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jueves, 24 de noviembre de 2016

"Mensaje del Amor Misericordioso: ¡Tengo compasión!"

Compasión del Corazón de Jesús durante su vida mortal.

            “¡TENGO COMPASION!”[1]. Esta palabra brotó  en otros tiempos de un corazón que era a la vez el Amor y la Omnipotencia, del Corazón de Cristo Jesús. Él veía a su alrededor muchedumbres hambrientas, una multitud de almas que estaban allí como ovejas sin pastor[2]: tuvo piedad de ellas, y en su favor hizo la multiplicación de los panes y además dijo a los suyos: “Rogad al dueño de la mies que envíe operarios a su mies”[3].

El Corazón de Jesús siempre el mismo. – Su misericordiosa bondad.

            En esta hora y siempre, el Corazón de Cristo es el mismo; en él se encuentra la misma compasión. Vosotros a quienes persigue su gracia, vosotros a quienes espera, no creáis que lo hace de un modo humano, por su propio interés, o que sea indiferente a lo que os interesa: os ama, os ama infinitamente y, mientras estéis en la tierra, multiplicará sus insinuaciones, os ofrecerá su gracia con abundancia y a vosotros también os dirá: “SI CONOCIERAS EL DON DE DIOS y quién es el que viene a ti”[4], serías tú quien correrías a Él y le dirías: “Señor, ¿qué quieres que haga?[5]. ¿De dónde viene este favor de que Vos vengáis a mí?”… Él os contestaría: “Yo te amo; por ti he dejado mi cielo, me he hecho una humanidad en el seno de la Virgen, a fin de poder hacerme tu hermano, tu compañero, tu amigo… He querido tomar sobre mí todos tus sufrimientos, todo el peso de tu pecado, para expiarlo y para abrirte mi cielo. Yo he descendido hacia ti, para levantarte hacia Mí.

            Tú no hubieras podido conocer las cosas eternas, si yo, que vivo desde el principio en el cielo, no hubiese descendido hacia ti. He venido, pues, para hacerte conocer lo que es tu Dios, lo que Él te pide, lo que te promete, la vida que te espera si quieres creer en Mí, si quieres ser mirado por Dios como hijo suyo…

            Yo hubiera podido venir a la tierra en medio de delicias, de honores; pero he querido nacer pobre, en la privación. He buscado siempre los pobres: los he hecho mis confidentes, mis amigos; ellos son los que he llamado los primeros cerca de mí; son ellos los que he escogido para apóstoles míos; he compartido sus trabajos; he venido a enseñarlos, me he hecho su defensor en todos los encuentros…

            He querido obedecer, Yo el Amo del mundo, para enseñaros a hacerlo, sabiendo vuestras dificultades para someteros… No soy un Jefe arbitrario: soy el Dios bueno, el Amor Misericordioso… Tengo compasión de todo lo que en la tierra sufre y he venido a vosotros para aliviaros; he venido para traeros la esperanza, la paz, la felicidad.

            Los hombres no conocen mi Corazón. Yo no rechazo a ninguno que venga a Mí; los pecadores encuentran en Mí el perdón; los desalentados la fuerza, la confianza; los abandonados un amigo; a aquellos mismos que me han abandonado, si vuelven, les abro mi Corazón y mis brazos.

Jesús no es conocido; los que le blasfeman, comúnmente le desconocen. – La felicidad, la verdadera riqueza, el sosiego se encuentran en Él.

            Muchos me blasfeman: me ignoran, no saben quién soy. Vosotros al menos los que leéis esto, tratad de conocerme; preguntadme a Mí mismo quién soy. Yo soy el Creador del mundo; soy Aquel a quien se ofende por el pecado; soy Aquel que es la misma bondad, la sabiduría infinita, que todo lo puedo; Aquel de quien mis propios jueces han dicho: “Yo no veo en él nada condenable”; El que pasó haciendo el bien, curando los enfermos, consolando los afligidos; El que os promete, si creéis en Él, la vida eterna, la resurrección después de la muerte y una felicidad sin fin… ¿No sería temerario exponeros a perder tal bien, sin haber tratado de aseguraros de la verdad cerca de los que la enseñan?... ¿Es prudente, cuando se quiere uno informar de alguien, no dirigirse más que a los que no le conocen o a sus enemigos, que nunca han escuchado sus confidencias, que nunca han conocido las vibraciones íntimas de su corazón?...

            Sin daros cuenta, por las solas aspiraciones de vuestra alma, es a mí a quien buscáis. Los que tenéis una ideal de belleza, en vano lo buscáis en la tierra; podéis siempre subir: existe un ser más bello que todo lo que podéis encontrar; sí, más bello, más amable, mejor también… Los que gemís viendo la malicia de los hombres y buscáis la bondad, subid, subid también más alto de lo que podáis encontrar mejor: encontraréis a Aquel que ha puesto en el corazón del mejor de los hombres algo del suyo.

            Aún vosotros que buscáis la felicidad, la riqueza, en Mí encontraréis incomparablemente más de lo que encontráis y deseáis sobre la tierra: he venido a ofreceros todo aquello para lo cual os sentís creados, y sólo Yo puedo llenar las necesidades de vuestro corazón; sólo en Mí encontraréis el descanso y el sosiego.

            Voy más lejos todavía: vosotros mismos que pretendéis poner en la tierra todo en un pie de igualdad y quisierais establecer todo en comunidad, ¿no os fijáis en que habéis sido adelantados por Aquel a quien quisierais expulsar de la tierra y que os ofrecería un medio poderoso para realizar vuestro deseo? Quisierais que todo estuviese en modo común, y queréis expulsar a los que viven de ese modo, sacrificándose en la oración para obteneros mi gracia y mi socorro, la gracia de luz para que a vuestra vez me conozcáis y alcancéis la eterna felicidad, después de esta vida que pasa y que también para vosotros pasará un día.

            Leed mi Evangelio: aprenderéis lo que es el Jesús del Calvario y cómo continúa su oblación sobre el altar, escondido en su Hostia, implorando gracia y perdón para toda la tierra.

Jesús no nos desea más que bien. – El pecado, causa del sufrimiento. – La esperanza de los cristianos.

            Si oís mi voz, no endurezcáis vuestro corazón; comprenderéis esta palabra que Yo dirigí a Pablo, perseguidor de mi Iglesia: ¿Por qué me persigues?” ¿Qué te he hecho? ¿Has recibido de Mí otra cosa más que bien?... Es cierto que también has encontrado sufrimiento en la tierra: has tenido tus días de tristeza, de trabajo, de postración, de fastidio; pero ¿has pensado lo que es un pecado, un solo pecado en la vida?... ¿Has pensado en lo que he sufrido Yo mismo por ti, y en que un día cada uno de estos sufrimientos, aceptados en unión conmigo, se cambiará en gozo, en gloria en los cielos?...  ¿Qué no hacer para prepararte un porvenir incierto en la tierra? ¿A qué no te expones?... y no sabes si la muerte te alcanzará antes de que puedas disfrutar de tus trabajos…. Yo no engaño. Acércate a los que verdaderamente me conocen y me aman; mira si no son, en la tierra, los más tranquilos, los más santos, los más felices; ¿no te has sentido tú mismo en ciertos momentos inclinados a envidiarlos?...

            Acuérdate de tus días de inocencia, y compara con los que has pasado en el pecado, en la vana satisfacción de tu naturaleza…

            Mira la muerte de los que se duermen en el sueño de los justos, con la esperanza de encontrar en Mí todos los seres queridos que le han precedido en la vida, con la esperanza de vivir en Mí la eterna vida y de recibir la recompensa de sus obras; compara esta muerte con la del pecador… y mira cuál prefieres.

Jesús hace predicar su doctrina y multiplica sus insinuaciones a las almas, por compasión.

            Tengo compasión de las almas que no quieren recibir la luz y se dejan arrastrar por el torbellino; tengo compasión de las almas que corren hacia el abismo, y quisiera detenerlas al borde del precipicio. Por eso hago predicar mi doctrina; por eso me muestro tan bueno; por eso mi Corazón está siempre abierto para conceder el perdón; por eso quisiera que vivieseis todos amándoos, aliviándoos como hermanos: si hicierais lo que os digo, tendríais la paz en vosotros y entre vosotros.

            ¿Por qué os autorizáis en vuestros extravíos y en vuestros odios, con la conducta de los que no tienen más que la apariencia de ser míos y no hacen lo que yo digo? Eso no es prudente. No hagáis eso; sino venid a buscar la luz; creed lo que os digo. Tengo compasión de vosotros, os amo, yo no os deseo más que bien, creedlo de todo corazón.

P. M. SULAMITIS

            (De la “Vida Sobrenatural” de Salamanca, vol. 22. 1930, con licencia de la autoridad eclesiástica).

[1] Mateo, XV, 32; Marcos, VIII, 2.
[2] Mateo, IX, 36.
[3] Mateo, IX, 38; Lucas, X, 2.
[4] Juan, IV, 10.
[5] Mateo, XIX, 16; Marcos, X, 17.

domingo, 2 de octubre de 2016

"Mensaje del Amor Misericordioso: Las responsabilidades de la fortuna"


         Aprendamos de la viuda pobre y su ofrenda, pequeña pero generosa (San Marcos XII, 41-44). Compartir todo lo que Dios nos da divide las penas a la mitad y multiplica nuestra alegría. La limosna no es un acto de desprendimiento: es un compartir de dicha.

* * *

(Meditación íntima)
A LAS MUJERES RICAS.

         Cierto día una de esas mujeres que, según el mundo, no había tenido durante toda su vida más que placeres, y se había visto favorecida entre muchas por la riqueza, el aprecio, el cariño y singulares dotes naturales, y por añadidura se la presentaba a todos como modelo de piedad y caridad; esa dama, llegada al atardecer de su vida experimentó en sí un vacío terrible. Leyó unas palabras del Evangelio y meditando sobre lo que Jesús dijo acerca de los ricos, comprendió lo difícil que para ellos es, si no velan bien sobre sus vidas, el poseer por lo menos el espíritu de pobreza.

         Viendo pasar a un pobre, comparaba sus vidas y pensó en la Eternidad que les esperaba. Se acordó del pobre Lázaro[1] y se dijo: “Mientras organizo fiestas y convites, malgasto sumas considerables en joyas y frivolidades y sostengo por capricho numerosos gastos en vestir y viajar ¿no hay cerca de mi casa pobres y enfermos, testigos de estos dispendios, que gimen de dolor y que tal vez mueren de necesidad?...” Indudablemente, había hecho algunas limosnas con mayor esplendidez que sus vecinos; pero ¿en qué proporción con sus ingresos, con lo que destinaba a sus placeres?...

         Sin duda tenía mano abierta y pronta al que acudía a ella; pero ¿cuál era su pureza de intención?... Lo que daba siempre era una parte muy insignificante de lo superfluo, nunca el fruto de un sacrificio, de una privación… Había vivido en el bienestar y en los pasatiempos, como si la Ley del trabajo y del renunciamiento no hablara con ella. Buena por naturaleza, había practicado el bien, naturalmente, las más de las veces siguiendo su inclinación y su propio juicio…

         Vio su existencia a la Luz de la Verdad; ¡qué superficial era su piedad! ¡qué alejada estaba su vida de la doctrina enseñada por Cristo en su Evangelio! Reflexionó sobre las bienaventuranzas y también exclamó siguiendo a Aquel que le daba la luz: “¡Bienaventurados los pobres de espíritu!... ¡Bienaventurados los mansos!... ¡Bienaventurados los que lloran!... ¡Bienaventurados los que sufren persecución!... ¡Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia!... ¡Bienaventurados los pacíficos!... ¡Bienaventurados los misericordiosos!... ¡Bienaventurados los que oyen la palabra de Cristo, la guardan y la ponen en práctica!”[2].

         ¡Cuánto más profundamente debieran impresionar esas palabras a esas mujeres ricas, que solo emplean su vida en gozar y no piensan en el papel que tienen que desempeñar en el mundo, ni en su gran responsabilidad ante la sociedad, ni en la responsabilidad de la fortuna, que crea deberes y obligaciones de los que forzosamente habrá que pedir cuenta en el día del juicio!... Vosotras las que gozáis de bienes de fortuna y de una influencia tan considerable alrededor vuestro, acordaos que estos bienes, aunque de orden material, si constituyen un peligro o un escollo, no son malos ni perjudiciales en sí; lo son por el funesto y culpable empleo que podéis hacer de ellos; pueden llegar a ser excelentes instrumentos de Dios, por el buen uso que les deis. Con ellos podréis llegar a ser los auxiliares y agentes de la Divina Providencia y a que el Señor sea bendecido por tantos hermanos vuestros. Si sabéis explotarlos por la gloria de Dios, veréis que lejos de disminuir vuestro gozo, lo obtendréis incomparablemente más puro y mayor. Esto es lo que aprenderéis en estas páginas, cuyo fin es descubriros la Voluntad de Dios y la más pura felicidad.

         Comenzad, pues, esta lectura bajo la protección de María, pidiéndole la luz necesaria para dirigir con acierto vuestra vida y responder generosamente a los designios del Señor sobre vosotras al criaros. Ofrecedle el homenaje de vuestras riquezas, diciéndole:

         ¡Oh Madre! ¡Oh Reina!: enseñadme a usar de los bienes como el Señor quiere… Él me los ha dado; yo se los devuelvo por vuestra mediación… me considero como depositaria de ellos, y de aquí en adelante no quiero hacer nada contrario a su Voluntad. En la posición social en que me ha colocado, quiero ser lo que Él quiere que sea; huir de toda exageración, singularidad, afectación… servir para irradiar su caridad y para excitar a las almas a bendecir su Bondad. ¡Madre llena de bondad! Dignaos pedir a vuestro divino Hijo que me instruya.

         ¡Oh Jesús! Tened a bien darme a conocer y a cumplir vuestra Voluntad.

  Descargar "Las responsanbilidades de la fortuna" por P. M. Sulamitis



[1] Luc. XVI, 19-31.
[2] Matth. V, 3-10; Luc. VI, 20-23; XI, 28.

jueves, 1 de septiembre de 2016

"La práctica por excelencia de la Caridad: La Reparación por medio del amor".



1.- En qué consiste la verdadera reparación. – La perfecta Caridad.

            Sería un error muy grande creer que Nuestro Salvador Jesús consagró solamente el tiempo de su Pasión a la reparación… o creer que solamente aplicó a este objeto los sufrimientos de su vida mortal… Se tiene muy a menudo una falsa idea de lo que es la Reparación, y lo mismo sucede con la Caridad.

            La verdadera y perfecta Reparación consiste en la Unidad pedida por Jesús a sus Apóstoles la víspera de su muerte. “Qué sean Uno en nosotros. ¡Yo en ellos y Vos en Mí!.

            El que quiere practicar la perfecta caridad permanezca en unión con sus hermanos en Jesús, y por Jesús en el Padre… Ese es el fin que se propone la Santa Iglesia.

2.- La Santa Iglesia – lo que es – sus tesoros.

            No se comprende bastante lo que es la Iglesia… Es la Sociedad divina de los Cristianos establecida por Jesucristo, el enviado del Padre, y vivificada con su vida por medio de la gracia… comunicada especialmente por los Sacramentos… Sociedad movida y gobernada por el Espíritu Santo que obra en todos los miembros bajo la vigilancia de aquellos que están investidos de una especial autoridad a este fin. Esta Iglesia tiene en su poder los tesoros infinitos de los meritos de Jesucristo, los de la Santísima Virgen y de los Santos… y todos los cristianos, es decir, cuantos forman parte de esta admirable sociedad y están en estado de gracia, son admitidos a la participación de estos tesoros infinitos…; y todo el bien que ellos hacen, aunque sea el acto más pequeño de amor de un niño pequeñito… aumenta esos tesoros y aporta su humilde contribución a la Iglesia de Dios.

3.- La vida de Jesús sobre la tierra: UNO en nosotros y con su Padre en el Espíritu Santo.

            Cuando habitaba en la tierra –podría decirnos Jesús– me consideraba como el Jefe de mi Iglesia y lo hacía todo en nombre de cada uno de sus miembros por la gloria del Padre… uniendo, ya desde entonces, a cada uno de mis pensamientos, a cada uno de mis actos, a cada uno de mis sufrimientos… todos los pensamientos, palabras, acciones y sufrimientos de cada uno de esos miembros amados de mi Iglesia…; y los ofrecía al Padre, abismados en los míos como gotitas de agua en un océano infinito… Y al contacto divino de mis actos, infinitamente perfectos, purificaba lo que había de imperfecto, santificaba lo bueno y daba un valor digno de Dios a vuestros actos humanos, tan imperfectos en sí mismos y una nonada ante Dios, por la desproporción que hay entre lo que le es debido y lo que podéis darle por vosotros mismos… Y aún esto no podríais dárselo si Él no os proporcionara lo que para eso es necesario.

            Mi vida en la tierra fue, por lo tanto, una donación permanente de Mí al Padre en nombre de todas las criaturas; pero especial y eficazmente en nombre de mi Iglesia… Así he realizado la Unión (el unum) con vosotros y en el Padre.

4.- El deseo de Jesús es que nosotros realicemos también esta UNION.

            Ahora quisiera continuar en vosotros la realización de este misterio mío de la Caridad divina. La Caridad es que os améis como Yo os he amado, o sea, que continuéis viviendo como Yo he vivido, haciendo lo que Yo he hecho. Yo soy vuestro Mediador… Permaneced todos unidos en Mí.

            Habitáis en Mí por medio de la gracia, pero quisiera que vosotros, los que por lo menos queréis ser más especialmente míos, respondieseis más completamente a mis designios; quisiera que realizaseis con vuestra conducta esa unidad que mi amor espera de vosotros.

5.- Frutos que deben sacarse de la Santa Comunión y de la presencia del Espíritu Santo en el alma.

            Cuando voy a vosotros en la Santa Comunión… cuando permanezco en vosotros por medio de mi Espíritu, pedidme que os comunique mis propias disposiciones y os veréis también llevados por ese movimiento de unión con el Padre y con las almas… en la unidad que Yo reclamo.

            Y vosotros también, unidos conmigo, lo haréis todo por la moción del Espíritu Santo, por la gloria del Padre, en nombre de todos vuestros hermanos…

6.- Cómo practicar esta unión que Jesús nos pide.

            Si alguien hace oración, no se considere como si estuviera aislado, sino que unido a Mí, – sin quien nada podéis hacer –, ruegue en nombre de todo el Cuerpo místico, en unión con aquellos que mejor lo hacen y para suplir a los que oran menos o malamente o de ningún modo… Que el que toma su alimento lo haga en unión conmigo en esa misma acción, y por Mí, con todos los que están unidos conmigo, con mis Santos, que lo hacen mejor, con los que mezclan en esta acción muchas imperfecciones y no piensan en darme gracias… El que trabaja, sufre, llora… hágalo unido conmigo y en Mí, con aquellos que me están unidos y cuyos mismos actos he ofrecido por la gloria del Padre… los Santos y los imperfectos… Al Padre he dado Yo gracias y gloria… le he tributado el homenaje perfecto, en nombre de todas las criaturas… y mi gozo y mi gloria sería encontrar asociados verdaderos que continuasen mi vida de esta manera… consagrándome la suya por sus hermanos en ese perpetuo ejercicio de caridad que forma al mismo tiempo la reparación perfecta… Entonces Yo podría a todas horas venir a tomar en esas almas lo que el Señor necesita…

            Si algunos hay que en varios puntos me privan de mi gloria, Yo sabré tomar mi revancha. Todo ha de servir para cumplir mis designios… vuestras acciones, tentaciones, sufrimientos y hasta vuestras alegrías; hacerlo todo y sufrirlo según mi modelo… en conformidad conmigo, unidos a Mí, por la gloria del Padre y en nombre de todos vuestros hermanos, que hacen o han hecho este mismo acto, han padecido o padecen esta misma pena… aplicándoos sencillamente, como Yo mismo lo hice, a comunicar con la Voluntad del Padre tal cual se presenta de momento en momento… y en este mismo minuto presente, comunicar (comulgar) con mis disposiciones íntimas para con el Padre y las almas…

            Si os encontráis con el alma destrozada, en vez de tratar de alejar el obstáculo, haciendo cambiar el alma de vuestro prójimo, iluminándola por medio de vuestras industrias… o haciendo mil pesquisas examinándoos para ver hasta qué grado habéis sido culpables en esto o aquello… humillaos bajo los demás; poneos en el último lugar en vuestra propia estimación y ofrecedme mis dolores de la agonía… adhiriéndoos a la voluntad del Padre y entregándoos a pesar de vuestras repugnancias, para beber el cáliz por completo… en nombre de cuantos sufren en esta misma hora este mismo sufrimiento que os apena… Esta sencillez os hará libres y os mantendrá al mismo tiempo en una humildad profunda y en la práctica de la caridad perfecta… y si se presentase algún acto costoso de cumplir, hacedlo con este mismo espíritu, por mi gloria, unido conmigo y con vuestros hermanos bajo la acción de mi Espíritu.

            Qué vida tan hermosa la que aleja toda rebusca de sí mismo y consigue que el alma permanezca perpetuamente, como Yo, en estado de sacrificio… de entrega de sí mismo, de su persona así como de su vida, por la gloria del Padre y la salvación de las almas…

7.- Darme gloria y devolverme amor: eso es lo que debéis hacer siempre…

Es preciso hacerlo durante toda vuestra vida y aún en las más pequeñas acciones… porque siempre hay y habrá almas que piensan, que hablan, que andan, que gozan, penan, trabajan, que obran y hacen todo lo que a esta misma hora estás tú haciendo… y rezan como tú, y cuando llegue la hora de la Pasión, de la verdadera agonía y de la muerte… las sufriréis del mismo modo, uniendo vuestra muerte a la mía… a la de mis Santos y la de todos los cristianos y todas las criaturas, para que aumente Yo, aún en este momento, el número de mis elegidos… Las almas que están en el Purgatorio y en cuyo nombre habréis de obrar, se verán aliviadas con ello y mis Santos se llenarán de gloria y regocijo.

8.- Cómo debería ser la vida de los cristianos.

La vida de los cristianos debería ser una perpetua comunión con la Mía y por ella con la Voluntad del Padre y de vuestros hermanos.

Creo en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo… Creo en la Santa Iglesia, creo en la Comunión de los Santos… Donación de sí mismo, donación de la propia vida a Dios y a las almas en la Caridad, en la Unidad.

9.- No ser rémora sino un alivio para la Iglesia y para nuestros hermanos.

No seáis una rémora para mi Iglesia y para vuestros hermanos, sino que cada uno se esfuerce, por el contrario, en aligerar la carga de los demás, exterior e interiormente… Yo soporté particulares sufrimientos por cada falta, una tristeza, un dolor proporcionado a la gravedad de vuestras culpas y también a cada gracia recibida, las cuales debieran servir para haceros estimar mejor mis dones y para utilizar con más fidelidad las ocasiones que os doy… Cuanto más amo a un alma, cuanto más le he dado, más sensibles son sus infidelidades para mi Corazón…        

Lo he visto todo: vuestra fidelidad, vuestra delicadeza… pero también vi vuestra resistencia a la gracia… He visto las almas que habían de ser las más amorosamente cooperadoras en la gran obra de la Redención… las que terminarían en sí mismas lo que falta en mi Pasión, y las que terminarían lo que falta a mi Vida… y que desean continuarla, con mi gracia, en la media posible… ¡Cuánto me consoló esta visión!...

10.- JESUS MODELO DE REPARACION – el elemento de la reparación no consiste tanto en el sufrimiento como en el amor y el cumplimiento de la voluntad del Padre.

El sufrimiento físico no es el sólo elemento de la reparación; preferiría Yo sobre todo la completa entrega de las almas, como Yo me entregué, hasta la Cruz si es necesario, pero entregadas ya en la vida común, sencilla y ordinaria… Mi verdadera Pasión duró un día apenas… pero realicé la reparación amorosa durante treinta y tres años.

Cada uno de vuestros minutos, así como los míos, está marcado por la manifestación de una voluntad del Padre… Esta voluntad es la que, hecha en unión conmigo, en nombre de vuestros hermanos, formará vuestra reparación sobre la tierra… No hay que buscar nada… nada hay que pedir sino solo el amor para obrar bien… No hay que rehusar nada… sino recibirlo todo de manos del Padre como hijo amante… con un corazón agradecido… alegre… sin detenerse en las causas segundas, con sólo esta respuesta: “El Señor lo quiere, lo necesita. ¡Sí, Padre mío, sí, porque así lo queréis Vos!”.

Y en todas las circunstancias, miradme a Mí, manteneos por medio de mi Santo Espíritu unidos conmigo… Él reproducirá mis disposiciones en vuestra alma como lo hizo en la Virgen mi Madre…

No temáis… porque es el corazón de un Padre el que con tierno amor dispone todos los acontecimientos de cada día… No os pido que os entreguéis al sufrimiento, sino que os entreguéis al amor… que seáis hostias de caridad para vuestros hermanos… en unión con la Hostia divina… y de todas maneras… interiormente, por medio de la oración y por la ofrenda… exteriormente, por la donación, la inmolación cuando se presente la ocasión… porque es preciso saber inmolarse, teniendo la naturaleza que tenéis, para poder mostrarse siempre buenos.

El sufrir es accesorio, transitorio. Lo esencial es la caridad de corazón… el amor. No pidáis el sufrimiento, a no ser en caso especial aprobado prudentemente; muchos que lo pidieron se han arrepentido de ello y se descargan sobre los demás; pero tampoco lo rechacéis.

Es mejor vivir como hijos confiados en su buen Padre… que procuran sonreírle constantemente… preferir lo que Él prefiere, no querer ni más ni menos de lo que Él quiere… estando tan dispuestos a partir, a obrar como dóciles para abstenerse y callarse… Tened los ojos siempre fijos en Mí para leer en Mí la voluntad del Padre… y correr a su voz… He aquí lo que Satanás y los pecadores no quieren hacer… UNIÓN en Mí: hacedlo vosotros, hijos míos… En los días de prueba y de flaqueza, si os habéis conducido con languidez, ofrecedme a Mí, ofreced a vuestros hermanos y sed a vuestra vez más valientes para suplir por los que, vacilantes, necesiten otro día un socorro particular.

Los tesoros de la Iglesia son infinitos, pero es preciso ir a buscarlos… Lo podéis hacer cuando queréis… en la medida que os place… tomadlos sin cesar… Cuanto más unidos estéis conmigo y con vuestros hermanos, cuánto más me os deis, mayor derecho tendréis para adquirir estos tesoros… Los poseeréis a medida de la Fe que tengáis.

PADRE
QUE SEAN UNO EN NOSOTROS
¡YO ESTOY EN ELLOS… Y VOS EN MI!

¡Padre Santo! Por medio del Inmaculado Corazón de María, os ofrezco a Jesús, vuestro Hijo muy amado, y me ofrezco yo mismo en Él, con Él y por Él a todas sus intenciones y en nombre de todas las criaturas.

PRACTICA:

Para probaros mi amor y hacer la reparación que vuestro Corazón desea, me aplicaré a vivir verdaderamente mi vida de Hijo de Dios – por la Fe y la Caridad – mirándoos como a mi buen Padre, y a los hombres como hermanos míos, y esforzándome en permanecer en la UNIDAD con Vos y con ellos en Jesucristo Nuestro Señor.

P. M. SULAMITIS.


(Obra del Amor Misericordioso).

domingo, 21 de agosto de 2016

"¡Centellitas!: El apostolado"



¡Cómo seremos apóstoles! – La Visitación

Entre todos los misterios hay uno sobremanera dulce que parece expresar, resumir, los principales deberes y misión de cuantos se consagran al apostolado. Abarca la vida interior al mismo tiempo que la vida de acción. ¿Hay por ventura apostolado más verdadero y fecundo que el de la Virgen María, por medio de la cual el divino Salvador santificó a su Precursor? – Pero fijémonos en lo que en este divino misterio hacen tanto Jesús como su Madre.

María, desde luego se muestra fiel a la inspiración, a la voz del Señor que habla por medio de su Ángel. María cree y responde al instante: “heme aquí”. Parte ligera – es obediente y no admite demoras – a través de montañas y dificultades… Para ello, se olvida de sí misma, abandona su soledad, la alegría de su reposo y recogimiento. Lo sacrifica todo y no repara en molestias propias, por llegar adonde el Amor, adonde el deber la llama… Pero, notémoslo, lleva consigo a Jesús, a su Jesús dentro de sí, y mientras camina, Le adora, Le alaba, Le ama, y en verdad que Le da pruebas bien manifiestas de su amor. Se une a Él, Le ofrece y se ofrece a sí misma: es su cielo, “Cielo de Amor” allá en su interior.

Ha llegado ya al termino de su viaje María… ¿Qué hará, pues si su alma no puede contenerse dentro de sí? … Su prima le dispensa cariñosa acogida, la saluda, le dice que es bendita entre todas las mujeres, ¡y que es bendito su Jesús!... ¡Oh! he aquí la alabanza que, para ella, sobrepuja toda otra alabanza… Todo lo demás poco importa, nada significa, apenas presta oídos a ello… Su corazón tan sólo se muestra sensible a las alabanzas que se tributan ¡a su Divino Amor! ¡A su Divino Infante!

Por respuesta Ella canta, alaba, glorifica y engrandece a Aquel que la ha elegido, que ha realizado tan portentosas maravillas.

“¡Magníficat ánima mea Dominum! ¡Mi alma engrandece al Señor! Le enaltece y Le pregona grande y admirable… sobre todas las cosas… y querría engrandecerle además con el espíritu y corazón de todas las criaturas, manifestándoles los beneficios que han recibido de Él. ¡Oh humildad de María que le hace olvidarse a sí misma para que Dios sea mejor conocido y amado… humildad que le proporciona la dicha y felicidad!

Mi alma engrandece al Señor “y mi espíritu se regocijó en Dios mi Salvador”… y la causa de esa alegría que ella encuentra fuera de sí, en Dios, es “porque miró la bajeza de su sierva”. Ha sido para ella “Amor Misericordioso” el Señor. Abajóse hacia su pequeñez… y porque la halló la más pequeña en sus ojos, la encumbró a la mayor dignidad… la hizo la más grande… la convirtió en su reino… descendiendo a ella el Divino Verbo y con Él ¡los Cielos!

“En adelante me llamarán bienaventurada todas las generaciones; porque ha obrado en mí grandes cosas el Omnipotente: y santo el nombre de Él”. ¿Y cuál es ese nombre santo y santificador del mundo? … ¡Es el nombre del Salvador!... ¡Jesús! … su nombre de “Amor Misericordioso”… ¡su nombre de Dios todo bondad!...

¡Oh, sí, María, sois bienaventurada, porque Dios ha obrado en vos grandes cosas!... Ninguna mayor que descender a vuestro seno… elegiros por Madre suya… entregarse como Salvador por mediación vuestra… servirse de vuestra cooperación para manifestarse al mundo, ¡para realizar la obra grandiosa de la Redención! … Portentosas maravillas hizo en vos, pero no las hizo solo para vos. Aún continúa su misterio ¡quiere asociaros a su misión! ¿No es cosa todavía mayor, que el Señor del mundo, en vez de obrar directamente, divinamente, quiera servirse de un instrumento humano, quiera ser llevado a las almas por medio de su Madre?...

¿Y cómo se realizará el apostolado de María? Será realizado con suma fidelidad y caridad; será un apostolado lleno de la mayor sencillez, oculto bajo una acción corriente y común. María va a visitar a su prima para prestarle los humildes servicios que su posición requiere; y esta disposición humilde y caritativa; esta correspondencia de María a la Divina Voluntad conocida, le basta a nuestro buen Dios. No es menester ninguna otra cosa más. Con esto nos da a entender que lo que Él desea es nuestro consentimiento, la fiel correspondencia a su divina moción. Quiere que cumplamos cuanto Él dispone y ordena, no porque tenga necesidad de nuestra cooperación, sino para obtener nuestra obediencia. Exige de nosotros prontitud sin la más ligera demora o resistencia, sin inquietud ni falsa prudencia, sin temor al sufrimiento, sin vehemencias de mal entendido celo…; nos exige sencilla y constante fidelidad al deber presente, no pretendiendo hacer ni más ni menos que lo que El quiere, y en el modo y manera como actualmente lo quiere.

¿Y qué hace Jesús en María durante este tiempo? ¡Jesús es el Amor que se manifiesta! ¡Es el Amor que santifica! Él es quien hace saltar de gozo al Bautista en el seno de su madre. Él quien comunica a este pequeñuelo, que tan grande llegará a ser, conocimiento y amor; y con este conocimiento y amor la verdadera felicidad.

¿Y cuál fue la obra de María? Porque nada hemos notado. María ha sido fiel, y nada ha reservado, nada ha reservado ni retenido para sí misma: dejó a Jesús obrar libremente, y desempeñó ella el oficio de simple cooperadora. ¡He aquí el Apostolado! He aquí nuestro modelo en el ejercicio del mismo. Sí, acá en el destierro, cada alma tiene su misión, las que se sienten abrasadas por el celo santo, han de conformar su acción con la de María, en este divino misterio.

No es la palabra la que convierte las almas. La santificación es obra del Amor… y es el Espíritu Santo quien la lleva a cabo por medio de su divina unción. Él, y no otro, ha de ser quien obre en ellas, y le comunique sus celestiales dones. El apóstol, pues, debe vivir dócilmente subordinado a su acción, a sus mociones divinas: 1º Con humildad profunda y santo recogimiento, para poder comunicar lo que guarda en su interior; 2º Con el ejercicio habitual  de la abnegación, para no dar jamás a criatura alguna nada de sí mismo, es decir: nada natural, nada humano; 3º Con espíritu de sacrificio, de caridad, para no desdeñarse nunca de ejercer oficios humildes y repugnantes; 4º Con olvido total de sí, para mejor pensar en el Señor; para enaltecerle siempre y ensalzarle, y traerle nuevas almas cada día que le alaben también, y sean encendidas en las llamas de su divina caridad. De esta suerte el Amor no estará ocioso; surgirá potente, abrasados, y santificará, y se dará a otras almas, almas que a su vez se convertirán en Apóstoles… en hogueras de amor divino… en “Cielo de amor” para el amor.

¡Oh Amor Misericordioso, realiza, Tú, esta obra!...
 P. M. SULAMITIS.

(Extracto de "Centellitas". Con licencia eclesiástica).

miércoles, 27 de julio de 2016

"Enseñanzas del Amor Misericordioso: La paz"


¡OREMOS POR LA PAZ!

     Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa; ordena en tu paz nuestros días, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.

     Líbranos, Señor, te rogamos, de todos los males pasados, presentes y venideros; y por la intercesión de la bienaventurada y gloriosa siempre Virgen María, Madre de Dios, con tus bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo, y Andrés, y todos los Santos, danos propicia paz en nuestros días, para que, ayudados con el auxilio de tu misericordia, seamos siempre libres de pecado y seguros de toda perturbación. Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor, tu Hijo, que contigo vive y reina en unidad del Espíritu Santo, Dios. Por todos los siglos de los siglos. Amén. 

     Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: La paz os dejo, mi paz os doy; no mires nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia; y dígnate darle paz y mantenerla unida según tu voluntad. Tú, que vives y reinas, Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

* * *
     "¡Cuánta gloria me daríais, si mi paz fuera dada al mundo por medio del triunfo de mi Religión aun en medio de mis adversarios, en la época en que más encarnizados se hallan contra Mí y derraman su veneno, como buscando la raíz misma de la sociedad, atacando perversa y perniciosamente al alma de los niños pequeñitos!... Quisiera que la paz mundial fuera del fruto de la CARIDAD cristiana. Quisiera que los indiferentes y tantos incrédulos que no me conocen, se sientan atraídos por el ejemplo de los Cristianos y obligados a exclamar: “¡Ved como se aman!” – Este elogio de los primeros cristianos quisiera Yo que lo merecieseis vosotros. Pero, esta caridad, tal como Yo quiero verla practicada, no puede serlo de un modo natural, sino que exige un particular y continuo socorro de la gracia. Y esta gracia querría Yo que vinieseis a buscarla en su misma fuente… en mi Corazón… allí es donde más especialmente os manifiesto los excesos de mi Amor Misericordioso para vosotros y donde me entrego a vosotros más totalmente… Quisiera que vinierais a sacar esta gracia de vida divina más intensa y de caridad cristiana en el Altar, en la Comunión…"

     "¡Ah, hijos míos! ¡Qué doloroso es para mi Corazón ver a hermanos derramando la sangre de sus hermanos!... Rogad… rogad para que este mal se aleje de vosotros…"
            
      "Pero más doloroso es todavía para Mí el ver el odio, la venganza, la ira, la ambición o vanagloria sin freno en el corazón humano…"
            
      "Vosotros los que me amáis, implorad… haced todo lo posible para devolver la paz a la tierra… Esa es mi gloria… Yo quisiera que fuera la obra del amor…"

     "Id al pie del Tabernáculo en donde reside el Príncipe de la Paz[1], El que vino para traer la paz al mundo; Él os hará comprender por qué medio ha adquirido esta paz y os la ofrece… de qué manera podréis gozar de ella y beneficiar con ella a vuestros hermanos, si sois lo suficientemente dóciles para creer en Él… y para creer… para hacer lo que Él os ha dicho".


Gloria, Amor, Honor
Alabanza, Acción de Gracias
AL AMOR MISERICORDIOSO
REY DE PAZ

Señor, glorifícate en nosotros, y acelera tu Reinado. Amén. 




[1] Isaías, IX, 6.

domingo, 10 de julio de 2016

"Súplica de los pecadores"


Sexta promesa del Sagrado Corazón de Jesús: "Los pecadores encontrarán en mi Corazón un océano de misericordia".

            Dispuesta ya así el alma a la unión con la tristeza de un Dios-Hombre, tristeza causada por su criatura, y comprendiendo la enormidad del pecado, la monstruosa injusticia que por éste comete y el hurto odioso y sacrílego que voluntariamente hace con él a la gloria de su Dios, participa en cierto modo de los sentimientos del Amor Misericordioso, de la caridad del Corazón de Jesús, e implora la Misericordia divina a favor de los pecadores.

            Y ¡qué magnífica lección es ésta, para aquellos que permanecen indiferentes, a Dios y a los pecados de nuestros semejantes!

            Algunos, en efecto, miran el pecado con la mayor indiferencia. – ¿Será posible que puedan permanecer insensibles?... Desconocen lo que es Dios… lo que es criatura… y lo que es el pecado de la criatura contra Dios.

            ¡Compasión y lástima inspiran esas personas, ya que dan pruebas de que les falta corazón o inteligencia, mostrándose empedernidos y ciegos!

            Si tenemos la desgracia de contarnos entre ellos, humillémonos y procuremos mover nuestros corazones a sentimientos de amor, porque el amor sólo, es el que puede darnos luz, fuerza y vigor, para salir de nuestra lamentable indiferencia y flojedad, y nos hará practicar actos llenos de vida.

            Otros hay, por el contrario, que son extremadamente celosos de la gloria de Dios, que llevados de recta intención se indignan instintivamente en presencia de una injusticia; y los ultrajes y desacatos que se hacen a Dios, provocan en ellos el celo impetuoso de Santiago y Juan, quienes pedían que bajara fuego del cielo sobre aquellos que se resistían al Divino Maestro: “Vosotros no sabéis qué espíritu os mueve”, les contestó Jesús, dándoles a entender así que deben revestirse de su espíritu de amor y compasión, manifestada en estas palabras: “El Hijo del Hombre no ha venido a perder las almas, sino que a salvarlas”.

            Y si Jesús mi Salvador soporta con tanta mansedumbre y paciencia al pecador, tratando de atraerle por la suavidad y el Amor ¿no sabré yo tolerarle con mansedumbre y Jesús arde en deseos de restablecer el orden, pero sabe esperar… porque es Eterno.

            Sabe esperar, porque late en su pecho un corazón de Padre, de Salvador, de Amigo. Un corazón de Creador que ama tiernamente a su criatura, que la ama a pesar de sus ingratitudes. – ¿Qué artista no ama a su obra, y pone todo su empeño en repararla, cuando sufre algún desperfecto? El Corazón de Jesús, este Corazón de Nuestro Rey de amor, es todo Misericordia ¡se ha entregado a la mísera criatura!

            Por otra parte, Jesús conoce y ve la magnitud del daño cometido… es la justicia misma y la eterna verdad. Su celo por la gloria del Padre le hace buscar y hallar medio de satisfacer todos los derechos de sus perfecciones infinitas; del tribunal de la Justicia, apela al de la Misericordia; a fin de que ésta aplaque a aquella justamente irritada; ¡qué lucha tan misteriosa y adorable! Lucha divina… la que se entabla. – Pero su palabra es terminante y precisa: Nuestro Divino Salvador, no vino a la tierra a perder las almas, sino a salvarlas; solamente la Misericordia podía hallar el magnífico y eficaz medio de conciliar todas las cosas –. Y esta Misericordia no se contenta con satisfacer por el pecador, sino que le devuelve sus derechos y hace que la gracia sobreabunde, allí donde ha abundado el pecado.

            El alma celosa y fiel, que quiere responder a los deseos del Corazón de Jesús, implora también de continuo la Misericordia Divina a favor de los pecadores.

            Esto es lo que hace constantemente también María, nuestra buena Madre, Reina del Cielo, tan justamente llamada Madre de Misericordia, refugio de los pecadores.

            Cuanto más unida a Jesús está el alma, y más participa de las disposiciones de su amantísimo Corazón, más tierna e intensa será su compasión hacia los desgraciados que viven apartados de Jesús.  Y como mientras permanezcan sobre la tierra, pueden esas almas volverse algún día hacia Dios y obtener su perdón y la vida eterna, aquellos que verdaderamente le aman y conocen los insaciables deseos que tiene Jesús de salvar las almas y de que le pidamos por ellas, se deshacen en oraciones y súplicas multiplicando así las ocasiones de llevar alegrías al Corazón de su Dios, a fin de que se dilate y broten de Él con mayor abundancia las efusiones de su Amor Misericordioso.

            Estas almas tendrán, por tanto, parte en la obra de la Redención, pues ayudan a Jesús a salvar a sus hermanos, y de este modo extienden y aumentan considerablemente el Reino de Dios.

            ¡Oh, si supiésemos comprender lo que significa: ayudar a Jesús a reinar en un alma!... lo que es contribuir a conquistar un alma para su Reino… Un alma vale más que todo el universo, más que todo lo que existe en el mundo inferior al hombre; porque el hombre es libre; Dios le ha hecho libre, para poder recibir de él un homenaje voluntario; homenaje con el cual se contribuye a la gloria accidental del mismo Dios, cada vez que alguna de sus criaturas le proclama por verdadero Rey suyo. Y por el contrario, es un desorden, un agravio, el que el hombre rehuse lo que debe a su Creador y Redentor.

            Pero el hombre tiene tan debilitadas sus facultades por el pecado, que no puede ejecutar el bien, sino por una gracia particular de su Dios; por eso tenemos que pedírsela continuamente para nosotros y para nuestros semejantes, implorándola de la Misericordia Divina.
            Al considerar, pues, la tristeza de Jesús en el Huerto de los Olivos, no nos olvidemos de suplicar a su Divino Corazón, la Misericordia Infinita, para que su Amor Misericordioso, no sólo perdone, sino que también derrame con profusión sobre los pecadores los dones de su divina gracia, transformándolos hasta convertirlos en Santos, haciendo de ellos vasos de elección.

            ¡Oh, Rey de Amor Misericordioso, que cifráis vuestra gloria en hacer bien a los que sólo en vuestra bondad esperan!... ¡Apresuraos a realizar todos los deseos de vuestro Corazón, y tened compasión de vuestras pobres criaturas!

            Eterno Padre; por el Corazón Inmaculado de María, os ofrezco a Jesús, Vuestro Hijo muy Amado, y me ofrezco a mí mismo en Él, con Él y por Él, a todas sus intenciones y en nombre de todas las criaturas.

(Del "Mes del Rey de Amor". Con licencia eclesiástica).