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miércoles, 28 de febrero de 2018

Mensaje del Amor Misericordioso: "Dones y frutos del Espíritu Santo"


"Envíanos tu Espíritu, Señor, y renueva la faz de la tierra"

Consagración al Espíritu Santo
Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi director, mi luz, mi guía, mi fuerza, y todo el amor de mi corazón.
Yo me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones.
¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús. Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén
(Rezar un Padrenuestro por las intenciones del Sumo Pontífice)
***
"Lamentable es ver el poco caso que la generalidad de los cristianos hacen del Espíritu Santo y de sus dones. Saben por la fe que dentro de sus almas poseen un Huésped divino, fruto de las promesas del Hijo de Dios, el Espíritu Santo enviado por el Padre para hacerles conocer al Hijo y recordarles lo que Este les había dicho, el Espíritu Santo que es todo un Dios, un mismo Dios con el Padre y el Hijo..."
"Oh alma fiel que te llenas de admiración ante el privilegio de María cuando llevaba al Verbo en su seno: ¿te has formado alguna vez conciencia del privilegio tuyo cuando le has recibido en la Comunión... y del que disfruta toda alma en estado de gracia, en la cual habita el Espíritu del Padre y del Hijo?... Del alma que está en caridad, dijo Cristo mismo en su vida mortal: "Esta alma será nuestra morada; pues si alguno me ama, mi Padre le amará y vendremos y haremos nuestra morada en él" (Joan. XIV, 23)... Meditad estas palabras en el recogimiento: a vosotros se dirigen, a vosotros es a quienes vuestro mismo Dios dice: Si me amas, si haces mi voluntad, Yo estaré en tí, contigo moraré siempre Yo, tu Padre, Yo, el Verbo, y me comunicaré a tí, te daré la luz, te haré partícipe de mi vida, por mi Espíritu que estará en tí, obrará en tí y por tí, con tu cooperación, según mis designios".

domingo, 9 de abril de 2017

Enseñanzas del Amor Misericordioso: "El día con Jesús"

EL DIA CON JESUS


¡Jesús mío, de todo corazón, yo me uno a Vos!

(300 días de indulgencia).

Padre Santo, por el Corazón Inmaculado de María
Os ofrezco a Jesús, Vuestro Hijo muy amado,
y me ofrezco yo mismo en Él, con Él y por Él, a todas
sus intenciones y en nombre de todas las criaturas.

(300 días de indulgencia cada vez y una plenaria al mes)

(Pío XI, 10 Junio, 1923).

NUESTRA UNION CON JESUS
_____

            Formamos con Jesucristo un cuerpo místico: Jesús es la cabeza y nosotros somos los miembros. La unión de vida y de acción, que existe entre aquella y éstos en el cuerpo humano, debe existir también entre Jesucristo y nosotros. Sin esta unión no puede haber vida sobrenatural, ni fecundidad para el cielo. “Sin mí (ha dicho Nuestro Señor) nada podéis hacer”. Es preciso, por lo tanto, ordenar prácticamente nuestra vida diaria a fin de poder percibir la influencia vital y fecunda de Jesús. Este es el fin único de las fórmulas siguientes:

PROGRAMA GENERAL

1.Quiero poseer a Jesús y esto me basta.

2.Las reglas para el orden del día serán: hacia Jesús, con Jesús y como Jesús.

3.Realizándolas con fe y amor cumpliré con la mayor perfección todos mis deberes.

I.- Al despertarme.

     1.Jesús mío, yo os doy gracias por haberme conservado durante esta noche, dejándome vivir hoy todavía.

           2. Jesús mío, os ofrezco cuanto soy, cuanto tengo y cuanto haga en este día.

          3. Jesús mío, servíos de mí durante el día de hoy, para continuar vuestra vida sobre la tierra.

          4. Jesús mío, quiero trabajar unido a Vos, a fin de realizar todos los designios que tenéis sobre mí en este día.

            5.Jesús mío, yo acepto por adelantado todo cuanto sea de vuestro agrado enviarme y pedirme en el día de hoy.

II.- Recogerme de vez en cuando para preguntar a Jesús.

1. Jesús mío, ¿qué pensaríais, qué diríais, que haríais Vos en mi lugar, en esta circunstancia?

2. Jesús mío, en este momento ¿estáis contento de mí?

III.- En presencia de una dificultad.

1.  Jesús mío, inspiradme ¿qué queréis que haga?

IV.- Antes de una acción.

1. Jesús mío, yo no quiero hacer nada sin Vos, haced conmigo lo que voy a hacer.

V. Después de una acción.

1. Jesús mío, reparad lo que yo haya hecho mal.

2. Jesús mío, añadid lo que falte a esto que acabo de hacer.

VI. Después de cometer una falta o de una negligencia.

1. Jesús mío, perdonadme la pena que acabo de causaros.

2. Jesús mío, yo os prometo aprovechar la primera ocasión que se presente para agradaros.

VII.- Cuando sufra o tenga alguna pena.

1. Jesús mío, acepto este sufrimiento, uniéndolo a los vuestros a fin de completar lo que falta a vuestra Pasión.

2. Jesús mío, sed mi Cirineo; concededme la gracia de ser el vuestro; llevemos juntos nuestra cruz.

VIII. Antes de dormir.

1. Jesús mío, perdonadme y reparad todo el mal que haya hecho hoy.

2. Jesús mío, purificad y borrad de mi alma todo cuanto la haya manchado en el día de hoy.

3. Jesús mío, suplid por mí todo el bien que yo haya debido hacer y no lo haya hecho en este día.

4. Jesús mío, os doy gracias por todo cuanto habéis hecho en mí y por mí en este día.

5. Jesús mío, en vuestras manos encomiendo mi alma.

6. Jesús mío, Vos sois mi amor y mi todo.

_____

              Unámonos a todas las Misas que se celebran actualmente en todo el mundo.

              Trescientas cincuenta mil Misas cada día y cuatro elevaciones por segundo.

            ¡Oh! Jesús, Sacerdote Hostia, por María me ofrezco a Vos ¡Tengo hambre de Vos! ¡Me uno a Vos!


P. M. SULAMITIS.

domingo, 12 de marzo de 2017

Mensaje del Amor Misericordioso: "Los estados extraordinarios en la vida espiritual".


1.- Escollo de los estados extraordinarios.

         Entre los escollos que se deben señalar a las almas, uno es el de los estados llamados “extraordinarios”, que puede ser tropiezo para los que atraviesan esas fases y para los que no se encuentran en ellas. Frecuentemente se da con tal escollo en la lectura de vidas de santos a quienes he favorecido especialmente, de suerte que lo que debiera ser un bien para muchos, resulta un obstáculo, y en vez de inclinar las almas al bien obrar, las entretiene con quimeras y las expone a ideas muy falsas sobre la virtud real y la devoción. Con frecuencia, sólo se le presenta la santidad bajo ese exterior especioso y las almas casi se sienten tentadas a desviar sus miradas y a borrar del catálogo de los santos a aquellos en los cuales no encuentran cosas extraordinarias… Con el fin de remediar este error he glorificado a mi Teresita y al presente haré circular una corriente de santidad muy sencilla.

2.- El constitutivo de la santidad del alma.

         Lo que constituye la santidad en el alma no es lo que hay de extraordinario en su vida, lo que la hace aparecer como un prodigio ante vuestra consideración; lo que constituye la santidad en el alma, es su unión conmigo, su grado de gracia santificante, su nivel en ese estado de gracia… la unión de su voluntad a la mía en la caridad.

3.- La vida extraordinaria en amor es sencillamente la vida cristiana vivida con mayor perfección.

         Hay dos formas de “vida extraordinaria” en la vida de mis santos: una exterior, la otra interior, que es la vida extraordinaria en amor, y ésta es la esencial. Pero no se vaya a imaginar que tal vida sea de distinto orden a la de cualquier vida cristiana: es sencillamente la vida cristiana, la vida de estado de gracia, la vida de estado de gracia vivida, de modo más pleno, más perfecto.

         Cuando más santa es el alma, más han de aparecer en ella los rasgos de la vida cristiana; sin lo cual su santidad, no sería santidad católica, sino santidad quimérica e ilusoria… De igual modo, los actos realizados por el alma santa no son otra cosa sino lo que se os pide a vosotros, pero practicado en circunstancias más difíciles y con mayor perfección. En primer término han de encontrarse las virtudes teologales. Si no las encontráis, temed no degenere en mal lo que aparenta ser un bien… En Mí no hay excesos, no hay sutilezas, sino la fe sencilla, la obediencia, el fiat, el cumplimiento de la voluntad divina, la disposición de “humilde sierva”, a imitación de María. Yo no estoy donde reside el orgullo…

         La santidad es el fruto sazonado que cosecho en mi Iglesia y os lo presento a todos a fin de que lo gustéis. No os entretengáis con la corteza, con tal o cual forma particular de santidad, para inclinaros a imitarla; sino de lo exterior pasad a lo interior del alma y de todo tomad lo mejor y más saludable; eso es lo que quiero encontrar en vosotros.

4.- Advertencia a los que escriben o leen vidas de santos.

         En los hechos de los santos que leéis o referís, atended a lo que sea práctico para vosotros y os enseñe lo que se debe hacer o evitar. Quiero que los que escriben la vida de los santos entiendan esto y no se dejen arrastrar por el deseo de hacer resaltar a su héroe. Tampoco han de relatar ciertos hechos defectuosos sin antes prevenir a los lectores, dejando entrever el hermoso trabajo de la gracia que Yo quisiera realizar. Sin eso, en vez de elevar a las almas poco ilustradas, pudiera servir de lazo al tentador para fomento del vicio, de la negligencia o la infidelidad… Lo indiferente en la práctica y que tan sólo es una mota sin importancia para mi gloria, no lo pongáis de manifiesto, para no autorizar con ello la imitación. ¡Se encuentra tanto mal por la imitación y por efecto de la loca imaginación!... Madres de familia, y vosotros los que dirigís a las almas: nunca será demasiado lo que examinéis las lecturas que tanto influyen en la formación moral. Todo se graba en la imaginación y queda allí como un germen. Por la lectura puede hacerse un bien inmenso, pero igualmente ¡con qué facilidad se comunica por su medio el veneno, el error!...

         Es preciso, ante todo, evitar los excesos; bajo pretexto de poner de relieve su apreciación personal o manera de ver las cosas, no se debe rechazar de plano la que buenamente pueda aceptarse e incline las almas al bien… No fustiguéis las ideas ajenas, porque sin daros cuenta se siembra en las almas un principio de división, que en semejante materia pudiera degenerar en envidia. Si hay que esclarecer alguna cosa, sea discretamente, sin pasión, con imparcialidad, respetando siempre mi acción, porque no a todos hago participantes de los mismos dones, sin que esto quiera decir que sean malos los que de ellos carecen. Quiero que entre vosotros haya armonía, buena inteligencia, contribuyendo cada cual con su raya de luz y su concurso de sacrificio y de acción; pero sin perjudicar al prójimo, sin pretender aplastarle, sin querer atraerlo todo a sí, como si lo propio fuera lo mejor: eso no sería proceder según mi Corazón.

         Si pretendéis hacer bien a las almas, sólo lo lograréis bajo la acción de mi Espíritu Santo; ese es el plano en que os debéis colocar. Cuanto más trabajéis en ser almas interiores y de recta intención, tanto más estaréis en lo cierto y trabajaréis conforme a mi voluntad, llegando a ser lazo de estrecha caridad para vuestros hermanos. Es necesario que cuando se cierre el libro de lectura, pueda el alma sentirse inclinada a proceder mejor, a ser más buena; que la inteligencia y el corazón hayan encontrado en Mí el descanso, basado en esta convicción: “Dios es lo único verdadero, lo único bueno; a Él solo se debe tender y fuera de Él no hay nada más que vanidad”. Todo vuestro bien consiste en querer y hacer mi voluntad.

         Cuidad de no atraer la voluntad de las almas hacia lo exterior, lo accesorio. Atraedlas siempre a lo verdadero, a lo sólido, a lo práctico, y eso con sencillez, sin afectación, sin aire de pretender hacerlo, como la madre instruye a su hijito. La obra realizada por el que alimenta las almas, es en verdad una función materna; esto es honroso, pero entraña grandísima responsabilidad, en lo cual poquísimos se fijan[1].

         Ayudaos mutuamente por la oración, sosteneos unos a otros; con eso haréis más fecunda la labor y el bien será más abundante, entraréis en participación con el bien realizado por el prójimo y, por lo tanto, se acrecentará el vuestro.

5.- Conducta que se ha de observar en los estados extraordinarios respecto de los hechos exteriores. – El sello de la obediencia.

         Así, pues, cuando hayáis de tratar de hechos exteriores que ocurren en las vías “extraordinarias”, indicadlos como cosa accidental, mostrando la función que desempeñan en mis designios. Advertid también que, aunque haya habido manifestación cierta de mi acción, si habla la obediencia y pide que se abstenga de obrar o se sacrifique el propio juicio, mi voluntad sobre el alma será que siempre se mantenga en la obediencia humilde a mi Iglesia y al que la dirige en nombre mío. Tal es mi ley fundamental. Y no penséis que ha de resultar ello perjuicio alguno, aun cuando la empresa fuere la más importante y más comprometida en apariencia; no olvidéis el Calvario. En vez de la acción que os proponíais llevar a cabo y que no habíais de querer sino en tanto cuanto fuere voluntad mía, dándoos medios de realizarla, ofrecedme su sacrificio, persuadidos de que Yo soy el soberano Dueño, y que si, en efecto, quiero lo que os había manifestado para mi gloria, nadie lo podrá impedir. Yo suscitaré medios de aquello mismo que parezca contrario, y como no tengo necesidad alguna de vosotros, ¿acaso no puedo servirme de otro cualquiera para la realización de mis obras? Sea vuestro gozo del todo santo, del todo puro; vuestra sumisión humilde, total, sin reticencias, sin rodeos.

         Nada temáis tanto como la rapiña, esto es, el tomar para vosotros lo que es mío, como la voluntad propia que puede infiltrarse y empañar aquello mismo que pensabais ofenderme. Habéis de ser como niños pequeños, libres de toda preocupación en este sentido. Y así seréis si con sinceridad buscáis tan sólo el agradarme y hacer lo que Yo quiero. Entonces podré pedir a mi gusto o aparentar no querer nada, lanzaros y después deteneros. Vuestro gozo ha de consistir en poderme decir siempre el fiat alegre y libérrimo que quiere cuanto Yo quiero. Eso es lo que me complace en las almas y hace que ellas se complazcan en Mí, independientemente de todo lo demás.

         Por el renunciamiento hago flexible al alma; porque la quiero como un guante, a fin de poder realizar en ella lo que deseo. ¡Dichosa el alma que comprende mis designios y no quiere hacer uso de su libertado sino para darme ocasión de hacer en ella y por ella lo que Yo quiero! ¡Mil veces dichosa el alma que, para glorificarme, no tiene otro deseo que el de ser como guante muy flexible para mi mano, el guante de Dios… El guante no quiere escribir ni hacer un movimiento propio, sino servir a Dios de la manera que Él quiere que le sirva. Quiere servir sin ser notado, sin que se piense en él, servir sin que se sepa para manifestar por fuera la voluntad divina, no viviendo ya él, por su propia voluntad separada de la de su Dios, sino viviendo la voluntad de su Dios en sí, correspondiendo con docilidad… Este es el bien supremo al cual aspira el ala: vivir en el UNO, sin dejar de ser como un niño pequeño, viviendo de la vida de su Todo…

* * *

         Oh María, que habéis vivido con tanta perfección esa vida, rogad por nosotros, para que jamás nos dejemos seducir o engañar por la voluntad propia, por el apego personal… Oh María, defendednos de nosotros mismos, enseñadnos a vivir a ejemplo vuestro una vida sencilla, una vida llena, en gran intensidad de amor, en la más íntima unión de nuestra voluntad con la de Dios.

         Defendednos igualmente, oh Madre bendita, de los artificios de Satanás, que algunas veces procura transformarse en ángel de luz para engañarnos con más facilidad e impedirnos después el creer lo verdadero. Más que nunca me uno a las enseñanzas de la Iglesia, quiero caminar por la segura senda del renunciamiento y de la humildad, no tendiendo sino a mi  Dios que es la verdad, no queriendo sino su voluntad, adhiriéndome, uniéndome a Él por la fe, la confianza y la caridad.

         Quien no busca más que la verdad, con humildad, quien no quiere sino Mi voluntad y permanece en la fe, la confianza y la caridad, bajo la tutela de la obediencia, ese no puede errar.

P. M. SULAMITIS.



[1] “Paran mientes” en el original. 

miércoles, 8 de marzo de 2017

Mensaje del Amor Misericordioso: "A las almas cristianas que están en el mundo y que no son del mundo".




1.- Compasión de Jesús por los sufrimientos y el peligro de esas almas.

         Hay actualmente almas fieles que atraen particularmente mis miradas de amor: muchas gimen esperando, y solicitan alimento y auxilio; que se las ayude y se les enseñe a devolver cada vez más amor por amor.

         Esas almas están en el mundo, pero no son del mundo: su corazón me pertenece y no quisieran vivir más que para Mí. – Sin embargo, abandonadas a sí mismas, comprenden que es muy fácil equivocarse, siendo juguetes de su propia imaginación… dejándose arrastrar, con pretexto de hacer bien, a no hacer más que su propia voluntad… creyendo corresponder a mis designios mientras no siguen sino su propia inclinación… No pueden, sin embargo, entrar en la vida monástica, o porque no son llamadas, no teniendo atractivo o salud para ella… o porque lazos sagrados, reconocidos por sus directores, las retienen en medio del mundo, para el que no está hecho su corazón…

         Estas almas sufren… y su corazón corre el peligro de reconcentrarse y empequeñecerse, oprimido por este sufrimiento… o de extraviarse buscando un alivio que las consuele… cuando tan necesario les sería aprender a sobrenaturalizar su sufrimiento, sirviéndose de él para perfeccionar su corazón… y lanzarse con mayor generosidad por el camino de la abnegación de sí mismas y de una completa entrega.

2.- Llamamiento de Jesús. – La gran asociación de la Iglesia.

         A esas almas quisiera Yo decirles una vez más: “Seguidme”… venid a Cristo-Rey… venid como otras veces vinieron en Judea las que Yo atraje hacia Mí… Quisiera invitarlas a que se acerquen a María su Reina y su Madre, al pie del Calvario y de la Sagrada Hostia, con la mirada en mi Corazón… y allí, abriéndoles el Libro de la vida, enseñarles a vivir esta vida de amor que fluye en mi Corazón.

         Cualquiera que sea su edad… su pasado, su situación… al pie de la Cruz encontrarán, provechosamente, su consuelo y su modelo. ¡Cuántos secretos divinos les descubriré!...

         En la unión de mi Iglesia, podrán ver con mi Sacerdote a la Virgen María, a la penitente Magdalena y a las Santas mujeres… Esposas, viudas, madres, o sin hijos, todas tenéis sitio en mi Calvario; allí os espero… En mi Corazón aprenderéis el secreto de todas las abnegaciones y todos los abandonos, allí aprenderéis a santificar nuestras vidas y hacerlas llenas a los ojos de Dios… y a ejemplo de María, desearéis constituiros en esclavas mías… recogiendo en vuestro corazón todas mis palabras y ejemplos… para meditarlos y vivirlos…

         Allí comprenderéis lo que es la vida cristiana, la vida de esclavos y esclavas, fieles y abnegados de Cristo Rey… esa vida que es la vida de mi Evangelio, la vida de mi Iglesia…

         En vez de contristaros por no tener Regla particular ni oraciones especiales, ni dirección exclusiva y conveniente, debéis, por eso mismo, aficionaros tanto más a vivir como conviene en esta asociación divina, en esta asociación Católica, que quisiera abrazar todo el género humano: sociedad de fieles que es la Iglesia… de quien Yo soy el fundador… y el Papa, Cabeza visible, asistido por el Espíritu Santo… familia del mismo Dios; pueblo santo.

3.- El santo Evangelio, Regla de estas almas.

         Entonces, tomaréis mi Evangelio y os aficionaréis a él. Como María, os aplicaréis a vivirlo con toda la perfección que esté a vuestro alcance; él será vuestro alimento… y formaréis vuestra alma según mis divinas enseñanzas… ¿No sabéis que las Reglas monásticas no son en el fondo sino mi Evangelio adaptado a tal o cual género de vida o situación?... Sin duda alguna que la vida religiosa está llena de abnegaciones íntimas, y de renuncias continuas: tiene al alma clavada en la cruz hasta el fin de la vida… No caigáis, pues, jamás por vanagloria, o secreta preferencia, o complacencia personal, en el deseo de prevalecer o ser superiores a esas almas que se inmolaron por Mí, sacrificándome en absoluto toda su libertad. Que cada cual respete mis designios y se humille… las almas religiosas, por haber sido tan misericordiosamente retiradas de los peligros del siglo, en los cuales hubiesen estado expuestas a perderse… y, vosotras, pensando en la parte que os toca, semejante a la de María, que Yo tanto alabé… No os prefiráis a ellas… y sentíos indignas de esa parte de elección esforzándoos cada cual en ser y hacer lo que yo quiero, dentro de vuestra vocación…



     Y vosotras todas, almas elegidas que habéis oído aquel divino llamamiento: sígueme[1], acércate, entra en mi casa[2] conmigo… permanece en Mí y en mi amor[3]si la voluntad divina no os pide o exige la separación absoluta del mundo… mirad a María y aun estando en contacto con el mundo, no seáis del mundo[4]. Se puede ser del mundo y no ser del mundo, cualquiera que sea vuestro régimen de vida. Son del mundo las almas que tienen su espíritu y siguen sus máximas…, y no son del mundo las que desprecian sus máximas y siguen las de Jesucristo…

("En seguimiento de María).





[1] Matth. VIII, 22; XIX, 21; Marc. II, 14; X, 21; Luc. V, 27; XVIII, 22.
[2] Joan. I, 38-39.
[3] Joan. XV, 4, 9; I Joan. III, 24; IV, 16.
[4] Joan. XVII, 14-16.

miércoles, 1 de marzo de 2017

Enseñanzas del Amor Misericordioso: "A las madres".



A LAS MADRES
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1.- La dulce misión de la madre.

         ¡Oh vosotras! En quienes el Señor lo más exquisito que en su Corazón tiene… madres cristianas, arterias vivientes del Corazón de Jesús en los hogares: aprended a utilizar y sobrenaturalizar estos tesoros de los cuales no sois más que depositarias… A vosotras toca ser la paz y la alegría de vuestros hogares.

         Habéis sido entregadas por compañeras al Jefe de la familia para que lo sostengáis en sus trabajos, le consoléis en sus penas y le ayudéis a alcanzar con vosotras su último fin: la posesión de la Gloria en el Reino de los Cielos.

         Vosotras le debéis a él obediencia; él os debe protección; pero… sed para él siempre el ángel del Señor. Dulce y hermosa es vuestra misión; y para cumplirla fielmente no es menester más que utilizar el tacto, la delicadeza, el abnegado celo y la bondad puesta por Dios en el fondo de vuestro corazón.

2.- Los deberes de la esposa y de la madre.

         No olvidéis nunca vuestros principales deberes.

         No sois dueña de vos misma, sois esposa y madre, pertenecéis al Señor que os quiere para Él, a vuestro marido e hijos para formar todos juntos un hogar cristiano que irradie luz y caridad, del cual el mismo Cristo-Rey sea alma y vida… En él velaréis para mantener viva la llama y el calor por la unión en la verdad y caridad.

3.- Necesidad de la santificación en la madre cristiana.

         ¡Oh madres! ¿Cuándo se os podrá recomendar bastante que os santifiquéis para vuestro marido e hijos, a fin de atraer sobre ellos los favores del Cielo, las gracias divinas?

         Especialmente en los días de espera que preceden al gozo de estrechar en vuestros brazos una nueva criatura… destinada a ser uno de mis elegidos… ¡qué piedad y solicitud debe ser la vuestra para que antes de su nacimiento me sea totalmente consagrada! Dádsela ya a mi santa Madre, a fin de que me sea presentada por Ella…

         Vivid una vida de fe profunda y de caridad, que comunicaréis a la criatura haciéndola partícipe de vuestra vida misma… y durante el tiempo que permanezcáis unidas a este pequeño ser que no ha visto aún la luz del día, hacedlo todo en su nombre. Vuestro primer acto al recibirlo, sea el entregarlo a mi santa Madre; y renovad a menudo este primer ofrecimiento que atraerá sobre él abundantes bendiciones.

         Aficionaos a considerar con frecuencia las disposiciones de la Virgen Madre cuando contemplaba a su Jesús niño… Pedidle que guarde vuestro amado tesoro y vaya conformándolo cada vez más a Mí. ¡Madres, el alma de vuestro hijo es cosa tan grande… que no puedo confiaros nada más excelente!... Tenéis a vuestro cargo su vigilancia y custodia… Al prodigar cuidados maternales y solícitos desvelos a su frágil existencia, que un pensamiento dominante os recuerde sin cesar su alma… Y lo más pronto posible, en cuanto nazca, haced que reciba el santo sacramento del Bautismo, para ser hijo mío y liberarse de la esclavitud del demonio… No dilatéis nunca este cuidado tan importante.

         Después, en vuestro regazo, es donde vuestro amado pequeñuelo debe ir aprendiendo a orar… Juntad sus manecitas antes que comience a balbucear, haced que bese mi Imagen… mostradle la de mi santa Madre… Desde el primer instante de su nacimiento colocadle una medalla suya al pecho para ponerlo bajo la protección de María y ahuyentar de él la serpiente infernal.

         ¡Cuán dichoso sería él, si la primera palabra que pronunciara fuera el nombre bendito de mi Madre o el Mío!... Tended a esto, madre cristiana. ¡Cómo os lo agradecerá vuestro hijo!

4.- La Madre modelo de obediencia.

         Vosotras seréis en la familia el dulce lazo de unión… el modelo de obediencia…

         Habéis de enseñar y arrastrar con vuestro ejemplo a que el hijo obedezca a su padre…

         Tenéis la misión de poner al Jefe de la familia en el lugar que le corresponde dentro del hogar, la de enseñar a respetar su autoridad por un principio sobrenatural, viendo y haciendo ver en ella la autoridad de Dios.

5.- La influencia de la madre es la del corazón.

         Vuestra influencia es la del corazón; tenéis que enseñar al niño a amar… a amar como conviene: Primero a Mí, luego a su padre; y a los demás, siguiendo por orden… y a no amar más que lo que es bueno. Enseñadle a amar amando vosotras mismas y descubriéndole vuestro propio corazón.

         Habéis de formar su alma dulcemente en vuestro regazo, haciendo vibrar la vuestra junto a la suya… comunicándole vuestros pensamientos… inclinaciones y aspiraciones…
         La misión que tenéis, ciertamente es la de educar el alma del hijo, disponiéndola para la formación viril que más tarde ha de darle la autoridad del padre.

         Sois las llamadas a sostener su alma a fin de que no se quiebre y quede flexible y dócil para cuando sea necesario plegarse y pronunciarse. Si inculcáis bien mi Amor en el alma de vuestro hijo, no le será dificultosa la obediencia y las virtudes se implantaran fácilmente en él. Acostumbradlo a huir pronto del mal.

         Habladle más del bien que ha de practicar que del mal que debe evitar: una sola palabra para que adquiera el santo hábito de despreciar el mal y huir hacia el bien; de éste debéis enseñadle a alimentarse.

6.- La madre cristiana debe vivir de sacrificios.

         Madres cristianas, si sabéis vivir contentas en medio de los sacrificios… inculcaréis con mayor facilidad en el alma de vuestros hijos esta disposición esencial.

         El secreto de la felicidad en este mundo y en el otro, para vosotras y para los que os rodean, es el propio renunciamiento.

         Si el niño sabe que su primer debes es el renunciarse para cumplir mi santa voluntad y hacer siempre lo que más me agrade… encontrará más sencillo y ha de serle más fácil el ejercicio de las virtudes cristianas; comprenderá que la práctica del bien es la vida moral del cristiano.

         Vosotras desarrollaréis así el atractivo a lo bueno y atenuaréis un poco la pendiente de la naturaleza humana que sin cesar solicita y arrastra hacia abajo.

7.- Ternura y firmeza – lazo de unión.

         No seáis del número de esas madres gruñonas que están riñendo siempre y ceden al mismo tiempo… Es menester que el niño sienta firmeza en medio de la ternura… y una pena profunda en vuestra alma cuando él se porta mal. Apoyad al padre y haced que el niño le respete, que comprenda que en él está la autoridad.

         El padre es la cabeza de la familia, vosotras debéis ser el corazón, el lazo de unión.

         Velad celosas por esta unión, de la que sois guardianes… Unión al padre por obediencia de amor, unión de los hijos entre sí… Enseñadles los secretos de la Caridad. Obediencia y caridad son las virtudes fundamentales que debéis inculcar en las almas de vuestros hijos; ellas os asegurarán su felicidad temporal y eterna.

8.- Preciosos gérmenes que debéis cultivar en el alma de los hijos.

         ¡Oh madres! Estad atentas a las inclinaciones que descubráis en estas tiernas criaturitas. Arrancad inmediatamente las malas hierbas, enderezad lo torcido, llevadles al bien. Inspirad en ellos el horror al pecado, la necesidad de purificarse prontamente, el hambre de la Eucaristía… el amor al deber… y la necesidad de ser el rayo de luz solar que ilumine la familia… y de pasar por todas partes haciendo bien.

         Mostradles con frecuencia el Niño Jesús tan sumiso a su edad. Que se formen a mi Imagen, recurriendo filial y constantemente a María… Estableced en sus almas una sólida piedad cimentada en viva fe… una confianza inquebrantable, independiente de los sentimientos y accidentes de la vida… y una caridad verdaderamente para Mí y para el prójimo.

         Inspiradles horror a la mentira, amor a la verdad y a la justicia… Que comprendan bien la misericordia, sepan perdonar, devolver siempre bien por mal, y que no queden nunca en frialdad con el prójimo.

         Enseñadles a dar limosna al pobre como a Mí, a privarse por socorrer a los demás… a obrar siempre bajo mi mirada de amor a la que nada escapa y que recompensara divinamente el más pequeño bien.

         Madres cristianas, inspirad a vuestros hijos el amor a la Iglesia y al Papa, el respeto a los Sacerdotes, la adhesión a la vida litúrgica y parroquial. Que su más preciado título sea el de ser católicos… Que tengan gran devoción a su Ángel de la Guarda y a los santos Patronos a quienes he confiado su custodia. Debiera existir una íntima alianza entre vosotras y los ángeles guardianes de vuestros hijos, concertada antes de su nacimiento, y que les mantenga más firmes durante las ausencias en que se encuentran fuera de vuestra vigilancia.

         Si los precedéis en la Patria, estos ángeles serán vuestros mensajeros y ocuparán vuestro lugar junto a ellos; y ya durante la vida os facilitarán grandemente la tarea educativa…

         Madres, no lo olvidéis; el alma de vuestros hijos os confío… Os espero en el Cielo con ellos.

         Si tenéis días de prueba acordaos de Mónica, imitadla en sus oraciones y sacrificios… en su perseverancia y confianza; y me daréis también Agustines.

         Manteneos muy cerca de María y aprended en Ella lo que debéis hacer y decir. Vedla en Nazaret.

         Que en vosotras pueda repetir todo como en vuestra Madre: “Hagamos lo que Jesús nos ha dicho… Jesús, su Vicario… su Iglesia… Cuando habla no hay que replicar… debe ser obedecido”.

         Una gran recompensa está preparada a la madre cristiana que eduque para Mí a su hijo.

P. M. SULAMITIS.


         (Enseñanzas del Amor Misericordioso).