lunes, 19 de septiembre de 2016

"Las intenciones de Jesús"



Las intenciones de Jesús
_____

            El renunciar uno a sus intenciones para tomar las de Jesús, es procurar:

              A Dios, mayor gloria y gozo,

              A nosotros, más mérito y seguridad,

            A cada uno de los que quisiéramos encomendarle, mayor abundancia de gracias y bendiciones.

            A primera vista, ciertas personas temen sacrificar sus intenciones particulares, tomando las de Jesús. Ignoran que lejos de perder, ganarán mucho en el cambio, pues:
            
           1º Sus intenciones particulares están comprendidas en las de Él, que contienen las de todos los elegidos y todo el bien que pueda haber en la tierra.
            
           Si las intenciones de estas personas no estuvieran comprendidas en las de Jesús, es que no serían buenas; pues por poco bien que en ellas haya, sea de orden natural o espiritual, Jesús lo quiere. ¿No lo prueba Él a cada instante, por el cuidado amoroso de su Providencia en los más pequeños detalles de la vida?

            Si la caída de un cabello de nuestra cabeza, debe servir al bien de nuestra alma, y por lo tanto a su gloria, Él la quiere; y esta caída está en sus intenciones; puede ser objeto de su oración.

            Así mismo, si tenemos por intención el bien de nuestros padres, de nuestros amigos, ¿no los ama Jesús mucho más que los podamos amar nosotros, y como se trata de su bien, no lo desea Él mucho más aún que nosotros?

            2º Además, al tomar las intenciones de Jesús en lugar de nuestras intenciones personales, no sólo conservamos éstas, sino que las entendemos –por decirlo así– hasta lo infinito, las multiplicamos tanta veces como se multiplican en su simplicidad, las intenciones de Jesús; pues estando todas comprendidas en su gloria, comprenden a cada una de las criaturas y todas las necesidades de todas las criaturas, y todas las buenas intenciones de todas las criaturas; de ahí proviene que esa es la unión a Jesús y en Jesús, a todas las intenciones de los Santos que han existido desde el principio del mundo; la unión a María, a los Ángeles, a todos los Bienaventurados; pues Jesús abraza en sus intenciones todas las que Él ha inspirado y son obra del Espíritu Santo; por consiguiente, todas las peticiones que podamos hacer por el Padre Santo, los Sacerdotes, Religiosos, niños, agonizantes, personas tentadas, o por obras emprendidas por su gloria, todo está encerrado en sus propias intenciones.

            Decir: por las intenciones de Jesús, es decir: por todo lo que Jesús quiere y desea.

            ¿Quién no comprende que la ofrenda hecha a un bienhechor o a un amigo no le sea más agradable, si la pone enteramente a su disposición, que si le determina el uso que de ella debe hacer? – Así se demuestra más confianza y desinterés y por eso resulta mayor gloria, más goce para la persona por quien así se obra.

            Si uno de nosotros, teniendo a los suyos en la indigencia o experimentando cualquier deseo, sacrificara todo, hasta la misma posibilidad de aliviar a los suyos, para hacer una ofrenda a su amigo, no para que este amigo tuviera la satisfacción de socorrer por sí mismo a los nuestros, o satisfacer el deseo de nuestro corazón, sino por la única intención de agradarle, ¿creemos que este amigo, único objeto de nuestra fineza, se dejaría vencer en generosidad y no empezaría tomando como primera intención la que sacrificamos por él?

            ¿Y no hará lo mismo Jesús?

            Mandar celebrar el santo sacrificio de la Misa, ofrecer a Jesús por sus intenciones, es pues, como vemos, el motivo de amor más noble, más universal que pueda haber.

            Mas no nos contentemos de obrar así; para practicar la caridad cristiana, pongamos nuestros bienes en común y hagamos esta ofrenda, no sólo en nombre nuestro, sino en nombre de todas las criaturas, de suerte que toda criatura, aún la que no piense en ello, participe de este don – y que Jesús lo recibirá como si todas las criaturas lo hicieran por sí mismas, pues se hace en nombre de ellas. – ¡Qué gloria y que gozo para Jesús y para el Padre, para el Amor Misericordioso de su Corazón, recibir en este homenaje el de todos sus hijos! ¡Qué gozo para un padre, ver a sus hijos en estas disposiciones!

* * *

            Unión a las misas que se celebran actualmente en todo el mundo:

            ¡Oh Jesús, Sacerdote-Hostia, por María yo me ofrezco en Vos… tengo hambre de Vos... me uno a Vos!...
            ¡Oh Padre Celestial! Por el inmaculado Corazón de María, Os ofrezco a Jesús vuestro amado Hijo, y me ofrezco a mí mismo en Él, con Él y por amor de Él, a todas sus intenciones y en nombre de todas las criaturas.
P.M. SULAMITIS.