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miércoles, 8 de marzo de 2017

Mensaje del Amor Misericordioso: "A las almas cristianas que están en el mundo y que no son del mundo".




1.- Compasión de Jesús por los sufrimientos y el peligro de esas almas.

         Hay actualmente almas fieles que atraen particularmente mis miradas de amor: muchas gimen esperando, y solicitan alimento y auxilio; que se las ayude y se les enseñe a devolver cada vez más amor por amor.

         Esas almas están en el mundo, pero no son del mundo: su corazón me pertenece y no quisieran vivir más que para Mí. – Sin embargo, abandonadas a sí mismas, comprenden que es muy fácil equivocarse, siendo juguetes de su propia imaginación… dejándose arrastrar, con pretexto de hacer bien, a no hacer más que su propia voluntad… creyendo corresponder a mis designios mientras no siguen sino su propia inclinación… No pueden, sin embargo, entrar en la vida monástica, o porque no son llamadas, no teniendo atractivo o salud para ella… o porque lazos sagrados, reconocidos por sus directores, las retienen en medio del mundo, para el que no está hecho su corazón…

         Estas almas sufren… y su corazón corre el peligro de reconcentrarse y empequeñecerse, oprimido por este sufrimiento… o de extraviarse buscando un alivio que las consuele… cuando tan necesario les sería aprender a sobrenaturalizar su sufrimiento, sirviéndose de él para perfeccionar su corazón… y lanzarse con mayor generosidad por el camino de la abnegación de sí mismas y de una completa entrega.

2.- Llamamiento de Jesús. – La gran asociación de la Iglesia.

         A esas almas quisiera Yo decirles una vez más: “Seguidme”… venid a Cristo-Rey… venid como otras veces vinieron en Judea las que Yo atraje hacia Mí… Quisiera invitarlas a que se acerquen a María su Reina y su Madre, al pie del Calvario y de la Sagrada Hostia, con la mirada en mi Corazón… y allí, abriéndoles el Libro de la vida, enseñarles a vivir esta vida de amor que fluye en mi Corazón.

         Cualquiera que sea su edad… su pasado, su situación… al pie de la Cruz encontrarán, provechosamente, su consuelo y su modelo. ¡Cuántos secretos divinos les descubriré!...

         En la unión de mi Iglesia, podrán ver con mi Sacerdote a la Virgen María, a la penitente Magdalena y a las Santas mujeres… Esposas, viudas, madres, o sin hijos, todas tenéis sitio en mi Calvario; allí os espero… En mi Corazón aprenderéis el secreto de todas las abnegaciones y todos los abandonos, allí aprenderéis a santificar nuestras vidas y hacerlas llenas a los ojos de Dios… y a ejemplo de María, desearéis constituiros en esclavas mías… recogiendo en vuestro corazón todas mis palabras y ejemplos… para meditarlos y vivirlos…

         Allí comprenderéis lo que es la vida cristiana, la vida de esclavos y esclavas, fieles y abnegados de Cristo Rey… esa vida que es la vida de mi Evangelio, la vida de mi Iglesia…

         En vez de contristaros por no tener Regla particular ni oraciones especiales, ni dirección exclusiva y conveniente, debéis, por eso mismo, aficionaros tanto más a vivir como conviene en esta asociación divina, en esta asociación Católica, que quisiera abrazar todo el género humano: sociedad de fieles que es la Iglesia… de quien Yo soy el fundador… y el Papa, Cabeza visible, asistido por el Espíritu Santo… familia del mismo Dios; pueblo santo.

3.- El santo Evangelio, Regla de estas almas.

         Entonces, tomaréis mi Evangelio y os aficionaréis a él. Como María, os aplicaréis a vivirlo con toda la perfección que esté a vuestro alcance; él será vuestro alimento… y formaréis vuestra alma según mis divinas enseñanzas… ¿No sabéis que las Reglas monásticas no son en el fondo sino mi Evangelio adaptado a tal o cual género de vida o situación?... Sin duda alguna que la vida religiosa está llena de abnegaciones íntimas, y de renuncias continuas: tiene al alma clavada en la cruz hasta el fin de la vida… No caigáis, pues, jamás por vanagloria, o secreta preferencia, o complacencia personal, en el deseo de prevalecer o ser superiores a esas almas que se inmolaron por Mí, sacrificándome en absoluto toda su libertad. Que cada cual respete mis designios y se humille… las almas religiosas, por haber sido tan misericordiosamente retiradas de los peligros del siglo, en los cuales hubiesen estado expuestas a perderse… y, vosotras, pensando en la parte que os toca, semejante a la de María, que Yo tanto alabé… No os prefiráis a ellas… y sentíos indignas de esa parte de elección esforzándoos cada cual en ser y hacer lo que yo quiero, dentro de vuestra vocación…



     Y vosotras todas, almas elegidas que habéis oído aquel divino llamamiento: sígueme[1], acércate, entra en mi casa[2] conmigo… permanece en Mí y en mi amor[3]si la voluntad divina no os pide o exige la separación absoluta del mundo… mirad a María y aun estando en contacto con el mundo, no seáis del mundo[4]. Se puede ser del mundo y no ser del mundo, cualquiera que sea vuestro régimen de vida. Son del mundo las almas que tienen su espíritu y siguen sus máximas…, y no son del mundo las que desprecian sus máximas y siguen las de Jesucristo…

("En seguimiento de María).





[1] Matth. VIII, 22; XIX, 21; Marc. II, 14; X, 21; Luc. V, 27; XVIII, 22.
[2] Joan. I, 38-39.
[3] Joan. XV, 4, 9; I Joan. III, 24; IV, 16.
[4] Joan. XVII, 14-16.

miércoles, 1 de marzo de 2017

Enseñanzas del Amor Misericordioso: "A las madres".



A LAS MADRES
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1.- La dulce misión de la madre.

         ¡Oh vosotras! En quienes el Señor lo más exquisito que en su Corazón tiene… madres cristianas, arterias vivientes del Corazón de Jesús en los hogares: aprended a utilizar y sobrenaturalizar estos tesoros de los cuales no sois más que depositarias… A vosotras toca ser la paz y la alegría de vuestros hogares.

         Habéis sido entregadas por compañeras al Jefe de la familia para que lo sostengáis en sus trabajos, le consoléis en sus penas y le ayudéis a alcanzar con vosotras su último fin: la posesión de la Gloria en el Reino de los Cielos.

         Vosotras le debéis a él obediencia; él os debe protección; pero… sed para él siempre el ángel del Señor. Dulce y hermosa es vuestra misión; y para cumplirla fielmente no es menester más que utilizar el tacto, la delicadeza, el abnegado celo y la bondad puesta por Dios en el fondo de vuestro corazón.

2.- Los deberes de la esposa y de la madre.

         No olvidéis nunca vuestros principales deberes.

         No sois dueña de vos misma, sois esposa y madre, pertenecéis al Señor que os quiere para Él, a vuestro marido e hijos para formar todos juntos un hogar cristiano que irradie luz y caridad, del cual el mismo Cristo-Rey sea alma y vida… En él velaréis para mantener viva la llama y el calor por la unión en la verdad y caridad.

3.- Necesidad de la santificación en la madre cristiana.

         ¡Oh madres! ¿Cuándo se os podrá recomendar bastante que os santifiquéis para vuestro marido e hijos, a fin de atraer sobre ellos los favores del Cielo, las gracias divinas?

         Especialmente en los días de espera que preceden al gozo de estrechar en vuestros brazos una nueva criatura… destinada a ser uno de mis elegidos… ¡qué piedad y solicitud debe ser la vuestra para que antes de su nacimiento me sea totalmente consagrada! Dádsela ya a mi santa Madre, a fin de que me sea presentada por Ella…

         Vivid una vida de fe profunda y de caridad, que comunicaréis a la criatura haciéndola partícipe de vuestra vida misma… y durante el tiempo que permanezcáis unidas a este pequeño ser que no ha visto aún la luz del día, hacedlo todo en su nombre. Vuestro primer acto al recibirlo, sea el entregarlo a mi santa Madre; y renovad a menudo este primer ofrecimiento que atraerá sobre él abundantes bendiciones.

         Aficionaos a considerar con frecuencia las disposiciones de la Virgen Madre cuando contemplaba a su Jesús niño… Pedidle que guarde vuestro amado tesoro y vaya conformándolo cada vez más a Mí. ¡Madres, el alma de vuestro hijo es cosa tan grande… que no puedo confiaros nada más excelente!... Tenéis a vuestro cargo su vigilancia y custodia… Al prodigar cuidados maternales y solícitos desvelos a su frágil existencia, que un pensamiento dominante os recuerde sin cesar su alma… Y lo más pronto posible, en cuanto nazca, haced que reciba el santo sacramento del Bautismo, para ser hijo mío y liberarse de la esclavitud del demonio… No dilatéis nunca este cuidado tan importante.

         Después, en vuestro regazo, es donde vuestro amado pequeñuelo debe ir aprendiendo a orar… Juntad sus manecitas antes que comience a balbucear, haced que bese mi Imagen… mostradle la de mi santa Madre… Desde el primer instante de su nacimiento colocadle una medalla suya al pecho para ponerlo bajo la protección de María y ahuyentar de él la serpiente infernal.

         ¡Cuán dichoso sería él, si la primera palabra que pronunciara fuera el nombre bendito de mi Madre o el Mío!... Tended a esto, madre cristiana. ¡Cómo os lo agradecerá vuestro hijo!

4.- La Madre modelo de obediencia.

         Vosotras seréis en la familia el dulce lazo de unión… el modelo de obediencia…

         Habéis de enseñar y arrastrar con vuestro ejemplo a que el hijo obedezca a su padre…

         Tenéis la misión de poner al Jefe de la familia en el lugar que le corresponde dentro del hogar, la de enseñar a respetar su autoridad por un principio sobrenatural, viendo y haciendo ver en ella la autoridad de Dios.

5.- La influencia de la madre es la del corazón.

         Vuestra influencia es la del corazón; tenéis que enseñar al niño a amar… a amar como conviene: Primero a Mí, luego a su padre; y a los demás, siguiendo por orden… y a no amar más que lo que es bueno. Enseñadle a amar amando vosotras mismas y descubriéndole vuestro propio corazón.

         Habéis de formar su alma dulcemente en vuestro regazo, haciendo vibrar la vuestra junto a la suya… comunicándole vuestros pensamientos… inclinaciones y aspiraciones…
         La misión que tenéis, ciertamente es la de educar el alma del hijo, disponiéndola para la formación viril que más tarde ha de darle la autoridad del padre.

         Sois las llamadas a sostener su alma a fin de que no se quiebre y quede flexible y dócil para cuando sea necesario plegarse y pronunciarse. Si inculcáis bien mi Amor en el alma de vuestro hijo, no le será dificultosa la obediencia y las virtudes se implantaran fácilmente en él. Acostumbradlo a huir pronto del mal.

         Habladle más del bien que ha de practicar que del mal que debe evitar: una sola palabra para que adquiera el santo hábito de despreciar el mal y huir hacia el bien; de éste debéis enseñadle a alimentarse.

6.- La madre cristiana debe vivir de sacrificios.

         Madres cristianas, si sabéis vivir contentas en medio de los sacrificios… inculcaréis con mayor facilidad en el alma de vuestros hijos esta disposición esencial.

         El secreto de la felicidad en este mundo y en el otro, para vosotras y para los que os rodean, es el propio renunciamiento.

         Si el niño sabe que su primer debes es el renunciarse para cumplir mi santa voluntad y hacer siempre lo que más me agrade… encontrará más sencillo y ha de serle más fácil el ejercicio de las virtudes cristianas; comprenderá que la práctica del bien es la vida moral del cristiano.

         Vosotras desarrollaréis así el atractivo a lo bueno y atenuaréis un poco la pendiente de la naturaleza humana que sin cesar solicita y arrastra hacia abajo.

7.- Ternura y firmeza – lazo de unión.

         No seáis del número de esas madres gruñonas que están riñendo siempre y ceden al mismo tiempo… Es menester que el niño sienta firmeza en medio de la ternura… y una pena profunda en vuestra alma cuando él se porta mal. Apoyad al padre y haced que el niño le respete, que comprenda que en él está la autoridad.

         El padre es la cabeza de la familia, vosotras debéis ser el corazón, el lazo de unión.

         Velad celosas por esta unión, de la que sois guardianes… Unión al padre por obediencia de amor, unión de los hijos entre sí… Enseñadles los secretos de la Caridad. Obediencia y caridad son las virtudes fundamentales que debéis inculcar en las almas de vuestros hijos; ellas os asegurarán su felicidad temporal y eterna.

8.- Preciosos gérmenes que debéis cultivar en el alma de los hijos.

         ¡Oh madres! Estad atentas a las inclinaciones que descubráis en estas tiernas criaturitas. Arrancad inmediatamente las malas hierbas, enderezad lo torcido, llevadles al bien. Inspirad en ellos el horror al pecado, la necesidad de purificarse prontamente, el hambre de la Eucaristía… el amor al deber… y la necesidad de ser el rayo de luz solar que ilumine la familia… y de pasar por todas partes haciendo bien.

         Mostradles con frecuencia el Niño Jesús tan sumiso a su edad. Que se formen a mi Imagen, recurriendo filial y constantemente a María… Estableced en sus almas una sólida piedad cimentada en viva fe… una confianza inquebrantable, independiente de los sentimientos y accidentes de la vida… y una caridad verdaderamente para Mí y para el prójimo.

         Inspiradles horror a la mentira, amor a la verdad y a la justicia… Que comprendan bien la misericordia, sepan perdonar, devolver siempre bien por mal, y que no queden nunca en frialdad con el prójimo.

         Enseñadles a dar limosna al pobre como a Mí, a privarse por socorrer a los demás… a obrar siempre bajo mi mirada de amor a la que nada escapa y que recompensara divinamente el más pequeño bien.

         Madres cristianas, inspirad a vuestros hijos el amor a la Iglesia y al Papa, el respeto a los Sacerdotes, la adhesión a la vida litúrgica y parroquial. Que su más preciado título sea el de ser católicos… Que tengan gran devoción a su Ángel de la Guarda y a los santos Patronos a quienes he confiado su custodia. Debiera existir una íntima alianza entre vosotras y los ángeles guardianes de vuestros hijos, concertada antes de su nacimiento, y que les mantenga más firmes durante las ausencias en que se encuentran fuera de vuestra vigilancia.

         Si los precedéis en la Patria, estos ángeles serán vuestros mensajeros y ocuparán vuestro lugar junto a ellos; y ya durante la vida os facilitarán grandemente la tarea educativa…

         Madres, no lo olvidéis; el alma de vuestros hijos os confío… Os espero en el Cielo con ellos.

         Si tenéis días de prueba acordaos de Mónica, imitadla en sus oraciones y sacrificios… en su perseverancia y confianza; y me daréis también Agustines.

         Manteneos muy cerca de María y aprended en Ella lo que debéis hacer y decir. Vedla en Nazaret.

         Que en vosotras pueda repetir todo como en vuestra Madre: “Hagamos lo que Jesús nos ha dicho… Jesús, su Vicario… su Iglesia… Cuando habla no hay que replicar… debe ser obedecido”.

         Una gran recompensa está preparada a la madre cristiana que eduque para Mí a su hijo.

P. M. SULAMITIS.


         (Enseñanzas del Amor Misericordioso).