorificado por la fidelidad de una nación, de un pueblo que sigue a su jefe, ¿cuánto más lo será aún, cuando cada uno, por su propia elección, me elige y me aclama como Señor soberano y permanece fiel, protestándome su fe y su amor?

He ahí la gloria que Yo quisiera encontrar en este pueblo. Lo que deseo en esta hora es el libre testimonio de cada uno. Hay horas en que Yo me complazco en hacer como un empadronamiento de mi pueblo, viendo las almas que de veras quieren ser mías y lo son de verdad. Esta grande hora es la que se prepara... Orad, sobre todo, por esta intención. Pedid a Dios la fidelidad para todas estas almas... Que cada uno obre según su conciencia secretamente le dicte, y entonces me será un glorioso testimiento... Pero orad, porque el enemigo, como león rugiente, anda rondando y busca una presa que devorar... trata, sobre todo, de intimidar a los débiles y seducir a los ignorantes... Orad, os repito, sed humildes y obedientes al jefe supremo... vivid de caridad. Pedid, os digo nuevamente, amaos unos a otros, ayudaos unos a otros, no para formar partidos políticos, sino para defender la justicia, la libertad y la paz... Yo soy el Dios de paz... No os entristezcáis más de la cuenta y, sobre todo, no os dejéis abatir. Sed generosos, sencillos y rectos. Acordaos de las tempestades: pasan y quedan el aire más purificado... Así sucede con las almas. No se turbe vuestro corazón; Yo soy el Señor soberano y doy siempre una gracia proporcionada a la prueba; pero sólo vencerán los humildes, los que ponen su confianza en Mí y no en sí mismos. No os juzguéis unos a otros, porque eso sería debilitaros; antes bien, orad unos por otros. Si queréis darme la victoria, sed como pequeñuelos, que me toman por el corazón.

El diablo siembra discordias. - Alegrarse en el Señor. - Sostener a los débiles.

Tened presente que aún en las horas de mayor tribulación, en esas horas decisivas para las almas y las naciones, el demonio trata de sembrar pequeñas divisiones, pequeños partidos, avivar susceptibilidades, suscitar cuestiones de precedencia, a fin de disipar vuestras fuerzas; y mientras os entretenéis en estas cosas, perdéis de vista los grandes intereses de la gloria de Dios, el bien positivo de las almas y de vuestra patria. Tal es el ardid que emplea el enemigo cruel de todo bien. Levantaos por encima de todo personalismo y combatid lealmente, humildemente, valerosamente por la causa de vuestro Dios. Que cada uno obre según el don que ha recibido y ruegue por aquellos que tienen luz y cargo de comunicaros la palabra de orden de parte de Dios mismo.

Una vez más os digo que os alegréis en Mí y por Mí, pues mayor motivo tenéis para alegraros en Mí que para llorar. Los que debieran llorar son los que reniegan de Mí y me abandonan... Pero orad por ellos, que algunos volverán. Siempre ha ocurrido lo mismo: acordaos de Pedro...

Es preciso sostener a los flacos. El hermano ayudado de su hermano, es como una ciudad fortificada. En Mí no hay distancias. Poned vuestra confianza en María Mediadora, vuestra Madre amantísima, y en la asistencia de mi Espíritu Santo. Recordad lo que os he dicho para la hora en que tuviérais que dar testimonio de Mí: Él es el que hablará por vuestra boca y os inspirará lo que habéis de decir. Mas, para eso, permaneced en mi paz. No os inquietéis por el mañana: a cada día basta su pena. Estas son las grandes lecciones, las enseñanzas divinas que os darán fortaleza en las actuales circunstancias. Cuando hace ya tanto tiempo daba Yo a mis Apóstoles estas instrucciones, os tenía a vosotros también presentes, y ahora os lo repito diciéndoos que nada os turbe, nada os haga perder vuestra paz. Jamás os envanezcáis por un éxito, como tampoco os habéis de abatir ni desalentar si pongo a prueba vuestra fe y vuestra confianza en Mí.

¡Oh vosotros, que sois mis amigos: velad y orad! No os durmáis en la tibieza ni perdáis el tiempo en vana jactancia; conservad mi unión y permaneced en mi amor. Sabed que soy el Señor omnipotente, que no os abandonaré jamás. Soy fidelísimo: tened fe en Mí. Soy Dios y Padre amorosísimo, y tengo de mis hijos el cuidado más tierno y solícito. Aun cuando el universo entero se trastornase, nada debía haceros perder la paz de vuestra alma.

Continuamente estoy inclinado hacia vosotros, y María os tiene bajo su protección; como un niño entre los brazos de su padre, así debéis permanecer entre los brazos del que es Omnipotente e infinitamente Bueno. Por vuestra fe y vuestro abandono, seré glorificado; no por una vana presunción, que es del todo diferente, sino por la humilde fidelidad del alma que ora esperándolo todo de mi sola bondad, y, sin embargo, vela y me rinde el tributo actual de la práctica de lo que entiende ser mi voluntad. Tales almas obtendrán maravillas. ¡Oh, que poderoso es el humilde, el obediente, que ora!...

Que los religiosos esparzan su perfume. - No preferirse a nadie, no juzgar a nadie, orar mucho. - La unión en la Ofrenda.

Si el enemigo ha intentado arrojar a los religiosos de sus conventos, que tengan cuidado y no se dejen seducir volviéndose al siglo por su conducta, costumbres, conversaciones y juicios; que religiosos y religiosas procuren edificar a todos con el tonificante auxilio del ejemplo. He aquí lo que me he propuesto al dejarles en esta prueba cruel: que esparzan el perfume del buen olor, porque esta es su obra... Consérvense en el recogimiento y en la fidelidad a sus promesas cuanto les sea posible, y muéstrense religiosos, tanto más unidos a Mí cuanto mayores sean las tribulaciones y luchas que tengan que sostener. ¡Bienaventurados los que se muestren fieles y ensanchen su corazón para abrazar en su solicitud a todos sus hermanos, manteniéndose siempre unidos a Mí!

Yo nada destruyo de cuanto he establecido, mas lo someto a prueba, para que se afiance en Mí como en sólida roca. Orad por los débiles, pero no os infatuéis con vana presunción. A ninguno habéis de preferiros, porque eso sería la ruina y la causa de la mayor debilidad. El que está en pie, tema no caiga; pero no juzgue a su hermano y tenga cuidado de no hacer aplicaciones molestas. Porque, ¿quién eres tú que juzgas a tu hermano? ¿No has sido sacado del fango del pecado? Sin mi gracia poderosa, has de saber que, al presente, estarías más bajo que él, por muy caído que él se halle.

Si con tanta insistencia hablo de humildad, de caridad, de obediencia a vuestros jefes, es porque conozco su oportunidad. Obrad de suerte que nadie pueda decir mal de vosotros, para que no seáis probados, sino por la justicia y no castigados por vuestra maldad o presunción.

Haced que se ore mucho... Llamad a vuestro Moisés y que se mantengan en su puesto con las manos levantadas al cielo, pero, sobre todo, con los corazones inmolados, las voluntades sometidas y en el más completo desprendimiento de lo que no es su único y soberano bien.

Uníos cada vez más en la Ofrenda, porque es de un peso inmenso en la balanza. Algún día veréis lo que os han valido estos días de tribulación y de angustia, en que habéis buscado, querido y procurado, cuanto dependía de vosotros, la Gloria de mi Nombre.

Yo estoy con vosotros y sin cesar me ofrezco por vosotros: uníos a Mí.

20 de Junio de 1931.

P. M. SULAMITIS.

NIHIL OBSTAT
FR. IGNATIUS G. MENENDEZ REIGADA, O. P.
Censor.

OBISPADO DE SALAMANCA, 2 julii 1931.
Imprimatur: + FRANCISCUS, Episcopus Salmantinus. 

viernes, 7 de julio de 2017

Mensaje del Amor Misericordioso: "A los católicos españoles"

A LOS CATOLICOS ESPAÑOLES1

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Orar por España. - Necesidad de la prueba.

… Sí, es preciso orar por ese país (España), que Yo amo y que ciertamente me ha dado pruebas de su fidelidad, de muchas maneras, por medio de quien tenía autoridad. De ello he recibido grande gloria. Este país ha podido servir a otros de modelo y de aliento.

Pero en la tierra nada hay perfecto. ¿No he dicho Yo que mi viña necesitaba ser podada? Eso es lo que hago por medio de la prueba, forzando, por decirlo así, las almas a volverse hacia Mí con más fe, con más confianza, y dándoles ocasión de practicar actos más excelentes de caridad. Yo no juzgo como juzga el mundo... Busco siempre un bien superior y de los míos saco siempre mi gloria.

¡Oh, si vieseis las cosas con mi luz, os aparecerían bajo un nuevo aspecto y os admiraríais de mis disposiciones! Y no os llevaría esto a desinteresaros de lo que está pasando, al contrario; porque Yo mismo he dicho: “pedid”, y nada habéis pedido todavía. Tanto menos se pide cuanto más se tiene.
Sí, Yo he dicho: “pedid y recibiréis”, “buscad y hallaréis”,”llamad y se os abrirá”... Y también: “todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, os lo concederá”... “El cielo y la tierra pasarán, ¡pero mis palabras no pasarán”, no pasarán jamás!... Se os concederá según sea vuestra fe. “Si vosotros, siendo malos, dáis cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial?”. “¿Dará por ventura un escorpión a quien le pide pan?” Pero también he dicho que no he venido a traer la paz, al modo como la da el mundo, y que tendréis que sufrir por mi nombre. ¿No es en estos momentos de persecución y de revuelta, cuando más se manifiesta la fidelidad y el heroísmo de mis amigos? 

Recordad mi vida sobre la tierra, la vida de mi Iglesia, la de mis apóstoles, la de mis amigos todos... ¡No os espantéis!Releed mis palabras en mi Evangelio, y en vez de afligiros, gozaos cuando tengáis algo que sufrir... ¡Tened confianza! Yo he vencido al mundo, he triunfado del mundo y de la muerte, y os haré triunfar también conmigo si sois fieles, y os daré el premio de vuestra victoria y vuestro corazón se llenará de un grande gozo proporcionado a vuestras zozobras. Necesito obrar así con vosotros porque en una falsa paz os dormiríais y, mientras todos los demás se agitan en el desorden y en la tribulación, vosotros confiaríais en vosotros mismos y nada os sería tan funesto. En la prueba formo mis santos. Poned vuestra confianza en Mí.

Cómo hemos de orar.

Hubieran algunos deseado una oración en la que se hiciese resaltar lo que por mi Corazón han hecho y por mi Amor Misericordioso. Diles que la más bella oración, la que toca mi Corazón en lo más íntimo, es la que en mi Evangelio habéis oído salir de labios de aquellos sobre quienes se derramó mi Amor Misericordioso: “Señor, tened piedad de mí, porque soy un gran pecador”. Guardaos de orar como el Fariseo... La menor preferencia de sí mismo respecto de los otros, la complacencia en el bien que se ha podido hacer, es una mancha, un obstáculo que impide la efusión de mi gracia y mis divinas mociones.

Almas tengo verdaderamente humildes, y éstas son las que atraerán mis gracias... Ciertamente, he tenido y tengo todavía admirables víctimas que se inmolan por Mí; pero manteneos humildes, no juzguéis a nadie, a nadie condenéis, no discutáis lo que no entendéis, no sembréis el mundo de propios juicios y pareceres; estas cosas serían sumamente perjudiciales y estorbarían por completo mi gracia. Velad sobre vuestras conductas; orad... orad sin interrupción, con la misma oración que Yo os he enseñado, en la cual se comprende todo; y si no os satisface, es porque no la habéis comprendido.
En cualquier necesidad, acudid al Padrenuestro, saludad e invocad a la Virgen con el Ave María, y añadid el Gloria Patri, que enaltece mi gloria santa. Después servíos de mis palabras para orar... Me agrada veros explotar así mis dones.

Acordaos, sobre todo, de que siempre es hora de hacer triunfar mi Amor Misericordioso. Que este amor viva y reine en vuestras almas. Creed en este amor, y para recibir sus efectos, manteneos humildes y pequeños en mi presencia, sin lo cual no podréis tener parte en los bienes de mi Amor Misericordioso, que no es más que para los pobres e indigentes. Los pobres serán colmados de mis bienes, y los ricos tornarán privados de todo, con las manos vacías: tanto me satisface la humildad del corazón. He aquí una doctrina que no acabáis de entender: quisiérais tener mucho, sentiros ricos, nadando en la abundancia y complaciéndoos en ello. Lo mismo digo cuando se trata del abandonop a Mi voluntad: lo hacéis con relativa facilidad siempre que no os falte alguna persona en que apoyaros; pero no es esto lo que me honra y me glorifica, sino más bien que pongáis sólo en Mí y en María Santísima vuestra esperanza cuando todo en torno vuestro parece que se derrumba. Quiero que en estos momentos se me ruegue mucho por vuestra Patria. Quiero la unión... Haré que en esta casa se ruegue mucho, a fin de que Yo sea glorificado por vuestras disposiciones interiores y por todo lo que pretendo hacer en esta nación.

Humildad y confianza.

Sedme fieles y confiad en Mí; no os abandonaré, y siempre se recordará la buena acogida que entre vosotros he tenido y lo que por mi gloria habéis trabajado. No lo olvidaré jamás y será siempre vuestro mejor timbre de gloria.

Quiero sentar mis reales sobre la humildad: cunde hoy por todas partes una especie de vanagloria que Yo quiero en verdad destruir, para que todos conozcan que sólo de mi Bondad proviene la salvación, que soy vuestro Salvador. Si obrase de otro modo, no reconoceríais mis beneficios. Os amo infinitamente: soy el único Salvador de los individuos, como de las naciones y de las sociedades, y siempre habrá que decir que sois la obra de mi amor y de mi gran misericordia.

Tened confianza, os repito, a pesar de todo. Aun cuando el Universo entero pareciese bambolearse, ahí estoy Yo, que soy el Salvador: no perdáis la paz de vuestras almas. Acordaos de lo que en mi Evangelio tengo dicho: “Venid a Mí todos los que trabajáis y estáis cargados, que Yo os aliviaré”. Con vosotros estoy hasta la consumación de los siglos, con tal que permanezcáis conmigo en caridad. La caridad, he ahí el mandamiento supremo de mi santa Ley.

Vuestro verdadero Rey soy Yo; Rey que no cambia, Rey que nadie podrá destronar. Veréis a todos vacilar, mas el Rey eterno permanece; vencerá, y los que Él se ha esvogido y le permanezcan fieles, reinarán con Él en su Reino, que nada tiene de común con estos reinos perecederos, que pasan, como pasan los hombres. Sé lo que hago, y lo que digo es verdad. Guardaos de interpretar esto a vuestro modo, antes de tiempó; día vendrá en que todo lo comprenderéis con mi luz, y de ahí sacaréis nuevas fuerzas y divinos alientos. Lo que ahora conviene es afianzaros en la fe en mi omnipotencia y en la confianza en mi bondad; y esto con humildad sincera, ejercitando constantemente, interior y exteriormente, la misericordiosa caridad. Orad por vuestros enemigos; perdonadles, amadles, deseando su bien; anhelad ardientemente la salud de sus almas, sobreponiéndola a vuestros particulares intereses.

En estos días, los que son míos, me glorifican; sin esos peligros, sin estas revueltas, no vendrían a mis brazos, desnudos de otra esperanza y de otro amparo que no sea el mío, y así ejecutan actos que jamás hubieran hecho ni tenido ocasión de hacer. Confiad, os amo, y en mi Evangelio os tengo dicho que el Padre vela por vosotros con paternal solicitud. Ese Padre soberano que viste con magnificencia los lirios del campo y da de comer a los pajarillos del cielo, ¡cuánto más se cuidará de vosotros para daros lo que necesitéis y libraros de los lazos de vuestros enemigos! Dad a Dios la alegría de vuestra confianza, clamad a su Amor Misericordioso. Jamás podréis apreciar en esta vida lo que un acto de fe y de confianza vale en el cielo. No en vano he venido a vosotros y he encontrado tan buena acogida en vuestro seno; fue para abrir vuestras almas a la confianza. No desfallezcáis: en medio de vosotros estoy y permaneceré siempre.

Alegría santa. - Virtud en la prueba.

Muchas veces lo he dicho y lo vuielvo a repetir: un acto de virtud vale más que todo. Tengo mis medios de despertar las almas y de santificarlas en la fe... Alegraos de todo cuanto hago, en vez de entristeceros en presencia de los acontecimientos por mí permitidos. Que vuestro cuidado no sea otro que producir actos de virtud, de fe, de confianza, de humildad, de caridad, de acatamiento a mis secretas disposiciones.

Os digo más: alegraos en Mí, como en otro tiempo dije a mis apóstoles. Hay quien piensa que el Evangelio ya no es de estos tiempos y que su doctrina fue buena tan sólo para épocas pasadas. Nada más falso: lo que a mis apóstoles dije entonces, es doctrina de todos los tiempos. Aplicad bien esa doctrina a vuestras almas según las necesidades en que os halláis. Ahí está el secreto de los que dirigen las almas: su empeño no debe ser otro que nutrirlas con mis máximas y enseñarles la manera de formarse al calor de mis doctrinas. Esto es andar en mi presencia, sin querer precederme, pendientes en todo de mi voluntad y usando conscientemente de mis dones. Haced valer los dones de Dios... explotad mis dones; comprended bien la hora presente y explotad el don de mi Amor Misericordioso. ¡Cuántos actos de fe y confianza os moverá a hacer este conocimiento, cuántos actos de caridad y de humildad, sin los cuales vuestra conducta vendría a cargar más el platillo de la balanza en que pesan los crímenes de los impíos!

Ya recordaréis lo que dije a Abraham sobre Sodoma y Gomorra... Sed vosotros de aquellos diez justos que bastaban para detener las iras del cielo y salvar las corrompidas ciudades. De todo me sirvo para despertar a las almas y hacer que produzcan mayores frutos. Hay gentes que no se santifican si no es con el fuego de las tribulaciones, y yo las permito para que por este medio se tornen a Mí. Cierto que algunos flaquean, pero los buenos se afirman y, por los que se apartan, vendrán otros muchos, más humildes, más decididos, que serán como columnas para sostener a sus hermanos. No temáis; orad, orad por vosotros y por las almas... No dejéis la oración; orad con fe, con una gran confianza de que obtendréis lo que pedís; si sabéis hacerlo con humildad y caridad, tened por cierto que obtendréis cuanto pidáis, si ha de ser para gloria mía y bien de vuestras almas. ¿Qué más podéis desear? ¿No es este vuestro único anhelo? Lo que generalmente os turba es el apego de la propia voluntad a un bien particular que en aquel momento os parece necesario; mas Yo quisiera que, por encima de todo, pongáis en Mí vuestra confianza, independientemente de cuanto sucede en la tierra.

Esto no quiere decir que os crucéis de brazos y no pongáis los medios humanos que la santa prudencia dicta; mas también en estos casos, orad mucho; no déis un paso sin la oración, y entonces y siempre poned la confianza en Mí y no en la marcha de los acontecimientos. ¿No soy Yo el que impero sobre la mar y los vientos y tengo al universo entero bajo mis pies? ¿No soy Yo quien os ha crado a todos, Señor de cielos y tierra, que presido los destinos de las naciones? A vosotros, los que teméis y tembláis, repito ahora las palabras que dije en otra ocasión: “Hombres de poca fe, ¿por qué teméis?”. Creed en el poder de mi Amor Misericordioso para todos los que le invocan, y uníos al llamamiento y al clamor que por vosotros hacen vuestros hermanos en el cielo.

No me cansaré de repetiroslo: en Mí, más que en todos los medios humanos, debéis confiar. Aprovechad las presentes circunstancias para lanzar un nuevo llamamiento de renovación de espíritu, de fervor, de oración, de sacrifici, según los respectivos deberes de estado y las reglas de cada uno. Haced un llamamiento a las almas contemplativas, para que no se duerman en la observancia, sino que sean como otro Moisés, levantando las manos al cielo desde el monte, mientras los que están en el valle toman contra sí mismos las armas de la penitencia: esa será la garantía mejor de vuestra victoria.

Obrad de modo que cuando Yo mire a la tierra, encuentre en ella los justos que mi amor desea, humildes, pobres, obedientes, mortificados, caritativos, fiados de mi bondad, intercesores por la humanidad culpable, y revestidos de mi caridad.

La Ofrenda. - Los frutos de la prueba.

Redoblad la devoción a la Ofrenda; que se eleve incesantemente de millares de pechos en todas las partes de vuestro suelo. Tales son vuestras armas y vuestro poderoso escudo. ¡Dichoso el que me comprenda y secunde mis designios misericordiosos! La prueba actual es para vosotros una gracia inmensa. Las almas volverán a Mí con más ahínco, comprenderán mejor la necesidad que tienen de no apoyarse sino en Mí. Los buenos se harán mejores, y despertaré a los que yacían dormidos contentándose con disfrutar de vuestros trabajos. ¿De donde puede veniros la salvación sino de vuestro Salvador? Uníos para clamar al Amor Misericordioso; imploradlo por mediación de María y por mi Teresita2 para que triunféis, ante todo de vosotros mismos, de la corrupción que lleváis dentro... el orgullo, el espíritu de independencia y el deseo de goces perecederos... Las pruebas humillan, os obligan a reconocer ante Mí vuestra pequeñez, impotencia e ignorancia, y no es pequeño tesoro de las almas perder el apoyo en sí mismas y en sus propios medios y ponerlo en Dios. Las pruebas fijan en el cielo los corazones; con ellas se hace más sensible la necesidad de recurrir a Mí, de consultar para hacer lo que es mi voluntad, con lo cual el abandono es más sobrenatural, más meritorio y más perfecto. Las pruebas por Mí permitidas os mantienen en el espíritu de sacrificio, os enseñan a anteponer a todo mi santa voluntad, el bien común al bien personal; a dejar vuestras cosas por atender a las del prójimo; a consolar a los que temen y lloran; tomando fuerzas de Mí, que soy fuente de fortaleza, sintiendo más honda necesidad de los santos sacramentos.

En verdad os digo: estos tiempos de tribulación son ya de por sí un gran bien para vuestras almas; si sabéis serme fieles y me dais lo que quiero y espero, no tendré que exigiros más. Tan solo una cosa debéis temer en estos días de confusión: no la táctica y los planes de los enemigos, sino vuestro propio egoísmo, que impediría que hiciéseis por Mí y por vuestra patria lo que de vosotros espero. A vosotros, sacerdotes y religiosos míos, a vosotros mis fieles predilectos, mis escogidos, confío en esta hora la salud de la patria. Mi gloria es hacer bien, mas quiero que se me pida; venid a Mí y mostros como deseo, repetid constantemente la Ofrenda... pero la ofrenda práctica sobre todo, que es la que más pesa en mi presencia.

Enseñadla a las almas; que se unan a Mí en cuantos actos producen, para que los pueda Yo revestir con el valor de los míos y puedan obrar según el modelo que les he dado en Mí mismo.

¡Qué vidas tan llenas serían estas, aun sin descubrir al exterior nada raro ni extraordinario! A religiosos y religiosas diles que la mejor mortificación que Yo les pido es la perfecta observancia de sus Reglas; el silencio, la obediencia, la caridad, la pobreza... Que traten de suprimir las dispensas innecesarias cuando la obediencia no se las impone. Si esto hacéis y contribuís a que los demás hagan otro tanto, mucho habéis hecho, y, si las almas responden, mis fines se verán realizados.

Confianza en Dios. - Jesús no nos abandona.

¡Velad, orad, confiad!... confiad en Mí, solamente en Mí. A cada cual doy la gracia según las necesidades del momento, y en cada caso mi ayuda es proporcionada a las dificultades que se presentan. No os espantéis, pues, si de antemano no os sentís tan fuertes como desearíais para una dificultad futura que os imagináis; dicho os tengo que aún cuando tuviéreis que aparecer ante los tribunales, no tenéis que pensar lo que habéis de decir; sino entregaros a mi Espíritu Santo que pondrá palabras en vuestros labios. Así es para todo; si cumplís fielmente mi Voluntad en cada momento, Yo permaneceré con vosotros y jamás os abandonaré. “Basta a cada día su malicia”, lo he dicho y lo repito. ¡Nada os turbe! ¡Nada os inquiete! Esto sólo es ya una victoria, un acto de fe en mis palabras. De esta manera seré glorificado en vosotros.

Mi paz os dejo, mi alegría, mi amor y mi confianza. ¡Bebed en Mí constantemente! ¡Creed en Mí! ¡Jamás os abandonaré!

P. M. SULAMITIS.


1Varias personas deseaban se pidiese a P. M. Sulamitis una oración al Amor Misericordioso, compuesto por ella misma, para rogar por España en las actuales circunstancias. Mas antes de que se le hiciese tal petición, sin que ella tuviese noticia humana ninguna de los acontecimientos aquí desarrollados últimamente, el Amor Misericordioso se dignó enviarnos por su pequeña mano el presente MENSAJE, con indicación de las oracions que le será grato empleemos para implorar su misericordia en favor de nuestra querida patria. Téngase en vuenta para entender ciertas expresiones, que P. M. Sulamitis no es española ni reside en España.

2De Lisieux.

jueves, 11 de agosto de 2016

"Preces del Amor Misericordioso por la Iglesia y por la Patria"


Preces del Amor Misericordioso por la Iglesia y por la Patria

que pueden ser rezadas después del santo Rosario



¡YO SOY EL AMOR MISERICORDIOSO!


"Quiero que en estos momentos se rece mucho por vuestra Patria. Quiero la unión... Yo os amo ¡Creed en Mí! ¡Jamás os abandonaré! 
¡Redoblad la devoción a la OFRENDA... vuestra arma y poderoso escudo!"


¡Sagrado Corazón de Jesús, salvad a nuestra Nación!

* * *

Oremos por la Iglesia y por la Patria

Padre Nuestro - Ave María - Gloria.



Ofrenda al Amor Misericordioso

“Padre Santo, por el Corazón Inmaculado de María, os ofrezco a Jesús, Vuestro Hijo muy amado, y me ofrezco a mí mismo en Él, por Él, y con Él, a todas sus intenciones, y en nombre de todas las criaturas”.



Señor, ten piedad

Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Dios, Padre celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios, Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.
Dios, Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.
Trinidad Santa, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.

Señor, que dijiste: “cuanto pidiereis al Padre en mi nombre os lo concederá” [Io. 16, 23]: en tu nombre pedimos al Padre que nos conceda la santa libertad de la Iglesia para trabajar en la propia santificación y la salvación de las almas. Amén.

Señor, que dijiste: “pedid y recibiréis, buscad y hallaréis, llamad y os abrirán” [Mt. 7, 7]: pedimos que ilumines con tu divina luz a los que en tus manos tienen los destinos de nuestra Patria: buscamos tu amor acompañado de buenas obras; llamamos a las puertas de tu Amor Misericordioso para que se apiade de nuestras almas, de nuestras familias y de nuestra Patria. Amén.

Señor, que dijiste: “el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” [Mc. 13, 31]: concédenos por tu omnipotencia la estabilidad y prosperidad de la Religión en nuestra Nación, la libertad de las Órdenes religiosas, la paz de nuestro pueblo y la rectitud de sus gobernantes; si ha de ser todo para gloria tuya y bien de nuestras almas. Amén.
 


Oración a la Santísima Virgen. Acordaos

Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. Oh Madre de Dios, no despreciéis mis súplicas, antes bien escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.


Refugio de pecadores, ruega por nosotros.

Advertencia. - Estamos en la hora de la plegaria. En varias parroquias e iglesias se adora a Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar. Ofrécete para hacer siquiera semanalmente media hora de adoración por las necesidades de la Iglesia, de tu Patria, y del mundo entero, sin omitir la Misa y Comunión diaria. Esto, practicado con amor y perseverancia, nos merecerá una especialísima protección del Amor Misericordioso, Cristo Jesús.

P. M. SULAMITIS.

lunes, 23 de mayo de 2016

"El Amor Misericordioso" (cuarta parte)

El momento más sublime del amor y el punto más culminante de la obra de la redención está en la cruz, y la manifestación más grandiosa de la misericordia del Hijo de Dios la vemos en aquella actitud conmovedora en la que Jesús, alzando al cielo sus divinos ojos, pide perdón al Eterno Padre para sus verdugos, diciendo: "Padre, perdónalos porque no saben lo que se hacen." Por eso el Amor Misericordioso tiene su trono en la cruz, y la imagen más perfecta del Amor es Cristo Crucificado.

Esa imagen de Cristo Crucificado se proyecta sobre un globo de luz, sobre una circunferencia de luz blanca que nos hace recordar el Pan eucarístico, pues nada más natural que al representar el Amor Misericordioso en el acto más cruento y más sublime de su heroísmo, cual es el realizado en la cruz, recordemos el Sacramento del Amor, que estableció Cristo para perpetuar en la tierra su caridad infinita, que es la renovación continua de su Amor Misericordioso a los hombres.


Como el centro del amor radica en el corazón del hombre, así la caridad infinita de Jesús tiene su centro en su Corazón Sagrado, y por eso el Corazón de Jesús es el blanco de los amores y de la tierna devoción del hombre Y si al recordar el Amor Misericordioso del Calvario no podemos prescindir del Pan eucarístico, que es el relicario perpetuo de ese amor, del mismo modo no podemos separar del trono del Amor Misericordioso la imagen del Corazón divino, y por esto se diseña también levemente sobre su pecho el corazón sagrado, radiante de luz y de rayos de su misericordia.

Todo esto, pues, viene a constituir lo esencial de la imagen del Amor Misericordioso: Cristo Crucificado en el momento de pronunciar su primera palabra, que fue palabra de perdón y de misericordia, la Hostia Santa, como fondo luminoso que hace resaltar el trono de la Cruz, y la imagen del Corazón divino, diseñada sobre su pecho, como centro de su amor.

Cuando solo se tiene el busto de esta imagen (como en las Capillitas de la visita domiciliaria), no se ven sino estas tres cosas: la Cruz, a medias, el Pan eucarístico y el Corazón Sagrado, y la aureola de luz que circunda la cabeza del divino Crucificado; y sobre el corazón esta palabra: Charitas, porque ciertamente Jesús es todo caridad, y el corazón es su centro.

Cuando la imagen se representa toda entera con la imagen completa de Cristo en la cruz, vemos a sus pies y delante de la cruz una corona real de oro, que nos recuerda la realeza de Cristo, pero la tiene a sus pies, porque, como El contestó a Pilatos, su reino no es de este mundo. Su soberanía es de amor, y quiere reinar en los corazones, por eso esta corona está esmaltada de corazones y rosas entrelazadas, simbolizando la caridad y el amor. El en cambio está coronado de espinas, importante trofeo de amor que es alivio de los dolores y penas, de las burlas, calumnias y desprecios, que constituyen las cruces de su reinado. Al pie también de la cruz hay un libro, que es el de los santos Evangelios, en el cual se leen claramente estas palabras: Amaos unos a otros, como yo os he amado... y para mostrarnos el manantial de ese precepto de amor, cae sobre él un rayo de luz que se desprende del corazón divino. La Cruz, la Eucaristía, el Sagrado Corazón y los santos Evangelios, he aquí los senos del Amor Misericordioso, la imagen del Divino Amor.

Propaguemos con celo y con amor esta obra, seamos almas verdaderamente amantes del Amor Misericordioso. El nos pide esta cruzada de amor, de fe, de confianza, de caridad y de virtudes cristianas, para que ayudemos a la renovación de la sociedad y a la instauración del reinado de Cristo.

La visita domiciliaria del Amor Misericordioso será un medio de propagar esta cruzada de fe cristiana. Es obra muy sencilla, organizada con coros de treinta familias y una celadora de cada coro, que mantenga la organización. No debe establecerse ninguna cuota obligatoria, y las limosnas que se recojan deben invertirse en su culto y propaganda.
El Amor Misericordioso nos bendiga y llene al mundo de su gracia, para que reine en los corazones.
C. y C.
(De la revista “Acción Antoniana” de los Franciscanos de Valencia, octubre de 1932, número 141, con licencia eclesiástica).

"El Amor Misericordioso" (tercera parte)

Una de las más grandes aspiraciones del Amor Misericordioso es la unión de todos sus hijos para constituir el reinado de la paz. Omne regnum in se divisum desolabitur; todo reino dividido en sí mismo será destruido, dijo Cristo en su Evangelio con lo que pregona la absoluta necesidad de la unión, para que pueda consistir su reino sobre la tierra; y como base de esta unión establece el Amor Misericordioso la Caridad, la Caridad que es el estigma esplendoroso de los hijos de Dios para ser reconocidos como tales Ya lo dijo el Maestro del amor: "En esto conocerán los hombres que sois mis discípulos, en que os amáis los unos a los otros." De este amor mutuo necesariamente nacerá la unión que nos pide el Amor Misericordioso.
“Lo que yo pido sobre todo—decía el Señor a la Sulamitis—es la unión; sed buenos, condescendientes unos con otros; no busquéis más que mi gloria y los medios más eficaces para procurarla, extendiendo así mi reinado de amor con más facilidad sobre las almas. Quiero que mis amigos comprendan bien su grande misión, que es, por medio de mi amor, el lazo de unión entre los cristianos como será mi Amor Misericordioso el lazo más eficaz para la unión entre las diferentes Familias Religiosas”.
Oigamos todavía con gran respeto la voz del Divino Maestro, puesto que se digna hablarnos:
"Lo que yo vivamente deseo es formar verdaderos amigos de mi Corazón... porque ninguna obra es agradable a mi Corazón si los miembros de ella no están íntimamente adheridos a él... Yo soy el Dios de la paz, el Dios de la Unión, y es preciso que mis amigos, y con más razón mis apóstoles, hagan todo cuanto les sea posible para establecer en todas partes la paz y la unión, reflejando la indulgencia, la paciencia, la condescendencia, la generosidad, la bondad bajo aquel divino lema, que es mi nuevo mandato: que os améis los unos a los otros, como yo os he amado, para que con esa señal conozcan todos que sois mis discípulos; y el lazo que os una a todos sea siempre la caridad, ¡Caridad! ¡Caridad! No respiréis, ni aspiréis más que caridad. 
Me hizo ver —dice su sierva— que tenía necesidad de almas, especialmente consagradas a su amor, para satisfacer a este deber de la práctica de la caridad, no solamente por ellas, sino por las que no lo hacen; y explicando estos deseos del Señor, añade: quisiera pequeños grupos de almas escogidas, del todo consagradas a mi Corazón, dispuestas a hacerlo todo y sufrirlo todo por él y por las almas, almas de amor las llama él, almas que se inmolen en el fuego del más puro amor, quiere que esto se haga con interés, con gran celo por establecer el reino de la caridad”, continúa la confidente del Amor Misericordioso.
“Él me dice: hazme conocer, hazme amar... así quiero que se me honre, así quiero ser conocido, amado, imitado, ofrecido... publícalo por todas partes, dilo a mi sacerdote, que contribuya con todo su poder al cumplimiento de mis designios. ¡Mi sacerdote! Mis sacerdotes que tomen mi causa en sus manos; el Amor Misericordioso es un tesoro inmenso que yo pongo en sus manos, para la santificación de los justos y la conversión de los pecadores. Por el Amor Misericordioso moverán los corazones. ¡Quiero reinar en las almas! No se extrañen de los obstáculos que Satán presentará, como otras veces, él tratará de armar todas las criaturas en contra mía, pero no temas; esta doctrina es mi doctrina en el reinado de mi Amor Misericordioso que preparo ahora sobre la tierra.
“Mi espíritu trabaja actualmente en los espíritus y en los corazones, en las voluntades sobre este asunto, y los dispone para el cumplimiento de mis designios. Sí, por mi Amor Misericordioso quiero salvar al mundo; por mi Amor Misericordioso quiero reinar sobre el mundo.
“¡Oh!, que mi sacerdote no tema predicar mi doctrina, mi alegría es verla extendida por medio de mis amigos. Yo dije a mis apóstoles que fuesen a enseñar a todas las naciones y predicaran el Evangelio a toda criatura. Lo que dije entonces lo digo también ahora. Rogad para que Yo suscite sacerdotes que respondiendo a mi ferviente deseo, vayan por todas partes predicando el Evangelio del reino de Dios, y alumbrando en las almas la fe en mi amor, encendiendo una inmensa hoguera de caridad.
“¡Dichosos aquellos que Yo me digno asociar a mi gran obra! Serán dichosos en la hora de la muerte, y en la otra vida, todos los que de alguna manera hayan contribuido a la gloria y a la manifestación de mi Amor Misericordioso, pues ese Amor Misericordioso, por quien ellos habrán trabajado y sufrido, es precisamente quien les ha de juzgar.”
C. y C.
(De la revista “Acción Antoniana” de los Franciscanos de Valencia, octubre de 1932, número 141, con licencia eclesiástica).

domingo, 22 de mayo de 2016

"El Amor Misericordioso" (segunda parte)

El Amor Misericordioso necesita apóstoles, millares y millones de lenguas que le anuncien y le den a conocer por todas partes; apóstoles del gran Mandamiento de la caridad que es el sostén de su reinado.
Toda la doctrina y obra del Amor Misericordioso brota del Evangelio, sintetizada en aquéllas palabras de San Juan (3, 16); 
"De tal manera amó Dios al mundo que le dio a su Hijo unigénito, para que todos los que crean en él no perezcan sino que consigan la vida eterna." 
Y el fin de esta Obra es que las almas conozcan al divino Corazón que es todo amor y misericordia y pongan su confianza en él y le correspondan por medio de la caridad con el prójimo.
Oigamos sus preciosas palabras dirigidas a su nueva confidente:
"Creer en mi Amor y corresponder a él es toda la doctrina de mi Sagrado Corazón. Creer en mi Amor Misericordioso es lo que Yo explicaba a Margarita María cuando le decía: "He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres". Creed, pues, en este amor de mi corazón que es tan poco amado. ¡Si me amáis, guardad mis mandamientos! Mi mandamiento es: que os améis unos a otros como yo os he amado.” Y a esto añade corresponder con la confianza, por una confianza humilde y amorosa, pero práctica, haciendo lo que Dios humanado ha hecho. Hay que poner a la vista estas grandes manifestaciones de la inmensa caridad de Cristo; cuales son: La Pasión, La Eucaristía, El Corazón herido de amor.
Aquí tenemos con esto el gráfico de esta devoción y la síntesis de su doctrina; por eso ha querido Jesús manifestarse ahora en esa forma pidiendo que así se le pinte y represente en cuadros y estampas y en ellas se le dé culto. Por la cruz desea Jesús que se despierte en las almas el espíritu de sacrificio:
“Me ha prometido—dice P. M. Sulamitis—reinará por su cruz y por su corazón: será nuestro Rey de Amor, quiere reinar así en todo el universo; - Continúa el Señor - ¿No he dicho acaso que cuando fuere elevado sobre la tierra atraería hacia Mí todas las cosas?... Esto es lo que quiero hacer; quiero recordar constantemente a mis almas mis sufrimientos y mi amor; quiero ser allí (en la Cruz) para ellas una predicación muda que las enseñe como hay que amar y cómo hay que sufrir. ¡Oh, que vengan a la escuela del amor, y aprenderán mi amor misericordioso!”
Quiere el Señor reanimar la fe en su Eucaristía, por eso impulsa a las almas a que acudan a su corazón vivo, allí donde está realmente en el Sagrario, en su Sacramento de amor. Oigamos sus lecciones sobre este punto:
“Para enseñar a las almas a vivir bien es preciso enseñarlas a comulgar bien, y a obtener de sus comuniones el gran fruto de la caridad.” “Que gozo para mi corazón si mis amigos quisieran hacer de la Misa y de la comunión su divina cita y establecer allí en unión conmigo la unión de unos con otros por la caridad.”
Por la caridad, aquí es donde el Señor insiste más por la caridad… por la misericordia compasiva y delicada caridad para con nuestro prójimo.
Esta es la correspondencia que pide Jesús a sus amigos como prueba de su amor a él; que seamos como el Amor Misericordioso para con nuestros hermanos:
“Sois mis amigos —dice— si hacéis lo que os mando: que os améis unos a otros como yo os he amado.” P. M. Sulamitis dice: “Me fue mostrado que toda la doctrina del Evangelio es Amor Misericordioso; también me fue manifestado cuan poco se practica esto… siendo tan esencial en nuestra Religión.”
A remediar este mal viene la obra del Amor Misericordioso.
C. y C. 

(De la revista “Acción Antoniana” de los Franciscanos de Valencia, octubre de 1932, número 141, con licencia eclesiástica).

"El Amor Misericordioso" (primera parte)

Una nueva ráfaga de amor divino ha invadido la tierra; el amor no es amado, como ya en otro tiempo clamaba el Pobrecillo de Asís, San Francisco, los hombres se han alejado de Dios y la Misericordia infinita ha mirado de nuevo a la tierra con ojos de compasión, y les ha ofrecido su Amor Misericordioso. Con una singular preferencia ha mirado a la pobre España, tan abatida, y enviado un mensaje de amor a toda la tierra excitando los corazones para que todos rueguen por ella.
..."Si, es preciso—ha dicho el Amor Misericordioso—, orar por ese país (España) que yo amo y que ciertamente me ha dado pruebas de su fidelidad, de muchas maneras, por medio de quien tenía autoridad. De ello he recibido grande gloria. Este país ha podido así servir a otros de modelo y aliento."
Justo es que nos interesemos los españoles fieles por conocer y propagar la Obra del Amor Misericordioso.
¿Qué es la Obra del Amor Misericordioso?
La Obra del Amor Misericordioso, es un gran regalo de la diestra del Excelso, que no ha sido abreviada a pesar de nuestras ingratitudes, es la que salvará a España, salvará al mundo entero. Él nos dice:
Confiad en Mi; no os abandonaré; tened confianza, os lo repito, a pesar de todo; aunque el universo entero pareciese bambolearse, ahí estoy Yo, que soy el Salvador, no perdáis la paz de vuestras almas; venid a Mi todos, yo os aliviaré, con vosotros estoy hasta la consumación de los siglos con tal de que permanezcáis conmigo en Caridad. La Caridad, he ahí el Mandamiento supremo de mi santa ley.
"A grandes males grandes remedios", dicen, y en verdad grande debe ser el remedio que se oponga a tan inmenso como es el mal que ahora nos aflige. El remedio supremo, eficaz, inmejorable, insustituible, es Jesús, Jesús más conocido, amado, mejor imitado, intensamente vivido, esta es la devoción y la obra del Amor Misericordioso, es el mismo Corazón de Jesús bien comprendido, su devoción mejor interpretada y aun completada y perfeccionada.
Santa Teresita del Niño Jesús se ofreció como víctima bajo este dulce nombre de Amor Misericordioso; y que esto sea muy del agrado divino lo muestra el hecho sorprendente de la gloriosa glorificación que Dios otorgó a la Santa. Ella, formada delicadamente por el Espíritu Santo en la escuela del Amor y de la confianza, es la que recibió el encargo de mostrar a las almas el camino de la sencillez evangélica y la infancia espiritual, que nos llevase a creer y a corresponder a las tiernas efusiones del Amor Misericordioso del Corazón de Jesús; ¿no es ella acaso la primera víctima del holocausto al Amor Misericordioso? 


Bien se la podría llamar la precursora de esta obra, como lo es también en pos de ella Sor Benigna Consolata, Religiosa Salesa, de la que el mismo Jesús ha manifestado que la había escogido para abrir el camino de su Amor Misericordioso después de Santa Teresita, y la llamó su secretaria.
Pero ni Santa Teresita ni Sor Benigna Consolata habían recibido la misión de extender esta devoción, como la recibió P. M Sulamitis, alma privilegiada, escogida por el mismo Jesús. Esta hermosa obra empezó a propagarse en Francia, lugar donde reside esta bendita alma, bajo la dirección del Padre Juan Arintero op.
P. M. Sulamitis es un seudónimo que encubre el verdadero nombre de esta devota alma, escogida de Dios. Ella es la voz del que clama en el desierto, como la de un nuevo precursor, por la cual Dios nos llama, nos invita, nos amonesta; es la voz de un alma enamorada y pequeñita mano de la que Dios quiere servirse para recordarnos sus preceptos y su Amor; la eterna historia y el perenne esfuerzo de Jesús que los hombres conozcan su amor. Para informar nuestras almas en este espíritu e inflamarlas en el celo de esta cruzada evangélica, nada tan a propósito como las obritas y folletos, ya numerosos de esta alma piadosa que escribe a religiosos, sacerdotes, padres de familia, jóvenes y toda suerte de personas de todos los estados y condiciones


C. y C.
(De la revista “Acción Antoniana” de los Franciscanos de Valencia, septiembre de 1932, número 140, con licencia eclesiástica).