lunes, 27 de febrero de 2017

"María y los jóvenes"


MARIA
Y LOS JOVENES
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María es nuestra Madre.

         Jóvenes que habéis sido educados en el regazo de una madre cristiana: ¿no depositó ella en vuestros corazones el germen de una devoción íntima a María, la Virgen Inmaculada, la del todo pura, hermosa, mediadora omnipotente? A esta Madre de Misericordia, tan buena… que tiene el corazón siempre abierto al sufrimiento, a la indigencia, a todos los que están necesitados… la Iglesia misma la llama: refugio de los pobres pecadores… porque por muy bajo que el alma haya caído, si acude a María, Ella le obtendrá la gracia de levantarse, recobrar su inocencia y la amistad de Jesús.

         Sin duda, os diría que María es vuestra Madre, vuestra Madre según la gracia como ella misma lo es según la naturaleza; y que toda la ternura y abnegación que encontraréis en su corazón, no es nada comparado con el amor que os tiene María… con su deseo de ayudaros y haceros bien. Así mismo os recomendaría que recurrieseis constantemente a María, que no dejéis de rezar siquiera un Ave-María diariamente; porque “jamás se ha oído decir que alguno de cuantos han acudido a Ella, haya sido abandonado…”

La mirada puesta en María. – El recurrir a María es fuerza y socorro.

         ¡Es tan fácil rezar un Ave-María! No lo omitáis jamás. Vosotros mismos, los que apenas conocéis a vuestra Madre que está en los Cielos… que habéis oído poco hablar de Ella, repetid, al menos, su hermosa oración: Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús… Estas alabanzas a María, que son la salutación del Ángel en el misterio de la Encarnación y la de su prima Isabel, inspirada por el Espíritu Santo, serán para vosotros luz y fuerza en vuestras dificultades y tentaciones; porque diciéndolas de corazón os sentiréis inclinados a desprenderos de las cosas perecederas, comprenderéis la vanidad de las engañosas bellezas que por un nada se destruyen… el vacío de placeres que duran unos instantes, la locura de apegarse a las riquezas y los honores.

         Atraídos hacia un ideal tan puro como lo es María, sentiréis crecer en vosotros el amor al bien, a la virtud, a la pureza. – Vuestras almas se dilatarán y se elevarán, comprenderéis las cosas más en la verdad; porque las pasiones ciegan y desvían del verdadero bien cuando están reguladas por la divina luz de la fe.

Recurrir a María en todas las dificultades y peligros.

         María es la estrella del mar que guía las almas hacia Cristo-Rey. Ella las fortifica, alienta, consuela… Es más madre que todas las madres, puesto que, siendo Madre de Dios, se ha dignado aceptar también la maternidad de nuestras almas y quiere ejercitar espiritualmente en nosotros el tierno y doloroso oficio de madre… Después de enumerar sus privilegios, no dejéis de añadir: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, así sea. Ninguna oración deja sin provecho al alma; ésta recibe en ella siempre un socorro especial… En vuestros peligros, en vuestras tristezas, en vuestros momentos de decaimiento, acudid a María, Ella no os abandonará. ¡Son tan grandes los prodigios de gracia y de misericordia debidos a su intercesión!... Confiad en una madre tan buena que vela por vosotros, y comprende mejor que vosotros mismos lo que es vuestra alma; la salvación de un alma… por toda una eternidad.

La esperanza cristiana.

         Sois jóvenes, pero ya habéis comprendido, a pesar de todo, que no permaneceréis largo tiempo sobre la tierra; estáis viendo como siega la muerte, sin cesar, en torno vuestro… La muerte es el castigo del pecado, por él entro ella en el mundo (Rom. V, 12).

         Si esta os ha herido en vuestros más legítimos afectos, arrebatándoos un padre, una madre un hermano o hermana tiernamente amados, mirad cómo el pensamiento más consolador es el de volver a reuniros un día con ellos… No hay nada semejante a la esperanza cristiana para sostenernos en el camino de la vida; ella nos enseña como todo sacrificio, todo sufrimiento, tendrá arriba magnífica recompensa… y que todos los que en la tierra hubieran mostrado ser siervos de Cristo-Rey, tendrán puesto en su Reino. Mi Padre honrará a mi siervo. Allá donde Yo esté, permanezca mi siervo también (Joan. XII, 26). Esa es la voluntad de Jesucristo…

Despertad su fe.

         ¡Oh jóvenes, despertad a la fe, colocad en una balanza la verdad y la vanidad… los goces de la pureza, de la inocencia y los de la voluptuosidad, seguidos de unos punzantes remordimientos, de una funesta ceguera y del endurecimiento del corazón… Comparad la vida de un joven casto, con la del que se entrega a la disolución y al vicio… el dulce beso de una madre, su mirada plenamente complacida hacia el hijo que es su alegría y su corona, y las silenciosas lagrimas que surcan sus mejillas cuando presiente o sospecha de él… ¡Joven, no hagas llorar nunca a tu madre de la tierra! Y aunque lo veas piensa en tu madre del Cielo que te ama, te muestra que está ahí, cerca de ti, dispuesta siempre a prestarte su apoyo.

         ¡No desfallezcas jamás! A Ella puedes y debes acudir siempre, porque aunque hayas caído, Ella te levantará. No seas entonces causante de una nueva desgracia rehusando invocarla, dudando de Ella… antes llámala, con todas tus fuerzas diciendo: “¡Madre, he pecado, tened piedad de mí!”…

En dónde se halla la verdadera libertad.

         ¿Tenéis, oh jóvenes, sed de libertad? Id a María. Ella os dirá en qué consiste la verdadera libertad: “Es mi hijo, Cristo-Rey, quien la da”. El Papa lo ha dicho muy bien: “Da la libertad, porque ilumina la inteligencia, muestra la verdad… porque fortifica la voluntad, enseñando que la perfección del ser, no consiste en afrontar lo que es superior a él, sino en someterse a Él y en sujetarse a lo más perfecto”… La perfección de vuestra voluntad ¡oh jóvenes!, es la de obedecer al Ser Supremo…, sometiéndoos por la fe a Cristo-Rey, que vino al mundo para dar a conocer la Divinidad y la Verdad, para darnos la vida y mostrarnos el camino que conduce a nuestro fin… La perfección consiste, por tanto, en estar sometidos a Él y a su Iglesia… En Él encontraréis la satisfacción del corazón; aquel que vaya a Él no tendrá hambre ni sed de los bienes perecederos… y su alma se dirigirá sin cesar hacia el verdadero bien…

La salvación así como los demás bienes se nos dan por medio de María.

         He aquí, oh jóvenes, lo que os enseñará María, vuestra Santísima Madre. Por ella alcanzaréis la libertad, la verdadera vida, la felicidad… transcurrirá dichosa vuestra existencia, practicaréis la justicia, llegaréis a ser hombres íntegros, fieles al deber; seréis el sostén del derecho y la verdad, en quienes pueda apoyarse el débil para ir a su Dios… y marchar seguro entre los escollos de la vida… porque vosotros le enseñaréis también lo que es María, y lo que se puede esperar de Ella.

         Jóvenes: la salvación os vendrá siempre por María… Depositad en Ella vuestra confianza, miradla a menudo y acordaos de invocarla: no veréis nunca frustrada vuestra esperanza… Si alguna vez tardarais algo en recibir socorro, no os canséis de solicitarlo, porque Ella sabrá atenderos luego, y con mayor largueza aún…

María es mi Madre. ¿Cómo dejaré de quererla?

         Ella vela por mí, me protege…
         Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora. ¡Qué sentido tan profundo encierra este “ahora” que con tanta sencillez abarca todas nuestras necesidades! Y en la hora de nuestra muerte. Así sea…

         ¡Oh María, oh Reina y Madre Mía!
         Acelerad en las almas y en el Universo,
         El Reinado de Cristo-Rey.
         Realícese por Vos “El que todos seamos Uno en Él”.

Promesas del Bautismo.

         Yo renuncio a Satanás, a sus pompas, a sus obras y me entrego a Jesucristo, a su ley, a su Iglesia para siempre.

Ofrecimiento.

         ¡Padre Santo! Por el Corazón Inmaculado de María os ofrezco a Jesús, vuestro Hijo muy amado; y me ofrezco yo mismo en Él, con Él y por Él a todas sus intenciones y en nombre de todas las criaturas.

(300 días de indulgencia cada vez, plenaria una vez al mes).
Pío XI, 10-VI-1923.


P. M. SULAMITIS.