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domingo, 1 de enero de 2017

Rvda. Madre Sor María Teresa Desandais (P. M. Sulamitis) 1876-1943.



¡VIVA † JESUS!

De ntro. Monasterio de Dreux-Vouvant, 2 de Enero de 1943.

            Nuestras muy Respetables y amadísimas Hnas:

            Jesús, nuestro divino Redentor acaba de unirnos muy íntimamente al misterio de su Circuncisión, en este primer día de Enero de 1943, que coincide con el primer viernes de mes, llevándose Consigo a la que durante muchos años y en todo el sentido de la palabra fue el alma y la vida de nuestra humilde Comunidad, a nuestra muy Respetable y bien amada Madre,

MARÍA TERESA DESANDAIS

            Desde su más tierna infancia, esta alma escogida, favorecida por la naturaleza y por la gracia, aspiró al don o entrega total de sí misma al AMOR DIVINO, y en curso de la última enfermedad de nuestra amadísima Madre, hemos podido asistir emocionadas a la consumación en el UNO de todo su ser con Dios. Así que, a pesar del desgarramiento de nuestros corazones, nos sentimos en una atmósfera de paz íntima tan profunda y de calma tan sobrenatural, que en medio de nuestro dolor, buscamos y encontramos a nuestra venerada Madre en Aquel a quien ella tanto amó y trabajó por hacer amar entre nosotras.

            Notábamos con pena desde hace algunos meses, que las fuerzas de nuestra Madre disminuían, pero su rara energía que sacaba sin duda de su incesante trato con Dios la sostenía en pie en medio de sus hijas a quienes tanto amaba, y siempre acudía a nuestros actos de Comunidad, con la mirada brillante y la sonrisa en los labios. En cada recreación, con su gracia comunicativa, elevaba nuestras almas a lo sobrenatural, al amor de nuestras benditas observancias y al agradecimiento a la bondad de Dios por todo cuanto había hecho por nosotras en estos últimos años. En efecto, este humilde rincón de la región de Vendée, convertido en un modesto pero verdadero Monasterio, en la guerra, parece claramente un don del Amor Misericordioso para nuestra pequeña familia que de otro modo, se encontraría aún actualmente imposibilitada de reanudar su vida religiosa en el querido nido. El destierro existe siempre, mientras permanezcamos en esta tierra, puesto que nuestra verdadera morada está en el cielo en la casa del Padre… y allí es donde Él ha querido llevar a nuestra amadísima Madre.

            A primero de Diciembre, empezaron a serle las noches muy penosas, siendo más frecuentes las crisis de asfixia, con la cual se confirman las inquietudes del facultativo. Desde entonces nuestras abnegadas y queridas Hnas. Asistente y Depuesta(1), presintiendo con dolor el supremo sacrificio, se relevaban día y noche, velando a nuestra amada Madre.

            En las dos recreaciones diarias nos reuníamos alrededor de nuestro Jesús Visible, y aunque quisiéramos hacerlo, nos resulta imposible dar cuenta aquí de todo cuanto vertió en nuestras almas el canal Maternal. Nos veíamos envueltas en lo sobrenatural de nuestra amadísima Madre, la cual, procurando siempre distraer nuestra atención de ella, nos lanzaba continuamente hacia lo alto… en la paz, en el gozo, invitándonos casi continuamente a expresar por medio de algún piadoso cántico, sus disposiciones de agradecimiento y amor.

            Por sí misma, nuestra venerada Madre, solicitó los Santos Sacramentos. No creemos necesario en pintar a Vuestras Caridades los sentimientos de nuestros pobres corazones destrozados con el pensamiento de que Jesús tal vez iba a privarnos de nuestro TESORO MATERNAL para llevarla consigo para siempre.

            Sucedíanse las Novenas… y queríamos esperar siempre… pero la de la dulce fiesta de Navidad nos mostró con evidencia que el cielo se entreabría para nosotras. Nuestra amadísima Madre experimentaba un gozo muy grande al pensar que moriría durante las fiestas de Navidad, y nos decía que todos los misterios de la vida de Jesús son manifestaciones del Amor Misericordioso de su Corazón, siempre en acción, inclinándose hacia la miseria, a fin de revestirla de Sí… y transformarla en Él…

            Lleno de delicadeza y de abnegación para con nuestra Madre, el Doctor la visitaba casi a diario y se maravillaba de que pudiera vivir con un corazón tan gastado, pero el Artista Divino quería perfeccionar su obra y colmarnos de gracias por su órgano bendito…

            Cuanto más se debilita el cuerpo, más parece que se vigoriza el alma, nos decía el Sr. Confesor que rodeaba igualmente a nuestra enferma con toda su abnegación de Padre.

            El 28 de Diciembre, previendo nuestra venerada Madre, que no podría tener lugar el día 31 el Capítulo anual, nos reunió a todas en torno suyo, y después de mostrarnos la nada de cuanto pasa, lo serio de la vida y de la muerte que ella misma estaba experimentando con trabajo en su mismo cuerpo, pidió perdón a cada una de nosotras, hizo que sacásemos los protectores del año y nombró a las Celadoras Espirituales. ¡Qué Capítulo aquel! ¡Qué memorable para cada una de nosotras!... Cada vez que nos despedíamos de ella, nos preguntábamos si volveríamos a oír su voz, que se complacía en repetirnos: “Os conviene que me vaya. Si el Señor me lleva, no me oiréis más, pero os quedará el Espíritu Santo… Él os recordará todas las cosas… Él hará vuestra santidad… Además siempre tendréis una Madre, la cual será su órgano para transmitiros la expresión de la Voluntad divina… Oh queridas hijas, queridas hijas mías, a todas os llevo dentro de mi corazón… Yo seré siempre –si lo quiere Jesús y creo que sí lo querrá– yo seré siempre la pequeña Coadjutora de vuestra Madre”. Adivinando nuestro dolor nos repetía con frecuencia “Oh, no demos a Dios más que alegrías. Estemos siempre contentas con todo lo que Él disponga…”

            ¡Siempre contenta de Él! ¡Oh, y como lo estaba siempre nuestra amadísima Madre! En el curso de sus mayores crisis la Hna. Depuesta que conocía todos sus atractivos espirituales, le decía dulcemente para cerciorarse de que sí oía: “¿No es verdad Madre mía que Vuestra Caridad está contenta de todo lo que Jesús hace y quiere?” Enseguida una sonrisa celestial iluminaba su rostro y murmuraba: “¡Oh sí! Somos tan felices los dos… Como quieras Jesús mío. ¡Yo pensaré siempre como Tú!” Cuantas veces renovó el sacrificio de su vida, ofreciéndose en unión con Jesús como pequeña Hostia de holocausto en alabanza de gloria al Amor Misericordioso, por la Santa Iglesia, por el Santo Padre, por el Instituto que amaba tanto, por su pequeña Comunidad y para pedir la paz para el mundo mediante el reino de la Caridad.

            Durante las dos recreaciones del último día, de ayer, nuestra amadísima Madre quiso de nuevo reunirnos a todas a su alrededor, para practicar hasta el fin, cuanto le era posible, nuestras santas Observancias y costumbres. A todas nos felicitó deseándonos un año santo: “Hijas mías, os dejo la paz… y la alegría del Espíritu Santo. En nombre de todas y de cada una de vosotras hago el sacrificio de mi vida. Las que se van, permanecen y las que se quedan, se van”. ¡Con cuanta emoción y santo respeto íbamos a besar su mano maternal y a recibir la última palabra de adiós a nuestras almas!

            Hacia el medio día la creíamos por dos veces en agonía. Renovaba muchas veces el sacrificio de su vida, repitiendo las palabras de Jesús en la Cruz, adhiriéndose con Él a la divina Voluntad del Padre. Después de la obediencia de la noche dejábamos a nuestra amadísima Madre, preguntándonos si llegaría al día siguiente, nuestros corazones quedaban cerca de ella y nuestra oración por sus intenciones era incesante.

            Mientras descansaba un poco la Hna. Asistente, que había pasado ya varias noches junto a la enferma, se instaló a la cabecera de su hermana la Hna. Depuesta, y entonces tuvieron las dos una conversación muy íntima… después de la cual, nuestra venerada enferma trató de descansar un poco… Pasados unos instantes volvió la cabeza hacia la que hacía para ella de Cirineo, que era la que más gustaba ella tener a su lado. Por la expresión de su rostro comprendió la Hna. Depuesta que había llegado el momento supremo. Tomó entre sus manos la mano de nuestra amadísima Madre, para que por última vez bendijese a todas su hijas, la besó por todas nosotras y llamamos a nuestra Respetable Hna. Asistente. Hizo algunas aspiraciones y su hermosa alma voló para siempre a abismarse en Aquél que había sido su único Amor y a Quien tan fielmente había servido. Eran las 10 de la noche.

            Tenía nuestra amadísima y llorada Madre 66 años de edad y 44 de profesión.

            Esta mañana después de la Misa, el Señor Capellán, nuestro devoto y piadoso Confesor, vino a unirse a nosotras para el Subvenite y, con un corazón todo paternal, nos dijo que tomaba parte de nuestro dolor, porque sabía lo mucho que quería nuestra Madre a sus hijas, y de qué forma  sus hijas la amaban y veneraban. “Sin embargo, agregó, la primera sensación que debería inspirar la partida: es la del reconocimiento.

            En primer lugar, gracias a Dios que hizo entrega de tantos dones de gracias a vuestra Madre. ¡Oh! ¡Cómo amaba ella a Jesús!... ¡y cómo ella se entregó completamente al Amor!

            La gratitud por todo lo que vosotras habéis recibido de ella: por medio de ella. Qué bien le hizo ella a cada una de vuestras almas por sus ejemplos… ¡por sus enseñanzas!

            Y entonces, mis queridas hijas, confianza. Sí, confianza en que la Providencia, que ha sido tan buena con ustedes en medio de vuestras pruebas, no las abandonará jamás.

            Confianza en que vuestra Buena Madre continuará, desde el Cielo, velando por su pequeña familia donde ella se ganó todos los corazones”.

            Hace apenas un par de horas que somos huérfanas, y ya de todos lados nos llegan los testimonios más emotivos de religioso interés. Su Excelencia, monseñor Massé, Vicario General y Obispo titular de Phaena, nuestro digno Superior, nos había hecho esperar su presencia para los funerales, pero hizo anunciar que esto se haría imposible debido a las comunicaciones dificultosas, asegurándonos su profunda unión. Por otro lado, Monseñor Cazaux, Obispo de Luçon, se propone llegar junto a nosotras el día de las Exequias, martes 5, vigilia de la Epifanía.

            Permítasenos decir a Vuestras Caridades como llegamos así a una coincidencia que nos parece llamativa. Unos días antes de su muerte, nuestra querida Madre, conversando con su querida Depuesta, le dijo: “¿Qué día me vendrá a buscar? Cuando Él quiera. Navidad ha pasado, pero será siempre cerca de esta dulce fiesta… ¿el 28, muerte de nuestro Bienaventurado Padre?(2) ... El 1º de Enero… día de la Circuncisión… ¿1er Viernes de mes? Sería demasiado bello. De todas maneras seré depositada en la tierra cerca de la fiesta de la Epifanía. ¡Oh! Qué alegría de poder volver al completo anonadamiento para que Él se manifieste a las almas… ¡para que llegue el reinado de la Caridad!”.

            Antes de terminar, nuestras amadísimas Hermanas, dejadnos pedir a Vuestras Caridades los socorros de vuestras santas oraciones por aquella a quien nosotras lloramos…. Y que les hará tanto bien, y para nosotras, sus hijas que quedamos en la tierra, para que nos ayuden a continuar la obra de nuestra santificación a fin de que nosotras seamos verdaderamente como le hemos prometido, su alegría y su corona por nuestra fidelidad a nuestra santa vocación y la puesta en práctica de todo lo que ella nos ha enseñado: sobre todo la unión de los corazones, la caridad.

            Es esto que lo que ella tanto deseaba con lo que nos quedamos. También muy cercanamente los dos ángeles guardianes visibles de sus días de agonía –que estaban, y así lo sentimos, al lado de su cama, en nombre de cada una de nosotras– nos abandonamos con confianza por las manos de la Santísima Virgen en el Corazón de Jesús; es en este horno de amor, feliz socorro de sus elegidos, que nosotras reiteramos los sentimientos de la más religiosa y profunda dilección,

de Vuestras Caridades,
Nuestras muy respetables y amadísimas Hermanas,
Las humildísimas e indignas Hermanas y Siervas en Nuestro Señor.
Las Hermanas de la Visitación de Santa María.

¡Dios sea Bendito!

* * *

            Hasta aquí las Religiosas del citado Monasterio –que es de Salesas– en la circular que mandaron a la Orden al fallecimiento de esta religiosa.

            De nuestra parte solo añadimos que Madre María Teresa Desandais y “P. M. Sulamitis” tan conocida de nuestros lectores, eran la misma persona. ¡Eterno descanso le dé el Señor!


            (De la “Vida Sobrenatural” Mayo – Junio de 1943).

__________

(1) Nombre con el que es conocida la Superiora cuando termina su periodo de gobierno.
(2) San Francisco de Sales, fundador de la Orden de la Visitación de Santa María, murió en Lyon, Francia, el 28 de diciembre de 1622.

martes, 17 de mayo de 2016

"Los amigos de Jesús"

Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que Yo os mando... Esto os mando: Que os améis unos a otros. (San Juan XV; 14, 17).

Amémonos unos a otros con amor fraternal; respetemos y mostremos deferencia hacia los demás. (Romanos XII; 10)

Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios. (1 San Juan IV; 7)

* * *
"San Pablo decía que todas las obras exteriores más heroicas nada eran sin la caridad, y Nuestro Señor, que no cesa de pedir “amor” a sus criaturas, nos hizo comprender en su Evangelio, nos ha hecho entender por San Juan, inspirado por las palabras del Maestro, que el amor de Dios para ser verdadero debe traducirse en amor al prójimo".

"Este movimiento de caridad atraerá, no podemos dudarlo, sobre las personas consagradas al Sagrado Corazón, la abundancia inmensa de bendiciones que Nuestro Señor tiene prometidas a sus amigos –pues se trata únicamente de su Gloria y de su Alegría– del avance de su Reinado de Amor en nuestras almas – y del bien de la paz en la sociedad".

"¡Qué devoción tan bella al Sagrado Corazón y cuán práctica! … pues el Amor Misericordioso es la librea que deben llevar todos sus amigos… aquellos que quieren ser verdaderamente suyos… y trabajar por Él… por su reinado. ¡Cuántos hay que no piensan en esto!".



sábado, 14 de mayo de 2016

Jesús tiene una palabra de Amor y Misericordia para el mundo entero

¡Amor Misericordioso!
¡María Mediadora!
¡Quién como Dios!


Viva Jesús, cuya preciosa muerte 
mostró cuanto el Amor era más fuerte.
(San Francisco de Sales)

¡El Amor no es conocido! ¡El Amor no es amado!

Yo soy el Amor Misericordioso

y como tal quiero ser entre vosotros

Conocido – Amado – Imitado – Ofrecido

Conocido: Sed buenos como yo soy bueno. – Misericordiosos como yo soy misericordioso. Estudiadme en el Evangelio.

Amado: Con un amor de confianza… de gratitud… de conformidad… de intimidad, de fidelidad, de preferencia.

Imitado: En mis disposiciones y en mis obras: Amaos los unos a los otros, como Yo os he amado.

Ofrecido: Sobre la Cruz –sobre el Altar– en todas las circunstancias de mi vida y en todos los momentos de la vuestra. Vuestros pensamientos, palabras, acciones, sufrimientos, serán “como si fueran Míos”.

Esta ofrenda –fruto de la humildad y del amor– que consiste esencialmente en conformar lo más posible nuestras disposiciones y nuestros actos con los de Jesús y en ofrecerlos unidos a los suyos como una gota de agua en un abismo de tesoros infinitos, es el medio más breve, más seguro y más fácil para llegar a la unión íntima con Dios y a la práctica de las más sólidas virtudes, pues da un valor incomparable a todas nuestras obras. 

Mas podemos seguir preguntándonos  ¿qué es el Amor Misericordioso?

Es el Amor de un Corazón que se da a la miseria; es el nombre del Corazón del Buen Dios; el nombre del Corazón de Jesús; nombre que nos revela él solo todo su misterio, no pudiendo ningún otro expresar mejor su carácter que él.

Esta imagen recordará a las almas piadosas que "Aquel" a quien reciben en la Eucaristía y que se ofrece en el Altar es el mismo que se inmoló por todas las almas en la Cruz y que nos descubrió su Corazón. En ella aparecen reunidas las mayores manifestaciones del Amor Misericordioso: su Cruz, su Hostia, su Corazón, los Santos Evangelios.

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¡Jesús mío, de todo corazón me uno a Vos! - 300 días de indulgencia.

Padre Santo, por el Corazón Inmaculado de María, os ofrezco a Jesús, vuestro Hijo muy amado, y me ofrezco yo mismo en Él, con Él y por Él a todas sus intenciones y en nombre de todas las criaturas. - 300 días de indulgencia cada vez y una plenaria al mes. (Pío XI, 10 Junio 1923).

Jesús mío, perdón y misericordia, por los méritos de vuestras Santas Llagas. - 300 días de indulgencia. 

Padre Eterno, os ofrezco las Llagas de Nuestro Señor Jesucristo para curar las de nuestras almas. - 300 días de indulgencia.

¡Mírame!
Hasta que veas… cuanto  te amo…
¡Únete a Mí!... ¡Ofréceme!

¡Imítame! ¡Ámame!


(Con licencia eclesiástica)