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jueves, 3 de enero de 2019

"Mes del Rey de Amor: o meditaciones sobre el Amor Misericordioso del Corazón de Jesús para el mes de junio (recomendadas para todo el año)




AL LECTOR
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         El mejor elogio, la mejor y más autorizada presentación que podemos hacer de este libro, es transcribir aquí las hermosas palabras de algunos Rvdmos. Prelados españoles, los cuales han expresado con unánime y fervorosa elocuencia los grandes frutos espirituales que su publicación está llamada a producir, y lo mucho que su lectura puede contribuir a la gloria del Corazón de Jesús y a la santificación de las almas.

         En algunas de esas autorizadas y elocuentes palabras se ensalza y recomienda en general, LA OBRA (verdaderamente divina) DEL AMOR MISERICORDIOSO, de la cual el MES DEL REY DE AMOR forma parte; en otras, como en las del Rvdmo. Sr. Obispo de Pamplona, refiriéndose más en particular a este último, en apellidado, en frase gráfica, “librito de oro”.

         Estos ilustres testimonios valen y significan incomparablemente más que cuanto nosotros pudiéramos decir.

         He aquí un extracto de los mismos:

         Extracto de una carta del EMMO. Y REVERENDÍSIMO SR. D. ENRIQUE REIG, CARDENAL ARZOBISPO DE TOLEDO, PRIMADO DE ESPAÑA.

         Apruebo, alabo y bendigo de nuevo la obra del Amor Misericordioso, que seguramente ha de promover con intensidad grande la gloria de Dios.

          A trabajar pues, con perseverancia en ella, en la difusión al conocimiento del Amor Misericordioso de Dios para con los hombres, en la correspondencia de las criaturas a este amor y en la práctica del mismo para con el prójimo.

EL CARDENAL-ARZOBISPO DE TOLEDO.
         5 de Agosto de 1923.


Extracto de una carta DEL EMMO. Y REVERENDÍSIMO SEÑOR CARDENAL, DON JUAN BENLLOCH, ARZOBISPO DE BURGOS.

         Examinada de Nuestra Orden la OBRA DEL AMOR MISERICORDIOSO venimos en aprobarla, como en efecto la aprobamos, estimándola muy útil para fomentar en el pueblo cristiano el verdadero Amor a Dios y el amor del prójimo.

         Tanto el fin de la Obra como los medios prácticos que propone, están fundados en las enseñanzas del Evangelio y en las enseñanzas de la Santa Iglesia, madre y maestra de la verdad. Por lo cual Nos veremos con suma complacencia que los cristianos retornen a los brazos del Amor Misericordioso y gusten la dulzura inefable del Amor de Jesús, principalmente por la devoción al Santo Crucifijo, y en su amor busquen reservas de caridad para con el prójimo, a fin de que todos “Unum sint” sean una misma cosa, y florezcan y se afiancen en las familias y en las sociedades la paz, don de Dios, sobre aquellos que le aman…
EL CARDENAL BENLLOCH, ARZOBISPO DE BURGOS.
         5 de Agosto de 1923.

Extracto de una carta DEL EXCELENTISIMO SR. D. LEOPOLDO EIJO, OBISPO DE MADRID-ALCALA.
         La Obra del AMOR MISERICORDIOSO… Es una obra esencialmente evangélica, que ha de dar excelentes resultados para la gloria de Dios y salvación de las almas. Se respira en ella el más fervoroso espíritu cristiano con tan eficaz atractivo, que seguramente habrá de enfervorizar a muchas almas constituyendo un escogido ejército de paz y de caridad.
LEOPOLDO EIJO.
         26 de Julio de 1923.

         Conozco y poseo el librito de oro “El Mes del Rey de Amor”… y sería decir nada el escribir que su traducción al castellano, y su difusión entre los fieles producirá frutos espirituales bien abundantes.

         El Pesebre de Belén, la Cruz y el Sagrario, o de otro modo, Jesús naciendo, muriendo y reinando en la Eucaristía, es siempre el Rey de Amor, porque su Nacimiento, Muerte y Augusta Eucaristía son obras de su Divino Corazón, trono y asiento regio de su amor.

         “Quia dilexit me”… Porque me amó, repetía enamorado San Pablo… y esa es la verdad; porque nos amó, llevó a cabo y realizó Jesucristo las estupendas maravillas de su Misericordia, a favor de los mortales.

         En ese Océano sin fondo del Rey de Amor, hallan las almas grandes las perlas que han de esmaltar y decorar su corona eterna; en esa mina, mejor que de oro, cavan y ahondan los elegidos, para labrarse la diadema de su dichosa inmortalidad.

         Oh, Divino Rey de Amor, ¿quis amantem non redamet?; ¿quién no amará Al que tanto nos ama?
MATEO, OBISPO DE PAMPLONA.

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PRÓLOGO

         Hace diez y nueve siglos que la impiedad tiene la pretensión de prescindir de Dios: se niega a creer en Jesucristo: no quiere reconocerle por Rey.

         Continúa lanzando el antiguo grito de los judíos: “Nolumus hunc regnare super nos.” – “No queremos que reine sobre nosotros.”

         Las almas cristianos son las obligadas a oponer a estas palabras de oprobio el grito del amor y de la fe: “Oportet Illum regnare.” – “Es preciso que Él reine”.

         Ese debe ser el toque de llamada, bajo el cetro del divino Rey del Amor.

         Es el nuestro y cada día lo repetimos, cuando rezamos el “Pater Noster”, la sublime oración que el mismo Hombre-Dios nos ha enseñado: “Adveniat regnum tuum.”

         “Venga a nos Él tu reino”.

         ¡El reinado de Dios en nuestras almas! ¡Qué ideal para una criatura capaz de comprender y de amar! Pero no debemos contentarnos con acariciar ese ensueño, sino que debemos hacer cuanto de nosotros dependa para realizarlo.

          – ¡El reinado de Dios en las almas! – Sí, este es el deseo de todo corazón verdaderamente cristiano; mayor es aún el deseo del Corazón de Dios.

         Nuestro Señor no ha venido a la tierra sino para obtener este magnífico resultado. Todos debemos contribuir a ello, cada uno según la medida de nuestras fuerzas.

         A este fin se ha escrito el Mes del Rey de Amor, en la dulce persuasión de que responde a los deseos de Jesús. “Ignem veni mittere in terram: et quid volo nisi ut accendatur?” – “He venido a traer fuego a la tierra; ¿qué otra cosa quiero Yo sino que arda?” – Este es el deseo expresado por Aquél que ha hecho a favor nuestro el sacrificio de su vida. Y nosotros, en cambio, ¿no haremos nada por Él? ¿Su palabra será para nosotros letra muerta? ¡Oh, no ciertamente!

         Basta a veces una pequeña chispa para producir un gran incendio. El Mes del Rey de Amor quisiera ser una chispa que prendiera en las almas el voraz incendio del amor divino. Con ese propósito se ha inspirado extensamente en el Evangelio, considerando que las palabras de Nuestro Señor tienen una gracia especial para penetrar en las almas e impulsarlas a devolverle amor por amor. Aspira a ser leído en todas las épocas del año. Su doctrina es de todos los tiempos y todos los instantes: es la doctrina del Maestro. Es, sobre todo, el libro apropiado para meditar durante el mes escogido por el mismo Salvador, y que la Santa Iglesia ha consagrado a la devoción del Sagrado Corazón. La piedad cristiana lo ha comprendido así, y este mes forma parte de su programa; y desde hace algunos años se esmera en celebrarlo dignamente.

         Pero hay que convenir en que esta misma piedad necesita ser frecuentemente reanimada. El Mes del Rey de Amor desea vivamente prestar ese servicio a las almas fervorosas, que han experimentado ya los santos goces de la vida espiritual: a las almas amantes que desean ofrecer nuevo alimento a su piedad; a las almas de buena voluntad, pero más atrasadas y que deben ser dirigidas en sus primeros instantes. A todas hará escalar, o por lo menos entrever, las cimas sagradas del amor divino; a todas inspirará, y mantendrá en ellas, el deseo de seguir a Jesús en el camino real del Amor y serle fieles para siempre.

         La materia de los treinta días de meditación de este mes está distribuida en tres series, de distintos auxilios, formando tres novenas preparatorias a la fiesta del Sagrado Corazón. Un triduo (que en cierto sentido es la acción de gracias del Amor) pone el complemento a estas tres novenas.

         Para los diferentes viernes del mes de Junio han sido escritas algunas meditaciones especiales: éstas permitirán a las almas, que tienen particular predilección por ese día, unir más estrechamente sus piadosas intenciones a las intenciones de la Augusta Víctima de nuestros Altares. Esta unión les atraerá numerosos beneficios.

         En el Apéndice se encuentran, además de un ejercicio de la Hora Santa, el acto de Consagración al Amor Misericordioso de nuestro Salvador. – Efusiones todas de amor destinadas a mantener en ellas las vivas luces de la fe en el Amor Misericordioso de Jesús y abrasarlas en las llamas divinas de la Caridad, condiciones ambas, esenciales del reinado del Rey de Amor en las almas. – Que tengan siempre presente que el reinado del Rey de Amor no se realizará verdaderamente en ellas, sino cuando su amor a Dios sea tan profundo y tan intenso, que desbordándose de los límites de su alma, las lleve como por sí mismas a la práctica de la caridad.

         Que la Santísima Trinidad se digne bendecir esta obrita, que no tiene otro objeto que su gloria, y conceda a nuestras filiales súplicas que el Corazón más amable y más amante será también el más amado de todos los corazones.

         Os lo pedimos con ardor, ¡oh, Dios Todopoderoso! Por la intercesión de la Virgen Inmaculada, del Arcángel San Miguel, de San José, de Santa Margarita María, de los Ángeles y Santos que más han deseado ver, por fin, realizado en los corazones cristianos el reinado del Divino Corazón, Rey de Amor Misericordioso.

 ¡Corazón Sagrado de Jesús, venga a nos El tu reino!


domingo, 9 de abril de 2017

Enseñanzas del Amor Misericordioso: "El día con Jesús"

EL DIA CON JESUS


¡Jesús mío, de todo corazón, yo me uno a Vos!

(300 días de indulgencia).

Padre Santo, por el Corazón Inmaculado de María
Os ofrezco a Jesús, Vuestro Hijo muy amado,
y me ofrezco yo mismo en Él, con Él y por Él, a todas
sus intenciones y en nombre de todas las criaturas.

(300 días de indulgencia cada vez y una plenaria al mes)

(Pío XI, 10 Junio, 1923).

NUESTRA UNION CON JESUS
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            Formamos con Jesucristo un cuerpo místico: Jesús es la cabeza y nosotros somos los miembros. La unión de vida y de acción, que existe entre aquella y éstos en el cuerpo humano, debe existir también entre Jesucristo y nosotros. Sin esta unión no puede haber vida sobrenatural, ni fecundidad para el cielo. “Sin mí (ha dicho Nuestro Señor) nada podéis hacer”. Es preciso, por lo tanto, ordenar prácticamente nuestra vida diaria a fin de poder percibir la influencia vital y fecunda de Jesús. Este es el fin único de las fórmulas siguientes:

PROGRAMA GENERAL

1.Quiero poseer a Jesús y esto me basta.

2.Las reglas para el orden del día serán: hacia Jesús, con Jesús y como Jesús.

3.Realizándolas con fe y amor cumpliré con la mayor perfección todos mis deberes.

I.- Al despertarme.

     1.Jesús mío, yo os doy gracias por haberme conservado durante esta noche, dejándome vivir hoy todavía.

           2. Jesús mío, os ofrezco cuanto soy, cuanto tengo y cuanto haga en este día.

          3. Jesús mío, servíos de mí durante el día de hoy, para continuar vuestra vida sobre la tierra.

          4. Jesús mío, quiero trabajar unido a Vos, a fin de realizar todos los designios que tenéis sobre mí en este día.

            5.Jesús mío, yo acepto por adelantado todo cuanto sea de vuestro agrado enviarme y pedirme en el día de hoy.

II.- Recogerme de vez en cuando para preguntar a Jesús.

1. Jesús mío, ¿qué pensaríais, qué diríais, que haríais Vos en mi lugar, en esta circunstancia?

2. Jesús mío, en este momento ¿estáis contento de mí?

III.- En presencia de una dificultad.

1.  Jesús mío, inspiradme ¿qué queréis que haga?

IV.- Antes de una acción.

1. Jesús mío, yo no quiero hacer nada sin Vos, haced conmigo lo que voy a hacer.

V. Después de una acción.

1. Jesús mío, reparad lo que yo haya hecho mal.

2. Jesús mío, añadid lo que falte a esto que acabo de hacer.

VI. Después de cometer una falta o de una negligencia.

1. Jesús mío, perdonadme la pena que acabo de causaros.

2. Jesús mío, yo os prometo aprovechar la primera ocasión que se presente para agradaros.

VII.- Cuando sufra o tenga alguna pena.

1. Jesús mío, acepto este sufrimiento, uniéndolo a los vuestros a fin de completar lo que falta a vuestra Pasión.

2. Jesús mío, sed mi Cirineo; concededme la gracia de ser el vuestro; llevemos juntos nuestra cruz.

VIII. Antes de dormir.

1. Jesús mío, perdonadme y reparad todo el mal que haya hecho hoy.

2. Jesús mío, purificad y borrad de mi alma todo cuanto la haya manchado en el día de hoy.

3. Jesús mío, suplid por mí todo el bien que yo haya debido hacer y no lo haya hecho en este día.

4. Jesús mío, os doy gracias por todo cuanto habéis hecho en mí y por mí en este día.

5. Jesús mío, en vuestras manos encomiendo mi alma.

6. Jesús mío, Vos sois mi amor y mi todo.

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              Unámonos a todas las Misas que se celebran actualmente en todo el mundo.

              Trescientas cincuenta mil Misas cada día y cuatro elevaciones por segundo.

            ¡Oh! Jesús, Sacerdote Hostia, por María me ofrezco a Vos ¡Tengo hambre de Vos! ¡Me uno a Vos!


P. M. SULAMITIS.

domingo, 12 de marzo de 2017

Mensaje del Amor Misericordioso: "Los estados extraordinarios en la vida espiritual".


1.- Escollo de los estados extraordinarios.

         Entre los escollos que se deben señalar a las almas, uno es el de los estados llamados “extraordinarios”, que puede ser tropiezo para los que atraviesan esas fases y para los que no se encuentran en ellas. Frecuentemente se da con tal escollo en la lectura de vidas de santos a quienes he favorecido especialmente, de suerte que lo que debiera ser un bien para muchos, resulta un obstáculo, y en vez de inclinar las almas al bien obrar, las entretiene con quimeras y las expone a ideas muy falsas sobre la virtud real y la devoción. Con frecuencia, sólo se le presenta la santidad bajo ese exterior especioso y las almas casi se sienten tentadas a desviar sus miradas y a borrar del catálogo de los santos a aquellos en los cuales no encuentran cosas extraordinarias… Con el fin de remediar este error he glorificado a mi Teresita y al presente haré circular una corriente de santidad muy sencilla.

2.- El constitutivo de la santidad del alma.

         Lo que constituye la santidad en el alma no es lo que hay de extraordinario en su vida, lo que la hace aparecer como un prodigio ante vuestra consideración; lo que constituye la santidad en el alma, es su unión conmigo, su grado de gracia santificante, su nivel en ese estado de gracia… la unión de su voluntad a la mía en la caridad.

3.- La vida extraordinaria en amor es sencillamente la vida cristiana vivida con mayor perfección.

         Hay dos formas de “vida extraordinaria” en la vida de mis santos: una exterior, la otra interior, que es la vida extraordinaria en amor, y ésta es la esencial. Pero no se vaya a imaginar que tal vida sea de distinto orden a la de cualquier vida cristiana: es sencillamente la vida cristiana, la vida de estado de gracia, la vida de estado de gracia vivida, de modo más pleno, más perfecto.

         Cuando más santa es el alma, más han de aparecer en ella los rasgos de la vida cristiana; sin lo cual su santidad, no sería santidad católica, sino santidad quimérica e ilusoria… De igual modo, los actos realizados por el alma santa no son otra cosa sino lo que se os pide a vosotros, pero practicado en circunstancias más difíciles y con mayor perfección. En primer término han de encontrarse las virtudes teologales. Si no las encontráis, temed no degenere en mal lo que aparenta ser un bien… En Mí no hay excesos, no hay sutilezas, sino la fe sencilla, la obediencia, el fiat, el cumplimiento de la voluntad divina, la disposición de “humilde sierva”, a imitación de María. Yo no estoy donde reside el orgullo…

         La santidad es el fruto sazonado que cosecho en mi Iglesia y os lo presento a todos a fin de que lo gustéis. No os entretengáis con la corteza, con tal o cual forma particular de santidad, para inclinaros a imitarla; sino de lo exterior pasad a lo interior del alma y de todo tomad lo mejor y más saludable; eso es lo que quiero encontrar en vosotros.

4.- Advertencia a los que escriben o leen vidas de santos.

         En los hechos de los santos que leéis o referís, atended a lo que sea práctico para vosotros y os enseñe lo que se debe hacer o evitar. Quiero que los que escriben la vida de los santos entiendan esto y no se dejen arrastrar por el deseo de hacer resaltar a su héroe. Tampoco han de relatar ciertos hechos defectuosos sin antes prevenir a los lectores, dejando entrever el hermoso trabajo de la gracia que Yo quisiera realizar. Sin eso, en vez de elevar a las almas poco ilustradas, pudiera servir de lazo al tentador para fomento del vicio, de la negligencia o la infidelidad… Lo indiferente en la práctica y que tan sólo es una mota sin importancia para mi gloria, no lo pongáis de manifiesto, para no autorizar con ello la imitación. ¡Se encuentra tanto mal por la imitación y por efecto de la loca imaginación!... Madres de familia, y vosotros los que dirigís a las almas: nunca será demasiado lo que examinéis las lecturas que tanto influyen en la formación moral. Todo se graba en la imaginación y queda allí como un germen. Por la lectura puede hacerse un bien inmenso, pero igualmente ¡con qué facilidad se comunica por su medio el veneno, el error!...

         Es preciso, ante todo, evitar los excesos; bajo pretexto de poner de relieve su apreciación personal o manera de ver las cosas, no se debe rechazar de plano la que buenamente pueda aceptarse e incline las almas al bien… No fustiguéis las ideas ajenas, porque sin daros cuenta se siembra en las almas un principio de división, que en semejante materia pudiera degenerar en envidia. Si hay que esclarecer alguna cosa, sea discretamente, sin pasión, con imparcialidad, respetando siempre mi acción, porque no a todos hago participantes de los mismos dones, sin que esto quiera decir que sean malos los que de ellos carecen. Quiero que entre vosotros haya armonía, buena inteligencia, contribuyendo cada cual con su raya de luz y su concurso de sacrificio y de acción; pero sin perjudicar al prójimo, sin pretender aplastarle, sin querer atraerlo todo a sí, como si lo propio fuera lo mejor: eso no sería proceder según mi Corazón.

         Si pretendéis hacer bien a las almas, sólo lo lograréis bajo la acción de mi Espíritu Santo; ese es el plano en que os debéis colocar. Cuanto más trabajéis en ser almas interiores y de recta intención, tanto más estaréis en lo cierto y trabajaréis conforme a mi voluntad, llegando a ser lazo de estrecha caridad para vuestros hermanos. Es necesario que cuando se cierre el libro de lectura, pueda el alma sentirse inclinada a proceder mejor, a ser más buena; que la inteligencia y el corazón hayan encontrado en Mí el descanso, basado en esta convicción: “Dios es lo único verdadero, lo único bueno; a Él solo se debe tender y fuera de Él no hay nada más que vanidad”. Todo vuestro bien consiste en querer y hacer mi voluntad.

         Cuidad de no atraer la voluntad de las almas hacia lo exterior, lo accesorio. Atraedlas siempre a lo verdadero, a lo sólido, a lo práctico, y eso con sencillez, sin afectación, sin aire de pretender hacerlo, como la madre instruye a su hijito. La obra realizada por el que alimenta las almas, es en verdad una función materna; esto es honroso, pero entraña grandísima responsabilidad, en lo cual poquísimos se fijan[1].

         Ayudaos mutuamente por la oración, sosteneos unos a otros; con eso haréis más fecunda la labor y el bien será más abundante, entraréis en participación con el bien realizado por el prójimo y, por lo tanto, se acrecentará el vuestro.

5.- Conducta que se ha de observar en los estados extraordinarios respecto de los hechos exteriores. – El sello de la obediencia.

         Así, pues, cuando hayáis de tratar de hechos exteriores que ocurren en las vías “extraordinarias”, indicadlos como cosa accidental, mostrando la función que desempeñan en mis designios. Advertid también que, aunque haya habido manifestación cierta de mi acción, si habla la obediencia y pide que se abstenga de obrar o se sacrifique el propio juicio, mi voluntad sobre el alma será que siempre se mantenga en la obediencia humilde a mi Iglesia y al que la dirige en nombre mío. Tal es mi ley fundamental. Y no penséis que ha de resultar ello perjuicio alguno, aun cuando la empresa fuere la más importante y más comprometida en apariencia; no olvidéis el Calvario. En vez de la acción que os proponíais llevar a cabo y que no habíais de querer sino en tanto cuanto fuere voluntad mía, dándoos medios de realizarla, ofrecedme su sacrificio, persuadidos de que Yo soy el soberano Dueño, y que si, en efecto, quiero lo que os había manifestado para mi gloria, nadie lo podrá impedir. Yo suscitaré medios de aquello mismo que parezca contrario, y como no tengo necesidad alguna de vosotros, ¿acaso no puedo servirme de otro cualquiera para la realización de mis obras? Sea vuestro gozo del todo santo, del todo puro; vuestra sumisión humilde, total, sin reticencias, sin rodeos.

         Nada temáis tanto como la rapiña, esto es, el tomar para vosotros lo que es mío, como la voluntad propia que puede infiltrarse y empañar aquello mismo que pensabais ofenderme. Habéis de ser como niños pequeños, libres de toda preocupación en este sentido. Y así seréis si con sinceridad buscáis tan sólo el agradarme y hacer lo que Yo quiero. Entonces podré pedir a mi gusto o aparentar no querer nada, lanzaros y después deteneros. Vuestro gozo ha de consistir en poderme decir siempre el fiat alegre y libérrimo que quiere cuanto Yo quiero. Eso es lo que me complace en las almas y hace que ellas se complazcan en Mí, independientemente de todo lo demás.

         Por el renunciamiento hago flexible al alma; porque la quiero como un guante, a fin de poder realizar en ella lo que deseo. ¡Dichosa el alma que comprende mis designios y no quiere hacer uso de su libertado sino para darme ocasión de hacer en ella y por ella lo que Yo quiero! ¡Mil veces dichosa el alma que, para glorificarme, no tiene otro deseo que el de ser como guante muy flexible para mi mano, el guante de Dios… El guante no quiere escribir ni hacer un movimiento propio, sino servir a Dios de la manera que Él quiere que le sirva. Quiere servir sin ser notado, sin que se piense en él, servir sin que se sepa para manifestar por fuera la voluntad divina, no viviendo ya él, por su propia voluntad separada de la de su Dios, sino viviendo la voluntad de su Dios en sí, correspondiendo con docilidad… Este es el bien supremo al cual aspira el ala: vivir en el UNO, sin dejar de ser como un niño pequeño, viviendo de la vida de su Todo…

* * *

         Oh María, que habéis vivido con tanta perfección esa vida, rogad por nosotros, para que jamás nos dejemos seducir o engañar por la voluntad propia, por el apego personal… Oh María, defendednos de nosotros mismos, enseñadnos a vivir a ejemplo vuestro una vida sencilla, una vida llena, en gran intensidad de amor, en la más íntima unión de nuestra voluntad con la de Dios.

         Defendednos igualmente, oh Madre bendita, de los artificios de Satanás, que algunas veces procura transformarse en ángel de luz para engañarnos con más facilidad e impedirnos después el creer lo verdadero. Más que nunca me uno a las enseñanzas de la Iglesia, quiero caminar por la segura senda del renunciamiento y de la humildad, no tendiendo sino a mi  Dios que es la verdad, no queriendo sino su voluntad, adhiriéndome, uniéndome a Él por la fe, la confianza y la caridad.

         Quien no busca más que la verdad, con humildad, quien no quiere sino Mi voluntad y permanece en la fe, la confianza y la caridad, bajo la tutela de la obediencia, ese no puede errar.

P. M. SULAMITIS.



[1] “Paran mientes” en el original. 

miércoles, 8 de marzo de 2017

Mensaje del Amor Misericordioso: "A las almas cristianas que están en el mundo y que no son del mundo".




1.- Compasión de Jesús por los sufrimientos y el peligro de esas almas.

         Hay actualmente almas fieles que atraen particularmente mis miradas de amor: muchas gimen esperando, y solicitan alimento y auxilio; que se las ayude y se les enseñe a devolver cada vez más amor por amor.

         Esas almas están en el mundo, pero no son del mundo: su corazón me pertenece y no quisieran vivir más que para Mí. – Sin embargo, abandonadas a sí mismas, comprenden que es muy fácil equivocarse, siendo juguetes de su propia imaginación… dejándose arrastrar, con pretexto de hacer bien, a no hacer más que su propia voluntad… creyendo corresponder a mis designios mientras no siguen sino su propia inclinación… No pueden, sin embargo, entrar en la vida monástica, o porque no son llamadas, no teniendo atractivo o salud para ella… o porque lazos sagrados, reconocidos por sus directores, las retienen en medio del mundo, para el que no está hecho su corazón…

         Estas almas sufren… y su corazón corre el peligro de reconcentrarse y empequeñecerse, oprimido por este sufrimiento… o de extraviarse buscando un alivio que las consuele… cuando tan necesario les sería aprender a sobrenaturalizar su sufrimiento, sirviéndose de él para perfeccionar su corazón… y lanzarse con mayor generosidad por el camino de la abnegación de sí mismas y de una completa entrega.

2.- Llamamiento de Jesús. – La gran asociación de la Iglesia.

         A esas almas quisiera Yo decirles una vez más: “Seguidme”… venid a Cristo-Rey… venid como otras veces vinieron en Judea las que Yo atraje hacia Mí… Quisiera invitarlas a que se acerquen a María su Reina y su Madre, al pie del Calvario y de la Sagrada Hostia, con la mirada en mi Corazón… y allí, abriéndoles el Libro de la vida, enseñarles a vivir esta vida de amor que fluye en mi Corazón.

         Cualquiera que sea su edad… su pasado, su situación… al pie de la Cruz encontrarán, provechosamente, su consuelo y su modelo. ¡Cuántos secretos divinos les descubriré!...

         En la unión de mi Iglesia, podrán ver con mi Sacerdote a la Virgen María, a la penitente Magdalena y a las Santas mujeres… Esposas, viudas, madres, o sin hijos, todas tenéis sitio en mi Calvario; allí os espero… En mi Corazón aprenderéis el secreto de todas las abnegaciones y todos los abandonos, allí aprenderéis a santificar nuestras vidas y hacerlas llenas a los ojos de Dios… y a ejemplo de María, desearéis constituiros en esclavas mías… recogiendo en vuestro corazón todas mis palabras y ejemplos… para meditarlos y vivirlos…

         Allí comprenderéis lo que es la vida cristiana, la vida de esclavos y esclavas, fieles y abnegados de Cristo Rey… esa vida que es la vida de mi Evangelio, la vida de mi Iglesia…

         En vez de contristaros por no tener Regla particular ni oraciones especiales, ni dirección exclusiva y conveniente, debéis, por eso mismo, aficionaros tanto más a vivir como conviene en esta asociación divina, en esta asociación Católica, que quisiera abrazar todo el género humano: sociedad de fieles que es la Iglesia… de quien Yo soy el fundador… y el Papa, Cabeza visible, asistido por el Espíritu Santo… familia del mismo Dios; pueblo santo.

3.- El santo Evangelio, Regla de estas almas.

         Entonces, tomaréis mi Evangelio y os aficionaréis a él. Como María, os aplicaréis a vivirlo con toda la perfección que esté a vuestro alcance; él será vuestro alimento… y formaréis vuestra alma según mis divinas enseñanzas… ¿No sabéis que las Reglas monásticas no son en el fondo sino mi Evangelio adaptado a tal o cual género de vida o situación?... Sin duda alguna que la vida religiosa está llena de abnegaciones íntimas, y de renuncias continuas: tiene al alma clavada en la cruz hasta el fin de la vida… No caigáis, pues, jamás por vanagloria, o secreta preferencia, o complacencia personal, en el deseo de prevalecer o ser superiores a esas almas que se inmolaron por Mí, sacrificándome en absoluto toda su libertad. Que cada cual respete mis designios y se humille… las almas religiosas, por haber sido tan misericordiosamente retiradas de los peligros del siglo, en los cuales hubiesen estado expuestas a perderse… y, vosotras, pensando en la parte que os toca, semejante a la de María, que Yo tanto alabé… No os prefiráis a ellas… y sentíos indignas de esa parte de elección esforzándoos cada cual en ser y hacer lo que yo quiero, dentro de vuestra vocación…



     Y vosotras todas, almas elegidas que habéis oído aquel divino llamamiento: sígueme[1], acércate, entra en mi casa[2] conmigo… permanece en Mí y en mi amor[3]si la voluntad divina no os pide o exige la separación absoluta del mundo… mirad a María y aun estando en contacto con el mundo, no seáis del mundo[4]. Se puede ser del mundo y no ser del mundo, cualquiera que sea vuestro régimen de vida. Son del mundo las almas que tienen su espíritu y siguen sus máximas…, y no son del mundo las que desprecian sus máximas y siguen las de Jesucristo…

("En seguimiento de María).





[1] Matth. VIII, 22; XIX, 21; Marc. II, 14; X, 21; Luc. V, 27; XVIII, 22.
[2] Joan. I, 38-39.
[3] Joan. XV, 4, 9; I Joan. III, 24; IV, 16.
[4] Joan. XVII, 14-16.