martes, 25 de octubre de 2016

"Enseñanzas del Amor Misericordioso: Dad gloria a Dios"


¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo!

1.- Muy pocos en la prueba confiesan a Dios como Padre infinitamente bueno.

            Yo lo hago todo para mi gloria. Bien lo sabéis y lo creéis; pero prácticamente, ved cuán pocos piensan, juzgan y obran en conformidad con esta verdad fundamental.

            Llamáis a Dios Padre vuestro, creéis en Él tal cual es, infinitamente bueno, sabio, omnipotente, pero ¿cuál es vuestra actitud práctica en las ocasiones? A fin de que lo demostréis me complazco en poner a mis amigos en la prueba, es decir, en ocasión de hacer actos de las verdaderas y ´sólidas virtudes que vine a enseñar, las cuales deseo veros practicar.

2.- Un acto de virtud vale más que todo. – Las gracias del Calvario.

            Lo he dicho a menudo y lo repito: un acto de virtud vale más que todo. Practicar en cada circunstancia aquello que hayáis de predicar en adelante, atraerá mayor fecundidad a vuestros trabajos, que cuantas palabras podáis pronunciar por muy elocuentes y doctas que sean. Son santos lo que más preciso a la hora presente y Yo quiero hacerlos…

            No comprendéis bien lo que es para mi gloria la práctica de una de mis enseñanzas, un acto de unión a mi voluntad en ocasión que os parece contraria a vuestros proyectos. Habéis considerado a María, mi santa Madre al pie de la cruz; por causa mía se encontraba en las mayores pruebas, en tinieblas, en agonías de muerte. De igual modo quiero hacer pasar a vuestras almas por el crisol, a fin de comprobar si permanecéis fieles practicando la fe, confianza, caridad, humildad, obediencia, paciencia, desinterés, abnegación, fidelidad… Las horas del Calvario son en verdad horas especiales de gracias y el acompañarme allí es provechoso a las almas que me son queridas.

3.- Considerar a María en el Calvario, estar seguros de que Dios de todo saca su gloria.

            Meditad la conducta, las disposiciones de María, vuestra santa Madre. Pedidle os haga partícipes de ellas… No os dejéis paralizar por causas secundarias y pasajeras. No os detengáis en discurrir sobre las consecuencias o las causas. Si queréis aprovechar plenamente las ocasiones en que mi amor os procuro, levantad los ojos al cielo, mirad la voluntad actual del Padre celestial sobre vosotros, a fin de cumplirla sencillamente. Quiero seáis como niños pequeños. La sencillez os librará de los lazos que no dejará de tenderos el enemigo, si os extraviáis en las cosas transitorias, las cuales a veces no son más que vanas apariencias o suposiciones personales.

            Tened hambre y sed de verdad, de pensar, querer y hacer en todo, lo que debe procurarme mayor gloria. Eso es lo que hizo María en el Calvario; humilde y recogida, se unía a Mí, se adhería en la más profunda humildad y en el asentimiento más sencillo, más íntimo, más completo y perfecto, a lo que por sí misma no comprendía. ¿No era aquello, al menos en la apariencia, la ruina de mi Iglesia, de mi gloria? María creyó, humilde, en el poder divino, creyó en mi Amor Misericordioso, en mi sabiduría infinita. Segura de Mí, se adhirió, persuadida de que Yo sacaría de la prueba mi mayor gloria, lo que aconteció en efecto. Si no hubiera existido el Calvario ni el Viernes Santo, no hubieran existido para Mí día de Pascua ni Resurrección.

            Pretendo manifestar en vosotros lo que puedo hacer en débiles y pobres criaturas cuando obro en ellas; y cómo entre las mayores angustias pasadas por Mí, que es lo más querido a estas almas, pueden existir la paz y el goce que Yo les doy. Quiero demostrar igualmente cómo de todo sé sacar mi gloria.

            No temáis, pues. Alegraos en el Señor, bien seguros de que de todo cuanto haga sacaré mi gloria, y gloria magna, si sois humildes y fieles, si con insistencia pedís en unión con María, con los Ángeles y los Santos, que el Padre me glorifique, a fin de que, según sus designios, Él sea glorificado en todo el mundo.

4.- La comunión de los Santos.

            Quisiera encontrar en vosotros la práctica perfecta de la comunión de los Santos. Punto es este sobre el cual insisto en el momento presente, y quisiera encontrarlo en mayor vigor, como fruto de la caridad. Para vosotros será un gran beneficio, mi Iglesia reportará mayor provecho, y el Padre y Yo más gloria. Este sería en verdad mi fruto, el fruto divino que Yo quiero producir en vosotros y del cual he dicho: “El que permanece en Mí, y Yo en él, dará mucho fruto”.

            No comprendéis bien este principio de la caridad que es lo esencial para la vida espiritual y para vuestra santificación. Por la perfecta caridad, comprendida según mi luz, se llega a la mayor unión conmigo y a la más alta santidad. En esa caridad se encuentra la verdad, y por lo tanto la humildad y mi gloria… no ya solo en teoría, sino prácticamente y en realidad…

            Padre, que sean Uno, dije. Como Tú estás en Mí y Yo en Ti, que ellos sean Uno en nosotros… He ahí el misterio de la caridad. He ahí también el dogma de la comunión de los Santos, puesto en acción.

            En muchos de vosotros no hay ese desinterés, esa comunidad que deseo entre vosotros los cristianos. Permanecéis muy aislados y procedéis como tales, prefiriendo lo personal al bien general.

            Eso es bien porque no comprendéis lo que es la vida, Mi vida en vosotros. Si vivieseis plenamente de esa vida, conoceríais el deber de reproducir en vosotros las disposiciones que encontráis en Mí, y que así como os amo a todos y os deseo sinceramente toda suerte de bienes, a fin de atraeros por ese medio más eficazmente a mi Amor, de igual modo habéis de hacerlo vosotros.

            Si meditaseis bien, a la luz de mi Espíritu Santo, sobre mi Pasión, experimentaríais la necesidad de tributarme vuestros homenajes en nombre de vuestros hermanos, de reparar por ellos, de agradecer por los que no saben o no quieren hacerlo; os esforzaríais en suplir en todo por ellos. Entonces comprenderíais el amor inmenso que me impulsó a sacrificarme por vosotros y procuraríais corresponderme con un poco de amor, con todo el amor de que sois capaces, por vosotros y por vuestros hermanos…

            Considerar lo que acontece en las familias bien unidas… apenas es eso reflejo de lo que debe existir entre nosotros. La vida de familia es imagen de lo que quiero ver en vosotros realizado. ¿No os habéis fijado cómo los padres son lazo de unión entre sus pequeñuelos, y cómo estos disfrutan del bien general, aunque sean tenidos con mucha dependencia y sumisión? ¿Acaso se quejan de tal sujeción?... No, por lo contrario disfrutan de la ternura, abnegación y vigilancia paterna. Esos pequeñuelos solo saben amar y creer en el amor que se les profesa. ¡Cuán tiernamente aman estos parvulitos y cómo quisieran demostrarlo! No pueden ver tristes ni llorosos a los que aman sin llorar con ellos, procurando consolarlos. Al llegar a mayores, con frecuencia se les endurece el corazón. No seáis vosotros de ese número.

            Pedid ardorosamente que se os enseñen los secretos de la caridad. Cuanto más ofendido soy, más debéis esforzaros en multiplicar actos de caridad, a fin de consolar mi Corazón y suplir por vuestros hermanos. En virtud de la comunión de los Santos, por insignificantes que seáis, unidos a Mí, suplís por vuestros hermanos, haciéndolo todo en nombre de la humanidad.

5.- Permanecer unidos al Espíritu Santo.

            En Mí quiero atraer todas las almas a mi Padre. Venid, pues, a Mí: quiero atraeros por mi Espíritu Santo. Este Espíritu habita en lo más íntimo de vuestro ser. Haced valer el don divino. El es el Espíritu de verdad y de caridad, que os enseñará cuánto debéis hacer y hará vivir vuestras almas de mi propia vida, de la vida que he venido a traeros.

            El medio mejor para progresar en la caridad es permanecer cerca del Huésped divino, dejando pasar cuanto pasa, cuanto no sea un bien real, a fin de ocuparos del asunto único, que consiste en conocerme mediante la fe, y después de conocerme permanecer unidos conmigo, y por lo tanto con el prójimo. Pedid con fervor a María; a ejemplo de vuestra Madre vivir de mi vida, en permanente conformidad conmigo en la caridad… Pedid encienda Yo mi fuego en vuestras almas.

6.- Orar por el Papa y por los que están constituidos en autoridad.

            Pedid para que todos se aproximen a aquel que deseo sea considerado como mi Representante, y el Padre visible de los fieles. Entended también por qué permito en algunas almas angustias y sufrimientos: es atendiendo a la reparación universal. Quiero que se me pague con idéntica moneda, quiero recibir idénticos homenajes a los que se me rehúsan… Protestad que tenéis completa obediencia a mi divina autoridad, reconocida en mi Vicario y que aunque fuera necesario ir contra corriente, por amor a Mí estaríais siempre con el sucesor de Pedro, sea cual fuere el movimiento comunicado, acudid a su voz.

            No se ora bastante por los que están constituidos en autoridad. Las súplicas hechas por esa intención serán también fruto de la caridad y de la vida de familia; sea oración íntegra vuestra misión; sed lazo de unión interior y exteriormente…

            Buscad mi gloria con celo, procurad se me tribute por cuantos medios estén a vuestro alcance. Elevaos siempre por encima de todo lo transitorio hasta llegar a Mí para juzgar de todo según juzgo Yo, en una mirada de fe muy simple, por la cual, conociendo mis perfecciones infinitas, vuestro único deseo e intención sea ver la manifestación de esas divinas perfecciones y esa soberana excelencia reconocida por todos vuestros hermanos, en lo cual consiste mi glorificación.

7.- Hermosura de la vida de caridad – deseo de llegar a ser santos y glorificar a Dios.

            ¡Qué hermosa es la vida de caridad, si la comprendieseis en la verdad de mi ser y de las relaciones que deben existir entre vosotros! Entonces veríais cómo realmente tenéis una misma vida conmigo, para un mismo fin; que no habéis sido creados sino para la manifestación de mi gloria. Cómo desearíais entonces llegar a ser santos; porque sólo los santos me glorifican, ya que en ellos solamente puedo manifestarme como deseo. El santo es quién más de lleno vive mi vida y el que me glorifica más, porque me deja más lugar de manifestarme, según mis divinas perfecciones; porque es humilde, nada se apropia ni roba lo que a Mí solo pertenece. Ama en verdad a sus hermanos, como los amo Yo, y los ama con un corazón que late al unísono del mío. No se detiene en sí mismo para nada, sino que, mirando a Mí, se mantiene siempre unido a sus hermanos, considerando como propias sus pérdidas o ganancias.

8.- La alegría del Corazón de Dios: la paz del alma.

            ¡Qué alegría para mi Corazón, encontrar el vuestro latiendo con las vibraciones del mío! Este es el fruto de mi vida y la demostración de que mi caridad reside en vosotros[1].

            Que ese sea vuestro único y afanoso estudio. ¿Qué otra cosa tenéis que hacer aquí abajo? Me he dado a vosotros como Modelo; os concedo mi gracia; he puesto en vosotros mi Espíritu: ¿hay algo mejor, hay otro bien más grande a que podáis aspirar?

            No daré la paz al mundo por otro medio. Quisiera que aquellos que conocéis mi amor, pusierais todo vuestro empeño en vivir conforme al conocimiento que de Mí tenéis. Los hijos han de procurar asemejarse lo más posible a sus padres, sobre todo cuando este padre es perfecto. Si creéis esta verdad fundamental de un Dios Padre, Salvador, Amigo, no os costará trabajo renunciar a vosotros mismos, renunciar a lo que me es contrario, a lo que no os tenga en armonía conmigo.

            El amor debe ser el motor de todas vuestras obras, amor ilustrado por la fe, sostenido por la esperanza, porque si solos nada podéis hacer, conmigo lo podéis todo[2].

9.- Deber de la humanidad: manifestar las perfecciones de su Creador y Salvador.

            ¡Cuánto engrandece y eleva al alma pensar que en toda ocasión puede prestarse por sus actos virtuosos a la manifestación de una perfección divina, contribuyendo así a que mi gloria se manifieste en ella eternamente!

            Porque cuanto más me haya manifestado Yo en vosotros y por medio de vuestros actos de virtud sobre la tierra, más glorificado seré por toda la eternidad. Sea este pensamiento un estímulo poderoso para todos los que me amáis y buscáis mi gloria. Cierto es que debéis desear esta gloria en todo cuanto os rodea; mas es preciso que procuréis dármela comenzando por vosotros mismos, tanto cuanto os sea posible… Las mismas almas piadosas no piensan bastante, no penetran suficientemente este deber esencial de la humanidad respecto de su Creador y Salvador. La mayor parte de estas almas atienden sólo a sí mismas, en vez de vivir unidas a sus hermanos mirándome a Mí.

            ¡Cuán bueno fuera que después de estos días conmemorativos de mi Muerte, de mi Resurrección y Ascensión gloriosa, habiendo considerado mis ejemplos, renunciaríais sinceramente a vosotros mismos para comenzar, a gloria mía, una vida nueva de caridad y de verdad, de unión conmigo y con vuestro prójimo! Eso sería establecer mi Reino en la caridad…

P. M. SULAMITIS.




[1] San Juan, XVII, 23.
[2] San Juan, XV, 5; Filip., IV, 13.