domingo, 22 de mayo de 2016

"El Amor Misericordioso" (segunda parte)

El Amor Misericordioso necesita apóstoles, millares y millones de lenguas que le anuncien y le den a conocer por todas partes; apóstoles del gran Mandamiento de la caridad que es el sostén de su reinado.
Toda la doctrina y obra del Amor Misericordioso brota del Evangelio, sintetizada en aquéllas palabras de San Juan (3, 16); 
"De tal manera amó Dios al mundo que le dio a su Hijo unigénito, para que todos los que crean en él no perezcan sino que consigan la vida eterna." 
Y el fin de esta Obra es que las almas conozcan al divino Corazón que es todo amor y misericordia y pongan su confianza en él y le correspondan por medio de la caridad con el prójimo.
Oigamos sus preciosas palabras dirigidas a su nueva confidente:
"Creer en mi Amor y corresponder a él es toda la doctrina de mi Sagrado Corazón. Creer en mi Amor Misericordioso es lo que Yo explicaba a Margarita María cuando le decía: "He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres". Creed, pues, en este amor de mi corazón que es tan poco amado. ¡Si me amáis, guardad mis mandamientos! Mi mandamiento es: que os améis unos a otros como yo os he amado.” Y a esto añade corresponder con la confianza, por una confianza humilde y amorosa, pero práctica, haciendo lo que Dios humanado ha hecho. Hay que poner a la vista estas grandes manifestaciones de la inmensa caridad de Cristo; cuales son: La Pasión, La Eucaristía, El Corazón herido de amor.
Aquí tenemos con esto el gráfico de esta devoción y la síntesis de su doctrina; por eso ha querido Jesús manifestarse ahora en esa forma pidiendo que así se le pinte y represente en cuadros y estampas y en ellas se le dé culto. Por la cruz desea Jesús que se despierte en las almas el espíritu de sacrificio:
“Me ha prometido—dice P. M. Sulamitis—reinará por su cruz y por su corazón: será nuestro Rey de Amor, quiere reinar así en todo el universo; - Continúa el Señor - ¿No he dicho acaso que cuando fuere elevado sobre la tierra atraería hacia Mí todas las cosas?... Esto es lo que quiero hacer; quiero recordar constantemente a mis almas mis sufrimientos y mi amor; quiero ser allí (en la Cruz) para ellas una predicación muda que las enseñe como hay que amar y cómo hay que sufrir. ¡Oh, que vengan a la escuela del amor, y aprenderán mi amor misericordioso!”
Quiere el Señor reanimar la fe en su Eucaristía, por eso impulsa a las almas a que acudan a su corazón vivo, allí donde está realmente en el Sagrario, en su Sacramento de amor. Oigamos sus lecciones sobre este punto:
“Para enseñar a las almas a vivir bien es preciso enseñarlas a comulgar bien, y a obtener de sus comuniones el gran fruto de la caridad.” “Que gozo para mi corazón si mis amigos quisieran hacer de la Misa y de la comunión su divina cita y establecer allí en unión conmigo la unión de unos con otros por la caridad.”
Por la caridad, aquí es donde el Señor insiste más por la caridad… por la misericordia compasiva y delicada caridad para con nuestro prójimo.
Esta es la correspondencia que pide Jesús a sus amigos como prueba de su amor a él; que seamos como el Amor Misericordioso para con nuestros hermanos:
“Sois mis amigos —dice— si hacéis lo que os mando: que os améis unos a otros como yo os he amado.” P. M. Sulamitis dice: “Me fue mostrado que toda la doctrina del Evangelio es Amor Misericordioso; también me fue manifestado cuan poco se practica esto… siendo tan esencial en nuestra Religión.”
A remediar este mal viene la obra del Amor Misericordioso.
C. y C. 

(De la revista “Acción Antoniana” de los Franciscanos de Valencia, octubre de 1932, número 141, con licencia eclesiástica).