miércoles, 8 de marzo de 2017

Mensaje del Amor Misericordioso: "A las almas cristianas que están en el mundo y que no son del mundo".




1.- Compasión de Jesús por los sufrimientos y el peligro de esas almas.

         Hay actualmente almas fieles que atraen particularmente mis miradas de amor: muchas gimen esperando, y solicitan alimento y auxilio; que se las ayude y se les enseñe a devolver cada vez más amor por amor.

         Esas almas están en el mundo, pero no son del mundo: su corazón me pertenece y no quisieran vivir más que para Mí. – Sin embargo, abandonadas a sí mismas, comprenden que es muy fácil equivocarse, siendo juguetes de su propia imaginación… dejándose arrastrar, con pretexto de hacer bien, a no hacer más que su propia voluntad… creyendo corresponder a mis designios mientras no siguen sino su propia inclinación… No pueden, sin embargo, entrar en la vida monástica, o porque no son llamadas, no teniendo atractivo o salud para ella… o porque lazos sagrados, reconocidos por sus directores, las retienen en medio del mundo, para el que no está hecho su corazón…

         Estas almas sufren… y su corazón corre el peligro de reconcentrarse y empequeñecerse, oprimido por este sufrimiento… o de extraviarse buscando un alivio que las consuele… cuando tan necesario les sería aprender a sobrenaturalizar su sufrimiento, sirviéndose de él para perfeccionar su corazón… y lanzarse con mayor generosidad por el camino de la abnegación de sí mismas y de una completa entrega.

2.- Llamamiento de Jesús. – La gran asociación de la Iglesia.

         A esas almas quisiera Yo decirles una vez más: “Seguidme”… venid a Cristo-Rey… venid como otras veces vinieron en Judea las que Yo atraje hacia Mí… Quisiera invitarlas a que se acerquen a María su Reina y su Madre, al pie del Calvario y de la Sagrada Hostia, con la mirada en mi Corazón… y allí, abriéndoles el Libro de la vida, enseñarles a vivir esta vida de amor que fluye en mi Corazón.

         Cualquiera que sea su edad… su pasado, su situación… al pie de la Cruz encontrarán, provechosamente, su consuelo y su modelo. ¡Cuántos secretos divinos les descubriré!...

         En la unión de mi Iglesia, podrán ver con mi Sacerdote a la Virgen María, a la penitente Magdalena y a las Santas mujeres… Esposas, viudas, madres, o sin hijos, todas tenéis sitio en mi Calvario; allí os espero… En mi Corazón aprenderéis el secreto de todas las abnegaciones y todos los abandonos, allí aprenderéis a santificar nuestras vidas y hacerlas llenas a los ojos de Dios… y a ejemplo de María, desearéis constituiros en esclavas mías… recogiendo en vuestro corazón todas mis palabras y ejemplos… para meditarlos y vivirlos…

         Allí comprenderéis lo que es la vida cristiana, la vida de esclavos y esclavas, fieles y abnegados de Cristo Rey… esa vida que es la vida de mi Evangelio, la vida de mi Iglesia…

         En vez de contristaros por no tener Regla particular ni oraciones especiales, ni dirección exclusiva y conveniente, debéis, por eso mismo, aficionaros tanto más a vivir como conviene en esta asociación divina, en esta asociación Católica, que quisiera abrazar todo el género humano: sociedad de fieles que es la Iglesia… de quien Yo soy el fundador… y el Papa, Cabeza visible, asistido por el Espíritu Santo… familia del mismo Dios; pueblo santo.

3.- El santo Evangelio, Regla de estas almas.

         Entonces, tomaréis mi Evangelio y os aficionaréis a él. Como María, os aplicaréis a vivirlo con toda la perfección que esté a vuestro alcance; él será vuestro alimento… y formaréis vuestra alma según mis divinas enseñanzas… ¿No sabéis que las Reglas monásticas no son en el fondo sino mi Evangelio adaptado a tal o cual género de vida o situación?... Sin duda alguna que la vida religiosa está llena de abnegaciones íntimas, y de renuncias continuas: tiene al alma clavada en la cruz hasta el fin de la vida… No caigáis, pues, jamás por vanagloria, o secreta preferencia, o complacencia personal, en el deseo de prevalecer o ser superiores a esas almas que se inmolaron por Mí, sacrificándome en absoluto toda su libertad. Que cada cual respete mis designios y se humille… las almas religiosas, por haber sido tan misericordiosamente retiradas de los peligros del siglo, en los cuales hubiesen estado expuestas a perderse… y, vosotras, pensando en la parte que os toca, semejante a la de María, que Yo tanto alabé… No os prefiráis a ellas… y sentíos indignas de esa parte de elección esforzándoos cada cual en ser y hacer lo que yo quiero, dentro de vuestra vocación…



     Y vosotras todas, almas elegidas que habéis oído aquel divino llamamiento: sígueme[1], acércate, entra en mi casa[2] conmigo… permanece en Mí y en mi amor[3]si la voluntad divina no os pide o exige la separación absoluta del mundo… mirad a María y aun estando en contacto con el mundo, no seáis del mundo[4]. Se puede ser del mundo y no ser del mundo, cualquiera que sea vuestro régimen de vida. Son del mundo las almas que tienen su espíritu y siguen sus máximas…, y no son del mundo las que desprecian sus máximas y siguen las de Jesucristo…

("En seguimiento de María).





[1] Matth. VIII, 22; XIX, 21; Marc. II, 14; X, 21; Luc. V, 27; XVIII, 22.
[2] Joan. I, 38-39.
[3] Joan. XV, 4, 9; I Joan. III, 24; IV, 16.
[4] Joan. XVII, 14-16.

lunes, 6 de marzo de 2017

Mensaje del Amor Misericordioso: "Cristo, Rey universal"


CRISTO, REY UNIVERSAL
_____

Consagración del género humano al Sagrado Corazón de Jesús[1]
(Fórmula dada por Su Santidad Pío XI).

¡Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano! Miradnos humildemente postrados; vuestros somos y vuestros queremos ser, y a fin de vivir más estrechamente unidos con vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón.

Muchos, por desgracia, jamás, os han conocido; muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han desechado. ¡Oh Jesús benignísimo!, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón Santísimo.

¡Oh Señor! Sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna, que no perezcan de hambre y miseria. Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos; devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe para que en breve se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor. Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría y del Islamismo; dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro reino. 

Mirad finalmente con ojos de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro tiempo fue vuestro predilecto; descienda también sobre ellos, bautismo de redención y de vida, la Sangre que un día contra sí reclamaron.

Conceded, ¡oh Señor!, incolumidad y libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no resuene sino ésta voz: ¡Alabado sea el Corazón divino, causa de nuestra salud! A Él se entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos. Amén.

MEDITACION INTIMA

         En las palabras de esta Consagración, se reconoce el Corazón de Cristo, inspirando  a su Vicario los acentos que quiere hallar en los corazones y en los labios de sus hijos.

         Como otras veces, viene a hacernos oír sus íntimas vibraciones que descubren tanto amor y tanta misericordia.

“¡Tengo compasión!”

         Y a todos nosotros es a quien se dirige…. Y de todos nosotros de quien se compadece… y son todos nuestros corazones los que Él quisiera ver abrasados del Amor Misericordioso que arde en el Suyo… Y si quiere ser reconocido por nosotros como REY, no es solamente para su gloria, sino también por su bondad, por compasión hacia nosotros… para continuar siendo una vez más, para siempre, nuestro Salvador; para poder ejercitar aún más su misericordiosa caridad sobre nosotros. Su Corazón está tan lleno de amor hacia nosotros, que se desborda; pero necesita corazones que se le abran, para llenarlos. Quiere hacerse oír de todos, pero quiere también que le sirvan de porta voz y que le escuchen, que quieran oír esta palabra de su misericordioso amor: “¡Tengo compasión!”.

         ¡Oh María, cuyo Corazón Inmaculado vibró siempre y vibra todavía con las vibraciones del Corazón de Jesús, haced oír a todos sus palabras de amor! Su palabra divina: “¡Tengo compasión!”.

La compasión o el amor misericordioso del Corazón de Jesús.

         Sí, tengo compasión de ese pueblo; de esos pueblos que verdaderamente son como ovejas errantes sin pastor… y por eso quiero hacerlas volver a Mí…

         Tengo compasión de mis criaturas y no quiero más que su bien… Al procurar mi gloria y al reclamarla de ellas – esta gloria mía que yo me he dignado poner en sus manos, para que ellas me la devuelvan – es una gracia, un favor que les concedo; y hasta esto lo hago Yo por su bien… Porque las recompensaré eternamente por este homenaje que me hayan rendido y por el buen uso que hayan hecho de su libertad, aunque para ello hayan tenido que ser prevenidas de mi gracia, y sostenidas por ella para cumplirlo.

Esta Consagración es una gracia, un favor que debe producir frutos.

         Esta misma Consagración es ya una gracia, un favor que yo os ofrezco. Bienaventurados los que sepan comprenderla, apreciarla y corresponder en la medida que conviene… porque será aprovechada de bien distintos modos por las mismas almas que la hagan… y de igual forma rechazada diversamente: por unos con indiferencia, por otros con ignorancia; aunque algunos también lo harán por malicia, por odio e impulsados por Satanás… atreviéndose a decirme de nuevo el “non serviam”… ¡no serviré! ¡no queremos que Él reine en nosotros!...

         Este acto,  Yo os lo digo, será grande… y tendrá una gran influencia en muchas almas. Por eso convendría que se les hiciese comprender bien su alcance… debiendo sacar unos el diez, otros el veinte… el treinta, sesenta… ciento por uno de fruto, para mi gloria y su santificación… para su provecho eterno…


El valor de este acto depende las disposiciones de nuestro corazón.

         Lo que Yo aprecio sobre todo es el corazón, la disposición de la voluntad… Bienaventurado aquel que sepa poner su corazón en unión con el Mío a fin de que no vibre sino con las vibraciones de mi Corazón… Pedid a María, vuestra Madre Celestial, que os enseñe en esta circunstancia a hacer lo mismo que ella hizo en el curso de su vida cuando Yo oraba , y Ella oraba conmigo – Ella se adhería con toda su alma y entraba de lleno en todo lo que le sugerían las palabras mismas que Yo pronunciaba… Y aun cuando yo oraba en silencio… María se adhería también… Así debéis hacer vosotros: habituaros a hacer vibrar vuestras almas con las vibraciones que Yo os imprimo por mi Santo Espíritu, al hablaros por medio de mi Iglesia, sea en las oraciones litúrgicas que pone Él en vuestros labios, sea por otro medio. Vivid en la gran unidad “católica” y comenzad desde ahora.

La afirmación de ser de Dios, de pertenecerle, fortifica la voluntad en el bien.

         Vosotros, los míos, afirmad más y más vuestra voluntad de serlo. No sabréis comprender qué fuerza comunica a vuestra voluntad esta sincera afirmación, voluntaria y deliberada, cada vez que la hacéis y la pronunciáis… Entrad en las disposiciones de caridad perfecta que Yo quiero encontrar en vosotros. Caridad a base de fe y de humildad: caridad que es toda olvido vuestro y misericordia; caridad que es el fruto del extremado Amor Misericordioso con que sois amados… caridad que es un desbordamiento de Mi Corazón en el vuestro y que os hace verdaderos discípulos míos, haciéndoos verdaderamente vivir de mi vida, conforme a lo que Yo mismo os he enseñado y a lo que me habéis visto practicar.

         ¿Y por qué quiero encontraros en esta caridad? – Para que estéis en Mí… Quiero que toméis como medio lo que ha de conduciros a la esencia… a la vida práctica de lo que es vuestra condición fundamental y sobrenatural de cristianos… Hago esto para suplir vuestras tinieblas y vuestra ignorancia… Os doy mandamientos, promesas y amenazas únicamente para que os sirvan de barreras, de dirección, de estímulo y de freno; para contrarrestar vuestra concupiscencia y vuestras tinieblas y ayudaros a triunfar. Aprovechaos bien de todo según mis designios… con amor… con reconocimiento…

La caridad perfecta. Espíritu católico.

         Acordaos de lo que en otro tiempo os dije y os repito hoy de nuevo… “Tengo compasión de este pueblo”… Sí, “tengo muchas ovejas que no están en mi rebaño; quiero atraerlas para que no haya sino un solo rebaño y un solo Pastor”… Ayudadme… ayudadme con vuestras oraciones, ayudadme, uniéndoos, tomando una sincera parte en este movimiento comunicado por mi Representante sobre la tierra… entrad de corazón en esta cruzada de oraciones, unid a ella vuestras más insignificantes intenciones particulares… dilatad vuestros corazones… que sean cada vez más “católicos”… Pero, sobre todo, que sea ese espíritu “católico” el que os anime en todas vuestras palabras y acciones; porque no serviría de nada emplearos exteriormente en obras, si vuestro corazón estuviese fuera de esta unión de caridad… si os permitieseis juzgar, o despreciar a aquellos que, buscando así mismo el bien, no tienen la misma luz ni las mismas miras que vosotros. Yo quiero que alentéis el bien donde quiera que se halle… y que me ayudéis suavemente a que las almas se abran más y más a la verdad… Que vuestro apostolado sea ante todo el de la caridad… que los que sean testigos de vuestras palabras y de vuestros actos puedan decir de vosotros, como de los primeros cristianos: “¡Ved cómo se aman!”.

         Por ahí (ya os lo dije) es por donde conocerán todos que Yo soy verdaderamente el enviado del Padre (Juan, XVII, 21) y podrán creer en el amor que os tengo y en el que pongo en vosotros y que emana del mío…

No permanecer en indiferencia ante los sufrimientos ajenos.

         No seáis indiferentes para los sufrimientos de vuestros hermanos. Vosotros, Cristianos míos e hijos de mi Iglesia, que estáis siempre conmigo, y con abundancia de todos los bienes, pensad en tantas almas que están en peligro de indiferencia… errando en las tinieblas… presas del hambre… ¿no les tendréis compasión? Y en vez de dedicar siempre vuestras oraciones a vuestras miras e intereses particulares, ocupándoos sólo de vuestras pequeñas dificultades y necesidades personales, ¿no responderéis a mis deseos?... Hijos todos muy amados del Celestial Padre de familias, haced vibrar vuestros corazones con las vibraciones del Mío… Rogad por el retorno a la casa paterna de todos vuestros hermanos, de todos los miembros de la gran familia humana, que cuenta en sí tantos hijos pródigos de tan diversas formas… y tantos otros hijos que, aunque permanecieron fieles, no comprenden el Amor Misericordioso del Padre que quisiera que volviesen todos sus hijos a su casa…

Llamamiento a todos los hijos de la Iglesia. Beneficio de la Comunión de los Santos.

         Esta Consagración es, pues, un llamamiento a todos los hijos de la Iglesia. Todos ellos han de recibir por medio de ella grandes bienes: unos obtendrán un mayor conocimiento de mi Corazón… Otros el beneficio de las oraciones y el apostolado de sus hermanos… todos se enriquecerán del provecho común en la Comunión de los Santos… los que dan, y los que reciben. Porque entre vosotros el que da se enriquece siempre, puesto que me comprometo Yo a devolvérselo en mi Reino; y recibe ya desde aquí abajo un aumento de gracias y de amor… Vosotros, los que queréis amarme y ser muy amados, y crecer sin cesar en este amor…: Amad a los demás… dad y se os dará… lo que hacéis por vuestros hermanos se os devolverá con creces.

Hacerse todos Apóstoles por la caridad.

         Rogad, porque la mies es mucha; rogad al Dueño de la mies para que envíe a ella operarios… Ofreced para ellos sacrificios… Sed todos apóstoles por medio de la caridad: todos podéis serlo y no sabéis todo el bien que podéis hacer así aun dentro de una vida sencilla y oculta, sólo por los resplandores de vuestra bondad… por las exteriores dilataciones de una vida de fe en mi caridad. Id, pus, sea cual fuere vuestra edad y condición… id a comunicar por todas partes las llamas de mi caridad… Para esto abrid cada vez más vuestras almas a la fe en mi amor… e id a mendigar para mí un poco de amor en correspondencia. Así practicaréis la doble caridad: para conmigo y para con vuestro prójimo, porque respondéis a los deseos de mi Corazón… y vuestros hermanos serán atraídos hacia el verdadero bien y vendrán a Mí… De este modo se ejercita el verdadero y fecundo apostolado… así empecé Yo la conquista del Universo… Ved si no lo que hizo hasta una samaritana… Y vosotros ¿tendréis menos celo para atraerme almas?... Cesad ya de no ocuparos más que de esos y pobres mezquinos intereses materiales… desterrad de vuestro trato todas esas conversaciones paganas, tan contrarias al verdadero espíritu cristiano y en el que os hacéis vosotros mismos más daño que provecho. Sí; entre vosotros, cristianos, mostraos “católicos”, vivid vida católica. Tened sobre todo el corazón católico, lo que se alcanzará seguramente, si permanecéis todos bien unidos a vuestro Cristo, si vivís verdaderamente de vuestras comuniones, si procuráis no dejar que vibre vuestro propio corazón más que con los latidos del mío. Así lo lograréis procurando entrar siempre y cada vez más y más en las intenciones de Aquél que Yo os he dado como Jefe Supremo sobre la tierra… cuya misión es atraer a todos los pueblos a la unidad de la fe y reunirlos a todos en la caridad de Jesucristo. Eso es lo que hace ahora en este mismo acto presentándome a vosotros como Rey y pidiéndome en su paternal solicitud, a todos y por todos, el acto que Yo mismo reclamo de vuestra fidelidad, de vuestra fe, de vuestra confianza sin límites en mi Amor Misericordioso, de vuestra perfecta caridad.

Este acto debe ser punto de partida de una vida nueva más hondamente de Jesucristo y más católica.

         Que este acto sea para vosotros el punto de partida de una vida nueva más católica, abrazando más y más los intereses de todos vuestros hermanos; que sirva para haceros entender mejor las palabras del Padre nuestro y haceros vivir de ellas… Que sea, en fin, como el faro luminoso de vuestros días y vuestros años, de toda vuestra vida…; que sirva para que os mantengáis todos más unidos, formando el “unum” católico que Yo pedí para vosotros a mi Padre la víspera de mi muerte… Así todos trabajaréis cada uno según sus medios y condición, para mi gloria y para el triunfo de mi Iglesia… por vuestra fidelidad personal, vuestra caridad fraterna, por vuestras oraciones y sacrificios a favor de vuestros hermanos, por vuestra unión – en este hecho – a todas mis intenciones y por vuestras súplicas para obtener la libertad de mi Iglesia, y con esto mismo mi Reinado, el Reino de Dios en el mundo entero… asegurando la facilidad de la predicación del Evangelio.

Haced vibrar vuestras almas en armonía con lo que se os ha dicho.

         Al hacer esta Consagración, procurad hacer vibrar vuestras almas con grandes vibraciones de fe, de confianza y de caridad… de humildad, de contrición, de agradecimiento… de misericordia, de abnegación… de fiel adhesión a mi Iglesia. Sabed ante todo hacer por medio de ella un acto de conformidad con mi divina voluntad, y por lo mismo un acto de obediencia y sumisión… un homenaje de reparación por vosotros, por todos vuestros hermanos… un acto que os junte con ellos en la unidad de la fe y en la unión de la caridad…

         Hacérsela leer a todos, a los que me conocen, a los que no me conocen o que me conocen mal… a todos aquellos que no saben que es a Mí a quien buscan y desean sin conocerme… Atraed gracias de luz y de fuerza para aquellos que dudan… vacilan… luchando contra el espíritu del mal que les seduce, les induce a errores y los ciega y hasta los paraliza para que no puedan ir en busca de la verdad, al marchar en pos de ella y de todo bien.

         Rogad con la fe del Centurión y de la Cananea… y conseguiréis las mismas maravillas.

         ¡Oh vosotros todos: los que sois discípulos míos! ¡Servidores míos! ¡Hijitos míos! ¡Amigos míos! Haced vibrar vuestras almas con las disposiciones que se os han expresado en estas líneas, a fin de que no tengáis sino un solo corazón y una voz sola para responder al llamamiento de mi Pontífice y proclamarme vuestro Rey y Rey Universal… afirmando vuestra resuelta voluntad de que así sea y vuestro deseo de verme reconocido como tal por todos los hombres vuestros hermanos, de todos los pueblos y de todas las sociedades.

         Haced pasar antes vuestra Consagración por el Corazón Inmaculado de María Mediadora del género humano, ya que tuvo Ella tanta parte en la obra de vuestra Redención… dándoos al Salvador y permaneciendo siempre en tan humilde unión con su Jesús. Ella misma presentará al Señor vuestro homenaje e intercederá a favor de aquellos para quienes vosotros imploráis la gracia y la luz. Y como Suplicante Omnipotente, alcanzará que todos vuelvan a la fe… y el triunfo de mi Iglesia, por mi Reinado en la unidad de la fe y la caridad.

P. M. SULAMITIS.





[1] Esta Consagración con que se cerró el Año Santo, deberá repetirse siempre el último domingo de Octubre, en que se celebrará la nueva fiesta de Jesús Rey…

sábado, 4 de marzo de 2017

"El Amor Misericordioso habla a nuestras almas"


"¡Yo soy el AMOR MISERICORDIOSO!"

     "Quiero una Asociación del Amor Misericordioso para corresponder a mi plan divino y satisfacer los deseos de mi Corazón".

    "Yo quisiera pequeños grupos que se extiendan poco a poco, esto será la Obra del Amor Misericordioso…"

(29 de Enero de 1919).

     "Ha sonado para Mí la hora de formar amigos míos, sinceros y leales, y esta es la obra del Espíritu Santo… Estos amigos abrazarán con amor todos mis asuntos y los encontraré dispuestos a todos los sacrificios. Sus funciones serán muy diversas; los quisiera en todas las esferas para que correspondan a todas las exigencias de mi Corazón… Rogad para que todos comprendan que el Reglamento que debe gobernar a todas estas cosas sea el que di Yo mismo cuando estaba en la tierra… mi Ley de Amor, la Regla de mi Corazón."

("El Amor no es amado").


"Hay que orar mucho, para el cumplimiento de mi voluntad y para la gloria de mi Amor Misericordioso. Orar para que las almas comprendan bien lo que yo deseo, que es darme a conocer en la verdad de mi caridad infinita, en mi Amor Misericordioso, hacerme conocer como tal sobre la Cruz, en mi Hostia, en mi Evangelio, y todo esto por mi Corazón, que quiero yo descubrir en estas diversas manifestaciones de mi amor."

("La imagen de Jesucristo Amor Misericordioso").


      "Tengo compasión de las almas que no quieren recibir la luz y se dejan arrastrar por el torbellino; tengo compasión de las almas que corren hacia el abismo, y quisiera detenerlas al borde del precipicio. Por eso hago predicar mi doctrina; por eso me muestro tan bueno; por eso mi Corazón está siempre abierto para conceder el perdón; por eso quisiera que vivieseis todos amándoos, aliviándoos como hermanos: si hicierais lo que os digo, tendríais la paz en vosotros y entre vosotros."

("¡Tengo compasión!").

"Yo soy el Amor Misericordioso y como tal he venido a manifestarme a la tierra. ¿No lo habéis comprendido así, cuando me habéis visto, desde mi nacimiento, hacerme el hermano, el amigo de los niños y de los pobres? Fue para que ningún indigente sobre la tierra pueda decir: “El Rey del cielo y de la tierra no ha conocido nuestra pobreza”… ¿Quién de vosotros ha sido jamás tan pobre como Yo? Nací en un establo… elegí a los pastores para ser mis primeros adoradores… a unos pescadores para que fueran mis Apóstoles, a los despreciados de la tierra como a mis privilegiados… mis amigos… Puse mi omnipotencia al servicio de los que se hallaban angustiados, de los que sufrían… todo lo hice para excitaros a la confianza, para descubriros mi inmenso amor hacia vosotros, tan indignos de este favor… Ved las leyes que os he dado, ved si no son todas ellas bondad, indulgencia para el que tal vez es débil, pero tiene un buen corazón y se arrepiente de sus culpas… Ved que condición os he impuesto para que alcancéis vuestro perdón… y de qué modo, también os he dejado entrever el juicio y la recompensa… ¿No debe ser todo esto para vosotros un gran estímulo para creer en mi Amor y para la práctica de la caridad misericordiosa?... Cuanto más contempléis vuestro crucifijo… más os acercaréis al altar donde renuevo cada día mi sacrificio… cuanto más leáis y meditéis mi Evangelio, mejor comprenderéis mi Corazón y descubriréis que este Corazón, que tanto os ha amado, nos es más que amor y, para vosotros, Amor Misericordioso…"

         "¡Oh criaturas mías! ¡Si supierais cuán amadas sois por vuestro Dios!..."

         "Eso constituirá vuestra bienaventuranza, vuestra gloria en el cielo… y toda la eternidad cantareis las alabanzas, los beneficios de mi Amor Misericordioso… Porque nadie encontrará en el reino de los cielos sino por Él: por Él habéis sido creados… por Él sois vivificados, gobernados y por Él seréis salvos… por Él, coronando sus dones, seréis glorificados y Él será glorificado en vosotros eternamente".

("La Obra del Amor Misericordioso").

OFRENDA

¡Padre Santo!
por el Corazón Inmaculado de María,
os ofrezco a Jesús,
vuestro Hijo muy amado,
y me ofrezco yo mismo,
en Él, con Él y por Él,
a todas sus intenciones,
y en nombre de todas las criaturas.

(Padrenuestro, Avemaría, Gloria).

Indulgencia de 300 días cada vez, y plenaria al mes.
Pío XI, 10-VI-1923.

miércoles, 1 de marzo de 2017

Enseñanzas del Amor Misericordioso: "A las madres".



A LAS MADRES
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1.- La dulce misión de la madre.

         ¡Oh vosotras! En quienes el Señor lo más exquisito que en su Corazón tiene… madres cristianas, arterias vivientes del Corazón de Jesús en los hogares: aprended a utilizar y sobrenaturalizar estos tesoros de los cuales no sois más que depositarias… A vosotras toca ser la paz y la alegría de vuestros hogares.

         Habéis sido entregadas por compañeras al Jefe de la familia para que lo sostengáis en sus trabajos, le consoléis en sus penas y le ayudéis a alcanzar con vosotras su último fin: la posesión de la Gloria en el Reino de los Cielos.

         Vosotras le debéis a él obediencia; él os debe protección; pero… sed para él siempre el ángel del Señor. Dulce y hermosa es vuestra misión; y para cumplirla fielmente no es menester más que utilizar el tacto, la delicadeza, el abnegado celo y la bondad puesta por Dios en el fondo de vuestro corazón.

2.- Los deberes de la esposa y de la madre.

         No olvidéis nunca vuestros principales deberes.

         No sois dueña de vos misma, sois esposa y madre, pertenecéis al Señor que os quiere para Él, a vuestro marido e hijos para formar todos juntos un hogar cristiano que irradie luz y caridad, del cual el mismo Cristo-Rey sea alma y vida… En él velaréis para mantener viva la llama y el calor por la unión en la verdad y caridad.

3.- Necesidad de la santificación en la madre cristiana.

         ¡Oh madres! ¿Cuándo se os podrá recomendar bastante que os santifiquéis para vuestro marido e hijos, a fin de atraer sobre ellos los favores del Cielo, las gracias divinas?

         Especialmente en los días de espera que preceden al gozo de estrechar en vuestros brazos una nueva criatura… destinada a ser uno de mis elegidos… ¡qué piedad y solicitud debe ser la vuestra para que antes de su nacimiento me sea totalmente consagrada! Dádsela ya a mi santa Madre, a fin de que me sea presentada por Ella…

         Vivid una vida de fe profunda y de caridad, que comunicaréis a la criatura haciéndola partícipe de vuestra vida misma… y durante el tiempo que permanezcáis unidas a este pequeño ser que no ha visto aún la luz del día, hacedlo todo en su nombre. Vuestro primer acto al recibirlo, sea el entregarlo a mi santa Madre; y renovad a menudo este primer ofrecimiento que atraerá sobre él abundantes bendiciones.

         Aficionaos a considerar con frecuencia las disposiciones de la Virgen Madre cuando contemplaba a su Jesús niño… Pedidle que guarde vuestro amado tesoro y vaya conformándolo cada vez más a Mí. ¡Madres, el alma de vuestro hijo es cosa tan grande… que no puedo confiaros nada más excelente!... Tenéis a vuestro cargo su vigilancia y custodia… Al prodigar cuidados maternales y solícitos desvelos a su frágil existencia, que un pensamiento dominante os recuerde sin cesar su alma… Y lo más pronto posible, en cuanto nazca, haced que reciba el santo sacramento del Bautismo, para ser hijo mío y liberarse de la esclavitud del demonio… No dilatéis nunca este cuidado tan importante.

         Después, en vuestro regazo, es donde vuestro amado pequeñuelo debe ir aprendiendo a orar… Juntad sus manecitas antes que comience a balbucear, haced que bese mi Imagen… mostradle la de mi santa Madre… Desde el primer instante de su nacimiento colocadle una medalla suya al pecho para ponerlo bajo la protección de María y ahuyentar de él la serpiente infernal.

         ¡Cuán dichoso sería él, si la primera palabra que pronunciara fuera el nombre bendito de mi Madre o el Mío!... Tended a esto, madre cristiana. ¡Cómo os lo agradecerá vuestro hijo!

4.- La Madre modelo de obediencia.

         Vosotras seréis en la familia el dulce lazo de unión… el modelo de obediencia…

         Habéis de enseñar y arrastrar con vuestro ejemplo a que el hijo obedezca a su padre…

         Tenéis la misión de poner al Jefe de la familia en el lugar que le corresponde dentro del hogar, la de enseñar a respetar su autoridad por un principio sobrenatural, viendo y haciendo ver en ella la autoridad de Dios.

5.- La influencia de la madre es la del corazón.

         Vuestra influencia es la del corazón; tenéis que enseñar al niño a amar… a amar como conviene: Primero a Mí, luego a su padre; y a los demás, siguiendo por orden… y a no amar más que lo que es bueno. Enseñadle a amar amando vosotras mismas y descubriéndole vuestro propio corazón.

         Habéis de formar su alma dulcemente en vuestro regazo, haciendo vibrar la vuestra junto a la suya… comunicándole vuestros pensamientos… inclinaciones y aspiraciones…
         La misión que tenéis, ciertamente es la de educar el alma del hijo, disponiéndola para la formación viril que más tarde ha de darle la autoridad del padre.

         Sois las llamadas a sostener su alma a fin de que no se quiebre y quede flexible y dócil para cuando sea necesario plegarse y pronunciarse. Si inculcáis bien mi Amor en el alma de vuestro hijo, no le será dificultosa la obediencia y las virtudes se implantaran fácilmente en él. Acostumbradlo a huir pronto del mal.

         Habladle más del bien que ha de practicar que del mal que debe evitar: una sola palabra para que adquiera el santo hábito de despreciar el mal y huir hacia el bien; de éste debéis enseñadle a alimentarse.

6.- La madre cristiana debe vivir de sacrificios.

         Madres cristianas, si sabéis vivir contentas en medio de los sacrificios… inculcaréis con mayor facilidad en el alma de vuestros hijos esta disposición esencial.

         El secreto de la felicidad en este mundo y en el otro, para vosotras y para los que os rodean, es el propio renunciamiento.

         Si el niño sabe que su primer debes es el renunciarse para cumplir mi santa voluntad y hacer siempre lo que más me agrade… encontrará más sencillo y ha de serle más fácil el ejercicio de las virtudes cristianas; comprenderá que la práctica del bien es la vida moral del cristiano.

         Vosotras desarrollaréis así el atractivo a lo bueno y atenuaréis un poco la pendiente de la naturaleza humana que sin cesar solicita y arrastra hacia abajo.

7.- Ternura y firmeza – lazo de unión.

         No seáis del número de esas madres gruñonas que están riñendo siempre y ceden al mismo tiempo… Es menester que el niño sienta firmeza en medio de la ternura… y una pena profunda en vuestra alma cuando él se porta mal. Apoyad al padre y haced que el niño le respete, que comprenda que en él está la autoridad.

         El padre es la cabeza de la familia, vosotras debéis ser el corazón, el lazo de unión.

         Velad celosas por esta unión, de la que sois guardianes… Unión al padre por obediencia de amor, unión de los hijos entre sí… Enseñadles los secretos de la Caridad. Obediencia y caridad son las virtudes fundamentales que debéis inculcar en las almas de vuestros hijos; ellas os asegurarán su felicidad temporal y eterna.

8.- Preciosos gérmenes que debéis cultivar en el alma de los hijos.

         ¡Oh madres! Estad atentas a las inclinaciones que descubráis en estas tiernas criaturitas. Arrancad inmediatamente las malas hierbas, enderezad lo torcido, llevadles al bien. Inspirad en ellos el horror al pecado, la necesidad de purificarse prontamente, el hambre de la Eucaristía… el amor al deber… y la necesidad de ser el rayo de luz solar que ilumine la familia… y de pasar por todas partes haciendo bien.

         Mostradles con frecuencia el Niño Jesús tan sumiso a su edad. Que se formen a mi Imagen, recurriendo filial y constantemente a María… Estableced en sus almas una sólida piedad cimentada en viva fe… una confianza inquebrantable, independiente de los sentimientos y accidentes de la vida… y una caridad verdaderamente para Mí y para el prójimo.

         Inspiradles horror a la mentira, amor a la verdad y a la justicia… Que comprendan bien la misericordia, sepan perdonar, devolver siempre bien por mal, y que no queden nunca en frialdad con el prójimo.

         Enseñadles a dar limosna al pobre como a Mí, a privarse por socorrer a los demás… a obrar siempre bajo mi mirada de amor a la que nada escapa y que recompensara divinamente el más pequeño bien.

         Madres cristianas, inspirad a vuestros hijos el amor a la Iglesia y al Papa, el respeto a los Sacerdotes, la adhesión a la vida litúrgica y parroquial. Que su más preciado título sea el de ser católicos… Que tengan gran devoción a su Ángel de la Guarda y a los santos Patronos a quienes he confiado su custodia. Debiera existir una íntima alianza entre vosotras y los ángeles guardianes de vuestros hijos, concertada antes de su nacimiento, y que les mantenga más firmes durante las ausencias en que se encuentran fuera de vuestra vigilancia.

         Si los precedéis en la Patria, estos ángeles serán vuestros mensajeros y ocuparán vuestro lugar junto a ellos; y ya durante la vida os facilitarán grandemente la tarea educativa…

         Madres, no lo olvidéis; el alma de vuestros hijos os confío… Os espero en el Cielo con ellos.

         Si tenéis días de prueba acordaos de Mónica, imitadla en sus oraciones y sacrificios… en su perseverancia y confianza; y me daréis también Agustines.

         Manteneos muy cerca de María y aprended en Ella lo que debéis hacer y decir. Vedla en Nazaret.

         Que en vosotras pueda repetir todo como en vuestra Madre: “Hagamos lo que Jesús nos ha dicho… Jesús, su Vicario… su Iglesia… Cuando habla no hay que replicar… debe ser obedecido”.

         Una gran recompensa está preparada a la madre cristiana que eduque para Mí a su hijo.

P. M. SULAMITIS.


         (Enseñanzas del Amor Misericordioso).