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miércoles, 4 de octubre de 2017

"Homenaje a San Miguel"


¡MIKAEL! ¡QUIEN COMO DIOS! (100 d. ind.) ¡Esta invocación es un grito de amor, fuente de santidad, alabanza perfecta a Dios! ¡QUIEN COMO DIOS! ¿Poderoso, bueno, justo, santo, misericordioso como El? ¡MIKAEL, MIKAEL, oh gran Príncipe de la celestial milicia, bajo tu glorioso estandarte conduce a la Legión del Corazón Inmaculado de María rumbo a la victoria de Dios! ¡MIKAEL, MIKAEL, nosotros te queremos por nuestro Jefe, desvía los obstáculos que se oponen al Reinado del Sagrado Corazón y dígnate aceptar nuestros homenajes!

“El Arcángel S. Miguel ha sido establecido como guardián del Paraíso, todos los ángeles le reverencian y le honran” (oficio de S. Miguel).

Miguel, mi Arcángel, yo te constituyo Príncipe sobre todas las almas que deben ser recibidas en mi Reinado (3era antífona de vísperas).

Honrando a S. Miguel los pueblos obtienen de él innumerables beneficios, invocando su llegada al Reino de los cielos (2° nocturno).

La devoción a San Miguel es un signo de predestinación (San Alfonso Ma. de Ligorio).

“En la primera guerra Dios ha vencido en el servicio del Príncipe de las celestes Milicias y nosotros debemos creer firmemente que la lucha actual terminará por el triunfo y socorro de este Arcángel bendito”. (Pío X. Invito sacro, 18 sept. 1903).

EXORCISMO
Contra Satán y los Ángeles rebeldes1

Publicado por orden de S. S. Leon XIII (Esta traducción abreviada para uso de los fieles lleva imprimatur del Cardenal Dubois, 15 de junio de 1922).

Gloriosísimo príncipe de los Ejércitos Celestiales, San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate contra los principados y las potestades, contra los caudillos de estas tinieblas del mundo, contra los espíritus malignos esparcidos por el aire. Ven en auxilio de loshombres que Dios hizo a su imagen y semejanza, y rescató a gran precio de la tiranía deldemonio. A ti venera la Iglesia como a su guardián y patrono.A ti confió el Señor las almas redimidas para colocarlas en el sitio de la suprema felicidad.

Ruega, pues, al Dios de paz que aplaste el demonio a nuestros pies, quitándole todo el poder para retener cautivos a los hombres y hacer daño a la iglesia.. Pon nuestras oraciones bajo la mirada del Altísimo, a fin de que desciendan , cuanto antes las misericordias del Señor, y sujeta al dragón, aquella antigua serpiente, que es el diablo y Satanás, para precipitarlo encadenado a los abismos, de manera que no pueda nunca más seducir a las naciones.

Exorcismo

En el Nombre de Jesucristo Dios y Señor Nuestro, mediante la intercesión de la Inmaculada Virgen María, madre de Dios; de San Miguel Arcángel, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los Santos, procedemos con ánimo seguro a rechazar a los asaltos que la astucia del demonio mueve en contra de nosotros.


Salmo 67


Levántese Dios y sean dispersados sus enemigos y huyan de su presencia los que le odian. 
Como se disipa el humo se disipen ellos, como, se derrite la cera ante el fuego, así perecerán los impíos ante Dios.

V. He aquí la Cruz del Señor, huid poderes enemigos.

R. Ha vencido el León de la tribu de Judá, la raíz de David.

V. Señor, que tu misericordia venga sobre nosotros.

R. Como lo esperamos de Ti.

Te exorcizamos todo espíritu maligno, poder satánico, ataque del infernal adversario, legión, concentración y secta diabólica, en el nombre y virtud de Nuestro Señor Jesucristo, para que salgas y huyas de la Iglesia de Dios, de las almas creadas a imagen de Dios y redimidas por la preciosa Sangre del Divino Cordero. En adelante no oses, perfidísima serpiente, engañar al género humano, perseguir a la Iglesia de Dios, zarandear a los elegidos y cribarlos como el trigo. Te lo manda Dios Altísimo, a quien en tu insolente soberbia aún pretendes asemejarte, “el cual quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (II Tim. 2). Te lo manda Dios Padre  te lo manda Dios Hijo; te lo manda Dios Espíritu Santo. Te lo manda la majestad de Cristo, el Verbo eterno de Dios hecho hombre, quien para salvar a la estirpe perdida por tu envidia, “se humilló a sí mismo hecho obediente hasta la muerte” (Fil. 2); el cual edificó su Iglesia sobre roca firme, y reveló que “los poderes del infierno nunca prevalecerían contra ella, Él mismo había de permanecer con ella todos los días hasta el fin de los tiempos” (Mat. 28, 20). Te lo manda el santo signo de la Cruz y la virtud de todos los Misterios de la fe cristiana. Te lo manda la excelsa Madre de Dios, la Virgen María, quien con su humildad desde el primer instante de su Inmaculada Concepción aplastó tu orgullosa cabeza.

Te lo manda la fe de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de los demás Apóstoles. Te lo manda la sangre de los mártires y la piadosa intercesión de todos los Santos y Santas. Por tanto, maldito dragón y toda legión diabólica, te conjuramos por Dios vivo, por Dios verdadero, por Dios  santo, que “de tal modo amó al mundo que entregó a su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que viva la vida eterna” (Juan 3); cesa de engañar a las criaturas humanas y deja de suministrarles el veneno de la eterna perdición; deja de dañar a la Iglesia y de poner trabas a su libertad. Huye Satanás, inventor y maestro de toda falacia, enemigo de la salvación de los hombres. Retrocede ante Cristo, en quien nada has hallado semejante a tus obras. Retrocede ante la Iglesia una, santa, católica y apostólica, la que el mismo Cristo adquirió con su Sangre. Humíllate bajo la poderosa mano de Dios. Tiembla y huye, al ser invocado por nosotros el santo y terrible Nombre de Jesús, ante el que se estremecen los infiernos, a quien están sometidas las Virtudes de los cielos, las Potestades y las Dominaciones; a quien los Querubines y Serafines alaban con incesantes voces diciendo: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los Ejércitos.

V. Señor, escucha mi oración. 
R. Y llegue a Ti mi clamor.

OREMOS. Dios del Cielo y de la tierra, Dios de los Ángeles, Dios de los Arcángeles, Dios de los Patriarcas, Dios de los Profetas, Dios de los Apóstoles, Dios de los Mártires, Dios de los Confesores, Dios de las Vírgenes, Dios que tienes el poder de dar la vida después de la muerte, el descanso después del trabajo, porque no hay otro Dios fuera de Ti, ni puede haber otros sino Tú mismo, Creador de todo lo visible y lo invisible, cuyo reino no tendrá fin: humildemente te suplicamos que tu gloriosa Majestad se digne libramos eficazmente y guardamos sanos de todo poder, lazo, mentira y maldad de los espíritus infernales. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

V. De las asechanzas del demonio.
R. Líbranos, Señor.
V. Haz que tu Iglesia te sirva con segura libertad.
R. Te rogamos, óyenos.
V. Dígnate humillar a los enemigos de tu Iglesia.
R. Te rogamos, óyenos.

(Se rocía con agua bendita el lugar y a los presentes).

Cántico a San Miguel
(tono: Hasta tus plantas...)

Coro:
Bendice, oh santo Arcángel
El grito de nuestra fe:
//¡A Dios queremos que es nuestro Padre,
A Dios queremos que es nuestro Rey!//

I

Oh esplendor y virtud del Padre
Eterna vida del corazón
Jesús. a Ti, gloria en la tierra,
Gloria al Arcángel, tu servidor.

II

Del ejército de los ángeles,
Te haces cortejo, oh Rey Jesús,
Y San Miguel, tu gran Arcángel,
Levanta el lábaro de la Cruz.

III

Cayendo del cielo a los abismos
Halló su encierro Lucifer
Y los secuaces de sus delitos
Se hallan dispersos por doquier.

IV

Contra el jefe de los rebeldes
Se alza el Arcángel con gran valor
Para ganar las bellas palmas
Que da al Cordero vencedor.

V

Oh Dios, que estás junto a los Ángeles,
Trinidad santa de bondad,
A Ti amor, honor y alabanzas,
Por todo el tiempo y la eternidad.

Coronilla de San Miguel

La recitación de esta Coronilla nos puede obtener los más abundantes favores en las necesidades públicas, sobre todo en aquellas de la Iglesia católica, siendo San Miguel su eterno protector. Rescripto de la S. C. de Ritos, 8 de septiembre de 1852.

En 1751, san Miguel se apareció a la Beata Antonia de Astonac, carmelita, y le hizo promesa de que cada vez que fuera honrado por la recitación cotidiana de esta Coronilla sería acompañado a la Mesa Eucarística por un Ángel de cada uno de los nueves coros celestiales. Además prometió su asistencia y la de los santos Ángeles durante el transcurso de la vida, y en llegando la muerte, la libertad del Purgatorio para sí y para todos sus familiares (Vida: libro 2, cap. 14).

Acto de Contrición: Señor mío Jesucristo, etc.

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

SALUTACION. Al primer coro de los Ángeles. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Serafines, que el Señor se digne de encender en nosotros la llama de una perfecta caridad. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al segundo. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Querubines, el Señor se digne darnos su gracia para que cada día aborrezcamos más el pecado y corramos con mayor decisión por el camino de la santidad. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al tercero. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Tronos, que el Señor derrame en nuestras almas el espíritu de la verdadera humildad. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al cuarto. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de las Dominaciones, que el Señor nos conceda el señorío sobre nuestros sentidos de modo que no nos dejemos dominar por las malas inclinaciones. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al quinto. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Principados, que el Señor infunda en nuestro interior el espíritu de obediencia. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al sexto. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de las Potestades, que el Señor se digne proteger nuestras almas contra las asechanzas y tentaciones del demonio. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al séptimo. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de las Virtudes, que el Señor no nos deje caer en la tentación, mas nos libre de todo mal. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al octavo. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Arcángeles, que Dios nos conceda el don de la perseverancia en la fe y buenas obras de modo que podamos llegar a la gloria del cielo. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

Al noveno. - Por la intercesión de San Miguel y del Coro celestial de los Ángeles, que el Señor se digne darnos la gracia de que nos custodien durante esta vida mortal, y luego nos conduzcan al Paraíso. Amén. (1 Padrenuestro y 3 Avemarías).

(A continuación se rezan 4 Padrenuestros en honor de San Miguel, San Gabriel, San Rafael y de nuestro Ángel de la Guarda).

Glorioso San Miguel, caudillo y Príncipe de los ejércitos celestiales, fiel custodio de las almas, vencedor de los espíritus rebeldes, ministro de la Corte del Rey de los Cielos y admirable guía después de Jesucristo, de sobrehumana excelencia y virtud, dígnate librar de todo mal a cuantos confiadamente recurrimos a ti, y haz que mediante tu incomparable protección avancemos todos los días en el santo servicio de Dios. Amén.

V. Ruega por nosotros, glorioso San Miguel, Príncipe de la Iglesia de Jesucristo.
R. Para que seamos dignos de alcanzar sus promesas.

OREMOS. - Dios Todopoderoso y Eterno, que por un prodigio de tu bondad y misericordia a favor de la común salvación de los hombres, escogiste por Príncipe de tu Iglesia al gloriosísimo Arcángel San Miguel, te suplicamos nos hagas dignos de ser librados por su poderosa protección de todos nuestros enemigos, de modo que en la hora de la muerte ninguno de ellos logre perturbarnos, y podamos ser por él mismo introducidos en la mansión celestial, para contemplar eternamente tu augusta y divina Majestad. Te lo pedimos por los méritos de Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

(7 años y 7 cuarentenas, plenaria una vez al mes, y en las fiestas de san Miguel (8 de mayo y 29 de septiembre), de san Gabriel (24 de marzo), de San Rafael (24 de octubre) y de los Ángeles custodios (2 de octubre), para quienes la recen dichos días).

Oración a San Miguel (todos).

Rezada por el celebrante después de cada misa rezada: Unámonos a él.

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra la maldad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes. Y tú, Príncipe de la Milicia celestial, usando el poder que el cielo te ha conferido, lanza al infierno a Satanás y a los otros espíritus malignos que recorren el mundo para perdición de las almas. Amén.

LLAMADO A SAN MIGUEL (todos).

En nombre del Sagrado Corazón de Jesús y por la intercesión del Corazón Inmaculado de María, postrados humildemente delante de vuestra Majestad, oh Dios Todopoderoso, nosotros te suplicamos que te tomes a bien enviarnos a SAN MIGUEL para que nos socorra en nuestra desgracia.
¡San Miguel, Principe de las celestiales Milicias, ven a nosotros! ¡¡CON TODO NUESTRO QUERER NOSOTROS TE LLAMAMOS!! ¡Te ponemos nuestra persona, nuestra Legión, nuestras familias, nuestras parroquias, nuestra Patria y el mundo entero bajo tu especial protección! ¡Que Dios suscite santos entre nosotros! ¡Y NUMEROSOS SACERDOTES! Por medio de ellos, oh santo Arcángel, haz triunfar a la Iglesia en la lucha que ella sostiene contra el infierno desatado, y por la virtud del Espíritu Santo, establece el reinado de Cristo sobre nuestra Patria y sobre el mundo entero a fin de que la paz permanezca para siempre. Amén.

Canto (tono Ave de Lourdes) ¡Amor y alabanzas al gran San Miguel! (bis).

¡Sagrado Corazón de Jesús, que vuestro Reino venga por el Corazón Inmaculado de María! (100 días de indulgencia, Monseñor el Arzobispo de Auch).

Consagración a San Miguel (todos).

Oh gran Príncipe del Cielo, fidelísimo guardián de la Iglesia, San Miguel Arcángel, yo te escojo el día de hoy como a mi protector y mi particular abogado, y me propongo firmemente honrarte todos los días,  y de hacerte honrar en cuanto me sea posible. 
Asísteme toda mi vida a fin de que nunca ofenda los purísimos ojos de Dios ni con obras, ni con palabras, ni en pensamientos. Defiéndeme contra las tentaciones del demonio, y a la hora de mi muerte, dale la paz a mi alma e introdúceme a la Patria eterna. Amén.
Oh gran San Miguel, que has sido constituido el defensor de la gloria divina en medio de los ángeles, sé también EL PORTA-ESTANDARTE Y EL HERALDO DEL REY DE AMOR MISERICORDIOSO en medio de los hombres, y reúne en torno de su Cruz y de su Eucaristía a todos los amigos de su Corazón, a fin de que unidos bajo la Estrella de María, trabajen eficazmente para extender su Reino de Caridad sobre la tierra, y sabiendo como tú, desechar con desprecio todo aquello que se oponga a Dios, para así no dejar de considerar que estamos bajo Él. ¿Quién como Dios?
San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate, a fin de que nosotros no perezcamos en el día temible del Juicio. (100 días de indulgencia).

INVOCACIONES A SAN MIGUEL

San Miguel, lleno de la sabiduría de Dios, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, perfecto adorador del Verbo encarnado, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, coronado de honor y de gloria, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, protector de la Iglesia, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, que capturas a los demonios ¡ruega por nosotros!
San Miguel, ayuda segura de los cristianos, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, protector nuestro en todo tiempo y todo lugar, ¡ruega por nosotros!
San Miguel, consuelo de las almas del Purgatorio ¡ruega por nosotros!
San Miguel, Príncipe nuestro, ¡ruega por nosotros!

¡San Miguel, en nuestra ayuda, defiéndenos en el combate!

Canto: ¡Amor y alabanza al gran San Miguel! (bis).

Nihil obstat
P. BRICON,
censor.

IMPRIMATUR
Séez, 30 de Noviembre de 1931,
Cán. LECONTE, v. g. 


1Esta oración, compuesta para poner en fuga al demonio, puede preservar de grandes males la familia y la sociedad, si es recitada con fervor, por los mismos fieles en modo particular. Puede servir especialmente en casos de una supuesta acción del demonio, manifestada en: maldad de los hombres, sea por las enfermedades, tempestades, calamidades de toda clase. El exorcismo es una oración muy poderosa para preparar el Reino del Sagrado Corazón, apartando a Satán que es el gran obstáculo a su Reino bendito. ESTE EXORCISMO HA DE SER USADO RESPONSABLEMENTE, RESPETEMOS LAS COSAS SANTAS.

martes, 25 de octubre de 2016

"Enseñanzas del Amor Misericordioso: Dad gloria a Dios"


¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo!

1.- Muy pocos en la prueba confiesan a Dios como Padre infinitamente bueno.

            Yo lo hago todo para mi gloria. Bien lo sabéis y lo creéis; pero prácticamente, ved cuán pocos piensan, juzgan y obran en conformidad con esta verdad fundamental.

            Llamáis a Dios Padre vuestro, creéis en Él tal cual es, infinitamente bueno, sabio, omnipotente, pero ¿cuál es vuestra actitud práctica en las ocasiones? A fin de que lo demostréis me complazco en poner a mis amigos en la prueba, es decir, en ocasión de hacer actos de las verdaderas y ´sólidas virtudes que vine a enseñar, las cuales deseo veros practicar.

2.- Un acto de virtud vale más que todo. – Las gracias del Calvario.

            Lo he dicho a menudo y lo repito: un acto de virtud vale más que todo. Practicar en cada circunstancia aquello que hayáis de predicar en adelante, atraerá mayor fecundidad a vuestros trabajos, que cuantas palabras podáis pronunciar por muy elocuentes y doctas que sean. Son santos lo que más preciso a la hora presente y Yo quiero hacerlos…

            No comprendéis bien lo que es para mi gloria la práctica de una de mis enseñanzas, un acto de unión a mi voluntad en ocasión que os parece contraria a vuestros proyectos. Habéis considerado a María, mi santa Madre al pie de la cruz; por causa mía se encontraba en las mayores pruebas, en tinieblas, en agonías de muerte. De igual modo quiero hacer pasar a vuestras almas por el crisol, a fin de comprobar si permanecéis fieles practicando la fe, confianza, caridad, humildad, obediencia, paciencia, desinterés, abnegación, fidelidad… Las horas del Calvario son en verdad horas especiales de gracias y el acompañarme allí es provechoso a las almas que me son queridas.

3.- Considerar a María en el Calvario, estar seguros de que Dios de todo saca su gloria.

            Meditad la conducta, las disposiciones de María, vuestra santa Madre. Pedidle os haga partícipes de ellas… No os dejéis paralizar por causas secundarias y pasajeras. No os detengáis en discurrir sobre las consecuencias o las causas. Si queréis aprovechar plenamente las ocasiones en que mi amor os procuro, levantad los ojos al cielo, mirad la voluntad actual del Padre celestial sobre vosotros, a fin de cumplirla sencillamente. Quiero seáis como niños pequeños. La sencillez os librará de los lazos que no dejará de tenderos el enemigo, si os extraviáis en las cosas transitorias, las cuales a veces no son más que vanas apariencias o suposiciones personales.

            Tened hambre y sed de verdad, de pensar, querer y hacer en todo, lo que debe procurarme mayor gloria. Eso es lo que hizo María en el Calvario; humilde y recogida, se unía a Mí, se adhería en la más profunda humildad y en el asentimiento más sencillo, más íntimo, más completo y perfecto, a lo que por sí misma no comprendía. ¿No era aquello, al menos en la apariencia, la ruina de mi Iglesia, de mi gloria? María creyó, humilde, en el poder divino, creyó en mi Amor Misericordioso, en mi sabiduría infinita. Segura de Mí, se adhirió, persuadida de que Yo sacaría de la prueba mi mayor gloria, lo que aconteció en efecto. Si no hubiera existido el Calvario ni el Viernes Santo, no hubieran existido para Mí día de Pascua ni Resurrección.

            Pretendo manifestar en vosotros lo que puedo hacer en débiles y pobres criaturas cuando obro en ellas; y cómo entre las mayores angustias pasadas por Mí, que es lo más querido a estas almas, pueden existir la paz y el goce que Yo les doy. Quiero demostrar igualmente cómo de todo sé sacar mi gloria.

            No temáis, pues. Alegraos en el Señor, bien seguros de que de todo cuanto haga sacaré mi gloria, y gloria magna, si sois humildes y fieles, si con insistencia pedís en unión con María, con los Ángeles y los Santos, que el Padre me glorifique, a fin de que, según sus designios, Él sea glorificado en todo el mundo.

4.- La comunión de los Santos.

            Quisiera encontrar en vosotros la práctica perfecta de la comunión de los Santos. Punto es este sobre el cual insisto en el momento presente, y quisiera encontrarlo en mayor vigor, como fruto de la caridad. Para vosotros será un gran beneficio, mi Iglesia reportará mayor provecho, y el Padre y Yo más gloria. Este sería en verdad mi fruto, el fruto divino que Yo quiero producir en vosotros y del cual he dicho: “El que permanece en Mí, y Yo en él, dará mucho fruto”.

            No comprendéis bien este principio de la caridad que es lo esencial para la vida espiritual y para vuestra santificación. Por la perfecta caridad, comprendida según mi luz, se llega a la mayor unión conmigo y a la más alta santidad. En esa caridad se encuentra la verdad, y por lo tanto la humildad y mi gloria… no ya solo en teoría, sino prácticamente y en realidad…

            Padre, que sean Uno, dije. Como Tú estás en Mí y Yo en Ti, que ellos sean Uno en nosotros… He ahí el misterio de la caridad. He ahí también el dogma de la comunión de los Santos, puesto en acción.

            En muchos de vosotros no hay ese desinterés, esa comunidad que deseo entre vosotros los cristianos. Permanecéis muy aislados y procedéis como tales, prefiriendo lo personal al bien general.

            Eso es bien porque no comprendéis lo que es la vida, Mi vida en vosotros. Si vivieseis plenamente de esa vida, conoceríais el deber de reproducir en vosotros las disposiciones que encontráis en Mí, y que así como os amo a todos y os deseo sinceramente toda suerte de bienes, a fin de atraeros por ese medio más eficazmente a mi Amor, de igual modo habéis de hacerlo vosotros.

            Si meditaseis bien, a la luz de mi Espíritu Santo, sobre mi Pasión, experimentaríais la necesidad de tributarme vuestros homenajes en nombre de vuestros hermanos, de reparar por ellos, de agradecer por los que no saben o no quieren hacerlo; os esforzaríais en suplir en todo por ellos. Entonces comprenderíais el amor inmenso que me impulsó a sacrificarme por vosotros y procuraríais corresponderme con un poco de amor, con todo el amor de que sois capaces, por vosotros y por vuestros hermanos…

            Considerar lo que acontece en las familias bien unidas… apenas es eso reflejo de lo que debe existir entre nosotros. La vida de familia es imagen de lo que quiero ver en vosotros realizado. ¿No os habéis fijado cómo los padres son lazo de unión entre sus pequeñuelos, y cómo estos disfrutan del bien general, aunque sean tenidos con mucha dependencia y sumisión? ¿Acaso se quejan de tal sujeción?... No, por lo contrario disfrutan de la ternura, abnegación y vigilancia paterna. Esos pequeñuelos solo saben amar y creer en el amor que se les profesa. ¡Cuán tiernamente aman estos parvulitos y cómo quisieran demostrarlo! No pueden ver tristes ni llorosos a los que aman sin llorar con ellos, procurando consolarlos. Al llegar a mayores, con frecuencia se les endurece el corazón. No seáis vosotros de ese número.

            Pedid ardorosamente que se os enseñen los secretos de la caridad. Cuanto más ofendido soy, más debéis esforzaros en multiplicar actos de caridad, a fin de consolar mi Corazón y suplir por vuestros hermanos. En virtud de la comunión de los Santos, por insignificantes que seáis, unidos a Mí, suplís por vuestros hermanos, haciéndolo todo en nombre de la humanidad.

5.- Permanecer unidos al Espíritu Santo.

            En Mí quiero atraer todas las almas a mi Padre. Venid, pues, a Mí: quiero atraeros por mi Espíritu Santo. Este Espíritu habita en lo más íntimo de vuestro ser. Haced valer el don divino. El es el Espíritu de verdad y de caridad, que os enseñará cuánto debéis hacer y hará vivir vuestras almas de mi propia vida, de la vida que he venido a traeros.

            El medio mejor para progresar en la caridad es permanecer cerca del Huésped divino, dejando pasar cuanto pasa, cuanto no sea un bien real, a fin de ocuparos del asunto único, que consiste en conocerme mediante la fe, y después de conocerme permanecer unidos conmigo, y por lo tanto con el prójimo. Pedid con fervor a María; a ejemplo de vuestra Madre vivir de mi vida, en permanente conformidad conmigo en la caridad… Pedid encienda Yo mi fuego en vuestras almas.

6.- Orar por el Papa y por los que están constituidos en autoridad.

            Pedid para que todos se aproximen a aquel que deseo sea considerado como mi Representante, y el Padre visible de los fieles. Entended también por qué permito en algunas almas angustias y sufrimientos: es atendiendo a la reparación universal. Quiero que se me pague con idéntica moneda, quiero recibir idénticos homenajes a los que se me rehúsan… Protestad que tenéis completa obediencia a mi divina autoridad, reconocida en mi Vicario y que aunque fuera necesario ir contra corriente, por amor a Mí estaríais siempre con el sucesor de Pedro, sea cual fuere el movimiento comunicado, acudid a su voz.

            No se ora bastante por los que están constituidos en autoridad. Las súplicas hechas por esa intención serán también fruto de la caridad y de la vida de familia; sea oración íntegra vuestra misión; sed lazo de unión interior y exteriormente…

            Buscad mi gloria con celo, procurad se me tribute por cuantos medios estén a vuestro alcance. Elevaos siempre por encima de todo lo transitorio hasta llegar a Mí para juzgar de todo según juzgo Yo, en una mirada de fe muy simple, por la cual, conociendo mis perfecciones infinitas, vuestro único deseo e intención sea ver la manifestación de esas divinas perfecciones y esa soberana excelencia reconocida por todos vuestros hermanos, en lo cual consiste mi glorificación.

7.- Hermosura de la vida de caridad – deseo de llegar a ser santos y glorificar a Dios.

            ¡Qué hermosa es la vida de caridad, si la comprendieseis en la verdad de mi ser y de las relaciones que deben existir entre vosotros! Entonces veríais cómo realmente tenéis una misma vida conmigo, para un mismo fin; que no habéis sido creados sino para la manifestación de mi gloria. Cómo desearíais entonces llegar a ser santos; porque sólo los santos me glorifican, ya que en ellos solamente puedo manifestarme como deseo. El santo es quién más de lleno vive mi vida y el que me glorifica más, porque me deja más lugar de manifestarme, según mis divinas perfecciones; porque es humilde, nada se apropia ni roba lo que a Mí solo pertenece. Ama en verdad a sus hermanos, como los amo Yo, y los ama con un corazón que late al unísono del mío. No se detiene en sí mismo para nada, sino que, mirando a Mí, se mantiene siempre unido a sus hermanos, considerando como propias sus pérdidas o ganancias.

8.- La alegría del Corazón de Dios: la paz del alma.

            ¡Qué alegría para mi Corazón, encontrar el vuestro latiendo con las vibraciones del mío! Este es el fruto de mi vida y la demostración de que mi caridad reside en vosotros[1].

            Que ese sea vuestro único y afanoso estudio. ¿Qué otra cosa tenéis que hacer aquí abajo? Me he dado a vosotros como Modelo; os concedo mi gracia; he puesto en vosotros mi Espíritu: ¿hay algo mejor, hay otro bien más grande a que podáis aspirar?

            No daré la paz al mundo por otro medio. Quisiera que aquellos que conocéis mi amor, pusierais todo vuestro empeño en vivir conforme al conocimiento que de Mí tenéis. Los hijos han de procurar asemejarse lo más posible a sus padres, sobre todo cuando este padre es perfecto. Si creéis esta verdad fundamental de un Dios Padre, Salvador, Amigo, no os costará trabajo renunciar a vosotros mismos, renunciar a lo que me es contrario, a lo que no os tenga en armonía conmigo.

            El amor debe ser el motor de todas vuestras obras, amor ilustrado por la fe, sostenido por la esperanza, porque si solos nada podéis hacer, conmigo lo podéis todo[2].

9.- Deber de la humanidad: manifestar las perfecciones de su Creador y Salvador.

            ¡Cuánto engrandece y eleva al alma pensar que en toda ocasión puede prestarse por sus actos virtuosos a la manifestación de una perfección divina, contribuyendo así a que mi gloria se manifieste en ella eternamente!

            Porque cuanto más me haya manifestado Yo en vosotros y por medio de vuestros actos de virtud sobre la tierra, más glorificado seré por toda la eternidad. Sea este pensamiento un estímulo poderoso para todos los que me amáis y buscáis mi gloria. Cierto es que debéis desear esta gloria en todo cuanto os rodea; mas es preciso que procuréis dármela comenzando por vosotros mismos, tanto cuanto os sea posible… Las mismas almas piadosas no piensan bastante, no penetran suficientemente este deber esencial de la humanidad respecto de su Creador y Salvador. La mayor parte de estas almas atienden sólo a sí mismas, en vez de vivir unidas a sus hermanos mirándome a Mí.

            ¡Cuán bueno fuera que después de estos días conmemorativos de mi Muerte, de mi Resurrección y Ascensión gloriosa, habiendo considerado mis ejemplos, renunciaríais sinceramente a vosotros mismos para comenzar, a gloria mía, una vida nueva de caridad y de verdad, de unión conmigo y con vuestro prójimo! Eso sería establecer mi Reino en la caridad…

P. M. SULAMITIS.




[1] San Juan, XVII, 23.
[2] San Juan, XV, 5; Filip., IV, 13.

domingo, 24 de julio de 2016

"La gloria de Dios"


     "Los cielos proclaman la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de Sus manos". (Salmo XIX, 1).
     
     "Padre, quiero que los que me has dado, estén también conmigo donde yo estoy, para que vean mi gloria, la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo". (San Juan XVII, 24).

     "Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad". (San Juan I, 14).

* * *
"¡Devolvedme mi gloria! ¡Devolvedme mi amor!... Yo quisiera hacer oír esta palabra a mis amigos, a todas las almas que comprenden lo que soy, lo que ellas me deben, a todas aquellas que quieren “caminar en la verdad”[1] respondiendo a mis designios."

"Yo lo hago todo para mi gloria; para ella lo dispongo todo en el Universo. Para mi gloria os crié, para ella os concedo gracias y beneficios aún de orden temporal. Cuando os llamo a Mí, también es para gloria mía. Yo saco mi gloria de todo".





[1] II Juan, 4; III Juan, 3-4.