jueves, 3 de enero de 2019

"Mes del Rey de Amor: o meditaciones sobre el Amor Misericordioso del Corazón de Jesús para el mes de junio (recomendadas para todo el año)




AL LECTOR
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         El mejor elogio, la mejor y más autorizada presentación que podemos hacer de este libro, es transcribir aquí las hermosas palabras de algunos Rvdmos. Prelados españoles, los cuales han expresado con unánime y fervorosa elocuencia los grandes frutos espirituales que su publicación está llamada a producir, y lo mucho que su lectura puede contribuir a la gloria del Corazón de Jesús y a la santificación de las almas.

         En algunas de esas autorizadas y elocuentes palabras se ensalza y recomienda en general, LA OBRA (verdaderamente divina) DEL AMOR MISERICORDIOSO, de la cual el MES DEL REY DE AMOR forma parte; en otras, como en las del Rvdmo. Sr. Obispo de Pamplona, refiriéndose más en particular a este último, en apellidado, en frase gráfica, “librito de oro”.

         Estos ilustres testimonios valen y significan incomparablemente más que cuanto nosotros pudiéramos decir.

         He aquí un extracto de los mismos:

         Extracto de una carta del EMMO. Y REVERENDÍSIMO SR. D. ENRIQUE REIG, CARDENAL ARZOBISPO DE TOLEDO, PRIMADO DE ESPAÑA.

         Apruebo, alabo y bendigo de nuevo la obra del Amor Misericordioso, que seguramente ha de promover con intensidad grande la gloria de Dios.

          A trabajar pues, con perseverancia en ella, en la difusión al conocimiento del Amor Misericordioso de Dios para con los hombres, en la correspondencia de las criaturas a este amor y en la práctica del mismo para con el prójimo.

EL CARDENAL-ARZOBISPO DE TOLEDO.
         5 de Agosto de 1923.


Extracto de una carta DEL EMMO. Y REVERENDÍSIMO SEÑOR CARDENAL, DON JUAN BENLLOCH, ARZOBISPO DE BURGOS.

         Examinada de Nuestra Orden la OBRA DEL AMOR MISERICORDIOSO venimos en aprobarla, como en efecto la aprobamos, estimándola muy útil para fomentar en el pueblo cristiano el verdadero Amor a Dios y el amor del prójimo.

         Tanto el fin de la Obra como los medios prácticos que propone, están fundados en las enseñanzas del Evangelio y en las enseñanzas de la Santa Iglesia, madre y maestra de la verdad. Por lo cual Nos veremos con suma complacencia que los cristianos retornen a los brazos del Amor Misericordioso y gusten la dulzura inefable del Amor de Jesús, principalmente por la devoción al Santo Crucifijo, y en su amor busquen reservas de caridad para con el prójimo, a fin de que todos “Unum sint” sean una misma cosa, y florezcan y se afiancen en las familias y en las sociedades la paz, don de Dios, sobre aquellos que le aman…
EL CARDENAL BENLLOCH, ARZOBISPO DE BURGOS.
         5 de Agosto de 1923.

Extracto de una carta DEL EXCELENTISIMO SR. D. LEOPOLDO EIJO, OBISPO DE MADRID-ALCALA.
         La Obra del AMOR MISERICORDIOSO… Es una obra esencialmente evangélica, que ha de dar excelentes resultados para la gloria de Dios y salvación de las almas. Se respira en ella el más fervoroso espíritu cristiano con tan eficaz atractivo, que seguramente habrá de enfervorizar a muchas almas constituyendo un escogido ejército de paz y de caridad.
LEOPOLDO EIJO.
         26 de Julio de 1923.

         Conozco y poseo el librito de oro “El Mes del Rey de Amor”… y sería decir nada el escribir que su traducción al castellano, y su difusión entre los fieles producirá frutos espirituales bien abundantes.

         El Pesebre de Belén, la Cruz y el Sagrario, o de otro modo, Jesús naciendo, muriendo y reinando en la Eucaristía, es siempre el Rey de Amor, porque su Nacimiento, Muerte y Augusta Eucaristía son obras de su Divino Corazón, trono y asiento regio de su amor.

         “Quia dilexit me”… Porque me amó, repetía enamorado San Pablo… y esa es la verdad; porque nos amó, llevó a cabo y realizó Jesucristo las estupendas maravillas de su Misericordia, a favor de los mortales.

         En ese Océano sin fondo del Rey de Amor, hallan las almas grandes las perlas que han de esmaltar y decorar su corona eterna; en esa mina, mejor que de oro, cavan y ahondan los elegidos, para labrarse la diadema de su dichosa inmortalidad.

         Oh, Divino Rey de Amor, ¿quis amantem non redamet?; ¿quién no amará Al que tanto nos ama?
MATEO, OBISPO DE PAMPLONA.

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PRÓLOGO

         Hace diez y nueve siglos que la impiedad tiene la pretensión de prescindir de Dios: se niega a creer en Jesucristo: no quiere reconocerle por Rey.

         Continúa lanzando el antiguo grito de los judíos: “Nolumus hunc regnare super nos.” – “No queremos que reine sobre nosotros.”

         Las almas cristianos son las obligadas a oponer a estas palabras de oprobio el grito del amor y de la fe: “Oportet Illum regnare.” – “Es preciso que Él reine”.

         Ese debe ser el toque de llamada, bajo el cetro del divino Rey del Amor.

         Es el nuestro y cada día lo repetimos, cuando rezamos el “Pater Noster”, la sublime oración que el mismo Hombre-Dios nos ha enseñado: “Adveniat regnum tuum.”

         “Venga a nos Él tu reino”.

         ¡El reinado de Dios en nuestras almas! ¡Qué ideal para una criatura capaz de comprender y de amar! Pero no debemos contentarnos con acariciar ese ensueño, sino que debemos hacer cuanto de nosotros dependa para realizarlo.

          – ¡El reinado de Dios en las almas! – Sí, este es el deseo de todo corazón verdaderamente cristiano; mayor es aún el deseo del Corazón de Dios.

         Nuestro Señor no ha venido a la tierra sino para obtener este magnífico resultado. Todos debemos contribuir a ello, cada uno según la medida de nuestras fuerzas.

         A este fin se ha escrito el Mes del Rey de Amor, en la dulce persuasión de que responde a los deseos de Jesús. “Ignem veni mittere in terram: et quid volo nisi ut accendatur?” – “He venido a traer fuego a la tierra; ¿qué otra cosa quiero Yo sino que arda?” – Este es el deseo expresado por Aquél que ha hecho a favor nuestro el sacrificio de su vida. Y nosotros, en cambio, ¿no haremos nada por Él? ¿Su palabra será para nosotros letra muerta? ¡Oh, no ciertamente!

         Basta a veces una pequeña chispa para producir un gran incendio. El Mes del Rey de Amor quisiera ser una chispa que prendiera en las almas el voraz incendio del amor divino. Con ese propósito se ha inspirado extensamente en el Evangelio, considerando que las palabras de Nuestro Señor tienen una gracia especial para penetrar en las almas e impulsarlas a devolverle amor por amor. Aspira a ser leído en todas las épocas del año. Su doctrina es de todos los tiempos y todos los instantes: es la doctrina del Maestro. Es, sobre todo, el libro apropiado para meditar durante el mes escogido por el mismo Salvador, y que la Santa Iglesia ha consagrado a la devoción del Sagrado Corazón. La piedad cristiana lo ha comprendido así, y este mes forma parte de su programa; y desde hace algunos años se esmera en celebrarlo dignamente.

         Pero hay que convenir en que esta misma piedad necesita ser frecuentemente reanimada. El Mes del Rey de Amor desea vivamente prestar ese servicio a las almas fervorosas, que han experimentado ya los santos goces de la vida espiritual: a las almas amantes que desean ofrecer nuevo alimento a su piedad; a las almas de buena voluntad, pero más atrasadas y que deben ser dirigidas en sus primeros instantes. A todas hará escalar, o por lo menos entrever, las cimas sagradas del amor divino; a todas inspirará, y mantendrá en ellas, el deseo de seguir a Jesús en el camino real del Amor y serle fieles para siempre.

         La materia de los treinta días de meditación de este mes está distribuida en tres series, de distintos auxilios, formando tres novenas preparatorias a la fiesta del Sagrado Corazón. Un triduo (que en cierto sentido es la acción de gracias del Amor) pone el complemento a estas tres novenas.

         Para los diferentes viernes del mes de Junio han sido escritas algunas meditaciones especiales: éstas permitirán a las almas, que tienen particular predilección por ese día, unir más estrechamente sus piadosas intenciones a las intenciones de la Augusta Víctima de nuestros Altares. Esta unión les atraerá numerosos beneficios.

         En el Apéndice se encuentran, además de un ejercicio de la Hora Santa, el acto de Consagración al Amor Misericordioso de nuestro Salvador. – Efusiones todas de amor destinadas a mantener en ellas las vivas luces de la fe en el Amor Misericordioso de Jesús y abrasarlas en las llamas divinas de la Caridad, condiciones ambas, esenciales del reinado del Rey de Amor en las almas. – Que tengan siempre presente que el reinado del Rey de Amor no se realizará verdaderamente en ellas, sino cuando su amor a Dios sea tan profundo y tan intenso, que desbordándose de los límites de su alma, las lleve como por sí mismas a la práctica de la caridad.

         Que la Santísima Trinidad se digne bendecir esta obrita, que no tiene otro objeto que su gloria, y conceda a nuestras filiales súplicas que el Corazón más amable y más amante será también el más amado de todos los corazones.

         Os lo pedimos con ardor, ¡oh, Dios Todopoderoso! Por la intercesión de la Virgen Inmaculada, del Arcángel San Miguel, de San José, de Santa Margarita María, de los Ángeles y Santos que más han deseado ver, por fin, realizado en los corazones cristianos el reinado del Divino Corazón, Rey de Amor Misericordioso.

 ¡Corazón Sagrado de Jesús, venga a nos El tu reino!