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jueves, 1 de septiembre de 2016

"La práctica por excelencia de la Caridad: La Reparación por medio del amor".



1.- En qué consiste la verdadera reparación. – La perfecta Caridad.

            Sería un error muy grande creer que Nuestro Salvador Jesús consagró solamente el tiempo de su Pasión a la reparación… o creer que solamente aplicó a este objeto los sufrimientos de su vida mortal… Se tiene muy a menudo una falsa idea de lo que es la Reparación, y lo mismo sucede con la Caridad.

            La verdadera y perfecta Reparación consiste en la Unidad pedida por Jesús a sus Apóstoles la víspera de su muerte. “Qué sean Uno en nosotros. ¡Yo en ellos y Vos en Mí!.

            El que quiere practicar la perfecta caridad permanezca en unión con sus hermanos en Jesús, y por Jesús en el Padre… Ese es el fin que se propone la Santa Iglesia.

2.- La Santa Iglesia – lo que es – sus tesoros.

            No se comprende bastante lo que es la Iglesia… Es la Sociedad divina de los Cristianos establecida por Jesucristo, el enviado del Padre, y vivificada con su vida por medio de la gracia… comunicada especialmente por los Sacramentos… Sociedad movida y gobernada por el Espíritu Santo que obra en todos los miembros bajo la vigilancia de aquellos que están investidos de una especial autoridad a este fin. Esta Iglesia tiene en su poder los tesoros infinitos de los meritos de Jesucristo, los de la Santísima Virgen y de los Santos… y todos los cristianos, es decir, cuantos forman parte de esta admirable sociedad y están en estado de gracia, son admitidos a la participación de estos tesoros infinitos…; y todo el bien que ellos hacen, aunque sea el acto más pequeño de amor de un niño pequeñito… aumenta esos tesoros y aporta su humilde contribución a la Iglesia de Dios.

3.- La vida de Jesús sobre la tierra: UNO en nosotros y con su Padre en el Espíritu Santo.

            Cuando habitaba en la tierra –podría decirnos Jesús– me consideraba como el Jefe de mi Iglesia y lo hacía todo en nombre de cada uno de sus miembros por la gloria del Padre… uniendo, ya desde entonces, a cada uno de mis pensamientos, a cada uno de mis actos, a cada uno de mis sufrimientos… todos los pensamientos, palabras, acciones y sufrimientos de cada uno de esos miembros amados de mi Iglesia…; y los ofrecía al Padre, abismados en los míos como gotitas de agua en un océano infinito… Y al contacto divino de mis actos, infinitamente perfectos, purificaba lo que había de imperfecto, santificaba lo bueno y daba un valor digno de Dios a vuestros actos humanos, tan imperfectos en sí mismos y una nonada ante Dios, por la desproporción que hay entre lo que le es debido y lo que podéis darle por vosotros mismos… Y aún esto no podríais dárselo si Él no os proporcionara lo que para eso es necesario.

            Mi vida en la tierra fue, por lo tanto, una donación permanente de Mí al Padre en nombre de todas las criaturas; pero especial y eficazmente en nombre de mi Iglesia… Así he realizado la Unión (el unum) con vosotros y en el Padre.

4.- El deseo de Jesús es que nosotros realicemos también esta UNION.

            Ahora quisiera continuar en vosotros la realización de este misterio mío de la Caridad divina. La Caridad es que os améis como Yo os he amado, o sea, que continuéis viviendo como Yo he vivido, haciendo lo que Yo he hecho. Yo soy vuestro Mediador… Permaneced todos unidos en Mí.

            Habitáis en Mí por medio de la gracia, pero quisiera que vosotros, los que por lo menos queréis ser más especialmente míos, respondieseis más completamente a mis designios; quisiera que realizaseis con vuestra conducta esa unidad que mi amor espera de vosotros.

5.- Frutos que deben sacarse de la Santa Comunión y de la presencia del Espíritu Santo en el alma.

            Cuando voy a vosotros en la Santa Comunión… cuando permanezco en vosotros por medio de mi Espíritu, pedidme que os comunique mis propias disposiciones y os veréis también llevados por ese movimiento de unión con el Padre y con las almas… en la unidad que Yo reclamo.

            Y vosotros también, unidos conmigo, lo haréis todo por la moción del Espíritu Santo, por la gloria del Padre, en nombre de todos vuestros hermanos…

6.- Cómo practicar esta unión que Jesús nos pide.

            Si alguien hace oración, no se considere como si estuviera aislado, sino que unido a Mí, – sin quien nada podéis hacer –, ruegue en nombre de todo el Cuerpo místico, en unión con aquellos que mejor lo hacen y para suplir a los que oran menos o malamente o de ningún modo… Que el que toma su alimento lo haga en unión conmigo en esa misma acción, y por Mí, con todos los que están unidos conmigo, con mis Santos, que lo hacen mejor, con los que mezclan en esta acción muchas imperfecciones y no piensan en darme gracias… El que trabaja, sufre, llora… hágalo unido conmigo y en Mí, con aquellos que me están unidos y cuyos mismos actos he ofrecido por la gloria del Padre… los Santos y los imperfectos… Al Padre he dado Yo gracias y gloria… le he tributado el homenaje perfecto, en nombre de todas las criaturas… y mi gozo y mi gloria sería encontrar asociados verdaderos que continuasen mi vida de esta manera… consagrándome la suya por sus hermanos en ese perpetuo ejercicio de caridad que forma al mismo tiempo la reparación perfecta… Entonces Yo podría a todas horas venir a tomar en esas almas lo que el Señor necesita…

            Si algunos hay que en varios puntos me privan de mi gloria, Yo sabré tomar mi revancha. Todo ha de servir para cumplir mis designios… vuestras acciones, tentaciones, sufrimientos y hasta vuestras alegrías; hacerlo todo y sufrirlo según mi modelo… en conformidad conmigo, unidos a Mí, por la gloria del Padre y en nombre de todos vuestros hermanos, que hacen o han hecho este mismo acto, han padecido o padecen esta misma pena… aplicándoos sencillamente, como Yo mismo lo hice, a comunicar con la Voluntad del Padre tal cual se presenta de momento en momento… y en este mismo minuto presente, comunicar (comulgar) con mis disposiciones íntimas para con el Padre y las almas…

            Si os encontráis con el alma destrozada, en vez de tratar de alejar el obstáculo, haciendo cambiar el alma de vuestro prójimo, iluminándola por medio de vuestras industrias… o haciendo mil pesquisas examinándoos para ver hasta qué grado habéis sido culpables en esto o aquello… humillaos bajo los demás; poneos en el último lugar en vuestra propia estimación y ofrecedme mis dolores de la agonía… adhiriéndoos a la voluntad del Padre y entregándoos a pesar de vuestras repugnancias, para beber el cáliz por completo… en nombre de cuantos sufren en esta misma hora este mismo sufrimiento que os apena… Esta sencillez os hará libres y os mantendrá al mismo tiempo en una humildad profunda y en la práctica de la caridad perfecta… y si se presentase algún acto costoso de cumplir, hacedlo con este mismo espíritu, por mi gloria, unido conmigo y con vuestros hermanos bajo la acción de mi Espíritu.

            Qué vida tan hermosa la que aleja toda rebusca de sí mismo y consigue que el alma permanezca perpetuamente, como Yo, en estado de sacrificio… de entrega de sí mismo, de su persona así como de su vida, por la gloria del Padre y la salvación de las almas…

7.- Darme gloria y devolverme amor: eso es lo que debéis hacer siempre…

Es preciso hacerlo durante toda vuestra vida y aún en las más pequeñas acciones… porque siempre hay y habrá almas que piensan, que hablan, que andan, que gozan, penan, trabajan, que obran y hacen todo lo que a esta misma hora estás tú haciendo… y rezan como tú, y cuando llegue la hora de la Pasión, de la verdadera agonía y de la muerte… las sufriréis del mismo modo, uniendo vuestra muerte a la mía… a la de mis Santos y la de todos los cristianos y todas las criaturas, para que aumente Yo, aún en este momento, el número de mis elegidos… Las almas que están en el Purgatorio y en cuyo nombre habréis de obrar, se verán aliviadas con ello y mis Santos se llenarán de gloria y regocijo.

8.- Cómo debería ser la vida de los cristianos.

La vida de los cristianos debería ser una perpetua comunión con la Mía y por ella con la Voluntad del Padre y de vuestros hermanos.

Creo en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo… Creo en la Santa Iglesia, creo en la Comunión de los Santos… Donación de sí mismo, donación de la propia vida a Dios y a las almas en la Caridad, en la Unidad.

9.- No ser rémora sino un alivio para la Iglesia y para nuestros hermanos.

No seáis una rémora para mi Iglesia y para vuestros hermanos, sino que cada uno se esfuerce, por el contrario, en aligerar la carga de los demás, exterior e interiormente… Yo soporté particulares sufrimientos por cada falta, una tristeza, un dolor proporcionado a la gravedad de vuestras culpas y también a cada gracia recibida, las cuales debieran servir para haceros estimar mejor mis dones y para utilizar con más fidelidad las ocasiones que os doy… Cuanto más amo a un alma, cuanto más le he dado, más sensibles son sus infidelidades para mi Corazón…        

Lo he visto todo: vuestra fidelidad, vuestra delicadeza… pero también vi vuestra resistencia a la gracia… He visto las almas que habían de ser las más amorosamente cooperadoras en la gran obra de la Redención… las que terminarían en sí mismas lo que falta en mi Pasión, y las que terminarían lo que falta a mi Vida… y que desean continuarla, con mi gracia, en la media posible… ¡Cuánto me consoló esta visión!...

10.- JESUS MODELO DE REPARACION – el elemento de la reparación no consiste tanto en el sufrimiento como en el amor y el cumplimiento de la voluntad del Padre.

El sufrimiento físico no es el sólo elemento de la reparación; preferiría Yo sobre todo la completa entrega de las almas, como Yo me entregué, hasta la Cruz si es necesario, pero entregadas ya en la vida común, sencilla y ordinaria… Mi verdadera Pasión duró un día apenas… pero realicé la reparación amorosa durante treinta y tres años.

Cada uno de vuestros minutos, así como los míos, está marcado por la manifestación de una voluntad del Padre… Esta voluntad es la que, hecha en unión conmigo, en nombre de vuestros hermanos, formará vuestra reparación sobre la tierra… No hay que buscar nada… nada hay que pedir sino solo el amor para obrar bien… No hay que rehusar nada… sino recibirlo todo de manos del Padre como hijo amante… con un corazón agradecido… alegre… sin detenerse en las causas segundas, con sólo esta respuesta: “El Señor lo quiere, lo necesita. ¡Sí, Padre mío, sí, porque así lo queréis Vos!”.

Y en todas las circunstancias, miradme a Mí, manteneos por medio de mi Santo Espíritu unidos conmigo… Él reproducirá mis disposiciones en vuestra alma como lo hizo en la Virgen mi Madre…

No temáis… porque es el corazón de un Padre el que con tierno amor dispone todos los acontecimientos de cada día… No os pido que os entreguéis al sufrimiento, sino que os entreguéis al amor… que seáis hostias de caridad para vuestros hermanos… en unión con la Hostia divina… y de todas maneras… interiormente, por medio de la oración y por la ofrenda… exteriormente, por la donación, la inmolación cuando se presente la ocasión… porque es preciso saber inmolarse, teniendo la naturaleza que tenéis, para poder mostrarse siempre buenos.

El sufrir es accesorio, transitorio. Lo esencial es la caridad de corazón… el amor. No pidáis el sufrimiento, a no ser en caso especial aprobado prudentemente; muchos que lo pidieron se han arrepentido de ello y se descargan sobre los demás; pero tampoco lo rechacéis.

Es mejor vivir como hijos confiados en su buen Padre… que procuran sonreírle constantemente… preferir lo que Él prefiere, no querer ni más ni menos de lo que Él quiere… estando tan dispuestos a partir, a obrar como dóciles para abstenerse y callarse… Tened los ojos siempre fijos en Mí para leer en Mí la voluntad del Padre… y correr a su voz… He aquí lo que Satanás y los pecadores no quieren hacer… UNIÓN en Mí: hacedlo vosotros, hijos míos… En los días de prueba y de flaqueza, si os habéis conducido con languidez, ofrecedme a Mí, ofreced a vuestros hermanos y sed a vuestra vez más valientes para suplir por los que, vacilantes, necesiten otro día un socorro particular.

Los tesoros de la Iglesia son infinitos, pero es preciso ir a buscarlos… Lo podéis hacer cuando queréis… en la medida que os place… tomadlos sin cesar… Cuanto más unidos estéis conmigo y con vuestros hermanos, cuánto más me os deis, mayor derecho tendréis para adquirir estos tesoros… Los poseeréis a medida de la Fe que tengáis.

PADRE
QUE SEAN UNO EN NOSOTROS
¡YO ESTOY EN ELLOS… Y VOS EN MI!

¡Padre Santo! Por medio del Inmaculado Corazón de María, os ofrezco a Jesús, vuestro Hijo muy amado, y me ofrezco yo mismo en Él, con Él y por Él a todas sus intenciones y en nombre de todas las criaturas.

PRACTICA:

Para probaros mi amor y hacer la reparación que vuestro Corazón desea, me aplicaré a vivir verdaderamente mi vida de Hijo de Dios – por la Fe y la Caridad – mirándoos como a mi buen Padre, y a los hombres como hermanos míos, y esforzándome en permanecer en la UNIDAD con Vos y con ellos en Jesucristo Nuestro Señor.

P. M. SULAMITIS.


(Obra del Amor Misericordioso).

miércoles, 13 de julio de 2016

"Jesús está con nosotros"


Jesús: camino verdad y vida

            Jesús ha dicho: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”…

            Con esta declaración ¿qué más podemos desear en este mundo?

            Jesús es el camino… Desde ahora, ya sabemos por dónde andar.

            Jesús es la verdad… Ya sabemos dónde encontrarla.

            Jesús es la vida… Ya sabemos dónde beber para vivirla.

            La unión con Jesús nos pone en posesión de estos bienes inmensos. Unidos con Jesús, estamos ya en el camino, puesto que Él nos toma consigo, y en Él y con Él marchamos. ¿Y en dónde? En la verdad… para ir a la vida.

            Unidos a Jesús, estamos en la verdad, pues aunque es el camino, es también la verdad, ya que todo es verdad en Él. Y esta verdad no existe más que en Él: fuera de Él, la mentira, la vanidad, el error; y, por consiguiente, la turbación, la ilusión, la inquietud, la tristeza y el aburrimiento. Cuando sintamos que alguno de estos males se nos acerca, el gran remedio, el único, es venir a Él. En esas horas crueles, el enemigo hace todo cuanto puede para apartarnos de Él, para impedirnos ir a Él. Recordemos entonces la palabra del Maestro, la palabra de su Corazón: vayamos a Él, y todas las nubes se disiparán y seremos inundados de luz.

            Jesús es la vida, en cuya posesión nos pone nuestra unión con Él. Como la rama debe estar unida al tronco, así no hay vida posible para nosotros más que en la unión con Jesús.

            Si somos débiles, si languidecemos, comulguemos más frecuentemente, más íntimamente, más ardientemente a Jesús. Si estamos heridos por nuestras caídas, vayamos a hacernos curar por Jesús; bañémonos en el baño saludable que nos ha preparado con su Sangre para purificarnos y fortificarnos.

            Habituémonos a vivir de Jesús y con Jesús, en las relaciones de orden que la voluntad del Padre ha establecido.

Lo que es Jesús.

            Jesús es una Persona real y verdadera. Su Espíritu está en nosotros, siendo alma de nuestra alma y vida de nuestra vida; tan vida de nuestra alma, como nuestra alma es vida de nuestro cuerpo; tan necesaria para nuestra vida espiritual, como el alma es necesaria al cuerpo para su vida material.

            Jesús es nuestro prójimo, según la expresión humana; pero más próximo a nosotros que todo cuanto nos rodea. Más necesario nos es que nosotros mismos, pues nos valdría mil veces más no existir que estar privados de Él y vivir sin Él.

            Todas las privaciones, con Jesús, no son nada; así como todos los bienes del mundo, sin Jesús, no bastarían para satisfacernos… no harían más que ahondar continuamente el vacío inmenso que Jesús sólo puede colmar, porque para Jesús solamente hemos sido hechos y no podemos ser satisfechos más que por Él, saturados por Él.

            Jesús es un Ser viviente, que no sólo vive por su Espíritu dentro de nosotros, al mismo tiempo que nos circunda de su inmensidad por su presencia divina, sino que es uno de nosotros, viviendo en el Tabernáculo con nuestra misma naturaleza.

Vayamos a visitar a Jesús.

            Así lo creemos… y, sin embargo, ¡no vivimos de Él!, ¡lo dejamos solo! Vamos a visitar a nuestros parientes, a nuestros amigos, y tal vez a personas extrañas con quienes nada nos une, por una simple razón de conveniencia… ¿Y a Él?... No es Él el primer objeto de nuestras salidas; pasamos fríos delante de su Casa, sin que nada vibre, sin pensar siquiera detenernos un momento con Él. Y cuando estamos cerca de Él, ¿Qué decimos? ¿Qué hacemos? ¿Es nuestro corazón el que habla a un amigo? ¿Nos ocupamos siquiera de Él?...

            Las más de las mil veces diremos algunas fórmulas con los labios; dejaremos escapar nuestras quejas, nuestros pesares; quisiéramos tal vez excitar su Corazón a la venganza, o intentamos conseguir de Él lo que nos pudiera dañar, o que nos hace esperar por nuestro bien, como un bienhechor poderoso que nos ama.

            Recordemos que ese Jesús que está presente, es nuestro Dios… nuestro amigo, que quiere vivir con nosotros en la más profunda intimidad, que quiere que en todo y por todo vayamos a Él, contemos con Él y estemos seguros de Él. Amigo tan excelente, que aún cuando hayamos sido infieles, su Corazón no se cierra. Aquí está siempre esperándonos, siempre pronto para acogernos, sin que le pese jamás. ¿Puede creerse esto sin morir, sin morir de amor y de dolor, por haber vivido hasta ahora en tal desorden, en tal locura?

Resoluciones y afectos.

            ¡Tenemos a Jesús! – que esta palabra se recuerde sin cesar. – A Jesús, que es ¡Nuestro Dios! ¡Nuestro Salvador! ¡Nuestro amigo!... Que toda nuestra vida se pase en adorarle, ofrecerle, abrazarle y recibirle en los brazos de nuestros afectos, en lo más tierno, más íntimo y más fuerte de nuestro corazón. Guardémosle bien en nuestros corazones; vivamos en la más íntima unión con Él; y así como nuestro Dios se da a nosotros, démonos también a Él.

            ¡Tengo a Jesús! El es mi regalo, mi bien, mi tesoro: viviré de su plenitud. ¿Qué os retornaré, Dios mío, por estos inestimables favores? Tomaré el Cáliz y sin cesar os ofreceré Aquel con quien he de permanecer unido, cuya vida toda es vuestra gloria; el cual no me ha sido dado más que para que yo os lo entregue, para que esta insignificante y débil criatura os glorifique y seáis en ella infinitamente amado, infinitamente glorificado.

            ¡Oh exceso del infinito Amor Misericordioso de mi Dios, que hace tales maravillas para formar aquí abajo, en Jesús y por Jesús, su Reino de los cielos, de la nada y con la miseria, pero con toda verdad y de una manera digna de Él!
P. M. SULAMITIS.

            (De “La Vida Sobrenatural” de Salamanca, vol. 19, 1930. Con aprobación eclesiástica).

domingo, 29 de mayo de 2016

"Misterio de amor de la Sagrada Comunión"

¡El don de Dios! 




          Corpus Christi es la fiesta del amor: amar mucho a Dios y ser santo, es una misma cosa; así el amor es el camino más breve para alcanzar la santidad, y en esta misma aspiración a la santidad ¿qué otra cosa hemos de buscar sino el amor?

          "Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mi y yo en él, ese da mucho fruto; porque separados de mi no podéis hacer nada." San Juan XV, 5.

          "Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón." San Lucas XII,34. 

          "Y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mi; la vida que vivo al presente en la carne,  la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entrego a sí mismo por mí." Gal. II, 20.

* * *

"¡Oh, si tú conocieses el Don de Dios! ¡Si conocieras a Jesús! ¡Si conocieses lo que es una Comunión..., el misterio de amor que muestra..., que te concede... y del cual te hace participar!"

"En este instante sobre todo, ¡aprovéchate del Don de Dios!... Tan pronto como me has recibido, ¡oh!, ofréceme a mi Padre por lo que tú mismo le debes... por la tierra entera... por todo lo que Él desea y quiere ser ofrecido!..."

"¡Ofréceme a Mí y ofrécete tú mismo en Mí, totalmente para gloria del Padre, como satisfacción! ¡Que esta ofrenda sea entonces tu única plegaria, y entrégate por completo a mi divina acción!"